Filosofía en español 
Filosofía en español


Alejandro Magariños Cervantes

[ El oriente y el occidente ]

Revista política y literaria. Primera quincena de octubre

Exterior. El sultán después de oír la opinión de sus ministros y del gran consejo o asamblea nacional, convocada al efecto en Constantinopla, ha decidido declarar la guerra a la Rusia, si en el preciso y perentorio término de cuatro semanas no evacua los principados del Danubio.

Sobran motivos para creer que el sultán ha adoptado esta heroica resolución contra el consejo de sus aliados; y que estos se ven comprometidos mas allá de lo que se habían imaginado en un principio. En el estado a que han llegado las cosas, será muy difícil, en efecto, que logren circunscribir el fuego o apagarlo antes de que haga serios progresos.

La Sublime Puerta, al recoger el guante que le ha arrojado la Rusia, ha previsto y acepta de antemano todas las contingencias de la lucha.

Cansada de notas y protocolos, asegúrase que había pedido a los embajadores de Inglaterra y Francia la retirada de sus buques de guerra, declarando que si bien el concurso de las potencias extranjeras no le era indiferente, prescindiría de él, resuelta como estaba, à vencer o morir con las armas en la mano.

Planteada la cuestión en este terreno, se comprende perfectamente que a menos que el autócrata no retroceda, la guerra es inevitable. Una nueva conferencia no baria mas que aplazarla; y es claro que la Rusia se prestará a ella, porque, como observa el Morning-Herald, consentirá en negociar hasta que la conferencia haya durado mas que el concilio de Trento, durante el cual cuatro papas han tenido tiempo de morir. A la Francia y a la Inglaterra les toca ver si este juego les conviene.

Recordemos lo que pasó en Viena : la conferencia tuvo que resolver algunas dificultades de distinta naturaleza; dificultades que abordó unas en pos de otras con el poco acierto que los resultados patentizan.

La primera consistió en la redacción de la nota primitiva; la segunda en [98] las modificaciones hechas por el diván, y la tercera en las interpretaciones que la Rusia ha declarado querer dar a esta nota, y que cambiaban su sentido y objeto.

Ella, sin embargo, favorecía ostensiblemente las intenciones de la Rusia , y por eso la aceptó sin vacilar; pero la Turquía propuso hacerte algunas modificaciones en el mismo sentido de los principios de la conferencia y que han sido aprobadas por ésta. Entonces la Rusia no contenta con desechar las modificaciones propuestas, manifestó por un despacho, en que establece los motivos de su negativa, que había comprendido dicha nota en un sentido muy diverso al que le hablan dado sus redactores.

Así el emperador moscovita, después de haber violado los tratados invadiendo y apoderándose de la Moldo-Valaquia, ha hecho casi imposible todo avenimiento, pacifico con sus desmanes, con sus desaciertos y tiránicas exigencias.

Los despachos enviados a la Rusia por los gabinetes de las Tullerías y San James prueban sobradamente cuan injustas eran sus peticiones al sultán; y su alevoso proceder demuestra que la cuestión religiosa no ha sido mas que un pretexto para llevar adelante sus planes usurpadores.

El tratado de 1841 impone a Francia y a la Inglaterra la obligación de intervenir siempre que peligre la independencia y la integridad de la Turquía.

¿De qué manera se verificará esta intervención?... Hay quien cree que, a pesar de todo lo que se dice, estas dos poderosas naciones se limitarán a desempeñar el papel de los padrinos de un duelo a primera sangre. Se supone que apenas haya un encuentro entre turcos y rusos, declararán que está el honor satisfecho y ordenarán a los contrarios que se abracen.

Otros opinan que la fuerza inevitable de las cosas, obligará a la Francia o Inglaterra a renunciar al triste papel de meros espectadores de una lucha desigual e indigna por parte del mas fuerte. Si vis pacem para bellum, dice un adagio latino. Su actitud enérgica y decidida, su apoyo franco y sin restricciones al sultán, es lo único que puede salvar en estos momentos la paz europea y la dignidad, el honor e intereses de la Turquía, y los suyos propios gravemente comprometidos por la terquedad y la ambición de la Rusia.

De ese modo, y aprovechando las circunstancias materiales que se oponen a una colisión inmediata, tal vez el czar preste oídos a los consejos de la razón. La diplomacia siempre propicia e indulgente con los grandes perturbadores del orden, se apresurara a tenderle una mano amiga.

La época lluviosa en que entramos hará probablemente imposibles, durante el invierno las operaciones militares, sea del lado ruso, sea del lado del ejército turco; las parles beligerantes se verán condenadas a una inacción completa: si en es'.e intervalo los plenipotenciarios reciben las instrucciones necesarias para ponerse de acuerdo, acabarán ciertamente por encontrar una fórmula definitiva y de una resolución pacifica, aunque no de naturaleza a satisfacer todas las pretensiones que ha originado este enfadoso e interminable debate.

En el fondo, ninguno de los gabinetes desea la guerra; la Rusia únicamente la quisiera en la hipótesis inadmisible de que la dejasen medirse sola con la Turquía. Aliada esta a la Francia e Inglaterra, su triunfo es infalible. En cuanto a la Inglaterra y la Francia, es notorio su anhelo por conservar la paz; aman demasiado su prosperidad material: son dos hermosos navíos que navegan viento en popa, henchidos de las riquezas que van recogiendo por todo el mundo, y comprenden que al primer cañonazo, tendrán que arrojar al mar una parle de su valioso cargamento. Este sacrificio es muy duro en los tiempos de hierro que alcanzamos.

Los monarcas de Prusia y Austria tampoco quieren la guerra: el primero sabe [99] lo que le aguarda después de haber faltado deslealmente a lodos sus compromisos con la Alemania liberal e inteligente; y el segundo, aunque profese vivas simpatías por el czar, a quien debe la sumisión de sus vasallos sublevados en época no muy lejana, no ignora que la Hungría, la Italia y la Galitzia abominan el yugo y la centralización imperial. La primera explosión de la guerra, cualquiera que sea su causa, cualquiera que sea su fin, levantará en armas a toda la Europa revolucionaria, y como observa el Times, la parle mas volcánica' de esta pertenece al imperio austríaco.

Se ve, por lo tanto, que ninguno de los gobiernos empeñados en la cuestión de Oriente puede desear la guerra, y que todos, excepto la Rusia, la aceptarán en caso que estalle, como una triste y dolorosa necesidad.

Llegado ese caso, el sentimiento nacional en Francia e Inglaterra dominará al interés, y franceses e ingleses entrarán en la lucha con el patriotismo , con el arrojo y energía que los caracteriza, defendiendo a la vez su honor, sus principios y su fortuna. Los compromisos anteriores, las simpatías y la nulidad del absolutismo podrán acaso reunir en una sola falange mas larde o mas temprano, al ejercito ruso, austríaco y prusiano. Por una parle combatirán las dos primeras naciones europeas y los pueblos oprimidos, sus naturales aliados; por otra los partidarios del absolutismo. Ni en inteligencia, ni en recursos, ni en número, son estos superiores a aquellos. Plantear de este modo el problema es resolverlo.

La opinión pública se ha pronunciado unánimemente contra la Rusia, donde quiera que se permite juzgar libremente sus actos vandálicos. Lo mismo en Inglaterra que en Francia, lo mismo en España que en el Piamonte, lo mismo en Bélgica que en Suiza.

Pero en ninguna parle como en Inglaterra, que en esta ocasión, como en otras tantas, ha sabido elevarse a la altura de la situación y de los deberes que le impone su rango y sus antecedentes políticos.

Allí se comprende que el gobierno tiene el imperioso deber de permitir que llegue hasta sus oídos el eco de la opinión pública : allí saben, gobernantes y gobernados, que el poder que intente ahogar la voz del pueblo para que no se oiga, o luchar contra sus inspiraciones, se expone a inmensos peligros, y acabaría por caer anonadado bajo la animadversión y el desprecio universal.

Tales han sido los meetings en los cuales lord Russell y lord Palmerston han lomado la palabra. «Nosotros creemos, dice con este motivo un periódico inglés, que habiendo dado ya el primer paso, lord Aberdeen seria abandonado si quisiera retroceder, o solamente sí no quisiera avanzar.»

Mientras que los ingleses discutían en Londres y citaban a la barra de la civilización y el orden al emperador Nicolás, mas de 800 polacos se han hecho inscribir en la embajada otomana en París, ofreciendo sus servicios a la Puerta en caso de guerra.

Las escuadras combinadas han pasado los Dardanelos; el almirante Dundas, mas joven que su colega francés, ha ofrecido a éste ponerse bajo sus órdenes con la mayor galantería.

Los armamentos de la Puerta son considerables, y las fuerzas de que puede disponer ascienden a muy cerca de cuatrocientos mil hombres. El entusiasmo era grande en el ejército y en todo el imperio: los voluntarios se presentaban por centenares.

Se había resuelto en Constantinopla, a la salida del paquete, hacer una emisión de 50.000.000 de piastra. Se juzgaba que estos 50.000.000 no alcanzarían a cubrir todas las atenciones y que seria preciso en breve realizar una nueva emisión. [100]

Los rusos entretanto han reunido fuerzas considerables en los principados del Danubio y en las fronteras de la Circasia, para rechazar y contener la insurrección del Cáucaso, cuyos progresos podrían redundar en beneficio de la Turquía. Algunos emisarios de Schamyl habían llegado a Constantinopla para pedir a la Puerta algún socorro de armas, soldados y dinero.

El estandarte del Profeta flotaba hacia tres días en la cúpula de Santa Sofía, convocando al combate a todos los creyentes contra los giaoures moscovitas.

Si el czar persevera en su terquedad injustificable, como lodo parece indicarlo , asegura el Morning Chronicle que un ejército anglo-francés ocupara la isla de Candia. Si esta demostración no bastase, sentará inmediatamente sus reales en Constantinopla.

Tales son las peripecias y el nuevo aspecto que ofrece en esta quincena la reñida cuestión de Oriente, que es ya la cuestión de Occidente. Examinemos ahora algunos otros sucesos, que si bien desnudos de todo carácter político, no son menos graves 6 importantes.

El aumento del rédito del descuento, sucesivamente elevado a 5 por 100 por el Banco de Londres, ha sido una medida de precaución, mas bien que un signo de penuria Cuando se echa la vista sobre el último balance de este establecimiento de crédito, se ve que el metálico que tenia en caja ascendía durante la última semana a 15.680.783 libras esterlinas.

El Banco de Inglaterra parece no haber tenido otro objeto con esta medida que el de impedir la exportación del numerario.

La Gran Bretaña, país ingrato e improductivo bajo el punto de vista territorial, va a buscar a todos los puntos del globo las materias primeras con las cuales sus fábricas monstruos alimentan el consumo del mundo entero. Las sumas que se envían con este objeto a todos los países de Ultramar ascienden a una cantidad enorme. Siempre que ocurre un año de escasez, el Banco interviene como moderador de este inmenso movimiento de exportación metálica , y comprime un momento el vuelo de la industria a fin de proveer de granos al país con las riquezas que la especulación comercial transportaría al extranjero.

Las consecuencias de esta medida no se limitan a Inglaterra: el aumento del descuento allí, debe determinar, y lía determinado en efecto., otro equivalente en los demás mercados financieros. Siguiendo su ejemplo, ya han elevado los réditos varios bancos europeos, y el de Francia ha fijado el suyo al 4 por 100.

Sin duda ha querido, como el banco inglés, retener en Francia la mayor cantidad posible de numerario, para hacer frente a los crecidos gastos que puede reclamar un surtido de provisiones en relación con las necesidades del país; y al propio tiempo contener a favor de ese interés superior, la especulación puramente industrial que el espíritu de empresa y las probabilidades de una ganancia mas pingüe han generalizado en estos dos últimos años.

Se comprende por esta ligera reseña que la cuestión de granos excita en Francia, y mucho mas en Inglaterra, graves aprensiones. Los cálculos varían sobre la cantidad que esta última se verá obligada a pedir al exterior. Las opiniones fluctúan entre 6 y 16.000.000 de quarters. Pero no es eso lo mas importante, sino saber si la Inglaterra podrá balancear las importaciones de trigo con las exportaciones de sus propios productos , o si tendrá que pagar una parte en dinero. La Inglaterra prevé además que encontrará en los mercados del continente la concurrencia de la Francia, concurrencia que no puede menos de serle perjudicialísima. [101]

Se ha verificado en Bruselas el congreso de estadística anunciado hace tres meses : la reunión era numerosa y escogida. Figuraban en ella los primeros economistas de la Europa; y aunque no duró mas que cuatro días , es de creer que producirá el resultado apetecido. Su principal objeto se encaminaba a procurar que en todas parles las verificaciones y cuadros estadísticos se hagan bajo las mismas bases y en las mismas épocas, de suerte que faciliten la comparación entre los diferentes países. De este modo, reunidos en un solo cuerpo los diversos dalos que arrojen unos y otros, se podrá formar una estadística general de inmensa utilidad e importancia para la Europa entera.

Entre los documentos de un carácter oficial que han publicado estos días los periódicos franceses e ingleses, son dignos de un estudio especial el informe sobre el número de inmigrantes, dirigido al ministro secretario de Estado de la Gran Bretaña , y el notable estado o cuadro comparativo del año pasado, hecho por la administración de aduanas y contribuciones indirectas de Francia.

Este recomendable trabajo consta de 639 páginas en folio y da una idea exacta, aunque con el frió y prosaico lenguaje de los números, del estado de prosperidad material en que se encuentra Ja Francia; especifica el número de buques de vela y de vapor de que dispone ésta, el resultado de la pesca de la ballena y del bacalao, los derechos y contribuciones percibidas por las aduanas, y finalmente, después de hablar de todo lo que concierne al comercio, hace ver que el resultado de la exportación e introducción, tanto en las provincias como en el extranjero, asciende 3.120.000.000 de francos.

El segundo documento merece por mas de un título fijar la atención de los gobiernos americanos. Causa pena el considerar lo poco que nos cabe en suerte de esta gran corriente de emigración que partiendo de la Alemania y las islas Británicas, va a desparramarse por los Estados Unidos, las Californias y la Australia. ¿Qué hacemos nosotros, qué ventajas le ofrecemos para atraerla y fijarla en nuestros inmensos territorios vírgenes?... Muy poco o casi nada.

En el documento a que nos referimos vemos que el número de inmigrantes durante el año pasado sube a 368.764 , solo en la Gran Bretaña, donde se observa un aumento de 23½ por ciento sobre el término medio de los seis años anteriores y de 9 3/4 sobre el antepenúltimo.

Antes del descubrimiento de las ricas sierras de la Australia, los pasajeros iban a cargo de las colonias; pero en el año de 1832, 334.410 personas han pagado su viaje y solo se han trasportado gratuitamente 34.394.

Los irlandeses que se embarcaban en Liverpool para la América del Norte constituían los 3/10 del flete. Así sobre 1.791.446 personas que emigraron durante el trascurso de 1847 a 1852, se contaban 1.513.226 irlandeses. Esta desproporción ha dejado de existir en 1852, año en que se nota una rebaja de 29.540 sobre el de 1851, ascendiendo el número de trasportados a 224.997.

Fácil es calcular el rápido incremento que en breve adquirirán los países favorecidos por esta gran masa de población laboriosa e inteligente. Así, mientras algunos pueblos de Europa marchan rápidamente a su decadencia, desaparecen del mapa político o apenas dan señales de vida, en el Gran Océano y al Sur del Asia, todo cambia de aspecto; y la Australia descubierta en 1535 por los portugueses, reconocida mas tarde por los holandeses, y últimamente por el capitán Cook, la Australia, que había sido relegada casi al olvido, gracias a sus minas de oro y a la inmigración, se nos presenta hoy como un pueblo que en breve conquistará su puesto entre las naciones civilizadas; otra nueva confederación anglo-oceánica destinada sin duda en el girar de los siglo» a-ser tan grande, tan fuerte y gloriosa como la norte-americana!

El emperador y la emperatriz han terminado sus excursiones por la Francia, [102] y actualmente se encuentran en Compiegne, sitio delicioso, y muy a propósito para pasar el tiempo agradablemente entretenido (con buena compañía se entiende; solo, se fastidiaría uno hasta en el paraíso). En su viaje al Norte se han repetido las mismas escenas del Sur. Presentaciones oficiales, arcos de triunfo, proyectos sometidos a la consideración del emperador, alocuciones de los prefectos y maires, y finalmente discursos ad hoc de los curas y primados de la Iglesia. Entre estos últimos, el del arzobispo de Amiens, ha sido en nuestro concepto el que mas habrá agradado a Napoleón III.

«El porvenir, le dijo, mirará como una de las gracias especiales con que os ha favorecido la Providencia, la idea inspirada por Dios de asociar a vuestro destino a una princesa que realza con sus virtudes y hermosura la felicidad de vuestra vida. Así lo han creído al menos aquellos que, séame permitido decirlo , mucho antes que la fortuna os favoreciese, y cuando las palabras no podían ser lachadas de adulación , habían oído hablar a testigos oculares de los primeros años de esta princesa; ellos sabían que existía en su noble corazón una elevación de ideas y sentimientos muy superior a la esfera privada, un ardiente deseo de hacer el bien, una ambición de caridad, que no habría podido satisfacerse sino en el trono. Nació reina, y Dios ha encerrado en su pecho un alma capaz de elevarse a la altura de la misión que comparte con vos.»

Se habla de concentrar numerosas fuerzas en Tolón Estas tropas deberán hacerse 4 la vela tan pronto como los sucesos exijan su presencia en Constantinopla. Entre los batallones que se citan, la mayor parle pertenece a los 10.000 hombres del campo de Herfaut, destinados por el ministro de la Guerra el 22 del pasado, época en que se levantó dicho campo, à guarnecer dos o 1res plazas fuertes del interior.

El mismo ministro acaba de reunir una colección de los diferentes productos de la Argelia a fin de dar una idea general de los recursos que aquel hermoso país ofrece a la agricultura , al comercio y a la industria.

La exposición se ha instalado en un local inmediato al ministerio de la Guerra y al Cuerpo legislativo, donde se abrirá próximamente al público, y podrá ser visitada por todas las personas que deseen juzgar por sí mismas y darse cuenta de las producciones y del porvenir reservado a las provincias argelinas bajo el gobierno inteligente, ilustrado y civilizador de la Francia.

Pocas, aunque de algún interés, son las noticias de América recibidas por los paquetes ingleses del 1.º al 15 del presente.

El Perú y Bolivia se disponían a renovar el triste escándalo de guerras insensatas y fratricidas. El presidente boliviano Belzú había ordenado corlar el puente del Desaguadero, límite natural entre ambas repúblicas.

Del otro lado del Pacífico, en los Estados Unidos, una carta publicada por mister Everett, antiguo embajador de Inglaterra, y ministro de Negocios extranjeros durante la última administración whig, había producido la mas viva sensación. En esta carta, que es una contestación a la última nota dirigida por lord John Russell a M. Crampton, M. Everett declara que aunque no desea la anexión de Cuba, aprueba los principios proclamados por el partido de la joven América, toma la defensa de los que se han dejado arrastrar a las expediciones contra Cuba, y no reconoce a la Inglaterra ni a la Francia el derecho de impedir a la Unión que lleve y propague en otros puntos del suelo americano «sus admirables instituciones, conquista gloriosa de la civilización y legítimo orgullo de la raza anglo-normanda.»

Mister Everett habla como un oráculo; pero la verdad es que los Estados Unidos solo anhelan apoderarse de Cuba, de Méjico y de toda la América española. Confesamos que admirando sinceramente sus instituciones y sus [103] progresos, su política invasora, su rapacidad y ambición desenfrenada, nos inspiran serios temores.

En la actualidad, la guerra con Méjico se consideraba casi como cierta. Se decía que Santa Ana, ayudado por la hacienda española, había conseguido levantar un ejército de cincuenta mil hombres. Las tropas de los Estados Unidos estaban en marcha para tomar posesión del disputado territorio de Mesilla.

Al dar esta noticia, el Monitor la acompaña con las siguientes líneas, cuya reproducción podrá acaso ser útil a varios de nuestros lectores americanos y españoles.

«Se ha celebrado una convención el 30 de junio de 1803, entre el ministro del emperador en la república mejicana, y el de Relaciones extranjeras de aquel país para el arreglo de las reclamaciones francesas contra Méjico.

«En consecuencia, el ministro de Negocios extranjeros invita a todas las personas residentes en Francia que tengan reclamaciones pendientes contra dicha república, que las dirijan sin demora al departamento de Negocios extranjeros, o a la legación de Francia en Méjico.»

El Austria, después de tantas baladronadas, desistió de sus pretensiones con el húngaro Costa. Este fue entregado por el cónsul francés, a quien se le había confiado su custodia, mientras se averiguaba quien tenia razón. Lo mas gracioso y original es que, según parece, los Estados Unidos se han negado paladinamente a dar satisfacciones de ninguna clase. Martín Costa embarcóse en el Potomac, y va navegando para Nueva-York, donde le espera una brillante ovación democrática. ¡Pobres tudescos!

Si la Francia y la Inglaterra hubiesen imitado el ejemplo del capitán Ingraham, de seguro que la cuestión de Oriente estaría ya resuella a satisfacción de todos, menos del czar. —No sé quién ha dicho que cuando no se puede conseguir que el fuerte sea justo, no queda otro remedio que hacer que lo justo sea fuerte.

El 2 de octubre sucumbió a una enfermedad aguda Francisco Arago, hombre eminente por su saber, por su talento y su probidad política.

El duelo ha sido general: la prensa en masa ha rendido homenaje a su memoria, haciéndose el eco del aprecio, de la admiración y el respeto que lodos los hombres, todos los partidos, todas las academias y corporaciones le profesaban indistintamente.

Francisco Arago, la primera reputación científica de la Francia, era de un genio enciclopédico. Ciencias, bellas letras, economía social, su vasta inteligencia abarcaba todo con una superioridad indisputable. En la Escuela politécnica, en la Academia, en el Observatorio, en el consejo municipal, la extensión y la variedad de sus conocimientos, y sobre lodo, la asombrosa facultad de asimilación, de vulgarización, de aplicación, de que estaba dolado, le asignaban el primer lugar, le concedían de hecho la presidencia. Su opinión era por lo regular la que prevalecía.

Orador, brillaba por su hermosa lógica, por la abundancia, la facilidad y la energía pintoresca de su frase. Escritor, descollaba por la claridad, la elegancia, la inflexibilidad sostenida del estilo, cualidades raras que le hacen marchar al par de los mas distinguidos prosadores franceses. Poseía, dice Timón, los secretos de la lengua lo mismo que el de los corazones. Jamás, añade ano de sus biógrafos, cabeza humana logró sin desvanecerse ni sucumbir, vencida por el exceso de trabajo, ocuparse y dar cima a tantas y tan diversas tareas. Arago tenía por perezoso a lodo el que no trabajaba catorce horas al día; v esos días eran de descanso para él. Sobresalía en la química, en la física, en fa mecánica, en la astronomía, en la historia, en la filosofía y en la literatura. [104] Pertenecía a todas las corporaciones científicas e industriales del universo.

Indescriptible es la sensación que ha causado su muerte: hasta el emperador ha querido asociarse al duelo universal, enviando al ministro del Interior para que le representase en el momento solemne de devolver a la tierra los restos mortales del gran sabio, del ilustre escritor y leal republicano. ¡Tan cierto es que el genio y la virtud son las primeras y acaso las únicas aristocracias del mundo, y que todos, hasta los emperadores, cuando las ven personificadas en hombres como Arago, sea de corazón, sea por cálculo o conveniencia, inclinan la frente y doblan la rodilla en su presencia!

Así la inteligencia, honrada y enaltecida, recibe la apoteosis que merece: así la muerte, al herir a los escogidos les abre con la fosa una puerta en el alma y en el corazón de sus semejantes. Lo que era polvo y miseria terrenal desaparece, y solo queda incorporada a la vida eterna de la humanidad la parte más pura y santa de su ser. Por eso se dice que los hombres como Arago no mueren nunca: la muerte es para ellos la misteriosa escalera secreta por donde suben, precedidos por la gloria, al templo de la inmortalidad.

A. Magariños Cervantes.

Paris, 16 de octubre.