Filosofía en español 
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El Tío Camorra

Actos oficiales

Antes de ayer se publicaron oficialmente las disposiciones que tuvo a bien dictar el gobierno, y que insertamos a continuación sin comentarios, por ahora.

Presidencia del Consejo de Ministros.

Usando de la prerrogativa que me compete, con arreglo al artículo 26 de la Constitución, y conformándome con la propuesta de mi consejo de ministros, vengo en decretar lo siguiente:

Artículo único. Se declara terminada la legislatura de 1847.

Dado en palacio a 26 de marzo de 1848.= Rubricado de la real mano.= Refrendado por el presidente del consejo de ministros,

Duque de Valencia.

Conformándome con el parecer de mi consejo de ministros, y en uso de la autorización concedida a mi gobierno por la ley de 14 del presente mes, vengo en decretar lo siguiente:

Artículo único. Se declaran en suspenso en toda la monarquía las garantías que establece el artículo 7.º de la Constitución, con arreglo a lo que se prescribe en el art. 8.º de la misma.

Dado en palacio a 26 de marzo de 1848.= Rubricado de la real mano.= Refrendado por el presidente del consejo de ministros,

Duque de Valencia.

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Ministerio de la Guerra

Real orden.

Debiendo ser juzgados militarmente en consejo de guerra ordinario al tenor de lo dispuesto en la ley de 17 de abril de 1821 los reos de los delitos contra la seguridad del Estado, cometidos esta capital en el día de ayer, se ha servido la reina (que Dios guarde) mandar que inmediatamente nombre V. E. el correspondiente consejo con el expresado fin.

Dios guarde a V. E. muchos años. Madrid 27 de marzo de 1848.= Figueras.= Sr. Capitán general de Castilla la Nueva.

——

Bando.

Don José Fulgosio y Villavicencio, mariscal de campo de los ejércitos, capitán general de Castilla la Nueva, &c. &c. Ordeno y mando:

Art. 1.º Se declara en estado de sitio la capital de la monarquía.

Art. 2.º Los que tengan armas de cualquiera especie y municiones, las entregarán, bajo recibo, en el término de 24 horas en casa del comisario de protección y seguridad pública de su respectivo distrito.

Art. 3.º Los jefes de familia darán parte en igual plazo a los mismos comisarios de las personas que tuvieren en su casa no pertenecientes a su familia, o que carezcan de padrón o pasaporte en regla.

Art. 4.º Se prohíbe toda reunión o grupo en parajes públicos que pase de cinco personas.

Art. 5.º Se prohíbe igualmente el uso de armas de toda especie y el dar cualquiera gritos que perturben el orden.

Art. 6.º Los que de cualquier modo perturben la tranquilidad, y los que contravinieren a lo dispuesto en este bando, serán juzgados por el consejo de guerra permanente como reos de atentado contra el orden público y la seguridad interior del Estado.

Art. 7.º No obstante las anteriores disposiciones, los tribunales ordinarios y demás autoridades continuarán en el libre ejercicio de sus funciones con arreglo a la ley.

Madrid 26 de marzo de 1848.

José Fulgosio.

Núm. 14.– Circular.

Excmo. Sr.: Los perturbadores del orden público han alterado hoy la tranquilidad de ésta capital. El gobierno de S. M. había dictado con anticipación las disposiciones oportunas, y las tropas salieron de los cuarteles ocupando los puntos señalados, y obraron a su tiempo con toda la decisión y disciplina, propias del ejército español; han adquirido una gloria señalada defendiendo el trono, la Constitución del Estado y el orden público. Son las doce de la noche y queda completamente restablecida la tranquilidad, y sin recelo de que vuelva a turbarse. S. M. espera que si hubiese semejante motivo en esa provincia, su guarnición se conducirá como la dignísima de Madrid, y cuenta como siempre con los esfuerzos del distinguido celo de V. E. S. M. me manda decirle a V. E., previniéndole que lo haga saber a los comandantes generales de las provincias dependientes de su mando, y publicarlo en la orden general.

Dios guarde a V. E. muchos años. Madrid 26 de marzo de 1848.

Figueras.

Sr. capitán general de...

——

Excmo. Sr.: Las tropas de la guarnición de Madrid, la guardia civil, los carabineros del reino y los salvaguardias, dieron ayer nueva y brillante prueba de su disciplina y fidelidad a la reina y la Constitución, restableciendo con su decisión el orden público alterado por los conspiradores.

La reina (Q. D. G.), nuevamente satisfecha del desempeño de todos los jefes, oficiales y tropa, me manda que lo manifieste a V. E., para que en su Real nombre les de las gracias, en el concepto de que la Real munificencia recaerá sobre los militares heridos y las familias de los muertos en esta ocasión, y tendrá muy presente el mérito que todos han contraído.

De real orden lo digo a V. E. para los efectos correspondientes. Dios guarde a V. E. muchos años. Madrid 27 de marzo de 1848.

Sr. capitán general de Castilla la Nueva.

Figueras.

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Ministerio de la Gobernación del Reino.

Dirección de gobierno.= Circular.

Después de la salida del correo lograron los revoltosos turbar el orden que hasta hoy se había conservado inalterable. Algunos grupos poco numerosos, compuestos de gente perdida y vagos en su mayor parte, excitados por la bebida y el dinero que se les había repartido, hicieron algunos disparos para alarmar la población. Pero el gobierno, que hace días espiaba sus pasos, estaba sobre aviso y en breves momentos desplegó las fuerzas necesarias para escarmentarlos, dándoles una dura lección que no olvidarán tan pronto. Las tropas de la guarnición se han conducido con un denuedo y bizarría superiores a todo elogio, dando así una nueva prueba de su amor al trono de doña Isabel II, a la Constitución del Estado y al orden público.

El pueblo, que pocas horas antes disfrutaba tranquilamente de los paseos y los placeres a que convidaba el día, se comportó con una sensatez admirable, dejando aislados a los revoltosos, que en pocas horas fueron desalojados de todos los puntos donde se presentaron con pérdida considerable, quedando muchos de ellos en poder de las tropas. Desde las diez de la noche toda la población ha vuelto a su estado habitual de calma, y en esta hora, que son las doce, no queda otro vestigio de esta intentona que el de las desgracias que ha ocasionado. No sería extraño que los enemigos del orden pensasen en reproducir en esa capital las mismas escenas de tumulto y de escándalo. Si así fuese, el gobierno se promete que esas autoridades y el ejército todo sabrán imitar la brillante conducta de esta guarnición, y que el orden se conservará a toda costa, no omitiendo ninguno de cuantos medios estén al alcance de V. S. y de ese comandante general, a quien dará inmediatamente conocimiento de esta comunicación mientras la recibe por su natural conducto.

De real orden lo digo a V. S. para su inteligencia y efectos consiguientes. Dios guarde a V. S. muchos años. Madrid 26 de marzo de 1848.

Sartorius.

Sr. jefe político de...

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Real orden.

Alterado hoy el orden público en la capital, el gobierno ha tenido la satisfacción de verlo completamente restablecido al cabo de pocas horas. Durante ellas V. E. y todos los dependientes de este ministerio han cumplido con su deber.

La guardia civil, los salvaguardias, los empleados de protección y seguridad pública, todos han sido dignos émulos de la bizarra guarnición, cuya lealtad y decisión exceden a todo encarecimiento. S. M. me manda de a V. E. y a sus subordinados las gracias en su real nombre por tan noble y digna conducta, y que le encargue proponer a su real consideración las recompensas a que aquellos se hayan hecho acreedores.

De real orden lo digo a V. E., para su satisfacción y efectos consiguientes. Madrid 26 de marzo de 1848.

Sartorius.

Señor jefe político de Madrid.

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Ministerio de Hacienda.

Excmo. Sr.: La reina nuestra señora ha tenido a bien mandar que V. E. de las gracias en su real nombre a la fuerza de carabineros de su digno mando en esta capital por la disciplina, la lealtad y el valor con que en el día de hoy han contribuido con las tropas de la guarnición a la defensa de la causa del trono, de la libertad y el orden público; siendo su real ánimo conceder las recompensas especiales a que se hubieren hecho acreedores los que han tenido más ocasión de distinguirse en estas circunstancias.

De real orden lo digo a V. E. para su conocimiento y efectos correspondientes.

Dios guarde a V. E. muchos años. Madrid 26 de marzo de 1848.

Beltrán de Lis.

Señor inspector general de carabineros.

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Ayer martes muy temprano aparecieron en las esquinas de Madrid dos papeles, que también insertaremos sin comentarios, por ahora; son los siguientes:

Presidencia del Consejo de Ministros

Excmo. Sr.: Una turba de sediciosos y conspiradores alteró en la noche de ayer la tranquilidad pública; amenazando las fortunas y comprometiendo las vidas de los pacíficos ciudadanos que reposaban tranquilos bajo la salvaguardia de la ley y de las autoridades constituidas.

Estos forajidos, sin grito ni bandera, han sacrificado a los defensores del trono y de la constitución, y han sido causa de que corriese la sangre de hombres, tal vez alucinados, cuyas fuerzas debían ser mas útiles a la patria. Su derrota, aunque cubierta con las tinieblas de la noche, ha sido el gloriosísimo fruto del valor sereno de la fuerza armada y de la cooperación activa e imponente de la población de Madrid: su triunfo hubiera sido por el contrario el de las pasiones más abominables, el pillaje, la venganza y el asesinato.

Así lo comprendió fácilmente el vecindario todo de la corte, cuando cerrando sus puertas a los amotinados, y repeliendo sus violencias, abrió y franqueó sus casas a cuantos en nombre de la ley se presentaban a sus umbrales; así lo acreditó, aun a riesgo de sus vidas, cuando un considerable número de personas acomodadas acudió a ofrecer su cooperación a las autoridades constituidas.

Digna es por tanto la población de Madrid de la gratitud de España entera por haberla salvado de un escándalo vergonzoso, y por haber contribuido tan eficazmente a la defensa de los más sagrados intereses de la sociedad.

El gobierno, al proclamarlo así, y al presentar como modelo a los pueblos civilizados, cumple con un deber honroso y grato, pudiendo añadir que confía en ella para mantener el sosiego público, y estar segura por su parte de que todas las autoridades, firmes en su resolución de conservar, no ya solamente el trono y la Constitución, sino el orden social mismo, amenazado en sus fundamentos; fuertes con la lealtad y adhesión de la fuerza armada, y más fuertes aún con la justicia de su causa, están resueltas a acreditar que son leales guardas de tan altos intereses y dignas de presidir a un pueblo tan noble.

De real orden lo digo a V. E. por acuerdo del consejo de ministros para su inteligencia y conocimiento del leal vecindario de esta benemérita capital. Dios guarde a V. E. muchos años. Madrid, 27 de marzo de 1848.– El duque de Valencia.– Sr. jefe político de la provincia de Madrid.

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Bando.

Don José Fulgosio y Villavicencio, mariscal de campo de los ejércitos, capitán general de Castilla la Nueva, &c. &c., ordeno y mando:

Art. 1.º Todos los jefes y oficiales de reemplazo y los retirados que no tengan su retiro para Madrid, se presentarán en el término de 48 horas, que concluirán pasado mañana a las cinco de la tarde, en el cuartel llamado de Guardias de Corps, donde recibirán órdenes que tengo que comunicarles.

Art. 2.º Si alguno dejare de verificarlo será juzgado por el consejo de guerra permanente.

Madrid 27 de marzo de 1848.– Fulgosio.

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Sucesos del día 26

Los periódicos liberales tienen que referirse estos días a los diarios moderados en los detalles de la revolución del domingo. Por esta razón es excusado que la nación recurra a la prensa periódica para formarse una idea exacta de las ocurrencias que han tenido lugar en Madrid. El Tío Camorra, que no es de mejor condición que sus hermanos y correligionarios, mira con mucho respeto la actitud del gobierno, y no puede resolverse a dar una relación de los sucesos con la imparcialidad que exige la historia, porque esto sería algo peligroso, atendidas estas dos poderosas razones que expone a la consideración del pueblo: «Las garantías individuales se han suspendido en toda la nación. La capital de España se ha declarado en estado de sitio.»

El Tío Camorra se ve en la tristísima necesidad de referirse tambien a los periódicos moderados en la descripción de los sucesos para no exponerse a un percance, no porque el ciudadano de Torrelodones se propusiera excitar a la alarma o a la rebelión, sino porque en la situación excepcional del país, ignora hasta dónde se extienden las facultades de la imprenta, ya reducidas a su más simple expresión antes de las últimas disposiciones dictatoriales que acaba de adoptar el gobierno.

El Tío Camorra no cree necesario justificar su silencio; pero desea que sus numerosos suscritores tengan en cuenta la posición del redactor que tiene que mirar por los intereses de una empresa y la conservación de un periódico destinado a la enseñanza de los buenos principios, y al mantenimiento del espíritu liberal del partido a que tanto mas se gloria de pertenecer, cuanto mayores sean los infortunios que le amenacen y los peligros que tenga que arrostrar. Si solo se había de tener en cuenta el riesgo personal provocando las iras del bando moderado, el redactor del Tío Camorra no vacilaría un momento en usar el lenguaje franco que supo emplear en los últimos días aciagos de 1843.

El Tío Camorra espera saber qué conducta se propone seguir el gobierno con los periódicos liberales, para en el caso de que aquel respete las garantías de la imprenta contenida en los límites de la justicia y de la circunspección, referir las ocurrencias que han tenido lugar en la noche del domingo, durante seis horas de un combate obstinado y sangriento.

El Tío Camorra ha visto lo que dicen los periódicos moderados y puede asegurar que no están conformes en los pormenores de la lucha con las relaciones que circulan con más visos de verdad. El Faro habla como puede hacerlo un papel que se halla redactado por los Mones, Pidales y González Brabos; El Heraldo como parte demasiado interesada en desfigurar los hechos; El Popular no merece siquiera el honor de la atención que se presta a toda publicación por apasionada y ruin que sea; y el único papel moderado que menos dista de la verdad en el fondo, y que más dignamente en el lenguaje sabe llenar los deberes que la gravedad de las circunstancias impone a todo publicista, es El Español, que su suplemento del lunes 27 contiene el artículo siguiente:

Ocurrencias de la capital

Nadie hubiera creído al pasear por las calles de Madrid ayer de mañana, al observar la concurrencia y animación que reinaba en todos los paseos, que este mismo pueblo hubiera de ser a las pocas horas teatro de las desagradables y sangrientas escenas que tuvieron lugar después de las cinco de la tarde.

Vamos a dar cuenta a nuestros lectores de estos desgraciados sucesos sin ningún género de comentario, absteniéndonos de decir otra cosa que la que se nos ha referido en los momentos mismos del conflicto, todo lo que hemos logrado saber acerca de hechos cuya existencia nadie ha ignorado, pero cuyos pormenores y detalles se pierden todavía entre la variedad de las noticias y la confusión y el terror que trastornan e inquietan los ánimos.

Desde muy temprano la tropa estaba sobre las armas, y anunciábase que a las dos de la tarde iba a estallar una revolución.

Parece que a las cinco de la tarde apareció en la plaza de la Cebada un grupo de gente armada compuesto de unos 500 paisanos dando voces de viva la libertad, viva Isabel II, viva el pueblo soberano, mueran los tiranos. En aquel mismo instante resonaban gritos de viva la milicia, viva la república, en el Prado y en otros puntos de la población que encendieron la alarma, y obligaron al gobierno, después de inútiles intimaciones del cuerpo de salvaguardias y demás agentes de seguridad, a poner en movimiento la tropa en dirección a los puestos que ocupaban los amotinados.

Al acercarse un batallón a la plaza de la Cebada, dícese que fue recibido por un fuego graneado de parte de los sublevados, lo que motivó algunas cargas que no fueron sin embargo suficientes a dispersar completamente a los paisanos. Esparcidos estos en distintas direcciones por el fuego de la tropa, derramáronse hacia la plaza del Progreso, plaza Mayor, y la de Santa Ana.

En todos estos puntos había ya otros muchos grupos de gente armada que parecía aguardaban solo la señal convenida. Alentados con el refuerzo de los dispersos, bajaron hasta la puerta del Sol, donde también hicieron algunos disparos contra la tropa. Un batallón de zapadores, los hizo replegarse a la Carrera de S. Gerónimo. Guarecidos allí con una barricada que formaron con el empedrado de la misma calle, sostuvieron un fuego vivísimo por algunos momentos. Unos y otros dicen que se batieron con el mayor valor, hasta que la tropa deshizo la barricada, y siguió haciéndolos recular hasta las bocas calles del Príncipe y Ancha de Peligros. Asegúrase que los amotinados se hicieron fuertes en la casa de la tertulia del 18 de julio, sita en la carrera de S. Gerónimo, la que fue tomada por el mismo batallón de zapadores, haciendo presas a unas 18 personas que encontraron en ella.

El fuego continuó muy sostenido por la calle del Príncipe, hasta que al cabo la tropa logró dispersar a los paisanos con varias descargas.

A las nueve de la noche todavía se oían frecuentes disparos hacia la plaza de la Cebada. El paisanaje, apoderado de los cajones de madera, se defendía de la tropa con mucha obstinación.

Inútil es decir que en toda esta refriega ha habido infinitas desgracias. Es innumerable el número de los heridos, y aunque se sabe que ha habido muchos muertos, no podemos asegurar cuál será el número. Pasan de 300 las prisiones hechas; infinitas patrullas recorren las calles, y desde las once de la noche el orden queda restablecido. El gobierno ha tomado muchas precauciones, y por el momento no creemos probable la reproducción de estos tristes acontecimientos.