Filosofía en español 
Filosofía en español


San Isidoro de Sevilla

Célebre en toda la iglesia por su santidad y doctrina: era hijo de Severiano, que algunos sin fundamento han hecho pasar por el cuñado, y otros por el hijo de Teodorico rey de los Godos en Italia. Su madre llamada Turtura o Teodora era una señora de gran piedad. Sus hermanos Leandro y Fulgencio obispos, y su hermana Florentina consiguieron una santidad, que reconoce toda la iglesia por medio del culto público, que les tributa. Nació en Cartagena, ciudad antigua de España, comprehendida el día de hoy en el reino de Murcia. Educaronlo en el estudio de las bellas Letras, y la piedad, las solicitudes oficiosas de sus parientes, y principalmente de su hermano S. Leandro, de quien fue discípulo. Se adelantó tanto en ellas, que llegó a igualar a su maestro en la virtud, y excedió tal vez en las letras y ciencias. Hay gran motivo para creer, que cuando su hermano Leandro era arzobispo de esta iglesia, la servía san Isidoro, como uno de los miembros del clero de ella; a lo menos no puede sostenerse con fundamento el que hubiese sido jamás religioso de alguna orden monástica. Trabajó mucho con su hermano el obispo en la conversión de los Arrianos de España, y en extirpar esta herejía, que los Visigodos habían hecho dominante en el país. También le fue de gran socorro, para formar instrucciones pastorales, para reglar el oficio divino, y para componer o reveer los oficios de la iglesia. En todas estas santas ocupaciones no hizo ver menos su virtud, que su talento, de suerte que cuando san Leandro dejó la iglesia de Sevilla vacante por su muerte, que acaeció el año primero del séptimo siglo, no se halló otra persona más capaz de ocupar su Sede, de mantener y continuar el bien que había hecho en la ciudad y diócesis, sino su hermano Isidoro.

Colmó con grandes ventajas las esperanzas que de el se tenían, y aunque perdió desde el principio de su episcopado un grande apoyo con la muerte del rey Recaredo su sobrino, al cual había convertido a la fe Católica san Leandro, y que después había protegido siempre y servido a la iglesia, trabajó como obispo y como doctor con muy buen suceso en tiempo de los reyes Liuba hijo del Difunto, Witerico, Gundemaro, Sisebuto, Swintila y Sisenando, quienes reinaron sucesivamente. El amor de la paz y el deseo de procurar la unión entre las iglesias de España, lo indujo en el año 610 a suscribir con diversos hermanos y concolegas suyos, también obispos, el edicto que el rey Gundemaro publicó, tocante a la primacía de Toledo. La aplicación suya a purificar las leyes y costumbres de sus pueblos, lo obligó a emprender un cuidado particular de los eclesiásticos mozos, que criaba el en la virtud y en el estudio de las santas escrituras, de los santos Padres, y de la disciplina eclesiástica, a fin de formarlos pastores capaces de instruir y edificar las parroquias de su diócesis: no tenía menos en su corazón el exaltar la práctica del evangelio a su perfección, entre las personas consagradas a Dios en los monasterios. También compuso una regla para los religiosos de la abadía de Hohori en particular: es muy conforme a la de san Benito, y no puede decirse que el mérito de este patriarca de los monjes de Occidente, así como sus constituciones monásticas, le fuesen uno y otro no conocido, cuando se ve, estaba muy versado en la lectura de los diálogos del papa san Gregorio, de el cual se pretende que san Leandro hermano suyo le había adquirido el conocimiento, y amistad. Eta regla, que contiene 24 artículos, no es menos un monumento de la sabiduría y discreción de nuestro santo prelado, que de su experiencia en lo que concierne a la vida espiritual; por que además de que era acomodada con especialidad al uso de su país, había también encontrado los medios de hacerla proporcionada a las fuerzas de los más débiles, por medio de un temperamento que no quitaba cosa alguna de la perfección que le convenía. También hizo algunos reglamentos saludables para religiosas, pero los incluyó en los decretos del segundo concilio de Sevilla, al cual presidió el año de 616: también hizo compilar en él otros diversos cánones muy útiles a la iglesia, y en el mismo tuvo una disputa con un obispo venido de la Siria llamado Gregorio, infecto en la herejía de los Acéfalos, ramo de los Eutichianos. El Santo le hizo ver sus errores por medio de las santas escrituras con tal evidencia, como fuerza; y el fruto de la disputa fue la conversión de este prelado extranjero. Isidoro presidió también el concilio cuarto de Toledo el año de 633. Dícese lo motivó su gran capacidad, avanzada edad, y consumada virtud, pues allí se halló Justo obispo de la ciudad, con los otros metropolitanos de Narbona y de Tarragona. Fue el principal autor de los famosos reglamentos que se hicieron en el para el restablecimiento de la disciplina de las iglesias de España; de suerte que era tenido por maestro común de todo el país en la doctrina de la fe, en la de las costumbres, y en los usos eclesiásticos; y los magníficos elogios que le dieron después de su muerte los padres del octavo concilio de Toledo, y de otros muchos y célebres, no han contribuido poco a confirmarle tan gloriosa reputación: llamanlo aquellos el excelente doctor de su siglo, y el nuevo ornamento de la iglesia Católica. Añaden que era el último de los padres por lo que miraba al tiempo, pero que no lo era en lo respectivo a la doctrina; y que lo que se demostró en él de más admirable, fue que había sido eminente en ciencia, aunque Dios Nuestro Señor lo hubiese dado al mundo al fin de los siglos.

Había adquirido por medio de diversas obras que había compuesto durante todo el curso de su episcopado, la obligación que debemos a su memoria, pues demuestra en todas ellas como sabía juntar la piedad con la doctrina mostrando nos al mismo tiempo, cual era la variedad, y lo extenso de su erudición en un siglo, en que las ciencias se hallaban extremadamente decaídas. Entre las obras que de él nos restan, se encuentran comentarios sobre la sagrada escritura, tratados dogmáticos, tratados acerca de la disciplina de la iglesia, y obras de moral. También hay algunas concernientes a las artes y ciencias humanas. Asimismo se le atribuye un tratado de ordine Creaturarum, que se imprimió en el Spicilegio, y una colección de cánones que no es suya. Contentémonos pues nosotros con decir, que san Isidoro después de haber consagrado sus trabajos y vigilias a la honra y gloria de Dios, y utilidad de su iglesia, acabó felizmente su carrera casi a los 80 años de su edad, y fue a gozar el reposo eterno el día 4 de Abril de 636, al cabo de haber gobernado su iglesia casi por espacio de 40 años, según la expresión vaga de san Ildefonso de Toledo, que es decir de 35 años y algunos meses. Su cuerpo fue sepultado en su iglesia entre el de san Leandro su hermano y antecesor, y el de santa Florentina hermana de los dos. Permaneció en este sitio durante el espacio de 400 años, hasta que Fernando I, rey de Castilla y de León lo hizo transportar a la iglesia de san Juan-Bautista de la ciudad de León, el día 21 de Diciembre de 1063. Su culto ha llegado a ser muy célebre en toda España. Las diócesis de Sevilla y de León, lo honran como su patrón singular, solemnizando su fiesta en 4 de Abril. Las demás iglesias de España tienen su oficio doble en el mismo día, y lo califican doctor de la iglesia. El cardenal Quiñones no olvidó insertarlo en su pretenso Breviario Romano, que compuso y que publicó el año de 1535; y después también por autoridad del papa Paulo III. Por lo que mira a la fiesta de la Translación se celebra en 22 de Diciembre, puede ser por causa de que el 21 lo ocupa la de Santo Tomás. Los martirologios hacen memoria de nuestro Santo desde el nono siglo, así como se evidencia en el de Usuardo: también lo elogia el Romano moderno. * Bayllet, vidas de Santos 4 de Abril.