Filosofía en español 
Filosofía en español

Yo (en filosofía)

no figura

Diccionario filosófico marxista · 1946

no figura

Diccionario filosófico abreviado · 1959

Yo (en filosofía)

Concepto central de numerosos sistemas idealistas que presentan el sujeto en calidad de factor primario, activo y ordenador. En tales sistemas, el “Yo” se entiende como portador, por completo independiente, de las particularidades anímicas. A partir de Descartes, el concepto de “Yo” estuvo vinculado al problema del “principio” en la constitución de los sistemas filosóficos. Según Descartes, el principio intuitivo del pensamiento racional, el “Yo”, pertenece a la substancia pensante. Hume, que rechazaba toda substancia, reducía el “Yo” a un “haz” de percepciones. En Kant, el “Yo” puro, contrapuesto a lo empírico individual, aparece como unidad trascendental de la apercepción y como portador del imperativo categórico. Fichte cree que el “Yo” es un principio absolutamente creador, el cual se presupone a sí mismo y presupone también todo lo existente como el no-”Yo”. Hegel, como idealista objetivo, refutó esos intentos de partir del “Yo”, pero lo interpretó como unidad pura de la autoconciencia objetiva. Al “Yo” se le asigna un carácter absoluto en las novísimas tendencias idealistas subjetivas (entre otras, el empiriocriticismo, el neopositivismo y el existencialismo). La forma extrema de la concepción idealista subjetiva del “Yo” se da en el solipsismo. Freud biologiza al hombre y lo desintegra en “Yo” y “super-Yo”. A la interpretación irracionalista del “Yo”, el marxismo contrapone la concepción materialista de hombre. Viendo la esencia del “Yo” humano exclusivamente en las relaciones sociales, el marxismo demuestra que el hombre (la persona) corona, precisamente, el desarrollo de toda la naturaleza porque es el creador único de sus relaciones sociales, de toda la cultura material y espiritual.

Diccionario filosófico · 1965:490-491

Yo

Concepto filosófico que designa al sujeto de actos previamente trazados, es decir, de actos tales en los que el individuo se da su propia respuesta y por los que asume responsabilidad. Comparemos estas dos expresiones: “Yo pienso” y “Se me vino a la mente (se me ocurrió) esta idea”. En ambos casos se trata sin duda de algo subjetivo, de algo que tiene lugar en mi cabeza y no en el mundo exterior. En la primera expresión, sin embargo, se tiene en cuenta un acto del que el individuo mismo es el iniciador; en el segundo, en cambio, se trata de un estado que el individuo experimenta, por el que pasa. Los sistemas filosóficos que estudian el problema de la actividad de la conciencia conceden gran atención a la categoría de Yo. Fue esbozada por vez primera por Descartes, quien veía en la actividad del pensamiento cognoscente la manifestación superior y más completa del individuo, de su libre voluntad. Posteriormente fue desarrollada en la filosofía idealista alemana. Según Kant el Yo es el sujeto de actos que pueden ser incriminados al individuo. Partía de que no es posible juzgar al hombre por las acciones que realiza en un tribunal moral, de que no se peca contra la conciencia, así sea involuntariamente o por desconocimiento. Al examinar los problemas del Yo Hegel fue el primero en tratar de situarse en un terreno histórico, aun cuando, desde su punto de vista, la historia no es más que el proceso de desarrollo de la idea absoluta. En su opinión no es posible definir el Yo de manera abstracta, ya que depende del grado de la autoconciencia moral, del nivel de evolución de las relaciones espirituales en este o el otro período histórico. En la trayectoria de la historia se va ampliando la esfera de la responsabilidad del hombre, el círculo de los actos sobre los que se tiene conciencia, que se hallan bajo el control de nuestro Yo. No podemos juzgar al griego del período homérico por lo que se juzgaría a un cristiano o a un hombre que vive en una sociedad en la que existen relaciones jurídicas desarrolladas. La interpretación de la categoría de Yo en la filosofía burguesa contemporánea representa en esencia un paso atrás con respecto a la hegeliana: el Yo no es vinculado a la actividad de la razón humana, a la iniciativa, a un propósito de investigación, &c. Algunos pensadores burgueses ven en el Yo al “censor” de las inclinaciones animales espontáneamente surgidas, al burócrata que se ha introducido en el hombre y que ha colocado en cualquiera de sus vivencias las etiquetas de “Permitido” y “No permitido”. Desde el punto de vista de algunos filósofos burgueses (por ejemplo de ciertos existencialistas) el Yo humano es el más inconsciente dispositivo del individuo. El marxismo considera que la personalidad humana se halla determinada en última instancia por el conjunto de todas las relaciones sociales en tal o cual grado de su evolución. Del grado de desarrollo de las relaciones sociales y principalmente de las relaciones de producción materiales dependen no solamente la actividad del hombre sino asimismo el grado de evolución de su autoconciencia, el diapasón de sus actos trazados con antelación, la riqueza del Yo. El concepto de Yo se utiliza también como sinónimo del de conciencia.

Diccionario marxista de filosofía · 1971:321-322

”Yo” (en filosofía)

Centro espiritual de la personalidad, de la individualidad humana, que mantiene una actitud activa hacia el mundo y hacia sí misma. El “yo” es propio del hombre que controla él mismo sus actos y es capaz de desarrollar la iniciativa en todos los aspectos. Al interpretar el “yo” como principio ideal, las concepciones idealistas no advertían la base activa histórico-concreta del “yo” humano. A menudo, este problema dichas concepciones la planteaban como el problema del punto de partida de la construcción de los sistemas filosóficos. Según Descartes, el “yo” se manifiesta como lo que pertenece a la substancia pensante, como principio intuitivo del conocimiento racional, afianzando así su propia independencia. El punto de vista del individuo aislado y la contemplación conducían en el marco del idealismo al solipsismo, y en el del materialismo metafísico, a la reducción del hombre al nivel de objeto pasivo, que se subordina al curso exterior de la historia. La filosofía clásica alemana renunció a la interpretación psicólogo-individualista del “yo”, propia del empirismo inglés. Pero separó del hombre social viviente el “yo”, convirtiéndolo en “sujeto transcendental”. Fichte sostiene que tal “yo” es la substancia, principio creador absoluto que no supone sólo a sí mismo, sino también a todo lo existente como su “no-yo”. El idealismo objetivo, que desarrollaba la dialéctica, interpretaba la esencia social del “yo” humano como fuerza enajenada, que está por encima de los hombres concretos, como razón mundial (Hegel). El irracionalismo reprodujo la sensación de la personalidad en la sociedad burguesa que tropieza con el hecho de que en ella se niega el “yo”. Pero el punto de vista irracional sobre el individuo no hace más que perpetuar la situación de enajenación. El freudismo expresó la desintegración de la personalidad bajo el capitalismo y la biologización de sus impulsos como estado de sumersión del “yo” en “ello” (reino de las inclinaciones ciegas), y la percepción desfigurada por el individuo de su propia esencia social, como resultado del control que ejerce el “super-yo”, hostil a él. En las formaciones de clase antagónicas, la desintegración y la enajenación de la actividad conducen en efecto a que el individuo se despersonifique, pierda su “yo”. Por eso, la base de la supresión de las concepciones falsas del “yo” es la lucha real por el afianzamiento del hombre como artífice de las relaciones sociales y de las normas de vida de la sociedad. La manifestación más plena y libre en cada hombre, como sujeto activo, de su “yo” humano se hace posible en la sociedad comunista, en las condiciones del desarrollo integral del individuo.

Diccionario de filosofía · 1984:453-454