Ablución
Llamase así una ceremonia prescrita por muchas religiones, que consiste en borrar por medio del agua la mancha de ciertos pecados. El diluvio fue según el Génesis la grande ablución del mundo, porque habiendo viciado los hombres por su corrupción y por su iniquidad la primitiva pureza de su raza, quiso Dios borrar con el agua esta grande mancha de la tierra, y la tierra recobró de este modo su limpieza natural.
Casi todas las religiones orientales consagran esta ceremonia, porque allí donde la salud del cuerpo exige en razón del clima baños más frecuentes, los legisladores han elevado a ceremonia de religión, lo que es al mismo tiempo un precepto saludable de higiene pública. En la India son conocidas las abluciones desde los mas remotos tiempos. «La suciedad de los miembros, dice Manou (lib. 5, 109) se lava con agua, la del espíritu con la verdad.» Y como para llegar a la verdad es necesario, según dicho código, tener el cuerpo limpio, «todas las oraciones deben comenzar por una ablución.» Todos los días después de bañarse debe el Brahma ofrecer una libación de agua fresca a los dioses, a los santos y a los manes. Antes de comer debe el indio practicar una ablución sobre algunas partes de su cuerpo, las cuales son diferentes según la casta a que pertenece, pues «un Brahma, dice Manou, debe purificarse por el agua que desciende hasta su pecho, un kchatriya por la que baja hasta la garganta, un vaisya por la que llega hasta la boca y un soudrá por la que toca apenas el borde de los labios» (lib. II, 62.) Así es tanto más difícil la pureza del alma y del cuerpo, cuanto más elevada la casta a que pertenece el indio.
Moisés prescribió también en ciertos casos las abluciones a los fieles de su pueblo, pero no ordenó repetir con excesiva frecuencia esta ceremonia, sin duda porque los campamentos que ocupaban entonces los judíos no eran tan abundantes en agua como las orillas del Ganges. Mandaba Moisés lavar el cuerpo y los vestidos siempre que se tocare o comiere algún animal impuro, o cuando se padeciera lepra u otra enfermedad contagiosa.
El mahometismo cuyas prácticas y ceremonias están tomadas casi todas de la religión judía, prescribe con más frecuencia [256] que ninguno otro culto el uso de las abluciones. Todo mahometano está obligado a practicar cinco abluciones todos los días, las cuales consisten en lavar el rostro, una parte de la cabeza, la barba, las manos, los brazos basta el codo y los pies basta el tobillo, si bien no es de obligación lavar esta última parte mas que en una de las cinco abluciones. Todas estas prácticas deben ir acompañadas de intención religiosa y de ciertas oraciones, cuya fórmula pertenece al rito de la mezquita. Pero además de estas abluciones deben practicar otras muchas los mahometanos siempre que les ocurren ciertos accidentes determinados en su ley. Todos los viernes deben lavarse el cuerpo, antes de la oración del mediodía así como en otros casos, especialmente después que han cohabitado con sus mujeres: cuando rozan sus vestidos con algún animal impuro, o con alguna sustancia que según la ley tenga la misma cualidad, deben lavarlos inmediatamente, so pena de incurrir en la desgracia del profeta.
La ablución es una de las ceremonias más respetables entre los mahometanos, como artículo de creencia que fue revelada a Mahoma por el ángel Gabriel, el mismo día en que por primera vez le fue revelado el Koran. Cuéntase que como no hubiese agua alguna en la gruta en que reposaba el profeta, el ángel tocó con su pie en tierra e hizo saltar en el momento una fuente de agua viva con la cual hizo su ablución, invitando a Mahoma a que practicara la suya.
Pero cualquiera que sea el origen de esta ley, es indudable que ella ha mejorado considerablemente la higiene pública de los pueblos musulmanes: hasta las más pequeñas aldeas tienen sus baños públicos, y en las ciudades además de los establecimientos suntuosos en los cuales pueden todos bañarse por dinero, hay otros edificios considerables, fundados por los príncipes o por personas caritativas donde pueden cumplir los pobres sus deberes religiosos de la limpieza. Así en las ciudades mahometanas son recogidas cuidadosamente las aguas del campo y conducidas a las fuentes que abundan por donde quiera. El agua más celebrada para las abluciones es la del pozo sagrado Zem-Zem, sito en la Meca: esta agua es respecto a los mahometanos lo que la del Ganges respecto a los indios, o lo que la del Jordán respecto a los judíos. Cuando las aguas no son bastante puras, o escasean como en tiempo de sequía pueden practicarse las abluciones con arena o con polvo o bien con piedras y metales, que se colocan sobre las partes del cuerpo que deberían ser lavadas. Mahoma en uno de sus viajes por el desierto hizo su ablución de esta manera a la cabeza de sus discípulos.
El cristianismo, que es la religión cuyas prácticas tienen [257] menos relación con las necesidades de la vida material, apenas ha conservado del culto judío las ceremonias concernientes a las purificaciones: el bautismo es el único rito en que se hace uso del agua como agente natural necesario para borrar simbólicamente la mancha del pecado primitivo, y sin embargo su fin es muy diferente del de la ablución por más que en su forma tenga alguna analogía con ella. Esta ceremonia es una especie de recuerdo del lazo que une a las dos religiones. El bautismo que administraban San Juan a los judíos antes de la venida de Jesucristo en el río Jordán, estaba perfectamente de acuerdo con las costumbres orientales. Pero en nuestras iglesias no se hace uso del agua para lavar realmente a los bautizados, sino como figura o símbolo de la purificación de la primera culpa. Las aspersiones del agua bendita, la ceremonia que practican los católicos de sumergir en las pilas de las iglesias, las puntas de los dedos, el lavatorio del sacerdote antes de la consagración de la hostia, y el de los pies acostumbrado en el Jueves Santo, puede decirse que representan simbólicamente la práctica de la ablución.