Homeopatía
Comunicado
Ilustración y buena fe homeopática
¿Por qué no imita el Sr. Santero la laudable conducta del célebre Broussais, quien diciendo que si la homeopatía era un error, solo por los hechos podía saberse, y el que murió después de cuatro meses de experiencias? (Gac. hom., pág. 293.)
A la verdad, ¿no hemos probado hasta la evidencia, la ignorancia que acerca de la homeopatía han manifestado los Srs. Chinchilla y Santero? (Gac. hom., pág. 554.)
No sabemos en verdad qué admirar más en los profesores homeópatas: si su constancia en defender su doctrina, si su demasiada osadía en aseverar hechos destituidos de fundamento, atribuyéndolos a personas que, por su carácter de autoridad, pudieran inclinar la balanza en favor de sus doctrinas.
Eu efecto, cuando el año pasado publicó la Gaceta homeopática su impugnación al juicio crítico que de la homeopatía hizo el Sr. Chinchilla, tuvimos la pluma en la mano para sacarlos de un error y probarles lo poco versados que están en la literatura médica aquellos mismos que quieren enmendar la plana al ilustre autor de los Anales históricos de la medicina. Suspendimos entonces el ejecutarlo, y ciertamente no nos hubiéramos ocupado de dicha impugnación a no haber leído de nuevo, en el último número de dicho periódico, algunas frases que prueban no han salido aún de su error los ilustrados redactores de la Gaceta homeopática. No me extrañaría que la redacción de dicho periódico hiciese, como es justo, su profesión de fe, de haber cumplido con cuanto se había propuesto al poner en planta su objeto, ni mucho menos que defendiese sus doctrinas y se atribuyese la gloria de haber sabido defenderlas con honra y decoro: todo esto sería natural; pero permitirse decir que ha probado la ignorancia que en materia de homeopatía tienen los Srs. Santero y Chinchilla, eso en verdad es una cosa que me ha admirado sobremanera. No me admira que se ataque a estos dos ilustres profesores, quienes por sí contestarán como se merece a la redacción de la Gaceta homeopática: lo que me admira, lo que no concibo ni concebirá nadie, después de leído este artículo, es la ignorancia, sí, la más crasa ignorancia de los redactores del periódico homeopático y la inconsecuencia notable a que les reduce esa misma ignorancia, cuando creen contraponer el testimonio de un ilustre campeón alopático contra la opinión de los Srs. Santero y Chinchilla; pues a renglón seguido de decir que son ignorantes en homeopatía, añaden en la página 558 y 559 «Más prudente y reflexivo Broussais dijo: si la homeopatía es un error solo con los hechos puede demostrarse».
Ahora bien, ¿sabéis, Srs. redactores de la Gaceta homeopática, a quien habéis impugnado con el nombre de Chinchilla? No, no lo sabéis, ni lo sabíais cuando escribisteis vuestro artículo; pues bien, para manifestaros vuestra inconsecuencia y para eterna vergüenza de los que os han creído, yo os lo diré, fue... fue al inmortal Broussais, a ese mismo hombre a quien pocos momentos antes llamabais reflexivo y prudente, y a quien tal vez en vuestro primer número llenéis de improperios.
En efecto, el ilustrado D. Anastasio Chinchilla, en sus Anales históricos de la medicina, en el tomo 2.° de la historia de la medicina general, página 383 a las doce líneas, inserta íntegro el juicio crítico del sistema homeopático hasta la página 385 en que le suspende{1} para seguirle en la página 457, que a la línea nueve comienza de nuevo y expone el organon, algunos trozos del Gueyrard y otros homeópatas, y concluye en la página 476, sin que haya nada en este punto más que alguna nota que otra; prediciendo poca vida a la homeopatía; pero sin formar lo que se llama juicio crítico, pues repito que este todo lo tomó de Broussais, y aún dejó otros trozos que yo expondré en este artículo.
Si pues, como llevamos probado, el juicio del Sr. Chinchilla no es suyo sino de Broussais, todos cuantos denuestos, forzadas y torcidas interpretaciones se han hecho contra él, sépase son contra el prudente y reflexivo Broussais, lo cual prueba dos cosas; 1.ª que los homeópatas desconocían la opinión de tan ilustre autor; 2.ª que con las palabras atribuidas a Broussais querían alucinar a los que solo se pagan de nombres para admitir o desechar sistemas.
Lo poco que esto favorece a los redactores de la Gaceta homeopática se deduce fácilmente, rechazando como acostumbran el testimonio de Chinchilla, como incompetente para juzgar de la homeopatía. También lo hacen con el ilustre profesor de Val de Grace, a quien ciertamente no podrá negar ninguna persona sensata la facultad de poder juzgar la homeopatía; porque, siendo la notabilidad más culminante de los tiempos modernos y el único historiador crítico de la medicina, no creo tendrán los homeópatas derecho para rechazarle como juez; pues que, al menos para mí, es indudable que sabía más durmiendo Broussais que todos los homeópatas juntos despiertos, inclusas las notabilidades ambiguas, que ni son alópatas ni homeópatas, los eclécticos forzados, pues nosotros convenimos en una cosa con Hahnemann, y es que no se puede ser homeópata y alópata a un tiempo mismo, porque son dos cosas que se excluyen.
Es tiempo pues que pongamos el juicio que de los homeópatas hizo el prudente y reflexivo Broussais según le apellidan los redactores de la Gaceta homeopática y justo será que se mire su juicio como dietado por la prudencia y reflexión, prendas inestimables cuando se trata de dar un juicio; por consecuencia, el dictamen de Broussais; según el decir de los redactores de la Gaceta, será el de un hombre prudente y reflexivo; y por consiguiente de él no pueden apelar sino por una de las inconsecuencias o sutilezas que tan propias les son. Dice Broussais:
«Un médico de Alemania se sintió fatigado e incomodado con los sistemas; esto no chocará a nadie. En su consecuencia tomó el partido, no de renunciar a ellos para echarse en brazos del empirismo y eclecticismo arbitrarios, como lo practican los que el estudio les molesta el cerebro, sino más bien quiso fundar un sistema que pudiera justificarle de haber descuidado todos los demás. Este sistema es una especie de empirismo, de que hasta cierto punto podría disimularse a aquellos médicos que, no habiendo sabido apreciar a Bichat,{2} no pudieron prever lo que pudiera hacerse siguiendo sus huellas, y cuya insaciable curiosidad esta reducida, en un siglo como el que vivimos, a apartarse de las doctrinas del humorismo autocrático, del vitalismo exclusivo, o de la mezcolanza arbitraria de estas dos grandes doctrinas generales.»
«El sistema de que hablamos es la homeopatía que vamos a dar a conocer y juzgar. Al reasumirlo recordaremos algunos de los axiomas de nuestras doctrinas, conocidos ya de nuestros lectores y la misma exposición servirá de crítica.» En cuanto a no ser posible conocer la causa y naturaleza de la enfermedad contesta Broussais: «El que no conoce la causa próxima o la naturaleza íntima de las enfermedades, es porque no le satisfacen las relaciones apreciables de los órganos con los modificadores y de los órganos entre sí.» Así sigue Broussais combatiendo la homeopatía hasta la página 125 del tomo 3.° de su examen de las doctrinas médicas, (3.ª y última edición año de 1829) y hasta aquí tradujo literalmente el Sr. Chinchilla (desde la pagina 383, a la 385 de su tomo 2.°.) Esta parte ya la conoce el público, tanto por la obra del Sr. Chinchilla, cuanto por insertarla íntegra la Gaceta Homeopática, desde la página 30 a la 109, en que se ocupa de dicha impugnación. Por consiguiente, cuanto contra el Sr. Chinchilla se dice en estas páginas de la Gaceta, así como en las que sirven de epígrafe a este artículo, entiéndase que se dirigieron sin saberlo al prudente y reflexivo Broussais a quien se apellida ignorante e incompetente para fallar la causa homeopática, ¿qué tal? Los jóvenes redactores se conoce que tiran a confundir el crédito del inmortal y más fogoso reformador de los tiempos modernos; tratan empero muy en vano de roer la memoria de quien jamás alcanzarán siquiera a su talón. ¡Pobre Broussais! y cuán poco debes a la ilustración de los homeópatas españoles!
Pero para mayor confusión, pongamos algunos trozos que ha omitido traducir el Sr. Chinchilla. Tachando Broussais la generalización del sistema de Brown dice de Hahnemann, página 132 «Ved lo que yo llamo ontología; pues bien este método es exactamente el de Hahnemann; lo que Brown hizo para la excitabilidad, Hahnemann lo practica para la medicación que él llama homeopática: él abstrae y considera independientemente de los hechos particulares de la práctica, y hace la historia como de una cosa independiente de estos hechos. ¿Qué prueba vuestra aserción dirá alguno? los mismos hechos diré yo: 1.° porque ellos dicen precisamente lo contrario de las proposiciones que se acaban de leer: 2.° porque hacen ver palpablemente que todo lo que el autor acaba de decir es falso y por consiguiente imaginario. Esto puede ser verdad para el autor de la quimera homeopática tal cual él la ve, abstraída del cuerpo viviente, separada de los hechos y en oposición con otras quimeras diferentes que acabamos de hacer desaparecer.»{3}
Pasa, analizando la teoría de Brown, a decir algo de la homeopatía en esta forma «Así es de Hahnemann, si se toma el trabajo de observar de cerca los efectos de las estimulaciones artificiales, no sobre grupos de síntomas, sino sobre órganos ya afectados de una sobre-excitación natural. No perderé pues el tiempo en reproducir una a una todas las alegaciones de este autor por su método favorito; me bastará negarlas en general como inexactas o como directamente opuestas a la verdad, y desconfiar de las pruebas, si bien precisamente a ellas es a lo que nosotros nos atenemos.»{4}
En la página 129, hablando del método antipático, añade «Yo diré más, no es posible que el mismo Hahnemann no se conforme con estas reglas en el caso en que la indicación de los contrarios sea tan evidente como en los que acabamos de suponer, por ejemplo: que deje morir un apoplético falto de sangrías, un asfixiado sin aire atmosférico, un sincopizado prohibiéndole toda estimulación capaz de despertar la acción del corazón.»
En la página 130 añade «El método alopático no puede ser sino aquel que consiste en crear una irritación en un órgano sano con intención de destruir una de un órgano enfermo; sino es esto lo que el autor quiere decir, ninguna persona sensata le podrá comprender. Pues bien, esta medicación que nosotros llamamos revulsiva, tiene sus reglas, especialmente desde el establecimiento de la doctrina fisiológica. Como M. Hahnemann no las conoce{5} no me sorprende que haya condenado ese método, porque ciertamente, después del Brownismo, es de lo que más han abusado los modernos.»
En la página 134, hablando de la exigüidad de las dosis para no producir accidentes graves, pues estando afectados los órganos en el sentido en que van a obrarlos medicamentos, necesitan poca dosis para obrar añade Broussais «Si las dosis más elevadas producirían accidentes graves, ¿puede condenarse más formalmente lo que él llama método homeopático, que en esencia no es otra cosa que el de Brown, pues que consiste en estimular órganos ya sobre excitados? Unid a esto que, en los casos muy graves, nuestros sistemáticos mandan sangrías y refrescos{6} es decir, por el método antipático que dicen debe preceder al homeopático en algunos casos: que prescriben la dieta más severa visto el peligro de sustituir a la alopatía la homeopatía, y os veréis forzados a convenir en que, si el método de Hahnemann tiene algún valor, le debe únicamente a su inercia. Es decir, si no hace todo el bien que pudiera hacer, y ve llegar las desgracias al fin de las enfermedades por haber descuidado el método o medicación antipática, puede al menos consolarse con no haber hecho el mal directamente.» Todo este trozo es tan precioso como de la pluma que le ha escrito; de ese hombre célebre cuya polémica era irresistible, y cuyo juicio era siempre guiado por deducciones lógicas, cuando se ocupaba de un asunto con interés; nada decimos por ahora, porque vamos a ver muy luego apreciado en menos palabras el sistema homeopático.
«Convendré, añade, en que el método homeopático de Hahnemann es superior a muchos, pero es claro también que no será la regla de todos los prácticos. Es abstracto, superficial, muy secamente empírico, poco satisfactorio a los amantes del saber, para no pararse en sus progresos.» Es imposible pintar en menos palabras, mejor ni con más brillantes coloridos, todos los puntos que abraza el sistema homeopático. En efecto superficial, porque nada discute sino las manifestaciones, los síntomas, lo que todos ven, todos oyen, desde el enfermo que los siente, hasta el médico, el curandero, los asistentes y las hermanas de la caridad que los escuchan; aquí pues el médico y los asistentes son iguales para el sistema homeopático, mientras que para el práctico racional los síntomas no son más que el medio para formar el juicio diagnóstico y el pronóstico, y referir a cada órgano su síntoma, en una palabra, para expresar los síntomas generales y los especiales o característicos; quien nada de este análisis hace, en nada se diferencia del enfermero o del charlatán. Es abstracto, porque conduce a las regiones del espiritualismo hasta la misma materia inerte e inorgánica, dando fuerzas y dinamizaciones semejantes a la vida, a lo que en realidad jamás alcanzara a tenerlas, (al menos concebidas en las formas y modo de los homeópatas), finalmente, porque la homeopatía no es más que la aplicación de la filosofía del ilustre Kant a la medicina. Es secamente empírico, porque considera que todos los síntomas constituyen la enfermedad; igualmente considera en las tablas o patogenesias los medicamentos, siendo la elección de estos medios, más bien que una aplicación científica, una operación mecánica que no depende sino de las tablas de síntomas artificiales, elegidas en semejanza de los síntomas que han de obrar en el mismo sentido; ser concausas de la enfermedad misma, sin producir reacción alguna. En fin, el similia similibus está sin estudiar filosóficamente, y aun es inadmisible según lo pintan los homeópatas, cosa que confesó D. Joaquín Hysern en la Academia de Esculapio, así como, que la experimentación pura se podía admitir como esta escuela la admitía. En cuanto a ser poco satisfactorio a los amantes del saber, fácilmente se concibe que un sistema en el que el médico tiene que olvidar cuanto ha aprendido, caminar en la carrera del progreso científico con una docena de libros de nueva invención, en contraposición a cuanto existe de tiempo inmemorial, no creo pueda satisfacer a ningún amante de la ciencia y del progreso de las letras humanas. Cuando se nos dice que Hipócrates, Galeno, Sydenham, Baglivio, Valles, Mercado, Heredia y tantos otros fueron unos ignorantes, y lo que es más, que estuvieron engañando al mundo, ostentando vanamente ciencia cuando sabían que nada sabían, ¿qué gana de estudio ha de dar a ninguna persona sensata? Ciertamente la homeopatía no satisface sino a los talentos acomodaticios a la holganza, y a no mirar los vastos monumentos que encierran la verdad de los siglos, la tradición de los errores, y la no menos fecunda fuente de los descubrimientos útiles; no, la homeopatía no es tan difícil, cuando la vemos ejercer a profesores que no han estudiado, y a otros que solo están facultados para sangrar y ser profesores subalternos, y sin embargo ejercen la homeopatía con más utilidad material que otros de sus cofrades más ilustrados. Esta es una rareza que no comprendemos ni nos molestamos en comprender; pero volvamos a Broussais, pues me parece que el prudente y reflexivo profesor de Val de Grace no lo será de hoy en adelante para los redactores de la Gaceta homeopática: lo que no nos extrañará, porque creyendo ellos que la antigua escuela está llena de errores, no quieren siquiera leerla para no contaminarse, y de este modo les sucede que los imprudentes e irreflexivos les damos con su saber en tierra.
En la página 135, añade. «Se le concede una ventaja, a saber, el que tal vez mediante el ensayo de medicamentos en el hombre sano, adelante el diagnóstico de los venenos.{7} Tal vez no le disputemos esa ventaja, cualquiera que sea el motivo que la guíe; es ventajoso para la ciencia someterse a esas experiencias, y es digno de alabanza Hahnemann en habernos dado el ejemplo, si su salud no sufre bastante para ser arrebatado prematuramente a la ciencia».
Pasa después Broussais a hacerse cargo de cómo explica Hahnemann la curación por el recargo de los síntomas, después de la administración homeopática; y se expresa así. «Hasta aquí nada veo de nuevo, la efervescencia de Sylvio, los aceleradores de la cocción, los sostenedores del principio vital, los de la astenia y todos los incendiarios que dieron el ejemplo a Brown, tenían la misma idea y la llevaron a efecto, y se han tocado sus resultados. Hahnemann ha hecho bien en no correr el mismo riesgo, ¿pero ha creído añadir algo a la naturaleza, mediante la mínima exigüidad de las dosis? ¿o se sirvió de su pretexto para el doble objeto de no participar de las faltas desastrosas de los polifármacos de su tiempo y darse nombradía por la invención de un nuevo sistema? Es posible creerlo así en vista de lo ya referido. Por lo demás, sea que haya o no convicción por parte del Dr. Hahnemann, la humanidad le deberá su reconocimiento, toda vez que su sistema haga algunas conquistas, sobre aquellos que son extraños a la sola doctrina que la razón puede aprobar.»
Hemos concluido con Broussais y su juicio crítico de la homeopatía, y claro está que cualquiera que lo haya leído no se adherirá a la opinión de los que, o no conociendo a Broussais, o por otra causa, quisiera imponernos con la autoridad de tan grande hombre para seguir o desechar a Hahnemann; bien se ve como le trata, así como a su sistema, y no teniendo duda ninguna ya acerca de la opinión del creador de la medicina fisiológica, solo diremos dos cosas. 1.ª Que Broussais no pensó que la homeopatía era cosa que el tiempo y los hechos juzgasen, puesto que él la juzgó y bastante severamente. 2.ª que los redactores de la Gaceta homeopática, desconocían el juicio crítico de tan ilustre autor, y todas cuantas injurias dirigieron a Chinchilla se refieren a Broussais, puesto que aquel no hizo sino traducirlo literalmente, siendo de notar que tuvieron la inconcebible e imperdonable arrogancia de contraponer el testimonio de Broussais al de los Sres. Santero y Chinchilla, cuando este último es el mismo Broussais en castellano, y cuanto dijo el Sr. Santero de la homeopatía, es poco en relación a los trozos que acabo de insertar del prudente y reflexivo Broussais.
Antes de terminar este artículo, para dejar por hoy a los ilustrados redactores de la Gaceta homeopática, concluiré copiando otro trozo de su despedida a los suscritores, en que con la misma arrogancia e inexactitud hablan ya de una victoria conseguida, cuando probablemente, si se vuelve a entablar la discusión en la Academia de Esculapio, se les caerá rota y ajada la bandera homeopática, a los concienzudos ataques y demostraciones prácticas que los esperan en dicha Sociedad, por las ilustradas personas que probablemente tomarán parte en esta discusión. Entretanto pasaremos a insertar lo referido, y contestarles como es justo.
En la página 555 se dice. «La Academia de Esculapio puso a discusión pública la homeopatía; volamos en su defensa, sin abandonarnos la esperanza de conseguir la victoria, no porque fiáramos demasiado en nuestras fuerzas, sino porque la lucha era desigual, es decir, que la ventaja estaba de parte nuestra, porque íbamos a defender la verdad pura y radiante de la homeopatía, y a manifestar en toda su fealdad los errores e inconsecuencias de la alopatía. Así es que ninguna objeción de valor se hizo a la homeopatía, que no quedara satisfactoriamente contestada, y todavía ni aun se ha tratado de contestar a los duros pero justos cargos que hicimos a la alopatía.»
Si hubiéramos tenido menos parte en esta cuestión, pudiéramos pasar desapercibida esta graciosa arrogancia; pero habiendo sido uno de los débiles combatientes de la caduca alopatía, no dejaré de contestar a estos señores, rogándoles que sean más modestos en lo sucesivo; pues siendo la cuestión homeopática una cosa pendiente aún de discusión, no ha lugar a decir por quien se declaró la victoria, cuando en realidad solo se rompió el fuego de guerrillas, y en estas no han sido por cierto los más afortunados los homeópatas; con que no hagan lo que el zorro de la fábula para después dar mayor porrazo; y ya que los alópatas callamos hasta vernos de frente con nuestros antagonistas, callen también ellos, que acaso les toca menos que a otros el hablar.
No fueron contestados sus duros pero justos cargos, porque se interpuso el Sr. Hysern, a no ser que los homeópatas crean, que la razón es de último que habla; en cuyo caso la ambigüedad con que se expresó el personaje citado, no es favorable ni a unos ni a otros combatientes; puesto que está en el justo medio, porque si atacó errores a la alopatía, también atacó vigorosamente a algunos principios homeopáticos que, a decir de él, los entendía de diferente modo que los habían explicado los homeópatas.
Concluiré pues manifestando que, aun a pesar de que la Academia no tiene sesiones, y en vista de esa victoria declarada por la homeopatía, yo no tengo cuidado alguno, y antes más bien deseo una polémica para probar que la caduca alopatía puede defenderse muy bien de los duros pero justos cargos que le dirige la homeopatía, (pues no obsta que el señor Hysern y la Gaceta médica sigan la suya) para que VV. SS. redactores entablen una conmigo, más o menos vigorosa según les plazca, porque siempre combato con armas iguales; si dulce y decorosa, bien; si fuerte y enérgica, tampoco la reúso, y entonces el público médico juzgará de nuestra polémica y del valor relativo de una y otra escuela, rechazando siempre el público que no es médico, pues siempre es vulgo, por muy ilustrado que en otras materias pudiera ser.
Finalmente, creo haber probado convenientemente 1.° que la opinión de Broussais no era expectante, relativamente a la homeopatía, sino vigorosa y afirmativa, porque la juzgó. 2.° Que los redactores de la Gaceta homeopática no conocían esta opinión, pues sino, en lugar de impugnar a Chinchilla lo hubieran hecho a Broussais. 3.° Que en la Academia de Esculapio está pendiente la cuestión homeopática, y escritos los discursos; que la victoria no está declarada, (aunque nosotros creemos vencer) pero no aseguramos como los homeópatas haber vencido; cuando lo hayamos hecho, así lo manifestaremos. 4.° Que en prueba de no darnos por vencidos, a pesar de no haber discusiones en la Academia, no por eso reusamos la polémica por escrito para defender la alopatía, sino que en ello tendremos el mayor placer.
Soy de V. V. S. S. redactores S. S. Q. B. S. M.
Ildefonso Martínez Fernández.
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{1} Todo está traducido literalmente de Broussais, del tomo 3.° de su Examen de las doctrinas médicas, desde la página 120 a la 125. Nada ha añadido chinchilla en las págians citadas: nada, absolutamente.
{2} ¿Que importa que Bichat hubiese nacido después que Hahnemann, para que este se hubiese adherido a las doctrinas del ilustre restaurador de la anatomía? Si Hahnemann no le siguió, no es por eso menos cierto que Bichat se había conquistado un nombre, cuando Hahnemann para nadie era conocido, sino para Huffeland y algún otro de sus compatricios. (I. M.)
{3} ¿Por qué Srs. homeópatas no copiaron esto de que la homeopatía era una quimera? ¡Ah! No les convenía a Vds. y por eso callaron; ¿será ignorancia o mala fe? No sabemos: el público juzgará.
{4} Esto es diferente de lo que quieren los homeópatas, porque Broussais, aunque desconfiaba de las pruebas, a ellas sin embargo se atendría para fallar dicho sistema; de consiguiente, cuando le juzgó claro es porque vio la falacia de las experiencias; sino no se concibe que Broussais soltase esas prendas para después contradecirse juzgándolas.
{5} ¿Qué tal, era empírico o no, quién desconocía las leyes de la revulsión? Claro es que para Broussais lo era Hahnemann.
{6} Eso hacen los homeópatas españoles también y no escasamente, y muy en especial los homeópatas de más asegurada reputación, ¿Y esto es obrar con arreglo a Hahnemann? No ciertamente, pero ¿qué importan las inconsecuencias para ciertas gentes? Nada.
{7} Es mucho lo que la homeopatía ha adelantado la toxicología, v. g. que la manzanilla tiene por antídotos el café crudo, el haba de San Ignacio y el acónito. ¿Qué tal? Una sustancia inocente tiene por antídotos dos venenos, es a cuanto puede llegar el delirio de una cabeza sistemática.