Los Deportes. Revista quincenal ilustrada
Barcelona, 1 de diciembre de 1897
 
Año I, número 3
páginas 34-35

[ David Ferrer Mitayna ]

Concepto general sobre el “Deporte”

El cuerpo humano, mecánicamente considerado, puede compararse a una máquina complicada.

Toda máquina para hallarse en disposición de funcionar ha de reunir agente motor; materiales o piezas resistentes o sólidas, en relación necesaria y adecuada a la transmisión de las fuerzas; y los medios de deslizamiento en cantidad suficiente y de calidad abonada para evitar el roce y el recalentamiento de las piezas.

De modo pues, que nuestro cuerpo por razón natural, si no existieran otros estímulos, debería ejercitarse; porque los elementos impulsores, cuales son los músculos, disminuyen de potencia, en la inercia, si dejan de ponerse periódicamente en actitud; y los jugos de deslizamiento, como la sinovia y la serosidad de la sangre, no se acumulan en las junturas de los huesos y en la superficie de los órganos, si no tienen lugar movimientos repetidos.

Para mantener, por tanto, la máquina disponible para el trabajo, se necesita del ejercicio; pero además existen los estímulos naturales que nos inducen al mismo ejercicio: expresión de estos estímulos es la afición al deporte, en unos, al retozo en los niños, a los saltos, a las carreras, etcétera.

Los deportes son la forma práctica de la satisfacción de una necesidad. Así vemos que la razón se asocia al instinto, para llevarnos a la ejecución de las distintas clases de movimiento agradable.

Cuando el cuerpo ha permanecido en reposo por un tiempo muy prolongado, se inicia la necesidad de desperezarnos, esto es, de contraer con fuerza los músculos cuya tonicidad natural quedó como adormecida o cohibida con exceso. Dicho fenómeno se ofrece con frecuencia después del sueño o de larga permanencia en la inacción.

Más no solamente reclama el cuerpo de manera espontánea, el movimiento repetido de tanto en tanto; sí que también la inteligencia parece que descansa a su modo, cuando las fuerzas físicas se muestran en actividad muy pronunciada; y es tanto mayor al descanso intelectual o la distracción, cuanto más agradable es el ejercicio ejecutado, a medida que responde más fielmente a lo que la imaginación se propone. Porque la máquina requiere, como la inteligencia, alternativas de trabajo y de descanso, que correspondan respectivamente al descanso y al trabajo del intelecto.

El ánimo se espacia, y el movimiento resulta más saludable a medida que la imaginación se ocupa en algo que procura el placer; y es recomendable satisfacer los caprichos de la fantasía siempre que con ello no se produce un daño evidente del organismo que se hace trabajar.

He ahí la razón de las prácticas de los deportes o de los juegos corporales en uso.

Con ellos atendemos al múltiple objeto: del movimiento necesario, del descanso, de la inteligencia, del desarrollo de la misma de un modo insensible muchas veces; del desenvolvimiento de los sentimientos nobles; de las manifestaciones de la voluntad; del aprendizaje de un trabajo útil en ocasiones; de la armonía entre las distintas formas de la actividad; de la satisfacción general del individuo; en pocas palabras: de la salud, del valor, del poder y de la virtud.

¿Qué grata sensación, en realidad, no se experimenta después de haberse entregado a la variedad de ejercicios que comprende el arte gimnástico?

¿Qué placer no siente el individuo que ejecuta un paseo lleno de atractivos y que le permite [35] gozar de paisajes continuamente renovados y aspirar el aire puro de la campiña, que recorre con rapidez, montado en cabalgadura o en ligero biciclo; y librando al cuerpo de fluidos que exhala en abundancia, en continua excreción acelerado, de los órganos, por el trabajo exagerado que verifica?

¿Qué goces no acompañan al nauta mareante que recibe las frescas brisas al movimiento acompasado de sus miembros empujando la embarcación?

¿Y habrá quien censure ni aun deje de aplaudir las especiales aficiones de jóvenes dados a alguno de los deportes a que nos referimos?

Indudablemente que se tendría por necio a quien tal hiciere y pusiera estorbos a la propaganda de diversiones tan saludables como las que nos proponemos divulgar, y que, ordenadamente ejecutadas, sólo merecen la general aprobación.

Ferrer y Mitayna.

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