Mahometismo
Mahometismo, Religión que estableció Mahoma, que siguen sus sectadores.
Reconocen los Mahometanos son religiones verdaderas el Judaísmo y el Cristianismo; pero dicen están ahora abrogadas desde que Dios se comunicó a su profeta Mahoma. Aseguran también que ni los Judíos ni los Cristianos tienen principio cierto en sus religiones, por haber sus libros santos sido corrompidos. Mahoma, según ellos, recibió de Dios, durante el decurso de 23 años, por ministerio del Ángel Gabriel, un cierto número de cuadernillos de escritura, con los cuales compuso el libro que se llama Alcorán. El principal artículo de su creencia está fundado en la unidad de Dios, y dicen incesantes: no hay otro Dios que Dios: Dios es uno. El segundo artículo de su Religión consiste en estas palabras: Mahoma es el enviado de Dios. Atribúyenle algunos milagros. Aseguran, v. g. hizo saliese agua por el tacto de sus dedos, y que señalando la Luna con uno de ellos, la dividió. Añaden le reconocieron las piedras, los árboles y las bestias por verdadero profeta de Dios, y que le saludaron con estas voces: vos sois el verdadero enviado de Dios. Afirman además paso Mahoma en solo el espacio de una noche desde la Meca a Jerusalén de donde subió al cielo; que allí vio el paraíso y el infierno; que habló con Dios; y que finalmente bajó del cielo aquella misma noche, y se halló en la Meca antes que fuera de día. Los Mahometanos tienen también santos, a los cuales atribuyen algunos milagros, inferiores no obstante a los de su profeta. Reconocen Ángeles ejecutores de los preceptos de Dios, que están destinados a ciertos oficios, así en el cielo como en la tierra, escribiendo las acciones de los hombres; que el ángel Asrael está destinado a recibir las almas de los que mueren; y que otro llamado Esraphis tiene siempre en la boca un gran cuerno, o trompeta, para tocarla el día del Juicio. Dicen que a su nacimiento acompañaron estupendos milagros que espantaron a todo el mundo: v. g. que Emina contuvo en su vientre sin la menor inquietud a este nuevo profeta; que le parió sin dolor, que dando el niño cuando nacido, con el rostro contra la tierra para honorar a Dios, y que levantándose y alzando la cabecita exclamó, no había más que un solo Dios que le tenía escogido por su enviado; que nació [45] circuncidado , aunque lo mismo creen los Judíos de Adán, de Moisés, de José y de David, y que los Demonios fueron entonces arrojados del cielo; que su amo de leche llamada Halima o la benigna, estando infecunda de este alimento, se rebozaron sus pechos luego que se ofreció al recién nacido; que se oyeron cuatro voces en las cuatro partes de la Caabah, que publicaron de él maravillas; que el fuego de los Persas hasta entonces inextinguible, se apagó: una palma seca rebrotó hojas y fruto; se hallaron al parirle Parteras de belleza extraordinaria sin ser llamadas, no sin la asistencia de muchos pájaros que por picos tenían jacintos, cuyo lustre brillaba desde oriente a occidente; pero lo que sobre todo se hace más risible es querer ellos fueron los Ángeles Guardianos de Mahoma; que por ellos llevado a la cumbre de una montaña, le abrieron el vientre, le lavaron tan lindamente los hígados que se los pusieron más blancos que una nieve; le abrieron el pecho y le quitaron del corazón el grano negro o la gota negra que es una semilla diabólica que atormenta a todos los demás hombres; haciendo todo esto sin que el niño sintiera el menor dolor; y así lavado y limpio se volvió sin otra guía que la de sí mismo a su casa. Creen la resurrección general de los muertos, y pretenden vendrá entonces un Anti-Mahoma; y que Jesú-Cristo que bajará del cielo para matarle, establecerá la religión Mahometana; añadiendo a todo esto muchos cuentos tocante a Gog y Magog, y la bestia que debe salir de la Meca. Dicen que la resurrección de los muertos acaecerá del modo siguiente. Aparecerán todos desnudos de pies a cabeza; pero los profetas, los santos, los doctores, y los justos estarán revestidos de sus hábitos y vestiduras, y los llevarán al cielo empíreo Ángeles y Querubines. En orden a los otros padecerán hambre, sed y desnudez. El sol acercándose a una sola milla de su cabeza sudarán que será un horror y padecerán otros infinitos tormentos. Habrá en el día del Juicio una balanza en que se pesará lo bueno y lo malo. Aquellos cuyas obras buenas pesaren más que las malas irán al paraíso, y al contrario al infierno, a menos que por ellos intercedan los profetas y los santos. Además del infierno y el paraíso parecen reconocer un género de purgatorio, pues sostienen que aquellos que murieron con la fe, pero cuyos pecados pesaron más que las buenas obras y que en adelante no fueron socorridos mediante el interceder de los justos, padecerán en los infiernos a proporción de sus pecados, y que después subirán al paraíso. A parte de este Juicio universal en que pedirá Dios cuenta a cada uno de todas sus acciones, reconocen un Juicio particular, que llaman el tormento del sepulcro, y que se hace de este modo. Luego que se entierra a alguno, dos Ángeles mayores, uno llamado Munzir y el otro Nekir, van a preguntarle, cual es su creencia acerca de Dios y del profeta, de la Ley y del Kiblah, esto es del lado que es necesario volverse para rogar a Dios. Los justos deben responder: nuestro Dios es quien crió todas las cosas; nuestra fe es Musímica a ortodoxa; y el paraje hacia el cual le dirigimos nuestras oraciones, es el Kiabé. Los infieles al contrario, no sabiendo qué responder, son condenados a padecer gravísimas penas.
Creen comúnmente la predestinación, y dicen que el bien y el mal no acontecen sino porque Dios así lo ordenó, y si se pregunta por qué Dios crió los infieles y los malos, responden, que a nosotros no toca el investigar demasiadamente curiosos los secretos del altísimo. En orden a los Fieles que han muerto impenitentes o sin haber hecho penitencia de sus pecados, creen viven en suspensión después de su muerte, y que Dios dispone de ellos según su voluntad, perdonando a los unos y condenando a los otros. Hállanse persuadidos a que perdone Dios todo género de delitos menos el Ateísmo y la idolatría, y por eso en las deprecaciones que hacen por los muertos, oran igualmente por los buenos y por los malos. Tienen una especie de oficio destinado a esto, en que se ven notadas las oraciones que hacerse deben en los entierros, y los capítulos del alcorán que es debido se digan sobre la fosa o bóveda del difunto.
Consiste la moral de los Mahometanos en hacer lo bueno y en huir lo malo. Sostienen sus casuistas que las acciones que no están acompañadas de la fe de Dios, son otros tantos pecados; que quien la reniega pierde el mérito de todas sus buenas obras; y que durante todo aquel tiempo nada ejecuta que pueda ser agradable a Dios, hasta que haya hecho penitencia de su pecado; y que entonces llega a ser Musulmán o fiel todo nuevo; mas es necesario se case segunda vez si lo estaba ya antes, y si hizo el viaje de la Meca, está obligado a ejecutar otro. Prohíben discurrir de las cosas que nos son ocultas, v.g. no es debido de decirse Fulano murió o morirá en la fé, porque no nos toca juzgar de las cosas que Dios ha reservado o escondido. La devoción de los Mahometanos se extiende hasta los nombres santos. Cuando no pronuncian el nombre de Dios hacen una reverencia, añadiendo, muy alto, muy bendito, muy fuerte, muy excelente, o algo a esto semejante. Hay entre ellos devotos que ultrapasan de los mandamientos de su ley, y que asisten a la oración de nueve horas de por la mañana, la cual no es de obligación. Hay ciertas condiciones que no observándose hacen nulas sus oraciones; v.g. en las oraciones de medio día u de después del medio día que son entre ellos de obligación divina, la lectura de ellas debe hacerse en tono muy bajo; pero en la que debe hacerse al anochecer, antes de acostarse, y en la del amanecer, es debido leerse en voz alta, si acaso hay allí un Imán, esto es, un sacerdote; pero si el que ora está solo, es indiferente el ejercicio. Además, rezando, deben los hombres levantar desde luego sus manos hasta el remate de las orejas, y las mujeres hasta las quijadas solamente. Cuando se está de pie derecho, y que se tiene la mano derecha sobre la izquierda, si es hombre, debe poner sus manos por debajo del ombligo, y si es mujer las meterá en su pecho. Finalmente para orar con orden es necesario seguir todo bajo el Imán, y imitarle en cuanto ejecuta. Si acaece el que hablen o que rían orando, de suerte que se les pueda entender u oír, se tienen por nulas sus oraciones. Les es prohibido el orar a Dios con un vestido de que hay uso en el trabajo ordinario de la casa, y con el cual no se visitaría a las personas de distinción. No pueden tampoco hacer su oración delante del fuego, pero sí a la candela o a la luz de velón, candil, &c. Es entre ellos de obligación divina el lavarse la boca, el rostro y después todo el cuerpo. Si se suelta alguna ventosidad durante el abdest o ablución, entonces se tiene por nula la ablución. Ponen entre los mandamientos de Dios la obligación de lavarse una vez el rostro y los brazos hasta los codos, de mojarse la cuarta parte de la cabeza, y los pies una vez. La tradición de Mahoma ordena lavarse por tres veces las manos, limpiarse los dientes con cierto género de palo, y lavarse después de esto la boca tres veces y la nariz otras tantas, sin interrumpir una vez que se comenzó, y luego mojarse las orejas con lo restante del agua de que se ha servido para lavarse la cabeza. Es necesario empezar siempre a lavarse por la derecha, y cuando se lavan los pies y las manos, es de obligación el principiar por los dedos.
Secta de los Mahometanos
Dos sectas principales a los Musulmanes, y los hacen también enemigos mortales a los unos de los otros. El rey de Persia y sus vasallos se glorían ser sectadores de Alí, y ciñen el turbante encarnado; los Turcos al contrario menosprecian las memoria de Alí, siguen la secta de Omar, y visten el turbante blanco. Hay además [46] un número grande de diferentes sectas entre los Mahometanos, las cuales sería dilatadísimo referir por menudo, pues se cuenta de ellas hasta sesenta y siete. Baste notar que los Musulmanes o Fieles (como se llaman los Mahometanos) habiéndose multiplicado en gran manera, comenzaron a tener diferentes dictámenes; de suerte que fue necesario hubiese entre ellos personas que se aplicasen a estudiar su ley, a fin de compilar por escrito lo que sacaban de sus libros que creen divinos. Esto dio ocasión a las diferentes sectas de los doctores, porque cada cual explicó la ley a su modo y según su capacidad. El pueblo tomó partido al mismo tiempo; los unos seguían a Abu-Hanife; los otros a Chasihie; aquellos a Malike, estos a Achmed, y estotros a Dudzahime. En una palabra, el nombre de estos doctores, que compusieron diversas sectas, fue grandísimo, y esto ha continuado siempre hasta el presente. Es bueno no obstante advertir que estas sectas tienen todas la misma creencia en lo que creen ser fundamental y esencial a la religión. Dicen pues que esta diversidad acaeció por permisión de Dios, y que no periclitan los que la siguen, por no haber secta en que no se pueda conseguir la salvación. Mas los buenos deben, según ellos, preferir la secta de Abu-Hanife a todas las demás, porque siendo el más antiguo y el más iluminado, explicó mejor las dificultades de las ley, y debía seguirse principalmente en la moral, tanto más por merecer mayormente en seguir sus dictámenes, que los de los demás doctores que vinieron después de él. Esta diversidad grande de sectas no causa cisma ni división que pueda perjudicar al estado del imperio Otomano; porque, como ya hemos dicho, convienen todas en los artículos fundamentales del Mahometismo, que consisten en reconocer que hay un Dios solo y que Mahoma es su enviado; en hacer exactamente la oración, dar limosna, hacer el viaje de la Meca, y en observar el ayuno de Ramadán. Estos son los cinco artículos principales que encierran otros muchos; porque el de la oración debe ir acompañado en todo lo que puede hacerla pura, como ya lo dijimos. También la circuncisión pertenece entre ellos a esta pureza exterior. * El señor Simón.
Extensión del Mahometismo
Esta falsa religión se ha difundido por muchos parajes de la Europa, del Asia y del África; pero es no conocida en la América. Los principales Mahometanos de la Europa son el gran señor o el emperador de los Turcos, y el Kam de la Tartaria Menor. En el Asia hay de ellos mayor. Extiende allí el Turco su dominio, a más allá de los nacimientos y embocaduras del río Tigris, y hacia el norte hasta las tierras de los Mingrelianos. Volviendo en delante de occidente a oriente, es necesario contar los príncipes de las tres Arabias, el rey de Persia, el gran Mogol, el rey de Visapor, el rey de Golconda, los reyes de la costa de Malabar, de los cuales el más considerable es el de Comorin, el gran Kam de Tartaria, y los reyes de las montañas de Tartaria que han entrado en la China. En las islas de oriente, el rey de las Maldivas, el rey de Achem o de Sumatra, el emperador de Java, el rey de Macassar célebres son todos Mahometanos. Entre estos, los reyes de Persia, de Visapor y de Golconda, siguen la secta de Alí. Los reyes de las montañas de Tartaria tienen algunas supersticiones particulares. Pero hase de notar que excepto el gran señor, el rey de Persia, el Kam de Tartaria, y los príncipes Árabes, todos los demás reyes que acabamos de nombrar, casi todos sus vasallos son idólatras, y todo el poblacho está chapuzado en las tinieblas del Paganismo, no habiendo otros sino los señores de la corte y militares que sigan la ley de Mahoma. Hay en el África un rey Mahometano, el cual manda a lo largo de la costa de Abex que mira a la Arabia Feliz hasta el cabo de Guardafu, y cuyo dominio se extiende sobre el mar Bermejo y el Océano. Los gobernadores que tiene el gran señor en Egipto y en las islas del mar Rojo, y aquellos que establece a lo largo de la costa de Berbería en Trípoli, en Túnez y en Argel, que toman título de reyes sin serlo, son también Mahometanos. Finalmente el rey de Fez y el de Marruecos siguen la misma ley. Es grandísima la veneración en que tienen a su profeta los Mahometanos todos, y omitiendo de ello muchas circunstancias, anotaremos solamente algunas. Todos los años envía el gran señor a Arabia 500 sequines, un Alcorán cubierto de oro que va llevado sobre un camello, con otro tanto raso de color negro cuanto es preciso para formar una tienda de campaña, que cubre la Mezquita de la Meca. Luego en poniéndose este nuevo cubierto se quita el del año antecedente. Despilfárranle inmediatamente los peregrinos, cogiendo cada cual de él algún pedazo, que guardan en su casa como una reliquia, y como testimonio de su peregrinación. Cuando vuelve el camello que llevó el Alcorán, se viste con flores y se adorna guapamente, y hecho este santo viaje queda exento el resto todo de su vida de todo género de trabajo y servicio. Tienen los Turcos el camello en gran veneración, y asignan en el número de los mayores pecados el ponerle mucha carga y hacerle trabajar más que a un caballo. Es la razón porque esta bestia es muy común en los lugares santos de la Arabia, y goza la honra de llevar el Alcorán cuando se hace la dicha peregrinación de la Meca. Los que cuidan de él toman la espuma que le sale de la boca, después de hacerle dado a beber en una vasija, y se refriega con ella la barba con tanta devoción como si fuera un bálsamo de gran precio, lo cual ejecutan diciendo diversas veces con un tono religioso Hadgi Baba, Hadgi Baba, esto es, Padre Peregrino, o Padre Peregrino. * Tavernier, viajes y relación del Serrallo.