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Categorías aristotélicas y su carácter trascendental-positivo
La hipótesis genética procesal [158] no tiene por qué reducirse a la condición de una interpretación “jurídico estructural” de las categorías aristotélicas. Precisamente la doctrina aristotélica de las categorías –que hizo desaparecer el “hilo conductor” que, en esta hipótesis, le sirviera para llegar a ellas– solamente podría considerarse tal cuando hubiera desbordado su marco jurídico originario, cuando mostrase su capacidad (o, al menos, su pretensión de capacidad) trascendental-positiva a otros dominios del mundo real. Muy especialmente, cuando el sujeto humano acusado se mostrase, en el contexto predicativo, como sustituible por un sujeto “acusado” no humano (por ejemplo, un caballo, o una serpiente), o incluso por un sujeto no “acusable”, incorruptible (como lo eran los astros, las sustancias celestes, para Aristóteles). Precisamente esta “recurrencia trascendental” de los predicados categoriales, en la medida en la que pareciera irse cumpliendo paso a paso, iría haciendo “olvidar” (para decirlo en términos psicológicos) o permitiría “abstraer” como anecdóticos (para decirlo en términos lógicos) sus orígenes procesales. En la medida en que la trascendentalidad pretendida no fuese admisible, la tabla aristotélica de categorías dejaría ver su intrínseca debilidad.
Desde este punto vista, la introducción de las distinciones entre las “categorías del decir”, las “categorías del ser”, las “categorías del hacer” o las “categorías del juzgar”, lejos de constituir la “maduración” de una Idea primeriza o confusa de categoría, constituiría, en cierto modo, el principio de su disolución.
En todo caso, la hipótesis procesal servirá como un modo de subrayar hasta qué punto acaso Aristóteles, en el momento de orientarse para la determinación de una tabla de categorías no procedió “levantando los ojos al cielo” (tal como él mismo dice irónicamente de Jenófanes) o “mirando el horizonte” y diciendo: “veo en el cielo, o en el horizonte, que hay diez categorías”; servirá como un modo de subrayar que Aristóteles procedió mirando a la tierra, a los sujetos acusados, advirtiendo a propósito de ellos (para decirlo en terminología posterior, pero capaz de representar las operaciones que acaso él mismo ejercitó) que para definir a un ente de un modo preciso y concreto era necesario valerse de un sistema de varios (pero no infinitos) “ejes coordenados” que estuviesen existencialmente trabados, pero cuyos valores fuesen independientes (en el sentido combinatorio-esencial) [63]. La hipótesis sobre la fuente procesal de la tabla de categorías nos depara también la posibilidad de reinterpretar (desde coordenadas materialistas) algunas determinaciones importantes que pudieran corresponder a la Idea aristotélica de categoría y que se borrarían si perdiésemos enteramente la referencia del sujeto-súbdito, sustituyéndolo por el mero sujeto-gramatical. Pues un sujeto súbdito es, ante todo, un sujeto corpóreo, finito, dado necesariamente en un mundo físico. De otro modo: el sujeto-súbdito originario (según la hipótesis genética) se habría ampliado, no ya al sujeto lógico-gramatical, sino a todos los sujetos posibles (griegos y bárbaros, hombres y animales, cosas terrestres y cuerpos celestiales).
Las categorías aristotélicas, según esto, deberían ir referidas inmediatamente al mundo físico fenoménico, “al conjunto de las cosas que se mueven”. En cambio, el ser inmóvil, metafísico, ya no podría soportar las categorías, no podría ser sujeto de ellas (con todas las consecuencias que esto pueda tener para la teología, en tanto pretende determinar los predicados del sujeto divino). Por otro lado, las categorías tampoco tendrán por qué afectar todas a todos los sujetos corpóreos. Para decirlo con nuestra terminología, un sujeto podrá tener un valor cero en alguno de los diez ejes coordenados [158]. Y así como podrían concebirse sustancias sin pasiones, así también habría sustancias sin hábitos (por ejemplo, los astros). En realidad el habito sería un accidente que recae sólo sobre los hombres. Esto supuesto, podríamos ver en esta categoría el único vestigio de la Idea de “cultura” determinable en la tabla aristotélica de las categorías (si es que los sujetos animales no se dicen vestidos ni, por tanto, desnudos, si es que sólo el hombre es primariamente “el mono vestido” y sólo derivativamente cabe decir de él que es el “modo desnudo”). Los escolásticos, por lo demás, defendieron ya la tesis de que las categorías se refieren al ser finito; pero esta tesis estaba insertada en una metafísica espiritualista que impulsaba a aplicar la tabla de categorías (algunas, al menos: sustancia, cualidad, relación) a los espíritus puros (ángeles, arcángeles, etc.). Desde los supuestos del materialismo filosófico habría que añadir que los sujetos de las categorías no son sólo finitos, sino corpóreos, o implicando, de un modo u otro, una “capa” corpórea. [161]
Por último, si nos mantenemos en la hipótesis procesal, será preciso plantearnos esta cuestión: ¿por qué motivos Aristóteles, en lugar de haber representado las operaciones por las cuales el tribunal identifica a un súbdito en términos de un “sistema de coordenadas procesales”, habló de “categorías”, es decir, introdujo o creó la Idea de las categorías? Esta pregunta es un modo de plantear la cuestión de la dialéctica de la “reducción” y de la “absorción” [53]. ¿Por qué la reducción genética de las categorías al plano procesal no comporta una reducción absoluta de las categorías al plano jurídico? La respuesta positiva tendría que acogerse, de un modo u otro, a la idea de que es posible probar una absorción de los mismos contenidos procesales en las categorías (al modo como la reducción genética del sistema romano de numeración al “contar con los dedos de la mano” está seguida de una absorción de los dígitos en los sistemas de numeración, en general). En nuestro caso, contemplaríamos además el hecho de que Aristóteles estuvo inmerso (“absorbido”) en la filosofía platónica, sobre todo en su idea de symploké [54] –que, sin embargo, Platón habría utilizado en otras direcciones y, en general–. Ahora bien: la symploké que ponemos en el fondo de la cuestión de las categorías se refiere a la determinación de un ente real (de un sujeto) cualquiera, pero que suponemos dado en un mundo múltiple, digamos, atravesado por múltiples planos que son susceptibles de intersectarse en algún punto. Estos múltiples planos en los que se representan los entes reales corresponderán a las categorías. Estas serán, por tanto, categorías de la realidad (ontológica). Sería por ello enteramente gratuito suponer que estos planos hubieran de ser originariamente de naturaleza lingüística. Antes bien, habría que pensar que fueran las preguntas del lenguaje (¿dónde?, ¿cuándo?, ¿en qué relación?…) las que debieran entenderse como expresión de nuestras operaciones con el mundo real (físico, corpóreo).
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