Boletín. Ciencias Médicas
[ Las obras de la nueva doctrina médica homeopática ]
Ha llegado a nuestras manos el anuncio de traducirse, imprimirse y publicarse las obras de la nueva doctrina médica homeopática.
Al describir el mérito de estas obras dice el traductor: “Todo el mundo resuena ya en alabanzas de la única filosofía que haya habido jamás en la ciencia médica, cuando apenas se tiene de ella ni una imperfecta idea en nuestra patria. Dos copiosas ediciones se han agotado ya en Francia del Organon del arte de curar, sin que aun haya merecido ni una ligera reseña en España. Once hospitales homeopáticos, y siete periódicos extienden y patentizan por todas partes sus dogmas, y todavía ni aún se han expuesto al criterio de los profesores españoles. Cinco academias homeopáticas se ocupan con el mayor ardor en la elaboración y progresos científicos de la nueva doctrina, cuando aún carecemos hasta de un mezquino resumen de ella.”
Si la Revista no se equivoca demostrará en pocas líneas lo engañado que está el autor del anuncio de la traducción de las obras del inmortal Hahnemann; del poco favor que hace a sus comprofesores, negándoles la más mínima idea de la homeopatía, siendo así que en España se ha dado más de una vez la noticia de los principios fundamentales de la homeopatía. En el Diario de ciencias médicas que se publicó en Barcelona años pasados, se ha hablado de la homeopatía con la extensión y conocimiento suficiente para llamar la atención de los médicos españoles. En los Anales de literatura, ciencias y artes, publicado en esta corte año de 1832, tomo n. , página , se halla la traducción de la Revista Británica, que habla y dice lo suficientísimo para llamar la atención de los médicos españoles. Esto sería suficiente, aunque de paso, para demostrar que no se carecía en España de un mezquino resumen de la homeopatía, ni de una ligera reseña de ella.
Revistando los periódicos de las provincias se halla que en Badajoz están cansados de practicar la homeopatía, y que, por tanto, para anunciar traducciones, no es justo defraudar el mérito del que, o de los que han practicado la homeopatía antes que el señor traductor. Consta al gobierno de oficio que comunicó el señor intendente interino de Badajoz y su provincia, don Miguel Beruete, que don Prudencio Querol, profesor titular de aquella ciudad, la practicaba con tan feliz éxito que parecían milagrosas las curaciones, tanto en enfermedades agudas como crónicas, y particularmente en las últimas, con millonésimas o trillonésimas partes de grano, que administraba una sola vez en los casos no complicados, llamando la atención del gobierno hacia su fomento y aplicación a los hospitales militares. Así este celoso español lo trasladó al gobierno. Demos ahora al señor traductor el último golpe demostrativo de que ni es el solo homeopatista español, ni el primero que la ha puesto en práctica en España, y que está en esta parte muy escaso de noticias, copiando lo que dice el Boletín oficial de Badajoz, número 109, del jueves 10 de octubre de 1833:
“Artículo comunicado.= Señor editor del Boletín oficial. Muy señor mío: Con sumo placer he visto anunciado en su número del 107 hallarse abierto el despacho de medicinas preparadas por el orden homeopático, en la oficina del farmacéutico de esta capital, don Juan Manuel Rubiales.
Con el mismo he leído el discurso que V. escribe a su continuación, extrañando (con razón) no se haya extendido la doctrina del doctor Hahnemann, tan recomendada en los papeles públicos. Y como en él se nota una curiosidad recomendable y celo por la salud pública, invitando a los orientados en casos particulares a fin de ampliarlos, constándome algunos pormenores que V. dice ignorar, y queriendo contribuir por mi parte a que se verifique el laudable objeto que se propone, paso a hacer las manifestaciones siguientes.
El licenciado don Prudencio Querol, maestro cirujano titular, celoso partidario de la homeopatía, la está practicando hace muchos meses con no poco asombro de los inteligentes que han querido acercarse a ver y observar los portentosos prodigios de la nueva medicina alemana. Esta capital cuenta ya muchas curaciones hechas homeopáticamente de enfermedades agudas, y sobre todo crónicas, por el cirujano titular don Prudencio Querol, bastantes por el subdelegado de medicina y cirugía, médico titular de esta, don Francisco Rubiales, y algunas por los médicos en ésta don Manuel Cabello y don Pedro Rino. Solos los curados y los que han sido testigos del término feliz de sus largos y penosos padecimientos pueden deponer de las curaciones sólidas y permanentes de semejantes enfermedades que han visto desaparecer con una suavidad singular al poderoso influjo de una cortísima cantidad de sustancia medicina, aplicada a millonésimas partes de grano, bastando una sola dosis para la total curación de cada enfermedad no complicada.
Los referidos profesores, viendo que en sus manos daba la homeopatía resultados tan brillantes como los que habían observado en la práctica del médico y cirujano titulares, les es muy sensible curar alopática y no homeopáticamente a todos sus enfermos, como desean, por no hallarse todavía establecida, cual corresponde, la botica homeopática en el completo de su farmacopea, porque casi todos los farmacéuticos de esta capital ignoran la doctrina químico-farmacéutica de la homeopatía; y de consiguiente desconocen las sustancias, útiles, cifras y principios para el desempeño de las referidas farmacopeas homeopáticas de Hahnemann y Caspari, y poder según se requiere, elaborar medicinas bajo las reglas de la homeopatía.
Don Juan Manuel Rubiales, farmacéutico de esta ciudad, es el único que ha estudiado las farmacopeas de dichos autores, y el que desde el año pasado ha preparado, bajo las reglas químicas y farmacéuticas de las mismas, las que los citados titulares y los demás profesores han usado y usan desde aquella época; y últimamente, restablecido de su grave enfermedad colérica, tiene ya preparado el cobre metálico, preservativo del cólera-morbo, el eléboro blanco, el espíritu de alcanfor y el aceite de cron-tiglium, eficacísimos remedios del mal, bajo los rigorosos principios, reglas y precauciones prevenidas en la farmacopea del gran Hahnemann, para servir a los pueblos que estén invadidos o la desgracia los invada.
Si estas ciertísimas noticias no bastaren a saciar los buenos deseos de vmd., conocerá al menos los que animan por complacerle a su atento S. S. Q. B. S. M.= Manuel Ramírez.
Vamos a otro punto que también toca en su anuncio del traductor cuando dice algo sobre las gloriosas persecuciones que ha experimentado en su calidad de homeopatista, &c.
En todas partes hay sus trabajitos. En todas partes hay persecuciones más o menos grandes, y en Badajoz no han faltado a los titulares; pero en honor a la verdad la que dichos profesores han arrostrado en su calidad de homeopatistas no ha sido muy grande, porque a vista de los resultados no hay teorías que valgan. En Badajoz, según nos informaron nuestros corresponsales, solo los boticarios, no todos, y dos o tres prácticos, son los que a la sordina han hecho la guerra a la homeopatía. Son estos de aquellos hombres cuyas limitadas luces solo sirven para impugnar, por supuesto, sin tino y sin fundarse, lo que no cabe en sus cabezas, y lo que ni aun siquiera han leído. De los primeros son los que por su antigüedad y rutinera práctica no han cursado en el colegio, y no saben salir de lo que reza el petitorio, y las antiguas farmacopeas; y a pesar de carecer de la menor idea de la homeopatía, la critican y desopinan entre sus amigos y relaciones, cuyas privilegiadas cabezas corren parejas con las suyas. Entre los segundos entran aquellos prácticos incapaces de reflexionar y discurrir a la cabecera de los enfermos sobre la acción de un remedio. Estos profesores alaban sin examen: y condenan por costumbre sin pararse a meditar su voto, que no pocas veces ven desmentido; pero nada les arredra. Vaya una muestra, sacada también del Boletín Oficial de Badajoz, núm. 110 del viernes 18 de octubre de 1833, en el artículo comunicado que en el último párrafo dice:
“No he puesto en práctica en el cólera-morbo, que se está padeciendo en esta ciudad otro medicamento del doctor Hahnemann, sino el espíritu de alcanfor con las precauciones que dicta la prudencia en todo medicamento desconocido. He dado dos gotas de este remedio en un poco de azúcar en el espacio de cinco minutos; y he observado que la segunda dosis ha parado los vómitos en algunas ocasiones; pero si se continua redobla estos, encendiéndose la lengua, y aumentándose la sed: le abandoné por perjudicial y sospecho que los demás señalados de dicho doctor, tanto los preservativos, como los que han de servir para la curación, o sean inútiles o perjudiciales. Por último, mi opinión en esta materia es idéntica a la que ha dado la real Academia citada. Su servidor Q. S. M. B.= Florencio Gómez.”
Ahora bien, por el comunicado que acaba de leerse, vemos que este práctico carece de las cualidades que adornan a un buen médico, de aquel espíritu en medicina, de aquella sindéresis, de aquel tino tan necesario a la cabecera del enfermo que constituye a un buen profesor, que viendo la demasiada acción de un remedio, como las dos gotas del espíritu de alcanfor que redoblaba los vómitos, no conoció consistía en la excesiva dosis del medicamento, y que disminuyéndolo habría sacado con provecho de sus enfermos las inapreciables ventajas que este medicamento heroico ha producido en otras manos, de que somos testigos en nuestra propia casa, viendo resolver el cólera-morbo, en su primer periodo en dos horas con dicho espíritu, dado cada cinco minutos a la dosis de la centésima parte de gota en el poquito de azúcar. Estos médicos son los que harán la polémica a la homeopatía; los que sin haber estudiado, ni aún visto las obras de Hahnemann, criticarán su doctrina: hombres que a pesar de haber visto repetido en muchos periódicos extranjeros y nacionales la útil aplicación del espíritu de alcanfor para resolver el cólera-morbo en su principio, lo desechan y proscriben como perjudicial, sospechando que los demás medios señalados por Hahnemann, como preservativos y curativos sean inútiles o perjudiciales; que a nuestro parecer es una ligereza, o mejor diremos una petulancia, que deja ver lo que se debe esperar de unos hombres tan sin cálculos y tan escasos de raciocinio. Nosotros aconsejaremos a este bachiller, que después de estudiar detenidamente las obras de Hahnemann, nos diga si la Europa entera que tantas alabanzas procura a dicho autor, se ha equivocado, demostrándolas con más detenimiento que lo ha hecho en su comunicado. Sirva de moderación lo dicho al señor traductor de las obras de Hahnemann, y no usurpe la gloria a quien supo ganarla antes, respecto de que no es él solo homeopatista español que hay en España, sirviéndole los ejemplos de Badajoz, primera capital de nuestro suelo que ha visto la homeopatía puesta en práctica, y este honor no se le debe quitar. Ofrecemos dar algunas noticias de la homeopatía que suelen verse de cuando en cuando en los periódicos de Europa por llenar este vacío, mientras por ser de su incumbencia no lo verifican los periódicos de la ciencia que se publican en esta corte.