España y la Argentina
Afectuosa entrevista del señor Quesada con la Reina Regente
Aproximaciones comerciales - Las carnes de la república en España
Hace poco partió para la madre patria, desde Buenos Aires, el distinguido literato argentino don Ernesto Quesada, hijo del ministro plenipotenciario de esta república en Madrid. Allí fue recibido como se recibe en España a todo lo que es americano: con los brazos abiertos. Todos los hogares, desde los más aristocráticos, residencia de la nobleza de raza, hasta las más humildes moradas del talento, del trabajo, del mérito personal, le abrieron sus puertas con simpatía y cariño y frecuentándolos ha podido formarse cabal idea de nuestra sociedad, que es dechado de afabilidad, cortesía y hospitalidad afectuosa.
Como por allí son hidalgos, y como por allí no se escriben periódicos del corte de «El Diario» y de «El Argentino», nadie fue osado para cobrarle la hospitalidad, echándosela en cara; –que eso es de «guarangos» o mal criados: antes al contrario, el Sr. Quesada fue objeto de toda clase de consideraciones y atenciones, por otro lado muy justas y muy merecidas.
Pero quizá de lo que más complacido se muestra el periodista argentino es de la acogida que ha merecido por parte de la Reina Regente, no solamente por lo que pudiere halagar su amor propio, por lo que tuviere de personal e íntimo, sino por el interés y curiosidad que ha demostrado la egregia dama hacia la nación Argentina, su vida, progreso, producción y adelantos morales y materiales. En la visita, que duró más de una hora, la Reina se interesó vivamente en conocer detalladamente todos los resortes de la vida argentina, haciendo al señor Quesada infinitas preguntas, tan atinadas y precisas, que demuestran un profundo estudio previo y un interés verdadero. Merecieron especialmente la atención de la soberana aquellas cuestiones mercantiles que pueden estrechar más y más los lazos de unión entre la hermosa República y la madre patria, insistiendo en conocer en detalle la industria de las carnes conservadas que cree la Reina puede ser mercadería de gran aceptación en nuestro país, si se consigue que pueda competir en precio y condiciones de conservación con el bacalao, base de alimentación de una buena parte de la población española. La madre de don Alfonso no se limitó a conocer las bases generales del negocio, sino que instó al señor Quesada para explicar la parte puramente técnica de la industria, de la cual tenía la Regente extensos conocimientos, por haber estudiado la cuestión, según dijo, en las revistas científicas que de estos asuntos se ocupan.
La Reina prometió influir con el Gobierno para que se llegue a un arreglo aduanero que permita a las carnes conservadas luchar en buenas condiciones con otras conservas similares y sobre todo con el bacalao, propagando de este modo su consumo, no tan sólo entre las clases proletarias, sino también en la alimentación del soldado y en el consumo de los hospitales y asilos benéficos.
La España científica
Cómo honra la ciencia española a sus huéspedes distinguidos
Correspóndenos hoy ocuparnos en este artículo de cómo saben los hombres científicos españoles honrar debidamente a los extranjeros, que son sus huéspedes, dando, con sus actos de cultura y afabilidad, muestra bien evidente de que la España caballeresca de la Edad Media, nos legó preciada herencia, que procuramos mantener incólume.
El Sr. Ernesto Quesada, como ya dejamos consignado en otro artículo de este número, ha visitado a Madrid, donde ha tenido ocasión de apreciar en diversas fases la hidalguía del pueblo español.
La Academia de la Historia, Emilio Castelar, Menéndez Pelayo, Emilia Pardo Bazán, Castro Serrano y numerosas sociedades literarias y científicas, creyeron deber de cortesía rendir el debido tributo de aprecio al escritor argentino, que, con su pluma, su imparcialidad y fino trato, ha sabido conquistarse uno de los puestos más elevados en el concierto de las letras hispano-americanas.
El maestro de la elocuencia contemporánea lo invita a su mesa, y Quesada se sienta en ella rodeado de lo más selecto de la España científica. La Academia de la Historia le ofrece un puesto en su seno, como Correspondiente, y al acudir a dar las debidas gracias a la insigne institución se le ofrece oportunidad de apreciar personalmente cuánto trabaja para llenar con conciencia su alto cometido. Ofrécele otro banquete el secretario de la Legación Argentina y en él puede convencerse por sí mismo de la prodigiosa fecundidad del eximio Menéndez Pelayo. Se brinda por doquier en su honor. La Reina Regente corona tantos obsequios con la encomienda de Isabel la Católica y desde lo íntimo de su corazón, el señor Quesada, lógico es suponerlo, debe exclamar:
¡Loor a la noble España, que tan dignamente obsequia a sus huéspedes!
¡Ojalá todas las naciones supieran honrarse como la patria de Castelar y Menéndez Pelayo honrando al extranjero!
Y como quiera que el recibimiento tributado en España al señor Quesada, se lo hubieran tributado asimismo a otra persona, sea cual sea su rango, en sus respectivas clases, como se lo tributaron los jefes y oficiales de nuestro ejército al ingeniero señor Orzábal, porque todas las clases españolas, desde las más humildes hasta las más elevadas, saben cumplir, fiel y espontáneamente, las santas leyes de la verdadera hospitalidad, de ahí que esperemos con afán la publicación del libro en que el señor Quesada, cuyo regreso a Buenos Aires se anuncia para fines de Marzo próximo, se ocupará de determinados asuntos relacionados con su viaje a España, en la íntima confianzade que dicho literato rendirá el debido homenaje de justicia al noble pueblo español y que podremos recomendar su obra a aquellos que sólo conocen a la península ibérica por las elucubraciones insanas de cierto hispanófobo para quien no existía en el mundo más talento que el harto limitado que germinaba en su engreída mente, ni más obras dignas de loa que las concebidas por sus facultades enfautadas por la adulación.