Despedida
Mucho nos aflige decirlo, y todavía más no poder obrar de otro modo; pero con este número termina por ahora la publicación de la Revista española de ambos mundos. Cuando la comenzamos ha dos años la predijimos larga vida, fundando los cálculos en nuestra voluntad y en la cooperación de los suscritores: firme se ha mantenido la primera; nos ha faltado la segunda, y vinieron al fin por el suelo nuestras risueñas esperanzas. Al principio mostrósenos propicia la suerte; así en España como en las regiones ultramarinas, que fueron suyas, galardonaron nuestros esfuerzos los amantes de la literatura y de las artes, y era nuestra Revista, en la periodística esfera, como nave gallarda suavemente impulsada por el viento en mar tranquilo y siempre a rumbo. Poco llevaba de existencia, cuando semejóse más bien a bajel azotado por los temporales y próximo a estrellarse en las rocas, hasta que finalmente es trasunto del que naufraga a pesar de la energía de los pilotos.
Muy distantes nos vemos de juzgarla con este dato; pero la revolución de julio fue la que, atravesándosenos de por medio, nos hizo desmayar por sus inmediatas resultas concernientes a la publicación en que nos habíamos empeñado, no como especulación de lucro, sino por [764] desinteresado amor a las letras. Verificándose en nuestro país que todo movimiento político trae consigo el relevo casi absoluto de la sociedad oficial española, cuyos individuos en mucha parte viven con cierta holgura cuando están en servicio activo y vienen a grande estrechez de cesantes, todos o casi todos los suscritores de nuestra Revista que se hallaban en este caso han dejado de serlo, sin haberles sustituido en proporción grande ni pequeña los que han pasado al activo servicio desde la cesantía. Ni es de extrañar que así suceda, y no por la vulgaridad de si tal o cual partido es más o menos literato o iliterato que el otro, sino porque agitadas las pasiones de una manera extraordinaria, fogosos los ánimos de los que hacen o pretenden hacer figura, puestas a la orden del día todas las cuestiones, no es menester averiguar qué denominación tienen los vencedores ni cuál es la de los vencidos; con solo existir el hecho basta para tener por seguro que la política lo absorbe todo y que por muy bajo quedan las pacíficas discusiones y las fructuosas enseñanzas de las ciencias, de las letras y de las artes.
No hay mas que tomar los tiempos según vienen, con serenidad de espíritu, mientras duran las tempestades, alimentados por la esperanza racionalísima de que no son perpetuas, y de que antes bien las suceden las calmas. Lectores tuvimos ayer muchos, hoy tenemos pocos, mañana quizá tendremoslos más numerosos y constantes que nunca. Además, si el país lo ganare, ¿qué importa que nuestra Revista lo pierda?
Tampoco debemos atribuir totalmente al trastorno político reciente la decadencia de nuestra publicación mensual y su final ruina; hanla trabajado también mucho los efectos de la mortífera epidemia que ha infestado todas nuestras provincias, y puesto en movimiento de peregrinación y de fuga a los pudientes y aún a los no tan acomodados, que dispersos aquí y allá y sin hacer en parte alguna pie firme, no se cuidaron (e hicieron perfectamente) mas que de sofocar su miedo enorme, poniendo tierra entre sus personas y el terrible huésped del Asia, con el laudable fin de salvar la vida. Unos ni aun así lo consiguieron por su desgracia, y en su huida al azar hallaron abierta la tumba; otros salvaron por bien de ellos; mas de retorno a sus hogares, con las glorias se les olvidan las memorias, y no renuevan sus suscriciones.
¿A qué aglomerar ya mas datos? Sin fingimientos, ni artificios que son de costumbre en trances como el que hoy nos aflige, con toda lisura declaramos que nuestra Revista perece por lo que el árbol falto de jugo. Nos sonrojára esta confesión pública sobremanera si fuéramos cómplices de su muerte; pero ninguna otra culpa nos toca sino la de haberla [765] dado existencia. En cuanto a si procuramos que fuera lozana, impresos están los cuatro tomos de que consta para testificarlo por siempre. Apenas hay firma de crédito en nuestra patria que no de a sus páginas lustre; y esta coyuntura, aunque triste, no es para desperdiciada, como lo fuera si no consignáramos aquí el agradecimiento por la cooperación que nos han prestado todos aquellos a quienes hemos acudido, sirviéndonos de guía su legítimo y bien conquistado renombre. Nos consuela poder afirmar que ninguna puerta hallamos cerrada. Cuantos nos podían auxiliar con su ingenio, nos lo brindaron a porfía: no encontramos sordos, sino a los que sólo con un desembolso insignificante cada año hubieran bastado a sostener un periódico de literatura, ciencias y artes, bien acogido ya por las corporaciones sabias de Europa, y que perfeccionado de día en día, a lo cual hubiéramos dedicado todos sus rendimientos, aunque fueran muy abundantes, hubiera sido constante muestra de que son llegados para España los tiempos de no economizar fatiga hasta incorporarnos en la senda de la civilización y el progreso bien entendido con las naciones que marchan al frente del saber humano.
Nuestras ilusiones están marchitas; pero su raíz no se ha extirpado de la mente: acaso reverdecerán más pomposas: entre tanto sepan que son partícipes de nuestro reconocimiento los suscritores perseverantes, que reciben hoy de improviso, y sintiéndola como nosotros sin duda, la infausta nueva de que nuestro periódico de literatura española y extranjera, historia, ciencias, filosofía, viajes, industria, &c., pertenece ya al número de los finados.