Filosofía en español 
Filosofía en español


[ Ildefonso Martínez Fernández ]

Sección Científica

De la revacunación

La ciencia médica, no tanto consiste en conocer sus leyes, como en saber las excepciones.
(Vicente Ferrer Gorraiz, Juicio sobre la inoculación.)

 

Al escribir este artículo científico tenemos muy presentes las palabras del famoso D. Manuel Gutiérrez de los Ríos, a saber: «La filosofía de la cama de los enfermos no está escrita; ningún enfermo se cura con lo que traen los libros. Hay un cierto Duende en la cama del enfermo, que jamás lo ha descubierto, ni descubrirá el ergotismo de las escuelas.» Y si esto es indudablemente cierto tratándose de las enfermedades que atacan a corto número de individuos, es decir, de las afecciones esporádicas, ¡con cuánto más fundamento debe decirse de las enfermedades en que reside un quid divinum al decir de Hipócrates! Sugiérenos estas reflexiones la frecuencia con que en la presente estación se ven atacados de viruelas personas de todos estados y condiciones, de diversas edades y con circunstancias que otro tiempo se miraban como infalibles para la preservación de esta tan conocida enfermedad. Era una opinión casi unánimemente seguida por los prácticos la de que la vacuna tenía una segura preservación contra las viruelas, y multitud de observaciones hechas con fino criterio y exactitud parecían apoyar estas ideas, sin que ninguno se atreviese a combatirlas de frente y sin que los hechos viniesen a desmentir una doctrina fundada en la razón y la experiencia; pero hace algún tiempo se han elevado dudas acerca de la virtud preservativa de la vacuna, se han presentado hechos en confirmación de estas dudas, y cosa natural, se han dado explicaciones más o menos satisfactorias, más o menos ingeniosas, pero igualmente impotentes aun, para resolver este difícil problema de medicina práctica. Nosotros que deseamos por interés de la ciencia y la humanidad la resolución de esta cuestión práctica, que llama hoy la atención de los cuerpos científicos europeos, vamos a exponer nuestras ideas sobre el particular, vamos a manifestar nuestras dudas y ¡ojalá pudiéramos fijar esta cuestión trascendental! Nuestro objeto, pues, será presentar la cuestión bajo cierto punto de vista, proponer cuestiones y dudas, no resolver, porque ni nuestra práctica, ni nuestros conocimientos los creemos suficientes para decidir semejante cuestión; conocemos nuestras fuerzas y no queremos volar por los espacios de las conjeturas, sino de la duda filosófica, porque tenemos presente el dicho siguiente: la ciencia aguarda, la ignorancia afirma o niega.

1.ª Cuestión. ¿Es en tiempos ordinarios preservativa la vacuna de las viruelas? He aquí una cuestión fácil de resolver en nuestro dictamen: la vacuna ha sido mirada como un seguro preservativo no solo por Jenner sino por todos los buenos observadores; multitud de casos, numerosísimos hechos han venido a poner de manifiesto que en épocas normales, fuera de las epidemias, es preservativa la vacuna de las viruelas, y aún más, que sujetos vacunados tampoco se contagiaron en las epidemias; luego parece indudable que la vacuna tiene una acción preservativa de la viruelas: 1.° porque en el sujeto vacunado no aparecieron viruelas: 2.° porque aún en época de epidemia no se contagió.

Es verdad que a esto se contesta: hay una multitud de casos en que sujetos vacunados han padecido las viruelas esporádicamente, y muchísimos más aún que las hayan tenido en época de epidemias, luego la vacuna no preserva de las viruelas 1.° porque esporádicamente las padecen sujetos vacunados 2.° porque las padecen muchos más cuando reina una epidemia.

Unas y otras conclusiones aparecen a primera vista lógicas y severamente deducidas de los hechos; pero no hay medio, o las unas son verdaderas y las otras son falsas, o ambas son falsas a la vez, y en este caso poco o nada podremos hacer en beneficio de la ciencia. Sin embargo tomémonos la molestia de analizarlas separadamente, antes de fallar de ese modo, y deduzcamos consecuencias. De que un sujeto vacunado no contraiga las viruelas ni siendo esporádicas, ni en tiempos de epidemias, no se puede deducir la propiedad preservativa de la vacuna; porque existen muchos hechos que prueban la inoportunidad de ciertas disposiciones orgánicas para recibir la acción del contagio, aún en el centro de los fomes; luego bien pudiera suceder que los hechos aducidos en favor de la virtud preservativa de la vacuna, fuesen organizaciones refractorias a las viruelas, y en ese caso a Dios la virtud de la vacuna. Fácil es sin embargo contestar a este modo de discurrir; pues cuando la regla general es afectarse por los contagios, y la excepción es librarse, bien ridícula sería la regla general que encerrase en sí más excepciones, que número de hechos que confirmasen su principio; luego si hechos numerosísimos demuestran que ya esporádica o epidémicamente es mayor el número de vacunados que se libran, que no los que se afectan, claramente se deduce que la vacuna es preservativa; y a posteriori resulta otra consecuencia, a saber: que si se preservan muchos individuos vacunados es porque la vacuna es legítima, de buena calidad.

De que padezcan viruelas ya esporádicas, ya epidémicas, los sujetos vacunados, no debe en nuestro en tender deducirse que la vacuna no es preservativa, por varias razones: 1.° porque la vacuna no siempre es legítima, y de consiguiente pueden y deben llamarse vacunados muchos individuos, sin que en realidad lo estén, por mala calidad de la vacuna, y de consiguiente aunque vacunados en apariencia, no están vacunados esencialmente, y en este caso pudiera ser tanto el número, que se tratase de destruir un preservativo, por la mala aplicación de él: 2.° porque nadie ha dicho, ni podía afirmar de un modo absoluto, que la vacuna preservase siempre de la viruela, cuando ni aún éstas, es decir, ni las inoculadas o artificiales ni las naturales preservan de un modo absoluto, toda vez que Sydenham, Baglivio, Van-Swieten y los mejores observadores, han visto a varios individuos que pasaron dos y tres veces la viruelas; luego estos principios no se oponen a la virtud preservativa de la vacuna.

Y aun cuando realimente se opusiesen a la preservación ¿sábese hasta que época dura esa acción preservativa?, Ciertamente que no, y por esto los partidarios de la revacunación tienen en su apoyo no solo los hechos sino también la ciencia. Fundados en el movimiento de composición y descomposición del organismo, no es extraño que defiendan que debe llegar una época en que la vacuna no se encuentre en el cuerpo, y de consiguiente que renovada en su totalidad la economía, presente una organización virgen para recibir la viruela. Sea como quiera, de los hechos aducidos por unos y por otros, nos parece que si bien la duda es la que existe en el día, aun en nuestro entender tienen más ventajas los que sostienen la virtud preservativa de la vacuna, que los que la quieren reducir casi a la nada; porque si bien es cierto que las viruelas atacan a sujetos vacunados, también lo es que no se tienen todas las precauciones debidas para tener una sea de mala calidad, además de que está probado que ni aún la viruela sirve para preservar de la enfermedad, pues existen bastantes hechos en contra, de donde resulta: 1.° Que en medio de la duda llevan la ventaja los que sostienen las ideas de Jenner: 2.° Que los que son atacados de viruelas, siendo vacunados con vacuna legítima, no padecen ni con tanta intensidad, ni son tan peligrosos los accidentes, y 3.° que aunque así sucediese alguna vez, la excepción no destruye la regla, toda vez que aún se han notado ejemplos de ser atacados de esta enfermedad sujetos que la habían padecido una y dos veces.

2.ª Cuestión. ¿Pueden presentarse epidemias de viruelas, que por su intensidad no perdonen ni aún a los vacunados? Esta cuestión es de las más difíciles de medicina práctica; pero si atendemos a un estudio demasiadamente olvidado en nuestros días, y sobrado necesario a pesar de nuestro descuido, acaso hallemos en él un manantial fecundo en que pudiéramos encontrar la razón y causa de las alteraciones habidas, relativamente a la preservación de la viruela. Este estudio es el de las constituciones médicas, ese estudio tan atendido por Sydenham, Stoll y Baillon; y en efecto ¿no nos dicen estos observadores que unas mismas enfermedades, se presentan diferentemente, siguen un curso diverso, y aún cambian de naturaleza, si es cierto el principio natura morborum curationes ostendunt? Y si esto sucede con la curación ¿quién puede asegurarnos que no haya cambiado la naturaleza epidémica de la viruela, la constitución médica misma, y no sirva la vacuna? Mas detenimiento se necesita del que a primera vista se ofrece, para resolver esta dificilísima cuestión; nosotros únicamente la anunciamos, dejando la resolución de ella a los sabios médicos, que de esta cuestión se ocupan en la actualidad. Sin embargo, pensamos que esta cuestión más bien afecta al modo particular de curación que la esencia de la enfermedad; porque en efecto, si esta cambiase de hecho la enfermedad sería diversa enteramente; pero aún con todo eso, sería aún posible el caso supuesto de atacar con tal virulencia una epidemia, que no solo no perdonase ni aun a los vacunados, sino ni a los que una vez hubiesen pasado semejante enfermedad.

3.ª Cuestión. ¿Es útil la revacunación como pretenden muchos? Nosotros, que nos hemos inclinado a creer más bien la virtud de la vacuna que su inutilidad, no tenemos inconveniente en defender la revacunación, en virtud de las razones alegadas, es decir, de la renovación casi total que experimenta el cuerpo al cabo de algunos años, y nosotros que defendemos el interés de la vacuna, no seremos tan inconsecuentes que no admitamos la revacunación, como un medio a propósito para prevenir mayores males, tanto más, cuanto que es una precaución que nada tiene de mala en sí misma, y es fácil y tolerable al individuo.

4.ª Cuestión. ¿Es útil lo inoculación de la viruela en caso de epidemia? Nosotros creemos que no es útil la inoculación, aun en el caso de una epidemia de viruelas, y nos fundamos para creerlo así, en el principio médico de: quidquid recipitur ad modum, recipiendum recipitur, es decir, que pudiendo uno librarse con alguna probabilidad, ¿a qué exponerse a un mal cierto por uno dudoso? Cierto que es el mayor absurdo, y no valga decir que siendo benigna la viruela del que se toma el pus, así lo será el que se produzca en el inoculado; pues llevamos dicho que cada uno recibe a su modo, y elabora la enfermedad, de consiguiente pudiéndose librar ¿a qué entregar el cuerpo a un mal seguro? Esto prescindiendo de los inconvenientes de la inoculación, tan conocidos de todos los buenos prácticos.

En resumen, pues, de este artículo creemos: 1.° que lo más útil es proporcionarse buena vacuna; pues si esta es de mala calidad, tanto vale vacunar como nada. 2°. Que siempre que podamos no inocularemos; para evitar un mal próximo, no daremos uno real. 3.° Que en medio de las dudas que se ofrecen nos inclinamos en favor de la vacuna, y 4.° Que si bien los vacunados no se libran de las viruelas, las tienen con menos fuerza y peligro.