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Tablas de categorías culturales / Teoría del espacio antropológico
El término “cultura” en la fórmula clásica de E. B. Tylor se ofrece como un “todo complejo” [406]. Son partes de ese todo, por ejemplo, las casas, las monedas, las mesas, las armas, el parentesco patrilineal, los libros… ¿Cabe clasificar estas partes o contenidos según categorías o taxones culturales análogos a las correspondientes categorías taxonómicas de Linneo, que nos permitieran decir que la enumeración de esas partes es algo más que una “lista de lavandería”? La Fiteau, Wisler, Malinowski, Murdock, Parsons o Harris nos han ofrecido “tablas de categorías” según diversos criterios; pero estos suelen adolecer o bien de “empirismo grosero”, o bien, por el contrario, de dependencia de supuestos metafísicos innecesarios e impertinentes (como cuando Marvin Harris distingue las estructuras de las superestructuras, como si los contenidos incluídos en las superestructuras –arte, religión, filosofía…– se agotasen en su condición de tales, como emanación o espuma de las estructuras o de las superestructuras. En cualquier caso, queremos preservarnos de dar por supuesto el significado global de ese “todo complejo”. En realidad, las teorías sobre ese significado global suelen consistir en meras sinécdoques (pars pro toto). Así, quienes (como Ortega) conciben la cultura como el “abrigo artificial que los hombres se procuran al quedar a la intemperie de la Naturaleza”, están generalizando al todo lo que vale para una parte de la cultura, a saber, una casa; o bien, quienes ven en la cultura “el instrumento artificial o los útiles que hombres desvalidos tuvieron que procurarse” (la tesis del Protágoras platónico) están generalizando el significado de una parte de la cultura, a saber, las herramientas, al todo; y quienes aseguran que la cultura es una red de símbolos (Cassirer, White), están extendiendo al todo complejo lo que es propio de alguna de sus partes (por ejemplo, una moneda, o una señal de tráfico), como si un almacén de granos (que es evidentemente un contenido cultural extrasomático) pudiera ser reducido a su condición de símbolo (del hambre o del cuerpo de cristo).
La teoría del espacio antropológico [244] del materialismo filosófico ofrece criterios fértiles para establecer una tabla de categorías culturales (de la cultura humana). Todos los contenidos culturales, en tanto son realidades materiales, han de considerarse como dados en el “fondo” de otras realidades no culturales, las que suelen llamarse “naturales”. Por ello, los contenidos culturales tienen un momento π (por ejemplo, la morfología de una moneda) y un momento φ (por ejemplo, su estructura metálica) [248]. Sin embargo, en lugar de referirnos a la Naturaleza como si fuese una entidad sustantiva (madre o madrastra) presupuesta, que sería conformada, en una gran medida, por la “cultura”, nos referiremos a la “Naturaleza” como realidad que, aun suponiéndose dada previamente a la cultura (en un “escenario cámbrico” no hay monedas, ni casas, ni libros) no será tratada como sustancia o como totalidad cerrada, sino como la realidad de un mundo (o de varios) organizada por referencia a los animales. El lado φ de las morfologías π será visto, ante todo, como un “lado” conformado respecto de aves, mamíferos, primates, etc.: un bastón, como “herramienta humana” π se conforma sobre un palo utilizado por algún primate. El criterio por el cual diferenciamos la morfologías culturales π (humanas) respecto de las meramente zoológicas es el criterio de la normatividad (normas de talla de un silex, normas verbales, normas de relaciones de parentesco, etc.). La normatividad implica, por tanto, que las morfologías culturales π proceden siempre, directa o indirectamente, de una conducta operatoria (β-operatoria), lo que no significa que toda morfología π haya sido conformada como tal por una operación ad hoc (las partes formales obtenidas de una columna dórica por demolición, corte o análisis de su estructura serán formas π, sin correlato φ, y sin necesidad de haber sido diseñadas operatoriamente como tales morfologías). El proceso (poético) de construcción (creación) de formas culturales nuevas puede, de este modo, ser explicado sin necesidad de apelar a procesos de “inspiración mito-poiética” o, menos aún, de “imitación de morfologías previamente dadas”. Las morfologías nuevas pueden resultar de la demolición o análisis de partes formales de morfologías previas que carecieron de la representación de esas partes. {LM / → MC 141-155}