Filosofía en español 
Filosofía en español


[ María Cristina de Borbón, numen tutelar de los españoles ]

Real Conservatorio de Música de María Cristina

No puede dudarse que la música ha sido inspirada al hombre por la naturaleza. En ninguna parte del globo se ha descubierto raza tan agreste y feroz que, ya movida por la grandiosa vista del universo, ya excitada por el canto de las aves, ya estimulada por sentimientos que no alcanza a manifestar el gesto ni la palabra, no prorrumpa en el canto, y exprese en tonos elevados y armónicos los movimientos de su admiración o de sus pasiones. ¿Sería inútil esta facultad universal dada tan pródigamente al género humano? Semejante error ofendería al Creador soberano de los hombres, cuya insondable sabiduría nada puede admitir en sus planes altísimos que no sirva para el bien de sus hechuras. ¿No deberá cultivarse un talento que les ha otorgado como parte de sus miras benéficas? Abandonar de estudio las facultades concedidas a las criaturas por el supremo Autor, es desestimarlas y tener en menos su providencia y sabiduría: es contradecir y frustrar las intenciones bienhechoras que han dirigido el sistema de la creación. Un gobierno ha de celar y proteger el beneficio y aprovechamiento de todos los dones que su suelo y sus súbditos han recibido de la naturaleza.

Ya desde los tiempos más remotos conocieron los sabios esta verdad, que parecerá tal vez una paradoja a los genios demasiado austeros o superficiales, que no han estudiado la índole de la especie humana, ni sus necesidades, ni los medios y utilidades de satisfacerlas. En especial los griegos, creadores de la civilización en Europa, tuvieron en tan grande estima la música, que Platón, el más grave de sus filósofos, la creyó una parte esencial de la constitución del Estado.

No es de esta ocasión recordar los célebres nombres de Tolomeo, de Plutarco y tantos otros sabios de la antigüedad que dedicaron sus tareas y escritos a ilustrar la música como una sección principalísima de sus estudios; ni conmemorar en época posterior los ilustres en la religión y sabiduría de Boecio, de San Agustín y demás de la Iglesia romana, que perfeccionaron o explanaron el arte con sus obras. La música en la edad media, en el renacimiento de la literatura, en el siglo anterior de filosofía, en el presente, más adicto a los intereses materiales y positivos de la riqueza y bienestar de los pueblos, ha obtenido siempre y asegurado cada día más el alto puesto que todas las naciones le han señalado en la civilización y enseñanza. Y lo que parecería más difícil a primera vista, ella se ha hermanado tan fuertemente con el espíritu de nuestra edad, solo apreciadora de la producción, que en ninguna otra, si se excluye la más floreciente de Grecia, ha logrado tan crecido número de aficionados y estudiosos.

Ni la inspiración de la naturaleza, ni el consentimiento universal de los pueblos, pueden ser obra del acaso. Conocieron bien los sabios antiguos tanto más fácilmente, cuanto la delicadeza en ellos de las sensaciones estaba más cercana a la pureza y sencillez de su origen, que la música era el móvil más poderoso para suavizar la fiereza enemiga de la sociedad humana. Sintieron que la dulzura de los sonidos ayudaba a calmar la irritación de las pasiones, y a suavizar por este medio el carácter y las costumbres. La fábula atribuyó a Orfeo el amansamiento de los hombres silvestres, fingiendo que domesticaba los tigres con su canto; y a Anfión el establecimiento de las ciudades, figurando que al son de su lira edificó los muros de Tebas. La filosofía ha reconocido el poderoso influjo de la música en la dulcificación de los afectos e inclinaciones, y en el espíritu de mutua benevolencia sobre que se apoya la sociedad. El principio innato de este amor y bienquerencia recíproca es la sensibilidad en el orden de la naturaleza; asó como en el orden sobrenatural de la religión, es la caridad que la perfecciona y eleva con más altos estímulos y con más grandiosas esperanzas. Y muy lejos de contradecir la sensibilidad nativa a la religión revelada, le prepara el camino en las tiernas disposiciones del corazón humano, formado para tan sublimes objetos. Las impresiones duras e ingratas embotan esa sensibilidad benéfica, y cierran a los sentimientos de piedad y dulzura el camino del corazón. Los movimientos suaves le habitúan a las dulces conmociones precursoras y amigas de la beneficencia. El gobierno debe fomentar este germen de amor y hermandad, principio fecundo de civilización y de dulzura de costumbres; y ningún medio para ello tan eficaz, tan popular, tan universal como la música.

Su estudio en España lo será también de riqueza y economía. La música de nuestras catedrales, dotada generosamente en tiempos de opulencia: el distinguido número de los maestros, compositores y escritores españoles, que han merecido en Europa un concepto y memoria honorífica: la excelencia de voces y la disposición música del pueblo, que aún se nota en la expresión y gracia de sus cantares, y en exactitud y afinación con que los acompaña a la vihuela: la afición general, y en el ansia con que sostiene la nación tres o cuatro teatros de la ópera italiana, son pruebas evidentes de que en nuestro suelo hay un venero fecundo, que si se cultiva como en otros países, producirá en mayor abundancia los célebres cantores españoles que en nuestros días mismos hacen, al par de su fortuna, la delicia de las naciones más ilustradas. Si el terreno debe beneficiarse como fuente de la riqueza, ¿por qué no los talentos naturales que también la producen, que dan el imperio pacífico de las artes? Grecia, subyugada por los romanos, conquistó por ellas a sus agrestes vencedores: la Italia moderna domina por ellas, y especialmente por la música en Europa. España, por la semejanza y benigno fuego de clima, por sus antiguas virtudes caballerescas, por la conformación privilegiada de los órganos para el canto, por la nitidez y sonoridad de su idioma, está llamada, si no a derribarla de su puesto, a ocupar el asiento inmediato. ¿Quedará condenada a pagar tan costoso tributo a los extranjeros trayendo a precio subidísimo los cantores y aun los maestros para sus iglesias y teatros, pudiendo servirse a sí misma, y aun ponerlos en contribución? El gobierno abre esta nueva carrera a los españoles, y al placer querido de la música trata sabiamente de unir la utilidad nacional. La corte de España no mendigará, ni envidiará en adelante, los conservatorios músicos de Nápoles, de Milán, de París y los institutos de otras célebres capitales.

Esta empresa de interés moral y económico se debe a nuestra ilustrada y amable Reina, en cuyo corazón magnánimo se abrigan los deseos del mayor lustre y prosperidad del pueblo español: en cuyo augusto seno se encierran las más halagüeñas esperanzas. Bajo su Real nombre y auspicios se ha decretado por nuestro Soberano, incansable para la ventura de sus pueblos, la erección del Real Conservatorio de música en la corte, donde con la dirección y enseñanza de los profesores más acreditados, se instruirá en este arte delicioso un número conveniente de alumnos de uno y otro sexo, escogidos los internos entre familias honradas de todas las provincias, y mantenidos algunos por el Real erario; y los externos costeados a sus expensas, o auxiliados, si son pobres, con una pensión. La religión y la moral, sin las cuales nada es útil a las naciones, serán el primer cimiento de su enseñanza. Aun respecto de nuestras diversiones, que sin más ideas que las adquiridas en su rincón, o dictadas por un humor descontentadizo, juzgarán algunos como un pasatiempo: aun respecto de esas diversiones, de que ni es prudente ni justo privar al pueblo, ¿pudiera darse un instituto en que mejor se combine su recreo con los intereses de la moral pública y de la economía? ¡Gloria inmortal sea dada al Rey nuestro Señor que nada olvida en beneficio de sus Estados! ¡Loor eterno a nuestra adorada Reina, modelo de gracias y de virtudes, que tan poderosamente coopera a los progresos y a la gloria artística de su nueva patria! Algunos han negado que el nombre de música se derive como se cree comúnmente del de Musa, título dado a las deidades del saber y de la armonía: ninguno dudará en adelante que la propagación de este arte divino en nuestro suelo, habrá dimanado de la celestial María Cristina de Borbón, numen tutelar de los españoles.