Filosofía en español 
Filosofía en español


[ Julián Sanz del Río ]

Biografías

La biografía de un individuo no interesa de ordinario y no debe interesar sino dentro del inmediato círculo de aquellos entre quienes ha vivido y ante los cuales ha dado testimonio de sí y de sus obras. Por esto es fundado el pensar, que las biografías individuales extranjeras solo en muy contados casos pueden ser leídas con vivo interés y merecen ser conocidas en países extraños a aquellos en que vivieron y en cuyo beneficio influyeron de alguna manera, porque muy pocos son los individuos cuya importancia ha podido extenderse mas allá de los límites de su nación.

Mas hay casos excepcionales de esta regla, o mejor dicho, el espíritu de la misma regla indica que aquellos hombres señalados que han consagrado sus fuerzas y sus trabajos a intereses generales humanos, sean en cierto modo adoptados, y su memoria sea reconocida sin distinción de límites de nacionalidad en todos aquellos pueblos que de una manera más o menos directa, pero demostrada, han recibido la influencia de los primeros. Tales hombres se han ganado con buen derecho una carta de ciudadanía en toda la esfera de civilización para cuyo beneficio han efectivamente vivido y obrado; son aquellos pocos escogidos que pertenecen a la ciudad universal humana.

Pero el derecho a semejante adopción y naturalización lo han de fundar ellos mismos con sus obras, sin que importe, por lo demás, cual sea la naturaleza particular de estas, ya sean religiosas, o científicas, o morales, o artísticas. ¿Es por ventura menos ciudadano de la ciudad europea el inventor de la imprenta, que el fundador del sistema del equilibrio político? ¿o lo es menos el Ticiano o Murillo que Carlos V? ¿menos Descartes y Newton que Napoleón?

La ciencia y la filosofía han dado también en estos últimos siglos algunos de estos principales ciudadanos entre los mejores, y el tiempo que ahora adelanta más sus horas que en las pasadas épocas, no ha tardado mucho, para fallar un primer juicio sobre aquellos. Nosotros tenemos en el momento presente dos entre los demás en la esfera de la ciencia, acerca de cuyas obras hemos podido alcanzar algún conocimiento; y no en verdad como si por esto pensáramos que sean ellos los únicos o los principales que tengan derecho a nuestra memoria y reconocimiento. Semejante juicio ni nos compete fallarlo, ni poseemos los medios para ello; sino porque desde luego hallamos en los escritos que nos han dejado y con que han enriquecido la ciencia, y asimismo en la creciente influencia que de todos lados van adquiriendo sus ideas, el testimonio seguro de que han consagrado su vida a intereses que a todos sin distinción de límites ni de pueblos nos pertenecen en común, y de que han influido pacífica pero eficazmente para un fin general de nuestra civilización. Estos dos hombres que en la esfera de la ciencia pensamos que han merecido como los mejores, son: Manuel Kant y K. Chr. F. Krause. No hablamos ahora de sus escritos, ni de la tendencia general que en ellos reina, puesto que al fin de la noticia biográfica de cada uno de estos dos filósofos, ponemos una nota bibliográfica de sus trabajos literarios, tan completa como la hemos podido recoger. Pero aparte del merecimiento que ya por esto solo han adquirido estos dos maestros a la memoria de todos los amantes de la ciencia, existe bien marcado en la historia de la filosofía moderna el hecho del reconocimiento cada día más general que van ganando las ideas de que aquellos dos grandes profesores dieron la primera voz. No entramos aquí en pormenores para confirmar este hecho, que debe ser manifiesto a todos los que están familiarizados con la historia literaria, y en particular literaria-filosófica de nuestra época. Pero no podemos excusarnos de citar algunos hechos, que aunque particulares, son decisivos por las circunstancias que les han acompañado y que bastan para justificar el fin que ahora nos hemos propuesto.

Por lo que toca a Kant; transcribiremos aquí algunos pasajes notables de uno de sus biógrafos (M. Amand Saintes, Histoire de la Philosophie et de la vie de Kant: Paris, 1844: cap. 15). «Hallamos en efecto que no solamente en filosofía, sino en casi todos los brazos de la ciencia humana la influencia de Kant se hizo sentir decididamente.... Una vez que sus ideas fueron mejor comprendidas, y se hizo de ellas el asunto de una polémica viva y general, amigos y enemigos se sintieron comúnmente dominados por el nuevo espíritu, y aun muchos de los que hacían apariencia de combatirlas, ayudaron no obstante a su propagación por los homenajes indirectos que se hallaban forzados a hacerles... Esta filosofía se infiltró en la vida alemana, y durante medio siglo ha reinado de hecho, sin que las pretensiones contrarias hayan podido oponerle otra cosa que impotentes protestas... No es posible dejar de reparar como este grande hombre ha forzado a los más grandes poetas y jurisconsultos de su país a inspirarse de las santas leyes de la moral y del derecho natural, para elevar la dignidad del hombre y dar a las instituciones sociales bases reconocidas por la razón.

Después de haber mostrado el biógrafo la influencia que Kant ejerció sobre los dos primeros poetas alemanes Goethe y Schiller, y anudando el tema de la relación de esta filosofía crítica con la reforma de la ciencia del Derecho, se expresa en estos términos: «Antes de nuestro filósofo el estudio del Derecho no había sido por cierto descuidado en Alemania, y los nombres de Puffendorf y Thomasio son el mejor testimonio de los resultados que escritores eruditos y concienzudos llegaron a obtener en esta parte tan principal de los conocimientos humanos. Pero es menester confesar que ha sido después de Kant y bajo la influencia de sus ideas cuando se ha logrado distinguir con más claridad y seguridad en el Derecho el elemento racional del elemento histórico, que se ha hecho pasar el segundo por la piedra de toque del primero, y los jurisconsultos distinguidos que han manifestado declaradamente su simpatía hacia el filósofo de Konisberg, como Hufeland, Hoffbauer, Schumann, Feuerbach, Poelitz, Schmelz, Zachariae y otros son un testimonio de la impresión que había hecho el pensamiento de Kant de poner en contraposición el derecho racional y positivo, no para destruir este, sino para mejorarlo gradualmente; y esta idea fue precisamente la que le adquirió partidarios entre los hombres políticos de su país, aquellos principalmente que por convicción y no por prejuicios hereditarios se han opuesto vigorosamente contra toda importación extranjera de constituciones políticas, persuadidos como estaban de que reformas como las que entendía Kant serían más ventajosas y más durables en su cualidad de reformas reales, que si no fuesen más que el resultado de una revolución.»

«Pero fue principalmente en el dominio de la filosofía en el que las ideas de Kant excitaron un movimiento universal y acabaron por hacer una revolución completa. Es curioso leer en las memorias de la literatura contemporánea, las peregrinaciones de numerosas personas que venían a Konisberg con el solo fin de asegurarse con sus propios ojos y con sus oídos si lo que se decía de la universalidad de los conocimientos de Kant igualaba a su penetración en las ciencias filosóficas que eran del especial estudio de los viajeros. Es por ejemplo digno de memoria el célebre filósofo Hamann que manifiesta en su correspondencia literaria con Herder y Jacobi las luchas interiores que tuvo que sufrir su espíritu antes de romper el encanto con que lo tenía ligado la comunicación con el filósofo y la lectura rápida de sus escritos. Observamos en seguida a Fichte que venía a inspirar su espíritu en las lecciones y con el comercio de Kant y a quien poco más adelante hallamos rivalizando en celebridad con su maestro en medio de profesar hacia este el respeto más sincero. Es de notar también Eckard, el cual a pesar de su reputación filosófica, parece reconocer él mismo que no hay otra fuente verdadera de la ciencia sino la filosofía crítica. Notamos en fin los profesores de Halle; Erlangen, Erfurt, Ingolstadt y de Viena, quienes teniendo a su cabeza al filósofo Reinhold proclamaron los principios del criticismo, se declararon sus defensores, señalándolo, repitiendo una expresión de Schiller, como el Evangelio de la época. Fuera de Konisberg las universidades alemanas que más decididamente se declararon por la doctrina del filósofo, fueron Halle y Jena, las cuales la defendían no solo en la cátedra, sino por medio de la prensa en la Gaceta universal fundada en 1785, el Mercurio alemán y la Biblioteca universal.»

Reflexionando en seguida acerca de la propagación de las doctrinas kantianas en las naciones fuera de Alemania, continua el biógrafo de esta manera: «En Inglaterra fue donde pareció primeramente haberse querido establecer la Filosofía crítica, ya sea por medio de la traducción latina que hizo Born de la Crítica de la razón pura, en la cual sin embargo Kant confesaba que no podía reconocer su propia obra, sea por los escritos de Nitsch, de los cuales se lee un pomposo elogio en la Enciclopedia de Londres, sea en fin por la obra de Willich, bien que esta última parece no haber hecho sobre los contemporáneos la misma impresión que la de Nitsch... la Escocia más habituada a la vida interior que favorece el aspecto agreste de sus montañas y sus lagos, comprendió que le iba un interés de honra en no quedar extraña a una filosofía que en alguna manera había sido la madre de uno de sus más ilustres profesores; pero pronto se levantó una cuestión de amor propio nacional, ocupándose principalmente de saber si Reid no había efectivamente seguido la misma marcha que Kant... En cuanto a la Francia las circunstancias eran poco favorables para recibir nuevas doctrinas filosóficas, cuando el nombre de Kant fue conocido por primera vez. Comenzó el primero Carlos Villers por medio de algunos artículos que no hicieron gran sensación; después trabajó el mismo Villers una obra más completa sobre la Filosofía crítica, por la cual se podía bien juzgar de la importancia de un sistema que nada común tenía con los precedentes de la escuela francesa, y apenas si los Cabanis, los Destutt de Tracy y los Laromiguiere se dignaron tomar una ligera noticia de aquel, para tener el gusto de soltar algunas frases satíricas a costa del ilustre profesor... Ni como hubiera podido hallar en el principio favorable acogida en Francia la Filosofía alemana, en una época en que las ciencias morales eran declaradamente reconocidas como un género de mecanismo, y cuando Lalande, este sabio astrónomo que no había sabido leer el nombre de Dios escrito en caracteres de fuego en el firmamento, acusaba a Kant de aspirar con sus ideas de Dios, de libertad y de inmortalidad, a hacernos retroceder a los tiempos en que se creía en quimeras y visiones místicas? Verdad es que Mercier rechazó esta burlesca salida del astrónomo, declarando que nada conocía como la Filosofía de Kant para fundar en el hombre un sólido reconocimiento de todo lo que hay de noble y divino en nuestra naturaleza, con condición, añadía, que no se trate sino de la Filosofía práctica de Kant. Últimamente, después de los trabajos de M. Degerando es debido a M. Cousin que se comience a comprender en Francia la importancia de la revolución filosófica alemana, y aunque todavía hoy no haya llegado a formarse una idea bien precisa de esta ciencia tal como se cultiva del lado allá del Rhin después de cincuenta años, sin embargo, el número ya crecido de jóvenes que se dedican a los estudios especulativos, dando de ello prueba en las varias traducciones que se hacen de las obras de Kant, prueba que el mal encanto se ha roto y que los franceses quieren continuar las tradiciones de Descartes y Mallebranche. La Francia está destinada al mismo tiempo a servir de medio para comunicar a todos los pueblos de la lengua romana el gusto hacia los estudios serios que ennoblece la dignidad del hombre, y que si no ha sido sentido antes y con más frecuencia, ha consistido a veces en la falta de un órgano que lo aproxime a nuestra inteligencia.»

Ved aquí pues harto notables y constantes testimonios que deponen de la importancia de las ideas y de los trabajos científicos de un solo hombre, y que prescindiendo ahora del fondo de estas ideas mismas, sobran para justificar lo que dejamos dicho al principio acerca de Kant. Vengamos ahora a Chr. F. Krause.

Krause pasó la mayor parte de su vida no solo desconocido, sino aun perseguido y acusado por miembros influyentes de una sociedad poderosa en Alemania (la sociedad masónica), la cual nunca pudo olvidar que este filósofo en una de sus obras históricas expuso la verdadera historia de esta sociedad, los vicios de que adolecía y aun los medios para restituirla a la pureza de su fin primitivo, mientras otros profesores de Filosofía a los cuales no era Krause inferior, ocupaban las primeras cátedras de las universidades, y recibían recompensas y honores de todo género, este se hallaba oscurecido, obligado a trabajar sin descanso para atender a sus primeras necesidades, y al mismo tiempo contrariado en sus nobles esfuerzos de trabajar por el progreso de la ciencia y para la ilustración de sus contemporáneos. Y aun casi puede decirse que los testimonios más notables que deponen de la importancia de su sistema científico, se han manifestado fuera de Alemania antes que en Alemania mismo. Citaremos algunos.

Y desde luego se presenta un hecho muy significativo y único en su género, al cual ningún sistema científico moderno se ha sujetado; hablamos de un juicio contradictorio hasta donde semejantes juicios pueden tener lugar en el género de que se trata. Es sabido que las universidades de la Bélgica (Gante y Lieja bajo la dependencia directa del Estado, Lovaina bajo la del Clero, Bruselas de fundación libre y bajo la dependencia del llamado en Bélgica partido liberal), se hallan en cierto grado de mutua emulación y rivalidad, que sin declinar en el extremo dañoso en que suele degenerar semejante estado, es bastante a lo menos para sostener vivo el calor de la vida científica, esforzándose como es natural cada universidad por defender aquel predominante punto de vista en la educación científica que más se conforma a la naturaleza del cuerpo bajo cuya inmediata protección está constituida. Esta emulación tiene un medio natural regularizado por donde manifestarse, que son los concursos solemnes a que de tiempo en tiempo se presentan las cuatro universidades ante un tribunal mixto, optando en competencia los discípulos más aventajados de aquellas a los premios concedidos sobre la mejor solución de cuestiones propuestas de antemano acerca de los diversos ramos de las ciencias. En el concurso correspondiente al año de 1843, fue el tema principal propuesto en Filosofía: investigación acerca del origen de los conocimientos humanos. A la verdad ninguna cuestión se pudiera presentar más capital y que más adentro penetrara en la esfera filosófica, ni que fuera más apropiada para probar en un juicio comparativo de sistemas diferentes el verdadero mérito de cada uno. En esta cuestión el tribunal mixto dio un señalado testimonio en favor de las doctrinas filosóficas de Krause, declarando desempeñado el tema propuesto, con ventaja sobre las demás universidades, por un M. Thibergien discípulo de M. Ahrens que profesaba a la sazón aquella doctrina en la universidad de Bruselas. La solemnidad del concurso, la importancia con que es mirado este juicio por los cuatro primeros cuerpos científicos del país, y hasta la composición y método de proceder que se guarda en el tribunal mixto, dan a este fallo señalado un valor que ningún otro sistema científico puede presentar en su favor en países diferentes a aquel en que ha nacido y dádose primeramente a conocer.

Citaremos otro hecho también muy significativo, para poder juzgar de la influencia que el sistema científico Krause va ganando fuera de Alemania, y que por lo menos es una prueba de la importancia de las ideas que en aquel se desenvuelven. Entre las deducciones de los principios generales de esta filosofía tienen un lugar principal las relativas a la ciencia del derecho. El mismo profesor arriba mencionado, M. Ahrens que es hasta hoy el único representante de estas ideas fuera de Alemania, ha dado a conocer en su Cours de Droit naturel el Sistema del Derecho conforme a aquellos principios, y, lo que no puede menos de llamar la atención en materia que entre las demás partes de la ciencia es en el día la cultivada con más vivo interés y mayor profundidad de miras fuera de Alemania, la obra citada además de tres ediciones francesas y dos italianas{1} ha sido traducida en alemán por Wirk y en español por uno de nuestros más laboriosos jurisconsultos, don Ruperto Navarro Zamorano. Ciertamente tienen mucho ganado en su favor principios que en sus aplicaciones a ciencias de un carácter decididamente práctico como la del derecho, sostienen una prueba tan igual, tan conforme en países diferentes como la que hemos indicado.

Una vez pues justificada nuestra intención, solo nos resta exponer brevemente la Biografía de los dos Filósofos, añadiendo por vía de apéndice una noticia bibliográfica de los escritos que han llegado a nuestro conocimiento tanto los de Kant como los de Krause.

J. Sanz del Río.

——

{1} Los profesores que ya en la cátedra o ya en sus escritos han dado más a conocer el Sistema científico de Krause son, según nuestra noticia, los siguientes: M. Leonhardi, profesor extraordinario de Filosofía en Praga: M. Röder, profesor de Derecho natural y criminal en Heidelberg: M. Lindemann, profesor de Filosofía en Soleure, en Suiza.— En Francia, M. Willm, profesor de Filosofía en Strasburgo: M. Bouchitté, profesor de Historia en Versalles, y M. Duprat en varios artículos acerca de Krause y su Sistema en la Revista independiente.— En Holanda, el Dr. Opzoom y el traductor desconocido de la Psychologia, escrita por el citado profesor de Bruselas M. Ahrens. Al fin de la noticia bibliográfica de los escritos de M. Krause indicaremos las obras que según sabemos se han publicado en el sentido de la doctrina de este filósofo.