Voltaire, Diccionario filosófico [1764]
Sempere, Valencia 1901
tomo 3
páginas 5-6

Celtas

Entre los escritores que han tenido tiempo disponible, medios y valor para estudiar el origen de los pueblos, ha habido algunos que afirmaron conocer el origen de los celtas, o por lo menos quisieron hacerlo creer a los demás. Esta ilusión fue la única recompensa que obtuvieron sus penosos trabajos, y no debemos envidiársela.

Al menos cuando tratamos de conocer la historia primitiva de los hunos (aunque no merecen ser conocidos, porque ningún servicio prestaron al género humano) encontramos algunos datos respecto a estos bárbaros en los libros chinos, cuyo pueblo fue la nación más antigua que conocemos después de la India. Por dichos libros sabemos que en cierta época remotísima los hunos se precipitaron como lobos hambrientos talando y destruyendo países que hoy día se consideran como sitios de destierro y de horror. Triste y miserable es esa ciencia, y resulta preferible estudiar un oficio útil en París, Lyón, o Burdeos, a estudiar seriamente la historia de los hunos y de los osos. Pero de todos modos nos han ayudado en estas averiguaciones algunos archivos de la China.

En cuanto a los celtas, no existen archivos donde les podamos estudiar. No sabemos más de ellos que sabemos de los Samoyedes y de los países australes. No tenemos otras noticias adquiridas de nuestros antepasados que las pocas palabras que su conquistador Julio César se dignó decir. Empieza sus Comentarios dividiendo las Galias en Belgas, Aquitanias y Celtas. De [6] esto, algunos sabios han querido deducir que los celtas eran scytas y en los scytas-celtas han comprendido toda la Europa. ¿Por qué no han comprendido todo el mundo? ¿por qué se han parado en el camino?

Hay también sabios que aseguran que Jafet, hijo de Noé, corrió en cuanto salió del Arca a poblar de celtas vastas regiones, que gobernó maravillosamente. Autores más modestos atribuyen el origen de los celtas a la Torre de Babel y a la confusión de lenguas. Bochart, en su Cronología Sagrada, toma diferente camino: dice que las innumerables hordas de los celtas formaron una especie de colonia egipcia que fue conducida hábilmente por Hércules desde las orillas fértiles del Nilo hasta los bosques y pantanos de la Germania, donde sin duda dichos colonos introdujeron todas las artes, el idioma egipcio y loa misterios de Isis, de todo lo cual no hemos podido encontrar nunca indicio alguno.

Otros autores han creído encontrar mejor los orígenes del referido pueblo, diciendo que los celtas de las montañas del Delfinado se llamaban Cottiens, por ser vasallos del rey Cottius; los Berichons, por depender de su rey Betrich; los Welches o Galos, por depender de su rey Vallus, y los Belgas, de su rey Balgen. Todavía es más extraño el origen de los Celtas-Paunoniens, nombre tomado da la palabra latina Pannus, que significa tela; y según nos dicen, se vestían con pedazos de tela mal cosidos y con trajes semejantes a los arlequines. Pero es sin duda mejor origen el de la Torre de Babel.

¡Ingenios compiladores, que tanto habéis escrito sobre las hordas salvajes, que no saben leer ni escribir! Admiro vuestra laboriosa terquedad, y en cuanto a vosotros, salvajes celtas, permitidme que os diga, como se lo digo a los hunos, que gentes que carecen de la menor idea de lo que son las artes útiles o agradables no merecen ocupar nuestra atención Se nos dice que erais antropófagos ¿Pero quién no lo ha sido? Asegúrase también que vuestros druidas eran sacerdotes muy sabios. Eso lo veremos en el artículo titulado Druidas.


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