Filosofía en español
Representación deformada, artificial, ilusoria de las cosas, de las mercancías, de las relaciones de producción, que aparece infaliblemente en el marco de la producción mercantil fundada en la propiedad privada, y sobre todo, en la producción capitalista. Aquí, el verdadero carácter de las relaciones de producción, aparece velado, disimulado, mutilado. Lo cual obedece a que en una sociedad fundada en la propiedad privada, las relaciones de producción entre los hombres se establecen no de manera directa, sino mediante el trueque en el mercado, por medio de la compra y venta de mercancías, envoltura de esas relaciones de producción, o, como dice Marx, materialización de esas relaciones, lo que les presta un carácter mutilado de relaciones entre cosas y las convierte en algo así como propiedades de cosas, de mercancías.
En la producción mercantil, bajo el reino de la propiedad privada, las leyes económicas se manifiestan como una fuerza espontánea, cuya acción es ciega y destructiva. Aquí, los productores no ejercen dominio sobre sus propias relaciones sociales. Cada uno produce por su cuenta sin tener en cuenta las necesidades de la sociedad, las que no conoce ni puede conocer. Sólo se guía, en tal caso, por sus intereses personales. Ningún productor sabe qué cantidad de las mercancías que produce serán lanzadas al mercado, a qué precio será vendida su mercancía, si los costos de producción serán recuperados: no está seguro siquiera de que su mercancía sea vendida. La suerte de los productores, en el régimen capitalista es inseparable del movimiento espontáneo de las mercancías, de su circulación. En virtud de las leyes del valor, de la competencia y de la anarquía de la producción, un grupo pequeño de productores de mercancías se enriquece mientras que la inmensa mayoría se arruina. Parece a primera vista que la suerte de los productores depende de las cosas, de las mercancías y no de las relaciones sociales. Es como si las cosas, las mercancías producidas por los hombres comenzaran a dominarlos. En realidad, los hombres no son dominados por las cosas sino por sus propias relaciones sociales que han adquirido una forma material. Esta materialización de las relaciones de producción entre los hombres, esta dependencia de los hombres respecto al movimiento espontáneo de las cosas, de las mercancías, constituyen la base del fetichismo de la mercancía. Los hombres se imaginan que las cosas, las mercancías, por su propia naturaleza, están dotadas de propiedades misteriosas que no tienen en realidad. Marx compara el fetichismo de la mercancía al fetichismo religioso. “Por eso, si queremos encontrar una analogía a este fenómeno, no tenemos más remedio que remontarnos a las regiones nebulosas del mundo de la religión, donde los productos de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres. Así acontece en el mundo de las mercancías con los productos de la mano del hombre. Y a esto es a lo que yo llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo tan pronto como se crean en forma de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de este sistema de producción” (Marx, El Capital, Lib. I, t. I).
En la producción mercantil capitalista el fetichismo de las relaciones de producción alcanza su grado más elevado. El capital, el salario, el beneficio, los intereses y demás categorías económicas del capitalismo expresan las relaciones antagónicas de clase entre la burguesía y el proletariado. Pero la forma exterior de esas categorías vela la situación real: la subordinación del trabajo al capital, la explotación de la clase obrera. En la superficie, las relaciones entre capitalistas y obreros tienen la apariencia de relaciones entre poseedores de mercancías iguales entre sí. La explotación de la clase obrera está enmascarada. Todas las ilusiones de igualdad y de libertad prohijadas por el capitalismo, se fundan en esta deformación de las categorías económicas, inevitables en la sociedad capitalista.
Al amparo del fetichismo de la mercancía la economía política burguesa vulgar disimula la naturaleza verdadera del capital, la causa real de la explotación de la clase obrera. Fue Marx el primero en poner en claro el misterio del fetichismo de la mercancía, sus raíces, su base objetiva. El fetichismo mercantil tiene un carácter transitorio. Con la supresión del modo de producción capitalista desaparece el fetichismo de la mercancía.
Con el socialismo, con la economía regida por un plan, a pesar de la existencia de la producción mercantil, desaparece la base objetiva del fetichismo de la mercancía y, por lo tanto, el fetichismo mismo como representación deformante de las relaciones de producción. Bajo el socialismo, la producción mercantil es de un género particular, sin capitalistas, sin propiedad privada de los medios de producción, y las mercancías son lanzadas al mercado. esencialmente, por productores socialistas reunidos (Estado, koljoses, cooperativas).
La propiedad socialista de los medios de producción exige el desarrollo planificado de la economía nacional. La sociedad tiene la posibilidad de vigilar conscientemente sus relaciones sociales, de utilizar metódicamente las leyes económicas en beneficio de la sociedad entera. El movimiento de las cosas en la sociedad deja de ser un movimiento espontáneo que disimula el contenido real de las relaciones de producción. De ese modo, la sociedad socialista ignora el fetichismo de la mercancía, idea deformante que los hombres se hacen de sus propias relaciones de producción.
Diccionario filosófico abreviado · 1959:184-186
Representación tergiversada, falsa e ilusoria del hombre acerca de las cosas, mercancías y relaciones de producción; surge cuando impera el régimen de la producción de mercancías basado en la propiedad privada, sobre todo bajo el capitalismo. La aparición del fetichismo de la mercancía se explica por el hecho de que los vínculos de producción entre los individuos, en la sociedad basada en la propiedad privada, no se establecen de manera directa, sino a través del intercambio de cosas en el mercado, a través de la compra y venta de mercancías, adoptan la envoltura de una mercancía (se materializan), y, como consecuencia, adquieren el carácter de relaciones entre cosas, se convierten aparentemente en propiedades de las cosas, de las mercancías. Las cosas, las mercancías creadas por los hombres empiezan, en apariencia, a dominar sobre los propios hombres. Esta materialización de las relaciones de producción entre los hombres, de la dependencia en que el hombre se encuentra respecto al movimiento espontáneo de las cosas, de las mercancías, constituye la base objetiva del fetichismo de la mercancía. En los hombres surge la idea ilusoria de que las cosas mismas, las mercancías, por su propia naturaleza, poseen ciertas propiedades misteriosas, que en realidad no poseen. El fetichismo de la mercancía oculta la verdadera situación: la subordinación del trabajo al capital, la explotación de la clase obrera. En la superficie de los fenómenos, los relaciones entre los capitalistas y los obreros aparecen como relaciones entre poseedores iguales de mercancías. Todas las ideas ilusorias sobre la igualdad y la libertad engendradas por el capitalismo se apoyan en dicha forma tergiversada, inevitable en la sociedad capitalista, en que se manifiestan las categorías económicas. La economía política burguesa, vulgar, utiliza el fetichismo de la mercancía con el propósito de encubrir la auténtica naturaleza del capital y ocultar la causa verdadera de la explotación de la clase obrera. El primero en develar el secreto del fetichismo de la mercancía, sus raíces, su base objetiva, fue Marx. El fetichismo de la mercancía tiene un carácter histórico; desaparecerá cuando se aniquile el modo capitalista de producción.
Diccionario filosófico · 1965:172
véase Fetichismo.
Diccionario de filosofía · 1984:166