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Crítica al formalismo ético o moral
La concepción kantiana de la transcendentalidad de la moral, es decir, la doctrina según la cual el motor moral de la voluntad no puede ser ni inmanente al sujeto ni transcendente a él, puede considerarse como definitiva. Pero Kant ha llevado su análisis dentro de unos presupuestos idealistas que consideramos inaceptables. Principalmente los siguientes:
1º. La disociación entre forma y materia y la hipóstasis (sustantivización) de la forma, como si la forma no tuviera que ser, no ya algo independiente de una materia, sino la misma conexión entre las partes de una materia necesariamente plural (en este caso, los actos del sujeto y los distintos sujetos entretejidos en la vida real). [76, 84-86]
2º. La consideración de un sujeto formal, de una conciencia moral pura, que pudiera quedar disociada de toda materia subjetiva, corpórea, fenoménica (la corporeidad para Kant es sólo un fenómeno, lo que equivale a reintroducir el espiritualismo, el mentalismo).
3º. La concepción de la causalidad como una relación binaria (entre la causa y el efecto) también de carácter formal, lo que conduce a la tercera antinomia de la Crítica de la razón pura, y al oscuro concepto de “causalidad por la libertad” en el mundo nouménico.
4º. De ahí la necesidad de introducir sus postulados prácticos, que sólo a condición de reinterpretaciones muy enérgicas dejarían de significar la reintroducción del horizonte de la antigua metafísica (Dios, Alma, Mundo).
5º. Pero sobre todo el formalismo transcendental, al retirar toda materia de la acción moral, no ofrece ninguna posibilidad de determinación o deducción de los contenidos y, más bien, abre el camino a la autofundamentación de la moral, a quienes justifiquen sus máximas, acaso aberrantes (inmorales), como mandatos del imperativo categórico. La condición de universalidad no garantiza la universalidad de una norma; podríamos elevar a la condición de máxima universal la relativa a un plan de asesinatos recíprocos y recurrentes entre los hombres, si este plan se hacía derivar de una buena voluntad, fundada en la compasión (Schopenhauer), que se ha propuesto alcanzar la instauración de la paz perpetua. [852] {SV 48-49}