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Teorías correlativistas de la conciencia
Aquellas metodologías que sólo creen posible aproximarse a la conciencia en el contexto constituido por el par de términos sujeto/objeto. Sin duda, este planteamiento correlativo es una posibilidad siempre abierta y su fragilidad es indudable sin perjuicio de su esquematismo simplista y precisamente por él. Porque el “sujeto”, aun cuando se tome en su sentido hipostasiado, siempre que se enfrente a los objetos arrojará una luz peculiar sobre ellos, así como recíprocamente. De muchos modos puede tener lugar este tratamiento correlativo, que dependen de las ideas según las cuales determinamos al sujeto respecto del objeto o recíprocamente. Aquí nos atendremos a unas determinaciones, a las que, una y otra vez, con sorprendente tenacidad, ha acudido tradicionalmente la espistemología académica, no sólo cuando ésta se mantiene en un terreno filosófico, sino incluso cuando quiere ser científica (Espistemología genética, Psicología cognitiva o Sociología del conocimiento). Me refiero a las determinaciones de materia/forma. Ateniéndonos a ellas, las alternativas que la metodología correlativista puede seguir, y ha seguido de hecho, para el análisis de la conciencia son tres:
(a) En primer lugar, la alternativa abierta en el momento de otorgar al sujeto (en su correlación con el objeto) el papel de materia, de suerte que el objeto (o los objetos) asuman el papel de formas. Formas que acaso deberán ser desprendidas de los objetos empíricos por el propio sujeto (por ejemplo, por el Entendimiento agente); pero formas, a fin de cuentas, que al imprimirse sobre el sujeto (como “Entendimiento pasivo”) darán lugar a la conciencia verdadera. Toda la tradición griega (Aristóteles, pero también Platón) se ha mantenido bajo la influencia de esta metodología objetivista. Pero también la tradición empirista, que tiende a concebir la conciencia como una tabla de cera en la cual los objetos exteriores van imprimiento su huella. La conciencia será en estos casos, ante todo, conciencia “especulativa”, una conciencia que sólo a través de sus objetos puede reflexionar o aparecerse a sí misma (Santo Tomás).
(b) La segunda alternativa es la que procede del modo inverso al anterior (y esta inversión es un modo muy ajustado de describir aquello que Kant llamó el “giro copernicano”). Ahora, el sujeto será tratado como si ejerciese la función de forma respecto de los objetos, a los cuales se atribuiría evidentemente el papel de materia. El sujeto, en esta metodología, será tratado como un con-formador de los objetos, dator formarum. Esto, sin perjuicio de que se postule la imposibilidad del sujeto para elevarse a la conciencia por sí mismo (cuando se sostenga que el sujeto sólo será consciente en el momento de la posición y conformación de los objetos del mundo). Ésta es la tesis del idealismo trascendental kantiano. Idealismo que fue referido inicialmente a un sujeto trascendental que se escapa, una y otra vez, de las categorías más positivas de la Psicología o Sociología. Sin embargo, la metodología formalista, también puede ser advertida en el ámbito de las ciencias particulares que, por lo demás, muchas veces han reconocido sus analogías con Kant. Limitémonos a citar aquí a la Gestalpsychologie, porque, según ella, la “conciencia” en la configuración de los objetos perceptuales interviene, decisivamente, como una suerte de dator formarum; la conciencia es el cerebro total del sujeto que posee los órganos sensoriales: las Gestalten, o formas tienen, por así decirlo, una fuente cerebral (subjetiva, por tanto) sin perjuicio de los postulados de isomorfismo, establecidos ad hoc para salvaguardar la objetividad del conocimiento. También la Epsitemología genética de Piaget puede considerarse como una metodología que ha elegido la vía del formalismo subjetual.
(c) La tercera alternativa que podríamos considerar no es otra sino la que se abre por la posibilidad de yuxtaposición de las dos anteriores, por ejemplo, según un modelo de eclecticismo entre empirismo e innatismo, utilizados estratégicamente según los casos y las fases del análisis. {CC 387-389}