Buenas Letras
Filósofos españoles
Diego Álvarez
Diego Álvarez, contra el doctor Huarte en Córdoba, 1578. Es un precioso M. S. de la indicada fecha, y tiene por portada la que encabeza este artículo: no se sabe nada de la personalidad de este autor, más que lo que él nos dice en el final de su obra, y por más diligencias que hizo mi difunto amigo D. Bartolomé José Gallardo, no pudo puntualizar más acerca de tan insigne, cuanto precoz ingenio.
La obra tiene por título el siguiente:
«Animadversión y emienda de algunas cosas que se deben corregir en el libro que se intitula Examen de ingenios del Dr. Juan Huarte de San Juan… En Córdoba en el mes de febrero año 1578, y de mi edad a los veinte y uno dios, en el curso cuarto de teología.»
Como es consiguiente no tiene aprobaciones, consta de 77 folios de letra menuda y muy legible, y se sabe que se le mandó al Dr. Huarte, puesto que dicho autor hizo las correcciones que Diego Álvarez le indicaba.
He aquí el extracto curiosísimo de esta animadversión: «Prólogo. No fue mi ánimo (doctísimo y sapientísimo Dr.) emprender esta obra tanto con ánimo de reprehensión de lo que con señalado ingenio acabasteis, pues conocéis bien cuanto mi ánimo os sea benévolo: cuanto con deseo que perfeccionéis una cosa tan excelente avisando de aquellas cosas, que eran mal recibidas y reprendidas de todos, las cuales os quitaban más honra que os daban las demás bien dichas.»
Añade que no son reparos de necios: «pero los que hacen más hincapié en ellos son los ingeniosos, los sabios, los doctos y de grandísima sabiduría, tanto que algunos les ha venido pensamiento de ponerse a contradecirlas. Lo que si hicieran después de vos muerto cuando no tuviesen quien defendiese vuestra parte, sin duda ninguna ellos se llevarán el alabanza del libro cogiendo fruto suave de vuestro trabajo, y a vos dejarán perpetua deshonra por vuestro atrevimiento. De suerte que el acordarse entonces de vos que fuisteis su autor inventor sería para vituperaros, para reprenderos, para calumniaros, para finalmente desterraros de la buena memoria de los hombres, y si alguna quedase de vos sería la que tuvo Heróstrato por haber quemado el templo de Diana Ephesia. Esto no lo debéis de tener por burla, pues es de prudentes en caso de poner remedio especialmente en caso tan grave, no mirar tanto lo que será como lo que puede ser. Servirán, pues, mis débiles argumentos de llamar a la puerta de vuestro subido ingenio, la cual abierta y mirado más despacio este negocio nos dejéis el libro de tal suerte que sabios e idiotas no tengan que reparar en él. Y no os sea molesto mudar parecer pues demás que no sería tanto mudarlo cuanto acomodarse a nuestro poco caudal: mostraríades más subido ingenio, principalmente poniendo como ponéis por la más cierta señal del más acicalado ingenio de todos el tener humildad.
Recibid esto como de amigo, que más vale que yo me atreva como tal, que no otro como enemigo. Y entiendo que es cosa tan fácil con la doctrina común y vulgar salvar todas vuestras conclusiones, que con mi pobre ingenio me atrevería a hacerlo.»
Cerca del proemio primero. «Dice muy bien Huarte con la vulgar sentencia que cada uno se debe entremeter en sola su arte, y dejar las demás. Lo cual debe advertir para después; porque no se espante si le reprendiéremos porque se entremete en otras que la suya, como en metafísica y principalmente en teología.» Añade: «que el A. se equivoca en decir que ninguno puede saber dos artes con perfección, pues él ha conocido algunos que sabían dos, tres o cuatro ciencias perfectamente y eran grandes hombres sin tener las señales que el A. pone en el capítulo penúltimo, que son los que exceptúa; y aunque fuese verdad por ser el entendimiento potencia finita y limitada, cosas hay que pueden aprenderse aunque aparezcan repugnantes o que rechacen. Dicen que no es verdad que faltando el ingenio para una facultad no se salga con ella, pues el cuidado y aplicación lo consiguen (aunque no perfectamente) de lo cual es confirmación Baldo, pues sabía medicina aunque no con perfección, porque no hay hombre que no tenga memoria, imaginativa y entendimiento, luego no hay hombre que no pueda saber las ciencias que corresponden a estas diferencias de ingenios, aunque no con tanta perfección.»
Cerca del segundo proemio. Vuelve a insistir Álvarez en que hay personas que tienen dos o más ciencias en España y demás países: sus argumentos, si bien deducidos de teología y contra Huarte, es negar el poder que este A. supone en la creación en el Hacedor; pues decir que Salomón cuando recibió la sabiduría estaba durmiendo, el sueño, según Huarte, pende de humedad, y esta no es de ingenio exquisito, sino la sequedad, luego no le dio Dios tanta sabiduría como si estuviese despierto, lo cual decir es disparate, luego concluyese de todo lo dicho que Dios no tiene necesariamente cuenta con el natural para dar estas ciencias. Siendo las ciencias que Dios infunde cualidades espirituales que se sujetan en el ánima sin pasar primero por el coladero del celebro, luego siendo el alma invariable en su sustancia bien pudo Dios infundir ciencia sin haber disposición por parte del celebro; pues esto solo debe entenderse de las adquiridas, porque se adquieren por actos, los cuales no pueden hacerse sin fantasmas necesariamente (en cualquier opinión) ora haya órgano corporal, ora no se requiere la disposición del celebro. Las ciencias infusas son gracia de Dios y las puede dar antes, juntamente o después, con o sin disposición: 1.º no diferenció Huarte unas de otras. 2.º no comprende los milagros, porque no se necesita disposición, pues son gratis data, por gracia de Dios, sin nuestro merecimiento. 3.º los infinitos mártires, mil doncellicas que sin saber aturdieron sus verdugos ¿tenían por ventura humedad, sequedad o calor en el celebro? Y lo mismo los pescadores rudos, esto es, los Apóstoles, especialmente de Pablo a quien llamaban Pablo el simple, y sin embargo fue tan grande. 4.º Quiere Huarte que Dios dé tal organización para tal ciencia y tal ciencia para tal organización, esto es, una pura logomaquia, de modo que no tiene más gloria por tener mejor natural, sino porque el que tiene mejor natural es ayudado de Dios con más particular socorro, todo lo cual depende de la pura voluntad de Dios, y así concluyo con avisarle tractent fabrilia fabri.
Cerca del 1.º y 2.º capítulo. «No hay que notar porque habla muy bien y supongo lo que en ellos dice; pues aunque atribuye mucho a la habilidad no por eso excluye el estudio, diligencia, mirar libros, ejercitarse, tener buenos maestros, &c. Siente Álvarez que vaya Huarte contra Aristóteles, pues solo una vez dice que tiene razón, y además siendo el ídolo de todas las universidades y comentado por teólogos y grandes personas y sabias que sería necesaria deshacer todos los libros que han escrito los doctores y componer otros en su lugar. «Digo esto para que no entienda nadie ni piense ganar honra contradiciendo a Aristóteles, pero alcanzarala mucha y muy grande gloria quien empleare su buen ingenio en defender su doctrina.»
Cerca del capítulo 3.º De los hombres de excesiva cabeza dice Huarte que son unos asnos, y los de regular son más prudentes: «y yo tengo notados muchos de muy grandes cabezas que son unos gentiles asnos, aunque tienen un género de memoria extraño. Y en la fisonomía de Aristóteles se dice lo contrario, que los de gran cabeza son prudentes y los de chica asnos.» Impugna Álvarez a Galeno y a Huarte porque dicen que los brutos tienen razón, y al último porque cree que el entendimiento está ligado a órgano corporal, y finalmente, «pues no admite a Aristóteles para decir verdades no le admita para las falsedades.» Cree que tiene razón Huarte cuando impugna a Aristóteles que el corazón no es el órgano de la ánima racional, sino que por los espíritus vitales da vigor al cerebro, y lo prueba con dichos figurados de las escrituras, pero no impugna a Huarte.
Cerca del capítulo 4.º Impugna Álvarez a Huarte, en la opinión que este admite de que teniendo el celebro bien templado y disposición para una ciencia repentinamente y sin haberla aprendido se sabe, y le contraría diciendo: «1.º En cinco mil años que van de mundo nadie vio semejante hombre como le pinta el doctor: 2.º ¿Para qué es tomarse el trabajo de ausentarse de su casa, desterrarse de su patria, quitarse de su contento, gastar la salud y la vida y sufrir tanta pena como tiene el estudio si se puede alcanzar el saber sin todo esto? 3.º Para conseguir memoria , dormir, pues el sueño da humedad y esta engendra memoria, con que para aprender, tumbarse a la bartola y dejarse de revolver libros: 4.º Los poetas no deben trabajar ni estudiar, ni pasar la vida trabajando, porque la sequedad produce entendimiento, este es contrario a la imaginativa, y el poeta la necesita, luego no hay que hacer nada de eso y únicamente beber vino, calentarse en alguna buena chimenea el celebro para adquirir el calor que pide la imaginativa para hacer versos. 5.º No se ha visto hasta ahora hombre extremado sin alguna facultad que no le haya costado mucho trabajo. 6.º Porque la compañía de Jesús no es áspera religión, que comen carne, visten fiemo, duermen en camas, no se levantan a maitines, no tienen obligación de coro, ni aspereza de penitencias como en otras religiones; pues el cuidado que tienen de su salud es grandísimo, y con todo eso les vemos flacos y que por maravilla llega uno a viejo, todos enfermos y llenos de achaques; y lo que es mas de advertir, que entre ellos los más hábiles están más enfermos, cada día vienen a parar en éticos… y en otras religiones más ásperas comiendo mal, levantándose a maitines, teniendo coro, están como gatos de refectorio y lo mismo acaesce en las universidades, que los más hábiles vienen a perder totalmente la salud, porque unos y otros trabajan mucho en las letras, y es malo para la salud según lo muestra la experiencia. 7.º Ninguna cosa imagina la imaginativa, recuerda la memoria, ni entiende el entendimiento sin que primero se revista en alguno de los cinco sentidos, Nihil est in intellectu quin prius fuerit in sensu. 8.º O nuestro saber es solamente acordarse, lo cual el mismo Huarte reprueba, e como los ángeles naturaliter inditas, lo cual es mayor disparate, pues casi todos sabríamos igualmente, o las diferencias de ingenios serían haber recibido más o menos especies inditas y no a tener tal o cual temperamento. 9.º No teniendo especies ni la memoria ni la imaginativa, no puede el entendimiento conocer de lo que no ha visto u oído, pues esta es la ley universal del género humano. 10. Cuando Huarte compuso este libro tenía caliente la imaginativa, porque fue tanta la invención que salió ficción: estaba cierto entonces para componer libros de caballerías o fábulas; lo cual si hiciera nos diera gusto, y nos quitara el disgusto y trabajo de impugnarle. Mas como el que las dice no es evangelista ni sumo pontífice, no cometeremos mucho delito en no darles fé.»
«Holgárame, añade, que cosas tan particulares y tan encumbradas que no las podemos alcanzar, no se mostrára tan liberal en comunicarlas tan liberalmente a todos: pues fue frustáneo su trabajo: guardáralas para sí solo, que como solo las pudo inventar, solo las puede entender. Yo desde aquí le doy mi palabra que si esto emmienda, de serle no ya impugnador sino defensor, estudiando, y meditando para ello de día y de noche como al presente lo soy de la doctrina que se pone desde el capítulo octavo en adelante, y en el capítulo segundo y tercero.»
El doctor Huarte dice: que el sentido conoce lo singular, el entendimiento lo universal, p. 8 primero: añade, se ha de registrar en la aduana de los sentidos p. 8 y Platón meum scire est solum reminisci p. 9. En cuanto a los casos particulares dice que es solo por haberlos escuchado y la memoria traerlos a cuento; pero Álvarez replica que no basta tener tal natural, que es necesaria de todo punto la educación. Es contundente toda esta polémica y muy filosófica: desgraciadamente en las dos terceras partes de este capítulo cuarto no se habla más que del demonio y del alma, del hombre sobre quien es más sabio, pero por esta muestra se ve que Álvarez era hombre de entendimiento claro y despejado.
(Se concluirá.)
Filósofos españoles
Diego Álvarez
(Conclusión.)
Cerca del capítulo 5.º En dicho capítulo dice Huarte que el entendimiento tiene órgano corporal contra el sentir de todos los teólogos, y añade Álvarez que eso lo hizo sin duda para probar su ingenio, no por sentirlo; pero que lo enmendará en la segunda edición, lo cual le agradecería él mucho. Esta opinión, añade Álvarez, ha sido la de Empédocles, Homero y Anaxágoras, por lo que contra ellos, más bien que contra el doctor, irá la crítica.
Veamos sus fundamentos: 1.º Porque sin admitir este órgano corporal no puede haber examen de ingenios: 2.º Porque en los grandes estudios y contemplaciones duele la cabeza, especialmente en la parte delantera, luego señal es que está allí el órgano del entendimiento, pues del mucho ver duelen los ojos, del oír los oídos, lo mismo sucederá del entendimiento: 3.º Porque pensar que el alma pueda obrar sin órgano corporal, es contra filosofía: 4.º La sequedad es causa de mucho entendimiento según sus autores: 5.º Si el entendimiento estuviese apartado del cuerpo y no tuviese que ver con el calor, sequedad, humedad y otras influencias, se seguiría que todos los hombres tendrían igual entendimiento, esto no es, luego el entendimiento tiene potencia orgánica mejor dispuesta en unos que en otros, y de aquí la diferencia de ingenios: 6.º El perderse a veces el entendimiento y quedar ilesas la memoria e imaginativa, lo cual no acaecería si el entendimiento no tuviera órgano corporado como las demás potencias.
Defiende Álvarez a Aristóteles, y contesta a estas opiniones con los argumentos siguientes: 1.º De la doctrina de Huarte se seguiría que los brutos animales tendrían entendimiento, teniendo como tienen el celebro organizado como los hombres, luego conviniendo en instrumentos convendrán en operaciones, y por lo tanto tendrán alma inmaterial e inmortal: 2.º Se le olvidó en la clasificación la voluntad para el órgano corporal, porque el ánima no puede obrar sin órgano corporal, luego pues el querer es obra del ánima, ha menester también órgano corporal, principalmente porque el entendimiento es luz y guía de la voluntad, ¿dónde está este órgano? No en el celebro, donde solamente hay cuatro senos, los tres para las diferencias de ingenios, y el cuarto para los espíritus vitales; y como no se puede confundir la voluntad con el apetito sensitivo, que lo que uno quiere no gusta al otro, y lo mismo del entendimiento porque se quiere o no, pero no se conoce, ni tampoco decir son solo una potencia en diversos tiempos, pues en un mismo instante no se pueden producir diferentes actos, luego dar a uno órgano y no darle a la otra es inconsecuencia, porque las razones que favorecen al uno, concluyen en la otra, luego no es verdad que el ánima en el cuerpo no puede obrar sin órgano corporal: 3.º El entendimiento no es sustancia, sino accidente y cualidad, porque si fuera sustancia no pudiera estar en órgano corporal, porque el ser del accidente es estar en su sujeto, cuanto que toma de él su ser, y supuesto que como accidente ha de estar unido al órgano corporal, no se podrá separar de él, y se separa claramente cuando muere el hombre; se deduce que no le llevará allá con él, pues si son accidentes del cuerpo se quedarán acá con el órgano corporal, como mi blancura con mi cuerpo, y no irá con el alma. De donde se concluye que siendo el alma inmortal y espiritual y sus potencias solas son espirituales también y no deben sufrir modificaciones corporales, porque siendo el alma la que da ser a estas potencias, y siendo ella espiritual, también lo serán las potencias que de ella emanan, de consiguiente el entendimiento que es una de las potencias del alma no puede tener órgano corporal, sino objeto espiritual: 4.º Si fuera lo que dice Huarte, no se necesitaría de universales, que son los que dan el entendimiento, porque siendo esta potencia orgánica era inútil, pues la imaginativa nos suministra los singulares y los universales, no pueden partir de potencia orgánica, sino espiritual, por ser ellos espirituales e inmateriales que no pueden entrar en el órgano, ni menos en el entendimiento que obra por el órgano, y así la generalidad de una razón a todos los hombres, es ser el hombre racional: 5.º Supuesto el órgano material para el entendimiento quería saber Álvarez como el entendimiento según esta sentencia, podía tener reflexión sobre sí mismo (cosa que nadie duda) pues por tener los sentidos órganos corporales no pueden volver sobre sí, y si el entendimiento ¿por qué esta diferencia? siendo así que esta es la única que nos separa de los brutos animales, porque si el entendimiento tiene órgano corporal, estará sujeto como los demás órganos al cuerpo y en nada nos diferenciaremos de los animales: 6.º Admitida la doctrina de Huarte habría que reformar el catecismo, pues cuando dice son tres las potencias del alma, memoria, entendimiento y voluntad; porque si fuera órgano corporal, serían cuatro, imaginativa &c., y como de otra parte nada dijo de la voluntad queda en esta parte concluido: porque la memoria que aquí se dice es la intelectiva, no la sensitiva, la que no tiene órgano según la iglesia.
A los cargos de Huarte contesta 1.º que los animales racionales no son iguales en su esencia, sino más o menos perfectos, y de consiguiente las potencias. 2.º La estimativa que es orgánica es quien da perfección al entendimiento. 3.º Este obra mejor o peor según que los órganos de la imaginativa están mejor templados y cuando sus cualidades no exceden unas a otras. (Esto es mudar la cuestión y aun eludirla!), pero en habiendo destemplanza de cualidades, entonces el entendimiento anda desbaratado. Así que si hay mucha sequedad es la imaginativa, si humedad la memoria, si templanza el entendimiento, y esta es también la común y vulgar opinión de los doctos.» Trae Álvarez nueve diferencias de ingenios en todo muy semejantes a las de Huarte (especialmente en las que admite en las ediciones expurgadas).
De todo esto concluye: «que el entendimiento y la imaginativa no se contradicen, pues no hay entendimiento que espante que no tenga mucha imaginativa, y en esta faltan, los que no alcanzan tanto entendimiento, porque la invención y buena aprehensión son las dos cosas que hacen a los hombres muy sabios, y nacen principalmente de la buena imaginativa.» Esto lo confirma con añadir – «pero porque no es mi intención dar doctrina de nuevo, sino defender la que el doctor da, no me detengo y por lo tanto digo: 1.º Que se puede salvar sin dar órgano corporal al entendimiento, según la doctrina de las otras potencias y las cuatro calidades. 2.º Que si duele en la parte delantera, es porque allí están los órganos de la imaginativa, memoria y estimativa, cuyas otras se requieren para que pueda entender el entendimiento tenga propio órgano corporal. 3.º Que no es contra filosofía decir que no tenga el entendimiento órgano corporal, pues lo hemos probado; porque basta tener órganos mediante los cuales el alma obra, y así el entendimiento no puede obrar mientras esté en el cuerpo sin la intervención de la imaginativa, estimativa y memoria que le suministran las fantasmas. 4.º No han querido decir Platón y Aristóteles ser la sequedad su órgano, sino que para buen entendimiento conviene la sequedad. 5.º Que únicamente se entiende que las diferencias dependen de los dichos órganos corporales de memoria, estimativa e imaginativa. 6.º A la pérdida del entendimiento quedando imaginativa y memoria solo prueba que es diferente el entendimiento, pende de la alteración de las precedentes potencias orgánicas, y no de su órgano corporal, porque el entendimiento no le tiene: pierde el juicio y la elección libre, y muchas veces no le queda la indiferencia de la razón para que pueda juzgar esto o aquello, y por eso decimos: no que ha perdido el entendimiento, sino el juicio; porque juicio denota aquella indiferencia y libertad. (Lo que si hiciere el quitar como órgano corporal el entendimiento) dejará un libro grato y agradable a todos, por condescender con todos, y más se emplearán entonces en admirar y alabar su grande ingenio, que en impugnar su doctrina. A que los hombres de mucha memoria no sirven para escribir arguye Álvarez, que si para escribir historias, juntar las reglas de un arte para recopilar sentencias sobre un asunto dado: hacer índices, contar antigüedades, pues suelen ser muy provechosos a los hombres de gran entendimiento.»
Cerca del capítulo 6.º Dice: «que las cuatro celdas que hay son para el sentido común, imaginativa, memoria y estimativa, quitando al entendimiento el órgano corporal que le da Huarte y quitando los espíritus animales que Álvarez coloca en las venas del celebro. El sentido común tiene las cualidades en cierta templanza: la imaginativa tiene el calor; la memoria humedad; la estimativa sequedad; pues como el sentido común tiene que recibir las cualidades de todos los sentidos tiene que tener la conveniente templanza para conseguirlo.» En este capítulo casi conviene en tono con Huarte, únicamente discute un poco acerca del temperamento sanguíneo.
Cerca del capítulo 7.º «Todos los antiguos excepto los epicúreos creyeron que el alma era inmortal e incorruptible con solo la luz natural, así Platón, Aristóteles, Pitágoras y los egipcios; Ovidio, Heródoto y Salustio, y casi todos pusieron premio y pena después de esta vida; pena para los malos y premio para los buenos, pues tenían sus campos Elíseos así poetas como oradores e historiadores. Sócrates según Platón se dio con gusto a la muerte, sabiendo que si su cuerpo moría su alma sería inmortal. Catón, Lucano, Séneca y Cicerón y otros así lo creen entre los romanos y los moros, judíos, alárabes y aun los indios (americanos) así lo profesan, luego, se prueba que por razones naturales se puede llegar a conocer esta verdad de que el ánima racional es inmortal. Únicamente los epicúreos que no creyendo ni en Dios ni en el alma, asemejaron el hombre a los brutos y como estos pusieron la felicidad en el deleite, y quitaron la esperanza de obrar bien en esta vida para premio de la otra, ¿porque quién habría que quisiese dejar los deleites y seguir los trabajos grandes que se padecen en la vida según razón? Y es tan cierto esto que los santos se han valido de solo razones naturales para probarlo a los gentiles, como Santo Tomás, san Anastasio y S. Pedro contra Simón Mago, y así los Apóstoles no comenzaban diciendo: –Sabed que el ánima es inmortal, sino que lo suponían como cosa admitida de todos, y si lo decían, era para la gente vulgar a fin de que tuviesen certidumbre de esta verdad.» Sigue probando con argumentos la inmortalidad del alma contra Huarte, en el modo de decir, no en la opinión, pues aquel no dice sea mortal. En resumen, Huarte quiere decir que no tiene ciencia ni demostración de la inmortalidad del alma, sino que la certidumbre infalible de esta verdad le proviene de la fe, lo cual, dice Álvarez, yo bien creo que será así, porque para tener ciencia, no basta la demostración.» Es muy larga y curiosa la impugnación de todos los puntos de este capítulo, y sigue Álvarez la autoridad de la iglesia, y de los santos padres.
Cerca del capítulo 8.º «De aquí adelante, añade, no hay que dificultar sino admirar su grande ingenio y la habilidad grande de donde manó una tan nueva, tan excelente, tan perfecta, tan necesaria obra como es la que contiene en los capítulos que quedan: no es menester que yo alabe a quien la compuso porque no parezca adulación, basta que acerca de todos los que yo sé haya encarecido tanto su valor, en los que lo leen y en conversaciones, que soy tenido por sospechoso que la afición me hace dar más alabanzas que las que algunos piensan que merece.» Le declara su victoria: «si se explica, declara y enmienda en los lugares que le lleva criticados, y si me he descomedido en palabras se dé el perdón a mi poco saber, y a la pasión que por ventura abré tenido, la cual, como dicen, ciega razón, que mi voluntad y deseo no es de impugnarle, sino de servirle, y así mi deseo es que se lleve él la honra de su trabajo, pues la merece y que no se la hurte otro: porque he sabido que hay algunas personas de mucha autoridad y fama que emprenden de impugnarle, poniéndole notas, lo cual causaría gran escándalo en el vulgo. Así que entienda que lo que hasta aquí he hecho ha sido con celo de su amistad.»
Cerca de los capítulos 9 y 10. En el noveno está conforme con su doctrina y en el décimo defiende a Aristóteles sobre algunos puntos que le impugna Huarte; pero no es muy fundamental la diferencia, de modo que conviene en el fondo, sino en la forma.
Cerca del capítulo 11. «Es tan buena la doctrina que da desde el octavo que parece que no compuso los siete capítulos primeros o que Huarte no es autor de los restantes, en los cuales enmienda o por mejor decir, explica algunas cosas que por habernos hecho dificultad impugnamos más arriba, por lo que haremos un análisis razonado y no una impugnación.»
Cerca de los capítulos 12 y 13. En el doce aclara Álvarez algunas de las preguntas de Huarte y defiende a Aristóteles. En el trece contesta a la pregunta de: –«¿por qué son más ricos los malos que los buenos? Da la razón justa Huarte, porque los malos por cualquier modo quieren riquezas y los buenos y justos no; pues más quieren ser pobres y justos, que no injustos y ricos. Para ser uno rico, añade, decía un caballero español se necesitaba tener dos pocos, poca conciencia y poca largueza, dos muchos, mucha codicia y mucha diligencia.
Defiende Álvarez los premios de primero, segundo y tercero, y se funda en los siguientes principios: 1.º porque están aprobados por las universidades y éstas por los pontífices. 2.º porque alientan a la emulación y quitan la holganza y donde los hay como en Alcalá de Henares salen los mejores estudiantes aunque entre Salamanca. 3.º porque así se trabajaría con más ánimo como sucede en la milicia y no se agostarían muchos ingenios por falta de premio y estímulo al mérito, pues difícilmente se mueve el hombre a trabajar sin interés. 4.º porque de este modo se dan a conocer los ingenios y quienes le tienen quieren las universidades que de los otros no se les da nada; y también porque los rudos pueden evitar esa deshonra (si deshonra se puede llamar ser vencido del que notoriamente es más aventajado) porque en su mano está no ponerse a competir con los que notoriamente les son superiores, pues que depende de su voluntad. 5.º Así como se dan las prebendas ¿porqué no los grados? no hay pues inconveniente en que el más ingenioso saque el primer grado por no ser más que el premio de sus excelencias naturales; porque eso sería deshacer el orden del universo, porque más se estima lo bueno que lo malo, lo fuerte que lo flaco, lo hermoso que lo feo, y así en las damas cosas.
Cerca del capítulo 14.º Habla Álvarez contra Huarte cuanto este asegura que es imposible sin la gracia obrar algún acto cuando le contraria la carne. «Ahora bien, esta sentencia es obscura, porque quita la libertad al hombre, y si fuera así, quedando el hombre en su juicio, no pecara aunque admitiera alguna cosa mala; porque a donde hay necesidad no hay libertad y donde no hay libertad no hay pecado, como tienen por cierto todos los teólogos y santos. Y aunque no es de creer que el doctor quiso defender esto, pero a lo menos sus palabras lo dan a entender, porque parece que pone la necesidad, en que las cualidades de las potencias inferiores son superiores a las cualidades de las potencias supremas, entendimiento y voluntad, y la causa del error nace de haber dado al entendimiento órgano corporal. El sentido que pienso es el del doctor es que el que tiene una vehemente pasión alguna vez se dejará vencer y no le resistirá mucho tiempo sino es que tenga particular socorro de Dios: pues es bastante contra todas las pasiones por vehementes que sean, como dicen los filósofos morales teólogos y santos.
Cerca del capítulo 15 y último de este libro. Defiende a las mujeres contra Huarte, diciendo: «Yo he sabido y visto mujeres de singular discreción, de gran gobierno, prudencia, y que pudieran muy bien gobernar, no digo una república, pero un reino: y esto sé y supe que era común opinión de cuantos tenían noticia de ellas.
Especialmente en Granada vi una que me tornó loco; y aunque yo por fama tenía grande opinión de ella, me pareció después que era aire para lo que vi. Porque parecía milagro que una mujer religiosa y encerrada en su casa, sin tratar ni comunicar con cuasi nadie, no le tocasen en cosa, ora fuese de galas, de trajes, de ciencias, de casos de conciencia, de negocios de hacienda y de república que no diese tan buena razón, como si toda su vida se obiese ocupado en aquello y así un hermano suyo, veinte y cuatro de aquella ciudad no hacía cosa, en cosa de república sin su consejo. Pues en hablar usaba unos términos tan galanos y tan latinos que parecía que se había dado muy de propósito a la latinidad, y en toda su vida no había aun sabido a musa, ni salido cuasi de casa, porque se había criado toda su vida con grande recogimiento y santidad desde muy niña. Y otras infinitas he visto, y oído que le tornaran loco si las oyera hablar con la gravedad y prudencia que hablan y dan consejos. De la Reyna Doña Isabel se sabe que con ser el Rey D. Fernando un marido tan sabio y discreto como era, no le hacía a ella ventaja y era muy diestra mañosa y prudente en gobernar que él. Y otras infinitas que pudiera traer.» Trae en seguida un catálogo de mujeres célebres, entre las que figura la mujer de Lucano, y dice que si las enseñasen sabrían ciencias si se diesen a su estudio; pero como no se osa por indecencia y peligro que corre su honestidad, no es mucho que no sepan.» En lo restante del capítulo defiende la Astrología, diciendo que es ciencia útil si no se abusa de ella. Impugna a Huarte sobre el poder de la imaginativa en la generación y semejanza de los hijos con los padres; pero no lo hace con calor, como quien conoce la razón; pero que Huarte no debía ser tan exclusivo.
Respecto a la educación de los niños dice Álvarez que las doctrinas de Huarte son las de Aristóteles, y que uno y otro tienen razón; pero en cuanto a Jesucristo, respecto a su ciencia infusa, no está Huarte atinado, y es contra los teólogos por haber hecho al entendimiento el tener potencia orgánica; pero en todo lo demás está conforme con el doctor.
Termina este MS. en la página 77 vuelta, diciendo: «Últimamente acerca de este libro al cual mediante el divino favor avemos dado ya fin, le encargo mucho que en la segunda edición haga índice; porque es muy necesario por ser los capítulos tan largos. Si fuere servido que yo le haga avíseme. Y con esto me perdone si en algo me he descomedido en todo el discurso pasado, porque mi ánimo no es de enojarle sino servirle, acusándole las cosas en que reparan comúnmente que son las que he notado y así no he querido dar cuenta de esto a nadie, sino que de el a mi solas se comunique: para que si se aceptara mi voluntad y tuviera efecto mi deseo que es que su libro sea agradable a todos: y no sea frustáneo mi trabajo: si no me sucediere así, a lo menos yo quedaré satisfecho con haber hecho lo que debo a cristiano y buen amigo. Vale… Laus Deo in Eternum. Diego Álvarez.»
Este es el raro MS. que he visto y extractado en la Biblioteca de la Alberquilla de mi amigo D. Bartolomé Gallardo cuyo precio es incalificable, y por él se viene en conocimiento de los hechos siguientes: 1.º que Diego Álvarez quiso entenderse con Huarte aisladamente para prevenirle persecuciones: 2.º que pudo tanto con el A. cuanto que este modificó su libro en los capítulos criticados: 3.º que el original que se mandó a Huarte quizá sea el mismo que poseía mi amigo Gallardo: 4.º que se puso índice como Álvarez quería y quizá le hizo el mismo como se lo ruega al A.»
Últimamente, esta noticia rara y peregrina como todas las que tenía mi difunto amigo Gallardo, prueba a la faz de la Europa entera que en España los conocimientos filosóficos estaban tan adelantados en el siglo XVI como en los países más cultos del mundo civilizado, y que si para los afrancesados eruditos a la violeta, no existen españoles dignos de renombre y gloria, es porque no los conocen ni se toman la molestia de exhumar nuestras glorias literarias; creyendo yo por el contrario que el ingenio español ha levantado más monumentos que otro alguno para ser considerado como privilegiado entre los sabios que nos precedieron.