[ Juan Martínez Villergas ]
A las víctimas de
El Dos de Mayo
¿Qué era, decidme, la nación que un día
Reina del mundo proclamó el destino,
La que a todas las zonas extendía
Su cetro de oro y su blasón divino?
Quintana.
¡Salud ilustres manes! vuestros gritos
aun resuenan de España en la memoria:
menguados sean y de Dios malditos
los que envidiar no sepan vuestra gloria.
Si algunos renegados
en la avaricia impúdica anegados
vuestras sombras insultan, el castigo
sufran de su insolencia,
vivan ricos, contentos y halagados,
recojan de los déspotas la herencia,
medren de sus bajezas al abrigo,
mas no obtengan jamás vuestra clemencia.
—¡No! —Ya lo sé que alzando vuestra losa
oigo el eco partir, hermanos míos;
a la idea ominosa
de otorgar el perdón a los impíos
conmuévense los héroes en la tumba;
y, los gritos de muerte y de venganza,
derramando do quier el viento zumba.
Sí, sí, bramando el viento
vuestras palabras oigo en este día,
que con lúgubre acento
vuestro heroísmo a la nación envía.
—«La gloria es justo premio a los leales;
la tumba es de los héroes digno templo.
Solo temen morir los criminales;
imitad el valor de los mortales
que a Europa dimos de firmeza ejemplo.
Si otro Murat el porvenir reserva
que atar quiera con hierros vuestras manos,
un grito es suficiente, ciudadanos,
para humillar a la servil caterva:
¡Antes morir que consentir tiranos!»
Al grito salvador los castellanos
volarán al combate, los pendones [148]
tremolando con ira, en patrio fuego
inflamados sus bravos corazones.
Con ímpetu guerrero
correrán a la muerte o a la victoria:
no habrá entonces segundo ni primero,
igual será el ardor, común la gloria,
y el tierno niño y el inerte anciano,
prorrumpiendo en acentos de venganza,
sabrán a un tiempo con potente mano
blandir el sable y manejar la lanza.
Tristes y avergonzados
los que a España calumnien insolentes
humillar pretendiendo vuestras frentes
y acudiendo a la muerte y al despojo,
verán lanzando de la guerra el rayo
cuánto puede en su cólera y su enojo
la soberbia nación del Dos de Mayo!
Sí, ciudadanos, si la aciaga suerte
quiere imponeros la fatal sentencia,
triunfad o sucumbid con pecho fuerte,
que es gloriosa la muerte
lidiando por la santa independencia.
Recordad en el campo de batalla
los héroes mil de la sin par Castilla.
Pronunciad con acentos de entusiasmo
los nombres de Juan Brabo y de Padilla,
y mitigad el ímpetu tremendo
del Cid que a España con los ojos fijos
quizá os maldiga en su furor creyendo
llenos de afrenta a sus cobardes hijos…
Mas no; vosotros a la lid corriendo,
y odiando a los cobardes y traidores,
podréis, el pecho rebosando saña,
con Quintana decir «La heroica España
de entre el estrago universal y horrores
levanta la cabeza ensangrentada,
y vencedora de su mal destino
vuelve a dar a la tierra amedrentada
su cetro de oro y su blasón divino.»
[ Salvada la errata advertida en El Tío Camorra, paliza 37, Madrid 10 de mayo de 1848, página 173: ]
P.D. Ya habrá usted visto la garrafal errata que salió en la anterior paliza. Vería usted empezar la composición al Dos de Mayo con este pésimo verso: “Salud ilustres víctimas, vuestros gritos.” No crea usted que D. Juan de la Pilindrica tiene tan mala oreja, pues él mismo me ha encargado que donde dice víctimas lea manes, con lo cual comprenderá usted la alteración que había sufrido el endecasílabo. Debe pues decir “Salud ilustres manes, vuestros gritos.” Disimule usted que le ponga la posdata en prosa, pues francamente, todavía no he aprendido a escribir posdatas en verso.