Filosofía en español 
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Curiosidades

Congreso de la Liga internacional de mujeres

En Londres tuvieron lugar, desde el 26 de junio al 4 de julio, las sesiones del Congreso de la Liga internacional de mujeres, que ha sido el mayor que con tal objeto se ha reunido hasta la fecha, vendiéndose cerca de cinco mil billetes de participación.

Las cuestiones que se ventilaron en el Congreso fueron casi todas las que están en litigio actualmente, bajo los títulos de “Educación”, “Carreras para la mujer”, “Política”, “Legislación”, “Moral” y “Arbitraje internacional”. Fue tal el exceso de material, que fue menester crear un gran número de secciones auxiliares. En nueve días tuvieron lugar nada menos que sesenta “meetings”, varios de ellos públicos, para los cuales las congresistas tuvieron a su disposición la gran sala de Queens Hall, y las demás sesiones se celebraron en el hermoso Westminster Town Hall (palacio del Ayuntamiento).

Presentáronse como disertantes las personalidades más competentes en las diferentes materias, sin distinción de sexo. El programa llevaba los nombres del arzobispo de Cantorbery, de mistress Creighton, esposa del obispo anglicano de Londres, de M. y Mrs. Sidney Webb y de la Rev. Ana Howard, teóloga yankee, &c.

La hospitalidad británica se mostró en esta ocasión con todo su esplendor; todas las delegadas oficiales y las disertantes (más de trescientas) fueron recibidas durante el tiempo del Congreso como huéspedes en las casas de las socias de Londres. Además, las damas de la más alta aristocracia se apresuraron a ofrecer a las congresistas toda clase de distracciones.

Hubo grandes recepciones en los palacios de la duquesa de Sutherland y del obispo anglicano de Londres; un “garden party” en casa de lady Battesea, y un “luncheon” en la de lady Aberdeen, presidenta del Congreso. Lady Rothschild se mostró espléndida poniendo un tren especial para trasportar mil congresistas a su casa de campo, y hasta el Parlamento tuvo la galantería de obsequiar a un cierto número de congresistas en las célebres terrazas del Palacio.

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[ Observaciones de un médico rural ]

Un médico rural acababa de visitar a un carpintero de muebles que estaba atacado de fiebre tifoidea.

Pareciéndole que el desdichado enfermo no tenía curación, por humanidad manifestó a la esposa del paciente que podía darle para comer todo cuanto deseara, después de lo cual nuestro hombre se marchó convencido de que pronto contaría con un cliente menos, en tanto que en el Cementerio habría un cadáver más.

Pasados algunos días, el médico recordó que no había recibido la menor noticia referente al carpintero, y para tranquilizar su conciencia, se fue a casa de éste, deseoso de saber si había muerto o no.

El carpintero y su mujer le recibieron con las más expresivas demostraciones de gratitud, y aquél parecía no haber estado enfermo en su vida.

El médico no volvía de su asombro; pero la mujer no le dio tiempo de expresar su admiración.

—¡Ah! nuestro buen doctor, no podéis figuraros cuánto os agradezco vuestros consejos. Apenas acababais de salir, mi marido me pidió un arenque. Si no me hubierais dicho que podía darle cuanto quisiera, me hubiera guardado bien de dejarle comer una cosa tan salada; pero os obedecí, se comió el arenque y al día siguiente se levantó ya sano de la cama, tal como ahora lo estáis viendo.

El médico tomó la actitud del sabio que acaba de realizar una curación maravillosa y partió diciéndose:

—Quedamos en que el arenque cura la fiebre tifoidea; bueno es saberlo.

Algunos días después solicitó sus cuidados la familia de un carpintero de edificios, que estaba gravemente enfermo del propio mal.

—Dadle un arenque, dijo el médico.

El carpintero lo comió y falleció aquel mismo día.

Pero el doctor no se inquietó por tan poca cosa, y, tomando su libro de apuntes, escribió en él estas palabras:

Fiebre tifoidea. Arenque. Bueno para los carpinteros de muebles; malo para los carpinteros de edificios.”