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Categorías del hacer / Categorías del ser
Si nos atenemos al punto de vista holótico, según el cual las categorías son totalizaciones sistemáticas [162] resultantes de operaciones de totalización [154-156, 160], podemos encontrar un criterio para establecer órdenes de categorías según que las categorías resultantes tengan que ver, ya sea con totalidades efectivas (segregadas estructuralmente de las operaciones genéticas) ya sea con las operaciones de totalización (que acaso sólo son, al menos en muchos casos, meramente intencionales). Más aún, si mantenemos la tesis de que toda totalidad categorizada es siempre el resultado de una totalización, podríamos dibujar la posibilidad de órdenes de categorías que, sin embargo, estuviesen entre sí vinculadas por las conexiones que median entre las operaciones y sus resultados.
Desde este punto de vista cabría agrupar las categorías (atendiendo al grado de “segregación” de las operaciones que ellas hayan alcanzado) en dos grandes órdenes fundamentales. Órdenes que no representarán necesariamente tanto la distancia (o aislamiento) entre supuestos conjuntos o sistemas de categorías que estuviesen “mutuamente vueltos de espaldas”, cuanto la inconmensurabilidad esencial entre conjuntos de sistemas de categorías que, sin embargo, resultan ser concurrentes (existencialmente) en la constitución del mundo real de los fenómenos.
Los dos órdenes fundamentales de categorías que cabe determinar los denominaremos, valiéndonos del par de ideas que, en lengua española, se expresan por los verbos hacer y ser. Mencionamos la lengua española precisamente porque, en ella, hacer, aunque deriva del facere latino, incluye también el significado del agere (tanto decimos “hacer una casa” como “hacer una ley”; una “faena” es, a la vez, un trabajo de campo y una “maniobra” taurina y, por extensión, política). Desde otros puntos de vista, podría considerarse este proceso como una pérdida de acuidad semántica (comparable a la que borró las diferencias entre el vel y el aut latinos en un único “o”); pero también puede interpretarse este proceso como una “ganancia en abstracción” o, sencillamente, como la recuperación de un concepto genérico (hacer, en el sentido de la praxis humana) que hubiera sido “fracturado” por motivos ideológicos (por ejemplo, por la división en clases que opone los trabajadores manuales –laboratores, en el ámbito de la idea del facere– a los “hombres libres” –oratores, políticos, en el ámbito del agere–). Por otro lado, el facere latino corresponde a la poiesis aristotélica, una “fuerza natural” que habría de ser moderada y canalizada por la virtud de la techné (que los latinos tradujeron por “arte”); el agere latino corresponde a la praxis aristotélica, una “fuerza natural” que también habría de ser moderada y canalizada por una virtud, la phronesis (que los latinos tradujeron por prudentia). Ahora bien: mientras que en román paladino el hacer incorporó las funciones del agere, el lenguaje propiamente académico (pero ampliamente difundido por la tradición de Cieszkowski, Marx, el pragmatismo de James, Gramsci, etc.) ha incorporado a la jurisdicción del término praxis las funciones del facere [236].
Tanto el “Reino del hacer” como el “Reino del ser” contiene “unidades” que, al menos aparentemente, se comportan de maneras que tienen mucho que ver con las categorías. Por ejemplo, las doctrinas de las virtudes (o de los hábitos), propuestas por Platón, Aristóteles, Espinosa o Kant, se desarrollan por medio de listas o tablas en las cuales se representan “sistemas” de virtudes o de hábitos relativamente independientes (aunque los estoicos negasen este punto) susceptibles de ser poseídos, en diverso grado, por los sujetos humanos (quien tiene hábitos o virtudes artísticas o tecnológicas, acaso carece de hábitos o virtudes políticas o prudenciales); independencia que no excluye su concatenación en la vida personal y social. No constituye, por tanto, “cuanto a la cosa”, ninguna novedad el que hablemos de un “orden de categorías del hacer”, contraponiéndolo a un “orden de categorías del ser”. En todo caso, la distinción entre estos dos órdenes de categorías (de conjuntos de categorías sistemáticas) puede ponerse en estrecha correspondencia con otras distinciones. En la tradición escolástica, con la distinción entre un Entendimiento práctico y un Entendimiento especulativo; en la tradición kantiana, con la distinción entre las categorías de la Naturaleza y las categorías de la Libertad. Esta distinción se reproduce en la distinción que Kant propone en su Antropología entre una “antropología fisiológica” (que investiga “lo que la Naturaleza hace del hombre”) y una “antropología en sentido pragmático” (que investiga lo que el hombre mismo, como ser que obra libremente “hace o puede hacer por sí mismo”: “obrar libremente” puede interpretarse como un modo de referirse a la praxis, en cuanto conducta codeterminada por otras conductas, conductas normadas) [235].
Desde el punto de vista gnoseológico, la distinción entre las categorías del ser y las categorías de la hacer se corresponde con la distinción entre totalidades α-operatorias y β-operatorias [227-232], distinción que hay que poner en correspondencia con la distinción gnoseológica entre las ciencias naturales (entendidas a veces, desde Abenhazam hasta Marx, como “ciencias comunes a todos los pueblos”) y las ciencias humanas o culturales (entendidas a veces, desde Abenhazam hasta Pike, como “ciencias propias de cada pueblo”, como folklore [276-277], en el sentido de Thoms).
{TCC 596-599}