Manuel Ossorio y Bernard
Sociedad de Escritores y Artistas
(las veladas literarias)
Sr. D. Juan Valero de Tornos.
La Asociación de Escritores y Artistas, establecida en Madrid desde hace algunos años, y que después de sensibles alternativas puede asegurarse que ha llegado a su definitiva consolidación, sin olvidar su fin, esencialmente benéfico, ni la iniciativa que le corresponde en cuantos asuntos se relacionan con la defensa de los intereses legítimos de los asociados, ha iniciado, tímidamente aún, un género de festividades literarias, llamado a generalizar la afición a las lecturas públicas que tan excelentes resultados produce en otros países.
Dos son las veladas debidas hasta ahora a la iniciativa de la Asociación, y su éxito ha excedido a todas las esperanzas, si no por la importancia que ambas tuvieron, por la significación que entrañaron y conservan; por ser el punto de partida de un género que puede alcanzar gran desarrollo en el porvenir; y por haber servido ya para algo práctico, en la historia literaria de nuestra patria.
Creo justo, por lo mismo, consignar de una manera pública lo que fueron y suponen ambas veladas, y aceptar para ello el galante ofrecimiento que me has hecho de tu acreditada publicación; con el fin de que lo importante del tema y el crédito de la revista suplan la pobreza de este trabajo y lo desautorizado de su firma. El propósito de honrar la memoria de nuestros escritores y artistas, –según ha consignado mi respetable amigo el Sr. Rossell– da lugar a este género de demostraciones, en las cuales, al par que se estrechan los vínculos de fraternidad entre los que vivimos, se tributan recuerdos de afecto, de gratitud y de veneración a los que han pasado, de quienes somos a la vez deudos por afinidad de creencias, por el empleo y dirección que damos a nuestro espíritu y herederos de su nombre y de los tesoros de ingenio y ciencia que legaron a la posteridad.
La primera velada se consagró a Lope de Vega, en el aniversario de su muerte: la segunda a Quevedo, en el de su natalicio. Ambas puede decirse que, por distintas causas, fueron improvisadas: ambas sin embargo, tuvieron el mayor brillo y dejaron gratísimo recuerdo entre los espectadores, no muchos por más señas, a consecuencia del carácter familiar y privado de nuestras reuniones. Sin domicilio aun la Asociación de Escritores, ha llamado a las puertas de su hermana la música y ésta se las ha abierto de par en par: la Escuela Nacional que dirige D. Emilio Arrieta, ha facilitado su salón de ejercicios para la celebración de las veladas, y ha contribuido al lucimiento de las mismas con notables conciertos de profesores, aficionados y alumnos.
He aquí el programa de la primera de dichas veladas:
Andante y scherzo de la sonata para piano, de Mathías, habilísimamente ejecutado por la señorita doña Paula Lorenzo, alumna del Sr. Mendizábal y primer premio de la Escuela Nacional de Música.
Fecha exacta de la muerte de Lope; artículo mío, sin otro mérito que el de haber destruido erróneas afirmaciones de hombres muy eminentes, respecto al día en que el Teatro español sufrió la muerte de Lope, Fénix de los Ingenios y Monstruo de la naturaleza. Publicado en La Ilustración Española.
Trémolo para violín, de Beriot, ejecutado de una manera impropia de sus infantiles años por el niño D. Enrique Fernández Arbós, discípulo y émulo acaso en el porvenir de Monasterio.
Capítulo de una obra que redacta el Sr. D. Juan Pérez de Guzmán con el título de Un matrimonio de Estado, notable por su intención política y por lo castizo y severo de su lenguaje.
Poesía a Lope de Vega, por D. Ricardo Sepúlveda, tan inspirada como todas las producciones de su pluma.
El eminente artista Sr. Ronconi, cantó después el aria de Leporello del Don Juan, de Mozart, entre justos y repetidos aplausos, mereciendo de la Junta directiva de la Asociación como débil testimonio de su gratitud el título de socio de mérito, cuya distinción fue aceptada por el inimitable artista.
Después de un breve descanso, el citado niño Fernández Arbós, ejecutó en el violín el ¡Adiós a la Alhambra! de Monasterio.
Muerte de Lope de Vega: romance mío.
Variaciones de canciones napolitanas, de Döhler, ejecutadas de una manera perfecta al piano por la Srta. D.ª Juana Pérez Vallejo, primer premio de la Escuela Nacional.
Dictamen de Lope de Vega en el pleito de la pintura de Carducho, precedido de muy eruditas y oportunas observaciones por D. Agustín de la Paz Bueso, celoso oficial de la Biblioteca.
Fragmento de un poema que con el título de Imposible y el calificativo de diminuto está escribiendo el Sr. D. Manuel del Palacio; verdadero tesoro de poesía, gracejo y exactitud narrativa.
La Aurora, sonata de Beethoven, ejecutada por la Srta. Lorenzo, y tan aplaudida como todas las anteriores partes de la sesión.
El programa de la segunda velada debía apartarse bastante del de la primera, por diferentes consideraciones, hijas las unas del diverso carácter de Lope y Quevedo y las otras de circunstancias dolorosas, tales como la reciente muerte del actor Joaquín Arjona –que obligaba a la sociedad a consagrarle un recuerdo– y la de un hermano del cantante Ronconi que imposibilitaba a este tomar parte activa en la festividad.
He aquí, brevemente extractado, el programa de la sesión:
Fantasía para dos pianos, de Lysberg, por las Srtas. del Cerro y Echeverría, alumnas del Sr. Compta y primeros premios de la Escuela de Música.
Introducción, por D. Cayetano Rosell: breve discurso apologético-crítico de Quevedo, que se ha publicado en la Gaceta y otros periódicos, y es digno de su autor, con lo cual creo dejar consignado su mejor elogio.
Romanza de Mendelsshon, para violoncello, por el señor Mirecki.
Carta de Quevedo a la duquesa de Olivares, acerca de las prendas que debe tener la mujer propia, leída por el Sr. Campo y Navas.
Sátira de Quevedo contra los ruines casados, leída por el académico D. Manuel Cañete, después de los cortes hechos en ella por mí, para que pudiera llegar sin graves tropiezos a oídos de las señoras que llenaban el salón del antiguo Conservatorio.
La palinodia de Quevedo, discreta poesía en redondillas, de Teodoro Guerrero, escrita con la partida de matrimonio del autor de la sátira ante la vista. Guerrero, celoso propagandista del matrimonio, no quiso dejar pasar la ocasión que le brindaban las lecturas anteriores y el documento copiado por él en la iglesia de Cetina, y aumentó sus composiciones poéticas con una lindísima, que ha reproducido La Política.
Romanza de El profeta, de Meyerbeer, cantada por la señorita Jover, discípula del Sr. Ronconi.
Adagio y final para piano del quinto concierto de Hertz, por la Srta. Echeverría.
A Quevedo, soneto por D. Manuel del Palacio, lleno de entonación y valentía.
Romance de Quevedo, leído por el Sr. Cañete.
Ayer y hoy, romance satírico de D. Agustín de la Paz Bueso, tan intencionado como abundante en detalles de costumbres, historia y crítica.
Toujours elle, melodía para violoncello, órgano y piano, por los Sres. Mirecki, Mata y Fernández.
Melodía para violín, de Monasterio, por varios alumnos de ambos sexos de tan eminente maestro.
Un recuerdo a Joaquín Arjona, artículo crítico-apologético de D. Rafael de Nieva, verdadero estudio, no solo del actor difunto, sino que también del moderno teatro español.
Canción húngara para piano, de Dupont, por la señorita Echeverría.
Wals de la Sombra, de Dinorah, Meyerbeer, cantado por la señorita Bandiarán, discípula del Sr. Ronconi.
Carta a Quevedo, poesía llena de desenfado y gracia, por el Sr. D. José del Castillo y Soriano. Se ha publicado posteriormente en El Cascabel.
Duetto de Linda, de Donizetti, por las señoritas Jover y Bandiarán, discípulas del Sr. Ronconi.
El gran número de piezas musicales en esta segunda velada, hizo suprimir parte del programa literario, y aun reducir algunos de los trabajos leídos, para que no terminara la función a una hora desusada.
Tales han sido, amigo Valero, las dos veladas que ha celebrado la Asociación de Escritores y Artistas, descritas con toda la concisión que me ha sido posible. Cuando los tímidos ensayos de hoy adquieran el desarrollo que merecen, y consigamos hacer que el público acuda a favorecer con su presencia y alentar con sus recursos estas festividades de la inteligencia; cuando la suerte del literato sea un poco más próspera, y no tenga en contra suya a la durísima legislación que hoy le priva de legar sus propiedades a sus hijos; cuando se hayan cumplido los fines a que tendemos actualmente en la Asociación de Escritores, entonces es más que posible que no se publique ya La Raza Latina ni pueda yo escribir cartas como la presente; pero quedará por lo menos el grato recuerdo de nuestras veladas, primeras tentativas de más fecundos y provechosos trabajos.
Te agradece la hospitalidad que das a estos párrafos, tu antiguo y afectísimo amigo