De la lengua española
Muchas fueron las lenguas que antiguamente se hablaron en España, antes de la entrada de los Romanos en ella, pues fueron muchas las colonias que en la más remota antigüedad fundaron diversas naciones singularmente los Celtas, los Griegos, los Fenicios y los Cartagineses competidores de los Romanos. En la larga duración de seis siglos que ocuparon estos últimos la España extinguieron poco a poco con prudente política todas las lenguas en todas las provincias, introduciendo la suya latina aún en el vulgo de ellas, a excepción de la Cantabria que conservó su antiguo idioma que hoy llamamos Vascongado o Vascuence. Importa poco que fuese o no la Cantabria sojuzgada del todo o en parte por los Romanos, o que solo fuese reducida a más estrechos límites para que sus habitadores conservasen su antigua lengua. Ni los Romanos pudieron tener jamás en aquellas tierras dominación tan pacífica, comercio y frecuencia tan continua como tienen los Castellanos, siglos ha, ni los Cántabros pudieron hallar en las otras provincias romanas mejor acogida y establecimientos que logran ahora en todos los dominios de Castilla. Sin embargo la lengua común del pueblo es hoy en las tierras mismas el antiguo vascuence conservado no tanto en libros y escrituras, cuanto en la tradición vocal de padres e hijos, aunque se conceda que ha recibido algunas voces extrañas lo que si creemos a sus naturales (como Andrés de Poza, Baltasar de Echave, P. Manuel de Larramendi) personas a la verdad de escogida literatura, ha recompensado sobre abundantemente.
A excepción de la lengua vascongada todas las demás que se hablan hoy en España es a saber: la Castellana llamada por antonomasia Española, la Gallega y Portuguesa; la Catalana y Valenciana son hijas de la lengua Romana o Latina, del mismo modo que lo son la Italiana y la Francesa. De aquí nace que podemos dividir cómodamente la historia de nuestra lengua vulgar en seis épocas o temporadas. Primera, desde el tiempo del Emperador Augusto y nacimiento de N. S. Jesucristo hasta el siglo V, en que se habló universalmente la lengua Romana. Segunda, desde el siglo V, hasta el VIII, tiempo en que dominaron los bárbaros del Norte y en que se formó la lengua vulgar. Tercera, desde el siglo VIII, y entrada de los Moros, hasta los fines del siglo XI y reconquista de Toledo, cuyo espacio puede mirarse como su infancia. Cuarta, desde el principio del siglo XII y reinado de D. Alonso VI, hasta la mitad del siglo XIII y reinado San Fernando, cuyo tiempo podemos llamar su juventud o adolescencia. Quinta, desde el reinado de San Fernando III, hasta el de los Reyes católicos D. Fernando V y Doña Isabel, y fines del siglo XV, que fue como la edad media. Sexta, desde D. Fernando V y principios del XVI, hasta el Rey N. S. D. Fernando VII y tiempo presente que es la edad varonil y estable de nuestra lengua Castellana o Española.
1.ª Época desde Jesucristo hasta el siglo V.
Los Romanos que a costa de doscientos años de guerras cruelísimas se acabaron de apoderar de España, de modo que se juzgasen señores de ella, en el imperio de Octaviano Augusto, poco antes del nacimiento de N. S. Jesucristo, hicieron su lengua universal y común al modo que lo es hoy la Castellana, en todas nuestras provincias por medio de la larga y pacífica posesión y dominación de los cuatro primeros siglos de la Era cristiana. Creíble es que en algunos parajes del centro de España se conservase entre la plebe la lengua patria antigua, como se conservó la suya en la Cantabria. También es natural que el lenguaje del pueblo fuese en un latín muy corrompido y mezclado de voces latinizadas de los antiguos idiomas. Pero esto no impide que reconozcamos a la lengua Latina por lengua común de España, desde el tiempo de Augusto y primer siglo cristiano hasta los principios del siglo V cuando entraron en ella los bárbaros del Norte.
(Se continuará.)
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2.ª Época desde el siglo V, hasta el VIII.
Repartieron los bárbaros nuestra Península entre sí dejando poca parte de ella al imperio Romano. Los Suevos establecieron su monarquía en Galicia más extendida entonces hacia Portugal y hacia las Castillas. Los Vándalos pasaron presto al África. Los Alanos y Silingos fueron sujetados por los Suevos y por la belicosa nación de los Godos que entró primero como auxiliar de los Romanos en España, y se enseñoreó de toda ella algunos años después. Cada Nación de estas trajo su lengua propia, y sin embargo no solo permitieron todos a los Españoles el uso de la lengua latina, sino ellos mismos la usaron y abrazaron olvidando las patrias. Los Godos, que finalmente dominaron a España de mar a mar, vinieron ya muy civilizados, y amigos de los Romanos por su larga detención en la Provincia Narbonense o Galia Gótica. Publicaron sus leyes en latín sobre el modelo de las Romanas y permitieron francamente los casamientos de Hispano-Romanos y Godos. Mas la feliz conversión de esta nación al Catolicismo fue lo que más contribuyó a la conservación del Latín. Porque gozando la nación perfecta paz y lográndose los frutos de ella en el aumento de la Religión, cultivo de las ciencias y gobierno público, se renovaron y ordenaron las leyes eclesiásticas y seglares, se escribieron excelentes tratados en latín de todas las materias, se estudiaron con mayor aplicación los libros antiguos y floreció con nuevo ardor la cultura de la lengua Romana, bien que afeada con muchas voces bárbaras y peregrinas. De esta tenemos muchos monumentos; y por el contrario ninguno tenemos en piedra, metal o escrito de la lengua Rúnica o Goda.
Con todo eso a este tiempo debemos atribuir la formación de la lengua vulgar, porque los nuevos conquistadores de España acomodaban la lengua latina al genio de la suya. Usaban de los nombres latinos mas si variación de casos, porque en las lenguas del Norte son indeclinables sustituyendo artículos para distinguirlos. Omitían la voz pasiva de los verbos, y en su lugar se valían de los participios con el verbo sustantivo, y frecuentemente tomaban el participio activo por el pasivo. Trocaban el uso de las preposiciones, mudaban a muchas voces la significación, y usaban con aire latino muchos vocablos de su idioma forastero, además de los que habían quedado en uso de las antiguas lenguas del país, extraños a la lengua Romana. De esta manera se formó un nuevo lenguaje corrompido y latino bárbaro, que dentro de poco tiempo se hizo común por el trato de unos con otros, y porque el Pueblo fácilmente se acomodaba al gusto poco limado de sus príncipes. El clero cultivaba las ciencias con bastante ardor: y sobran para testimonio las obras del gloriosísimo Doctor San Isidoro entre otras muchas pero aun en estas obras escritas por los que hacían profesión de cultivar las ciencias en las leyes Godas, en las actas de los Concilios en los libros de Liturgia y en otros monumentos dispuestos por los más hábiles de la Nació, se ven muchos rastros de la corrupción de la lengua latina, que sin duda era incomparablemente mayor entre la plebe.
(Se continuará.)
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3.ª Época desde el siglo VIII hasta fin del XI.
Aumentose considerablemente esta corrupción con la inundación de los Moros que entraron en España a principios del siglo VIII, y la ocuparon casi toda a excepción de las montañas y tierras ásperas del Norte de ella y confines de la Francia. La nación española se vio entonces dividida en dos ramas, una, de los que quedaron bajo el imperio de los Moros; otra de los que conservaron su libertad con la fragosidad de los montes. Entre los primeros se conservó con bastante regularidad la Religión, y Jerarquía eclesiástica, y aun el Gobierno político según las leyes góticas por medio de Condes, Alcaldes, y jueces cristianos subordinados a los Moros, los cuales permitían los Españoles esta libertad como la permiten ahora los Turcos a los cristianos de su vasto imperio. De este modo duró entre los españoles dominados de los Moros la lengua latina, a lo menos como lengua erudita, y necesaria para la Religión. Mas con el tiempo la lengua vulgar de esta rama de la Nación fue la Árabe que en el siglo IX cultivaban muchos cristianos en Córdoba con tanta afición que competían y aún excedían en primor a los Moros, desdeñándose y olvidando la lengua latina propia de su Nación y Religión como lo lamenta en sus obras el mártir San Eulogio electo Arzobispo de Toledo.
La otra rama de la Nación que quedó libre del yugo Mahometano; se dividió en pequeños estados o señoríos, y de esta división nació la que dura hasta hoy en España de las lenguas vulgares. Los Cántabros más apartados, y con la barrera de otras tierras poseídas por cristianos pudieron conservar su antiguo lenguaje. Los demás prosiguieron en usar aquel idioma latino-bárbaro, a que ya estaban acostumbrados añadiendo nueva mezcla, y corrupción según era la constitución de su país.
Los Catalanes se ayudaron para sus conquistas de los franceses de las Provincias vecinas, y con el tiempo quedaron casi con el lenguaje mismo que se hallaba en la Provenza, y en Languedoc, que por el país de Limoges se llamó Limosín o Lemosín, y por la Provenza se llamó generalmente Provenzal. Esta corta variedad nacida de la separación de territorios, y tal vez de dominios, es el que se usa en el Reino de Valencia y en las Islas de Mallorca e Ibiza. Los Asturianos y Gallegos conservaron con más pureza que otros, el fondo de la antigua lengua latina, aunque con tono diferente y pronunciación diversa de las demás Provincias cristianas. Esta especialidad de los Asturianos y Gallegos pudo nacer de la larga dominación de los Suevos en su país, mezclados y confundidos después en él. De no haber hecho los Moros asiento fijo, ni tenido Reyes, o dominación estable en Asturias y Galicia, y acaso también de la concurrencia continua de gentes de toda Europa a visitar el cuerpo del Apóstol Santiago desde los fines del siglo IX. Pero la perfecta formación del idioma gallego acaso nació de los casamientos que a fines del siglo XI, hizo Don Alonso VI de sus dos hijas Doña Urraca y Doña Teresa con los Condes D. Ramón y D. Enrique, dando al primero el Reino de Galicia, y al segundo lo que por el lado de Galicia se había conquistado hasta entonces de Portugal. Estos Príncipes sin duda no vinieron solos. Su ventajoso establecimiento y sus cartas a Francia, Lorena y Borgoña, no pudieron menos de atraer otros paisanos suyos, y aun de otras tierras a sus dominios y condados. La lengua antigua de Francia es muy semejante a la Gallega. Fuera esto solo Galicia y Portugal quedaron con aquel lenguaje separado. En las Asturias y en León que no se sujetaron a aquellos Príncipes, se introdujo la misma lengua que en Castilla, aunque con cierto aire y pronunciación particular que todavía dura. Qué podemos pues pensar, sino que este fue el tiempo en que la lengua gallega se acabó de formar dialecto separado, apartándose de él cada día más.
Vamos pues a la lengua castellana. Aunque la mayor parte del país que hoy entendemos por Castilla la vieja estuvo por bastante tiempo dominada de los Moros; sin embargo, pocos años después de la entrada de estos y a mediados del siglo VIII, hallamos que había ya Condado de Castilla, cuyo Conde D. Rodrigo era Soberano e independiente, según parece de la expresión (Regnante Comite Roderico in Castella,) de varias escrituras. Aunque entonces y después por los dos siglos siguientes tuviese este Condado dependencia de los Reyes de Asturias, León y Galicia como pretenden algunos, y sea lo que fuere de la verdad de la judicatura de Castilla en Nuño Rasura y Laín Calvo, lo cierto es que Castilla se conservó siempre como Provincia separada cuyos términos ya se extendían, ya se estrechaban, según las guerras, paces y alianzas con los moros y cristianos fronterizos. Dejado pues lo que pertenece a la historia, vamos a nuestro intento. El lenguaje vulgar de Castilla desde el siglo VIII al XII no puede asegurarse a punto fijo. Sin embargo tenemos impresos muchos monumentos de esta época, y muchos más duermen olvidados entre el polvo, aunque bastante sacudido últimamente por el famoso Masdeu. Estos documentos que se presentan en esta época están todos escritos en lengua latina, y casi todos se hallan otorgados por Clérigos y Monjes que por su estado y necesidad de la Religión se hallaban precisados a conservar y estudiar de propósito el latín.
Parece pues, cosa fuera de duda, que la lengua que se hablaba comúnmente en este tiempo era muy diversa de la que leemos en los documentos que de él nos han quedado. A no ser así, no fuera posible que la lengua vulgar de los primeros instrumentos, y más antiguos que tenemos en castellano, estuviese tan formada y separada de la latina, como vemos en ella. No obstante esto de las mismas Escrituras latinas de dichos cuatro siglos, podemos conjeturar cual era entonces nuestra lengua castellana. Los barbarismos y faltas de construcción, que se hallan en ellas, son otros tantos rastros de el idioma vulgar, y prueban que aunque la lengua común entonces en España padeció tanta mudanza con la entrada y dominación de los Moros, no obstante siempre se acordó especialmente Castilla de lo que era y del noble origen español que tenía.
(Se continuará.)
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4.ª Época desde el siglo XII, hasta la mitad del XIII.
La reconquista de Toledo hecha por D. Alonso VI hijo de D. Fernando Magno a fines del siglo XI y año 1085, dio nueva y mayor extensión a la castellana cuya primera juventud, por decirlo así, duró casi dos siglos, hasta entrar en edad de discreción en el feliz reinado de San Fernando III, y en el de su hijo D. Alonso el sabio. Recobrada Toledo, volvió España a su antigua libertad, aunque quedasen dueños de algunas Provincias principales los Moros. Esta ciudad y los lugares mayores del Reino quedaron poblados de cinco clases de gentes: Muzárabes, Castellanos, Francos, Moros de paz y judíos. Muzárabes eran los cristianos descendientes de los Godos de la Corte y Provincia principal que casi cuatro siglos antes perdido el Rey y el ejército se entregaron a los Moros por pactos y por todo este tiempo conservaron la Religión cristiana, la jerarquía eclesiástica, y sus antiguas leyes godas en medio de la opresión Mahometana. A estos Muzárabes honró el Rey conquistador sobre todos los demás, confiándoles la Alcaldía y Alguacilato o Supremo gobierno de la Ciudad y Provincia, mandando que la Economía y Justicia criminal estuviese en manos de solo el Alcalde y Alguacil Muzárabe según el Forum Judicum o Leyes Godas. Por Castellanos se entendían todos los nuevos pobladores españoles, aunque fuesen Leoneses, Gallegos o de otras Provincias, porque la conquista se hizo por la corona de Castilla. En el nombre de Francos se comprendían todos los extranjeros que vinieron en gran número a la guerra Santa, o a poblar y comerciar después de ella. Tenían Juez de su nación, y su fuero que aún se conserva original en Toledo era con saludable política muy privilegiado, y de ahí nacieron las voces franquear, franco, franquicia, franqueza. Los Moros finalmente y los Judíos quedaron en sus Aljamas, o Sinagogas.
De esta mezcla de gentes en la ciudad y reino de Toledo, que también alcanzaba en parte a las demás Provincias resultó la extensión de la lengua castellana, el Rey, sus Cortesanos y los nuevos pobladores, hablaban la lengua de Castilla la vieja, muy separada ya de la latina en que todavía se formaban los despachos reales, y gran parte de las Escrituras entre los vasallos. Los Francos trajeron consigo, la lengua de sus países. Los Muzárabes, Moros y Judíos hablaban el Árabe como lengua nativa, aunque los judíos también conservaban el uso de la hebrea. El Rey conquistador a influjo de los Francos, contra toda buena política, mandó que no se usase más de la antigua letra gótica, y que en su lugar se escribiese todo en letra Galicana o Francesa. Solos los Clérigos de Toledo fuertemente asidos a sus antiguas costumbres, y aun al modo de vestir, conservaron en sus libros litúrgicos el uso de la letra gótica, que acaso por esta razón se apellidó Muzárabe en escrituras posteriores, como también se llamó Muzárabe su Rito y su fuero Godo.
(Se concluirá.)
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De este modo abandonada la lengua latina para sola la Religión y despachos públicos en manos de los Francos, pudieron reinar sin estorbo en el pueblo las dos lenguas vulgares de los antiguos, y de los nuevos pobladores, esto es, la Árabe y Castellan. Amasose por decirlo así la una con la otra, añadiéndose a la mezcla algunas voces de los Francos y otras de la lengua hebrea de los Judíos: pegáronse a la Árabe muchas voces latinas o castellanas arabizadas, y la castellana vulgar se llenó más que nunca de voces, frases, pronunciaciones, sonidos, dejos y acentos árabes. La lengua Árabe era limada y erudita, y en ella sin tocar en la Religión se podía leer de todas ciencias y artes humanas, lo que ni en latín, ni en otra lengua vulgar se podía leer entonces en Europa. No obstante de todo eso la lengua castellana aunque muy corrompida ya, era la dominante y de Palacio. El largo y feliz reinado de D. Alonso VIII o de las Navas, que fue Rey de sola Castilla y de Toledo, dio grande exaltación y lustre a ambas Castillas, así en armas y límites, como en letras, y por consiguiente a la lengua vulgar. Sin embargo no salió la lengua en este reinado de su primera juventud, pues de todo este tiempo no tenemos obra alguna importante en Castellano a excepción de las poesías de Fray Gonzalo de Berceo, que florecía el año 1211, de las que logramos impreso el Poema de Santo Domingo de Silos, que aunque lleno de yerros vemos ya nuestra lengua bastantemente formada, dice así:
En el nomne del Padre que fizo toda cosa
Et de Don Jesu-Christo, Fijo de la gloriosa,
Et del Spíritu Santo, que equal de ellos posa,
De un confesor Santo quiero fer una prosa.
Quiero fer una prosa en Román Paladino,
En qual suele el Pueblo fablar a su vecino,
Ca non só tan Letrado, por fer otro latino,
Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.
Román Paladino llama a la lengua castellana. Por Paladino no debe entenderse aquí Palaciego de Palacio, o como decían los antiguos Palaciano, ni nace esta voz de Palatinus; por el contrario debe entenderse público, vulgar, común, familiar, y usado de todos con adjetivo nuevo formado del adverbio palam, de donde también se formó el adverbio paladinamente. Esto prueba el verso que sigue: …En qual suele el pueblo fablar a su vecino.
Llámale Román que es lo mismo que Romance y con este nombre se apellida hasta hoy nuestra lengua vulgar, impuesto a lo que se puede creer por los Etruscos que llamaban Roman y Romans a la lengua vulgar de su país hija de la latina, y semejante a la nuestra, para distinguirla de la de Francia, Germánica, Goda, Borgoñona y Bretona.
(Se concluirá.)
Concluye el discurso sobre la lengua española
5.ª Época desde la mitad del XIII hasta el XVI.
La entrada de la lengua Castellana en edad, por decirlo así, de discreción, fue en el dichosísimo reinado de San Fernando III nieto de Don Alonso VIII, que tuvo muchos años solo el Reino de Castilla por renuncia de su incomparable Madre la reina Doña Berenguela, y después heredó el Reino de León y Galicia por muerte de su Padre D. Alonso IX. Este es ciertamente el tiempo de la renovación de la gloria de España en Religión, en Gobierno político, en ciencias mayores y menores, en armas y empresas militares: en marina, en comercio interior y exterior: y finalmente en la perfección y pulimento de todas las artes así liberales como mecánicas. En este tiempo fue sin duda en el que se tradujo en nuestro vulgar el Forum Judicum, Fuero Juzgo, o leyes Godas. En este tiempo se quitó el embarazo de la lengua latina en los despachos Reales, en las Escrituras públicas, a excepción de las que eran sobre cosas puramente eclesiásticas. Sucedió a este gran Rey su hijo D. Alonso X llamado con mucha razón el Sabio. Este Rey educado por maestros muy hábiles a diligencia de su padre y Abuela, fue un prodigio de erudición universal en aquel siglo. Sus obras juntas ocuparían muchos volúmenes, y muchos más las que de toda suerte de ciencias humanas y divinas hizo componer en lengua castellana. Su lenguaje fue puro y limado como se deja ver a pesar de los yerros de imprenta en el fuero Real y en la obra inmortal de las Partidas. Es consiguiente, pues, que el lenguaje vulgar se puliese también y adquiriese algún grado de perfección con respecto a los antiguos reinados.
6.ª Época desde el siglo XVI hasta el tiempo presente.
Los Reyes católicos D. Fernando V y su nunca bien alabada Esposa Doña Isabel, después de sosegar las inquietudes civiles y sujetar en el año de 1492 los Moros de Granada, lograron a manos llenas los frutos de la paz, y de su incansable laboriosidad y política maravillosa para el bien de sus vasallos. El Maestro Antonio de Lebrija, insigne restaurador de las Buenas Letras, dedicó en el mismo año 1492 a la Reina Católica el primer Arte de la lengua Castellana. Desde entonces hasta el reinado de D. Fernando VI se fijó el idioma de toda la Nación. Al principio de su reinado entró el Arte de la imprenta en Castilla, y la Reyna Doña Isabel mandó imprimir muchas obras castellanas y entre los gravísimos cuidados del Gobierno, hizo lugar al estudio de la Lengua latina. La fundación de la Universidad de Alcalá por el memorable Cardenal Ximénez, y el acertado método de Estudios, que en ella se estableció, la emulación que con esto se encendió en la de Salamanca y en otras antiguas, los viajes de muchos militares y cortesanos a los Estados de Flandes y de Italia, acabaron de quitar de nuestra lengua vulgar todo lo que ella quedaba de áspero y grosero; y desde entonces quedó la lengua en el estado en que hoy se halla, bien que cada día ha ido progresando con los cuidados y buen gusto de la Academia Española, cuyo diccionario de la Lengua Castellana la ha depurado de los galicismos que con el tiempo y trato de esta limítrofe Nación va adquiriendo casi sin advertirlo.
Este es el compendio más breve que para un Periódico ha sido posible hacer del nacimiento y progresos de nuestra lengua Castellana, la que por su hermosura, finura y pulidez merece en el día la estimación y aprecio y un distinguido lugar entre las hermosas lenguas de la Europa.
CON REAL PRIVILEGIO.
Barcelona: En la oficina de José Rubió, calle de la Libretería.