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Nación política y sus especies: Nación canónica / Nación fraccionaria
La nación política es el tercer género de la Idea de Nación [727]; el género que tiene que ver inmediatamente con el Estado [574]: la nación solo cobra su sentido político en el Estado en cuyo seno se moldea. No se trata únicamente de que la nación, en su sentido político, presuponga estructuralmente al Estado; se trata de que también genéticamente, la nación solo adquiere significado político en el seno de un Estado determinado, sin perjuicio de que ideológicamente (desde la ideología del Estado-nación del romanticismo), se pretenda presentar a la nación como una entidad previa al Estado, una entidad que “busca darse a sí misma la forma política que le es propia”, el Estado. La Nación política no quiso, por tanto, ser la “recuperación” de alguna entidad o identidad pretérita, histórica o prehistórica (que es lo que pretenden ser tantas nacionalidades de nuestro presente), porque la Nación política, en estado constituyente, se concibe como una entidad nueva, revolucionaria. Es el Estado el que dio a luz la nación política y no la nación política la que se autoconstituyó como Estado.
La nación política fue reconstruida a partir de un Estado previamente establecido: el Estado francés del Antiguo Régimen. Y fue el resultado del proceso de holización política [733] que se inició en la Revolución francesa (no antes), que transformó el Antiguo Régimen (caracterizado por la alianza del Trono y del Altar) en una Nación republicana. Las naciones políticas que fueron constituyéndose a partir de 1793 como sujetos de las nuevas soberanías no surgieron, como pretenden los ideólogos pacifistas, de pactos sociales serenamente calculados, o de contratos sociales “racionalmente” establecidos “entre los ciudadanos”. Difícilmente podrían haber surgido de este modo si tenemos en cuenta que fueron los ciudadanos aquellos que fueron creados por la Nación política, y no al revés. El principio que Mancini formularía años después, “cada Nación un Estado”, constituye una tergiversación de los hechos; la fórmula que la Revolución francesa impuso al curso real de la historia fue precisamente esta otra: “Cada Estado, una única Nación política”. Además, la Nación política fue creada simultáneamente con el concepto nuevo y originario de la izquierda política (de la izquierda política de primera generación) [732].
La conformación de la Idea de Nación política (del Estado-Nación) representa una novedad histórica revolucionaria en el curso global de las categorías políticas. Una novedad que situamos en la novedad de su norma: la inclusión de todos los miembros del cuerpo político en el ejercicio de la soberanía, cualquiera que sea la clase social a la que pertenezcan, en tanto que son miembros una misma nación política y, por tanto, de la exclusión de las aristocracias de sangre, o de las aristocracias económicas, como sujetos únicos de la soberanía. La nación, en sentido político, es única: excluye a otras naciones políticas de su seno. Por ello, la fórmula “nación de naciones” [741] es contradictoria.
Nación canónica. Es la especie originaria del tercer género de Nación. Es la nación política en sentido estricto. Supuesto que el concepto de nación, en su sentido político, cristaliza en la época moderna en el contexto de la constitución de los Estados sucesores del Antiguo Régimen, llamamos naciones canónicas a las que efectivamente se han conformado o redefinido a escala de tales Estados: Francia, España, después Alemania, Italia… La nación canónica, en su sentido político, se contrapone a la nación étnica [730], continuamente confundida, anacrónicamente, con la nación política. Tan distinto es el significado de la nación política respecto de las naciones étnicas precursoras, que la nación política implica la “anulación” de las naciones étnicas por “reabsorción” en la nación política.
Las naciones políticas se constituyeron en el marco de un Estado “realmente existente”. Y ésta es la razón por la cual la nación política procede, necesariamente, en una dirección eminentemente integradora de las corrientes que, “confluyendo en un proyecto común o solidario” (precisamente frente a otras sociedades políticas), tienden a ser refundidas en una comunidad nueva (en la que las naciones étnicas originarias no tienen por qué tener asegurada, de hecho, una participación igual). Ésta es la razón por la cual el nacionalismo canónico procede buscando borrar las diferencias étnicas, sociales, culturales, etc., que puedan subsistir y encontrando los puntos comunes, frente a terceros, entre diferentes fracciones que constituyen la res publica. El nacionalismo canónico español [740], como el alemán, o el italiano, surgió dando estos pasos: las naciones étnicas de Saboya o de Sicilia se refundían en la nación italiana, y lo mismo ocurría con los castellanos o los catalanes, especialmente cuando todos ellos se solidarizaban contra el invasor procedente de otra sociedad política organizada ya como nación, a saber, la Francia de Napoleón Bonaparte [736].
Nación fraccionaria (secesionista). Es la segunda especie del género nación política; la que se constituye, o pretende constituirse, por escisión o secesión de una nación política canónica previamente dada (aun cuando ideológicamente los “nacionalistas fraccionarios” o “separatistas” [744], pretenden derivar su proyectada Nación de supuestas Naciones étnicas o políticas anteriores, incluso prehistóricas). Los nacionalismos del siglo XX, contradistintos de los nacionalismos del Romanticismo, pueden considerarse como proyectos de secesión de naciones canónicas preexistentes, por tanto, como naciones fraccionarias desde su mismo origen. Estas naciones fraccionarias no pueden ponerse en el mismo plano de realidad política de las anteriores, puesto que solo existen en proyecto. Un proyecto que pretende confundirse con una pretendida realidad pretérita, apoyada en una prehistoria ficción que presenta como si se tratase de realidades efectivas supuestas sociedades políticas, generalmente definidas en términos inequívocamente racistas, pese al carácter enteramente gratuito de sus fundamentos (por ejemplo, la celtomanía fantástica de algunos gallegos o asturianos, que olvidan que donde hubo más celtas en la Península Ibérica no fue en el norte, sino en la meseta; la reivindicación de una mitología aria que se fundamenta en características cromosómicas, olvidando los componentes bereberes del cromosoma 6 de los vascos de ocho apellidos, etc.).
España, como Francia (pero no Cataluña, el País Vasco o Galicia), existían antes de haberse reorganizado como Nación política. Porque el Estado moderno, según hemos dicho, no procede de la Nación política, sino que es la Nación política la que surge de la reorganización del Estado antiguo, del Antiguo Régimen. Francia o España existían ya como sociedades políticas, como Reinos (el Antiguo Régimen) antes de que las Constituciones respectivas las redefiniesen como Naciones políticas.
{EFE 108, 469-470, 128, 138-139 / MI 128, 142, 145-146, 313 / ENM 88 /
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