Filosofía en español 
Filosofía en español


Francisco Navarro Villoslada

El catolicismo y la enseñanza universitaria

Artículo I.

La Gaceta ha publicado recientemente los libros designados por el consejo de instrucción pública para la enseñanza universitaria en sus diferentes facultades. Aquí tenemos, pues, un documento oficial que comprende de un modo categórico las doctrinas que el Gobierno impone al profesorado español y a los alumnos que siguen sus lecciones, y que refleja clarísimamente el espíritu y las tendencias de la instrucción pública, tal como se van formulando, bajo el influjo del liberalismo, en nuestras escuelas. Interesante es sobremanera dirigir una mirada atenta sobre ese cuadro oficial de libros destinados a la enseñanza, para ver si confirman o disipan las dudas harto graves indicadas más de una vez por El Pensamiento Español acerca de la pureza de la enseñanza, considerada en sus relaciones con la verdad católica que el Gobierno debe ser el primero en respetar, mayormente en las nobles y cándidas inteligencias de los jóvenes formados por sus planes y sus doctrinas.

Una advertencia debemos hacer antes de emprender el examen; y es, que si por ventura resultase de él, como tenemos motivos para creer, un juicio formal e irrefragable en orden al mal espíritu o dañadas doctrinas de los libros señalados como texto por el Gobierno, de acuerdo con el Real Consejo de instrucción pública, de ningún modo es nuestro ánimo atribuir a este cuerpo el inconcebible propósito de debilitar, ni mucho menos de extinguir en el ánimo de los jóvenes escolares, por medio de doctrinas heterodoxas; la luz purísima de la fe.

Un hecho solo bastaría para dejar en el buen lugar que corresponde a las intenciones del Consejo: como hubiese un catedrático celoso de la sana doctrina anotado en un periódico algunas de las muchas herejías e impiedades contenidas en la historia universal del alemán Weber (obra por más señas traducida y anotada por el catedrático de la central D. Julián Sanz del Río), el Consejo de instrucción pública, que la había incluido desgraciadamente entre los libros de texto para la asignatura del mismo título, luego al punto que advirtió su lamentable error, trató de repararlo, en cuanto fuese ya posible, expulsándola para siempre de la lista oficial. Pero si bien creemos que la intención es recta, en cambio resulta como un hecho positivo que desde las reformas hechas en los estudios sobre la base nunca bastante execrada de la secularización de la enseñanza, el espíritu de la doctrina, en sus regiones superiores de donde va descendiendo a todo su organismo, el espíritu que conserva y amplifica sus tristes conquistas, el que anima a muchos de sus profesores, el que dicta y señala sus textos y programas, es el espíritu liberal; con lo que dejamos declarado para todo lector experto y advertido, cuán de temer es que bajo el predominio indisputable de ese enemigo encubierto del Catolicismo, alcancen los errores más perniciosos, aún sin advertencia ni malicia de los encargados de prevenirlos, un puesto oficial en la enseñanza pública.

También es digno de ser notado que si bien la expresada obra condenada por el Consejo, y otra del traductor, del mismo origen alemán, que lleva al frente el nombre de Krause, uno de los corifeos del racionalismo panteísta que va filtrándose en nuestras escuelas, merced a la incalificable tolerancia del Gobierno, aunque no se encuentran, a Dios gracias, en la lista oficial de libros de texto, andan, sin embargo, en manos de los alumnos por encargo y recomendación de los profesores formados por esas funestas ideas, o culpables de connivencia en la obra ya algo más que iniciada de la completa descatolización de la enseñanza. El ánimo se resiste a creer en la realidad de tamaño abuso, pero ante la evidencia de los hechos la duda no le es permitida: ese malhadado libro de historia con su texto protestante y sus notas racionalistas, recomendado está en alguna Universidad por el profesor respectivo. Ahora, si como todo induce a creer, el catedrático que tal libro recomienda, explica una doctrina conforme con él, y la desenvuelve y amplifica con la autoridad propia del magisterio, ¿no será forzosa consecuencia de estos hechos la perversión moral de muchos alumnos que, llenos de candor y sin escudo alguno para resistir el ascendiente de los errores académicamente autorizados, beban sin reserva en las mismas fuentes de donde parten para difundirse en los tiernos ánimos de la juventud?

A fin de que sea más clara y ordenada la sencilla exposición de los hechos que conviene dejar consignados para dar testimonio a la verdad, seguiremos un método trazado por el mismo orden de las facultades a que corresponden, según la lista oficial, los libros de textos señalados por el Gobierno. De este modo verán, si no todos, porque no es posible en breve plazo fijar su número con perfecta exactitud, a lo menos algunos errores capitales contra la doctrina católica y la sana moral que de ella mana como de fuente purísima: así podrán ver de antemano los jóvenes en las carreras que respectivamente se propongan seguir los escollos por donde ha de pasar la fe recibida en el seno de la Iglesia y sostenida durante el primer periodo de la vida por la vigilancia y el amor de unos padres cristianos. Y verán todos los que importa que vean y remedien el mal, si es que tienen ojos para ver y llorar la creciente perversión de los ánimos, y corazón católico para poner la segur a la raíz del árbol de la ciencia racionalista moderna, a cuya sombra se oscurece y enfría y aún se extingue para muchos la luz de la fe, recibida de nuestros mayores; verán, decimos, que de errores y de atrevidos pensamientos contra lo más puro de la verdad moral y cristiana, se encierran en algunos de los libros elementales que forzosamente se ponen en manos de los jóvenes estudiosos. ¡Y luego se querrá que las generaciones formadas por tales libros y maestros adelanten en perfección a las que, con paso más o menos lento, pero siempre seguro, marchaban unidas y acordes con los ojos y el corazón puestos en el faro de las verdades católicas!

Para completar nuestro cuadro y acabar la demostración que vamos a ensayar de que la enseñanza universitaria, se halla envenenada en sus mismas fuentes, o sea en algunos de los libros de texto que estudia la juventud en España, y en las explicaciones de algunos de sus profesores, nos proponemos, en concluyendo la presente tarea, dar a conocer con perfecta sinceridad el espíritu que anima su enseñanza, examinando aquellos de entre sus libros o discursos que revelen claramente su doctrina. De este modo será conocido de todos el mal que está hiriendo las fibras más delicadas de la vida moral e intelectual de nuestra nobilísima nación, que son los jóvenes consagrados al estudio; y una de dos, o el Gobierno le aplica, luego de conocido el mal, el oportuno remedio, sin consideración ni miramiento a nada del mundo, o queda demostrado para siempre lo que ya sabemos largos años atrás, lo que a mayor abundamiento nos ha dicho el oráculo infalible de la verdad: que el liberalismo es incompatible con la Religión, que debemos esperar días más felices, si al fin ha de triunfar en esta nación católica el patriotismo y la fe.

Francisco N. Villoslada