Filosofía en español 
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Eutanasia

EUTANASIA. (Etim. Del gr. euthanasia, muerte buena y tranquila.) f. Muerte dulce, sin dolor, sin agonía. || Teología. Muerto en estado de gracia.

EUTANASIA. Etnografía. La eutanasia puede calificarse de supervivencia de civilizaciones inferiores, por no decir salvajes, en las que se daba poquísima importancia al individuo, comparado con la comunidad. La eutanasia, muchas veces, es consecuencia de la penuria económica; al reducirse a ciertos límites las subsistencias, el número de individuos de la comunidad se ha de limitar también, y si la población excede de éstos se han de eliminar los miembros menos necesarios, que son, por regla general, los viejos, y a veces también los infantes. El ejemplo más gráfico de esta primitiva aplicación de las leyes económicas se halla quizá entre los salvajes del Pacífico, en los cuales el infanticidio tiene fuerza de ley. En todas las islas polinesias rigen el aborto y el infanticidio. En Vaitipu sólo se permite a los matrimonios criar dos hijos, y entre los nukufetau sólo uno. La eutanasia se halla practicada en su genuina acepción, por ejemplo, entre los karens de Birmania, de los que afirma Westermarck, que cuando uno de ellos tiene una enfermedad incurable o muy penosa, se ahorca. En las civilizaciones antiguas, son realmente muy pocos los casos de verdadera eutanasia. En Grecia, Aristóteles y Platón defendieron diversas formas de eutanasia. Contra tales desviaciones de la inteligencia se pronunció el Cristianismo desde sus principios, desde san Agustín hasta santo Tomás, quien en la Suma Teológica denuncia esta teoría como contraria a la caridad para consigo mismo; como una ofensa contra la comunidad y como una usurpación del poder de Dios, único dueño de la vida y la muerte. «La primera objeción que se formula contra la eutanasia es que implica el rebajamiento de nuestros ideales morales y la merma del respeto que tenemos por la vida humana; es, además, una violación de derechos tan intangibles como el del perfeccionamiento individual, uno de cuyos más importantes factores es el sufrimiento, soportándolo con resignación el que es víctima de él y ayudándolo a soportar a los demás cuando son ellos las víctimas».

Bibliografía. E. Zeller, Geschichte der griech. Philosophie (trad., 1895), L. Schmidt, Ethik der alten Griechen (II, pág. 104, Berlín, 1882); Post, Grundriss der ethnolog. Jurisprudenz (Oldemburgo, 1894-95).

EUTANASIA. Medicina y Terapéutica. Nombre aplicado a los métodos de tratamiento sintomáticos en el período terminal de las enfermedades caquectizantes.

EUTANASIA. Moral. Se llama así a la muerte producida con anestésicos para que ésta pase sin dolor. La sana moral reprueba semejante procedimiento por tres causas principalmente: porque priva del uso de la razón al enfermo y precisamente en los momentos supremos de que tal vez ha menester para convertirse; porque a lo menos le priva de momentos preciosos para merecer delante de Dios, y porque, de ordinario, semejantes drogas aceleran la muerte del paciente. Por lo mismo es también inmoral la eutanasia practicada con los sentenciados a muerte por la justicia pública. En el sentido que modernamente dan los sociólogos a esta voz por eutanasia se entiende «la acción de quitar la vida a todo ser humano, que por causas de nacimiento, deformidad adquirida, accidente desgraciado, o enfermedad incurable, pueda causar molestias a sus semejantes».

Los defensores de la eutanasia reclaman para la sociedad el derecho de hacer desaparecer con la clase de muerte que el interesado escoja, a todo desgraciado que, no pudiendo resistir la continuidad del dolor que un mal incurable le acarrea, opte por el suicidio. El punto más débil de esta teoría, falsamente humanitaria, está en sostener que sea también un acto de caridad el de suprimir, desde la cuna, al niño deforme y de constitución deficiente. Siendo la vida el mayor de los bienes, se sigue que es mejor vivir con una deformidad física, que no vivir. Todo ser deforme, despreciable en apariencia, aunque sea repugnante o molesto a sus semejantes, puede con sus cualidades, talentos o virtudes, prestar a la sociedad servicios de orden superior muy apreciables. Si las doctrinas eutanásicas hubiesen sido aplicadas siglos atrás con todo rigor, ni tendríamos las fábulas de Esopo, ni las sátiras de Scarrón, ni las comedias de Alarcón el jorobado, ni Cervantes hubiera escrito el Quijote.

Dice monseñor Du Plessis a este propósito: «El hecho de que toda criatura humana esté destinada para conocer, amar y gozar eternamente de Dios, echa por tierra todos los argumentos en favor de la eutanasia. Si el hombre fuese un ser sin alma inmortal e incapaz de resurrección anímica y corpórea, como los brutos irracionales, la eutanasia podría tal vez aceptarse. El cristiano y todo aquel que profese una creencia espiritualista, ha de abominar de ella.» Los hombres que constituyen la sociedad, deben ser solidarios, y por esto los fuertes y los ricos tienen el deber de subvenir a las necesidades de los débiles.

El suicidio, el asesinato o la desesperación que la acción de la eutanasia trae necesariamente consigo, no son otra cosa más que la aberración de un falso sentimentalismo. Al enfermo que pide a gritos la muerte, porque los dolores de su enfermedad le parecen insoportables, hay que tratarle con cariñosa dulzura y recordarle que ni él, ni la sociedad, son los dueños y árbitros de su existencia, que todo padecimiento, por duro que sea, no es más que temporal y pasajero, comparado con la eternidad de dicha que, sufriendo resignadamente, merecerá con toda seguridad y certeza.