Filosofía en español 
Filosofía en español


Miguel de Unamuno

Contra el purismo
II


¿Que puede decirse todo en castellano corriente y moliente a todo ruedo? No es verdad tal cosa, y precisamente por no serlo es por lo que se defiende el purismo, porque se vislumbra que hay ideas que pierden su eficacia al querer reducirlas a castellano castizo; se castellanizan.

Búscase el modo de atenuarlas y hacerlas indemnes, de esterilizarlas. «He ahí –he oído decir, más de una vez refiriéndose a un conocido publicista,– he ahí un hombre tan castizo y netamente castellano a la antigua usanza, como ampliamente europeo a la moderna; piensa en cosmopolita y escribe en un castellano que da gloria.»

«He ahí –suelo contestar– un gran sofisma encarnado; de esa madera se hacen los amañadores de lo que creen caldos de cultivo para inocular a un pueblo un suero que le ha de librar del supuesto virus. Su europeísmo es postizo.»

Desafío a cualquiera a que traduzca a Hegel o a Schleiermacher en castellano correcto y limpio sin desfigurar el pensamiento traducido y matar su matiz propio, y dándonos algo más que el seco esquematismo de sus doctrinas. En realidad nada hay perfectamente traductible, verdad que conocemos bien cuantos profesamos la enseñanza de alguna lengua. Apenas hay en dos lenguas diversas dos vocablos que refiriéndose a términos abstractos tengan, ni igual extensión ni comprensión igual, de tal modo que cabe expresar sus respectivos contenidos por dos círculos secantes entre sí, que tienen un campo común y secciones peculiares cada uno.

Mas si las lenguas son en rigor intraductibles no son impenetrables; cabe comercio entre ellas. Ahí está la lengua más admirable acaso, la más rica seguramente y en el rigor etimológico de la palabra, la más perfecta, es decir; la más hecha, la que más adelante ha llegado en el proceso que siguen nuestros idiomas cultos; ahí está el inglés, una lengua de presa. Toma donde encuentra, y con pronunciarlo a la inglesa, hágote inglés. En un léxico cabe todo; todo lo que arrampla en los vastísimos campos por donde se dilata y en que penetra. Hála enriquecido, además, su misma falta de pureza, la mezcla en ella de elemento anglo sajón y elemento latino, elementos que emplea aquél para los conceptos más familiares, para los más primarios y espontáneos, y éste, el latino, para los secundarios y reflejos.

Llama, v. gr. worth al valor de uso, y value al valor del cambio o económico. Entre la lengua de lord Macaulay y la de Carlyle media una enorme distancia, y todo es inglés. Y este mismo Carlyle ¿no prestó acaso uno de sus más señalados servicios a su patria plagando la lengua de ésta de todo género de germanismos y de metaforismos neológicos y hasta de verdaderos barbarismos?

Reprochar el que se diga soirée, (mejor sería escribirlo suaré), sport o revancha porque tenemos sarao, deporte y desquite, es ignorar que son cosas diversas. La diferencia de forma ayuda a la diferenciación de significado. Entre cabo y jefe hay gran diferencia y sin embargo cabo es la derivación normal castellana del bajo-latino capum, cabeza, y jefe es un vocablo tomado del francés chef, que es a su vez derivado del mismo capum.

Sólo un límite tiene la libertad lingüística, un límite libre, impuesto o mejor que impuesto, creado, por la necesidad misma de las cosas, y es la inteligibilidad de lo que se dice. Mas hay que saber entender y apreciar a la vez esto de la inteligibilidad, porque si todo el que habla o escribe debe, en provecho propio, cultivar sus explicaderas, debe a su vez el que oye o lee cultivar sus entendederas poniendo cuanto pueda de su parte. Mal negocio este último en país de tan enorme pereza intelectual como el nuestro, en pueblo tan insugestible que pide se le dé todo mascado, ensalivado y hecho bolo deglutible para no tener más que tragárselo. ¡Hay tantos que leen y no prenuncian!

A nadie se le ocurre exigir que se escriba de química orgánica, pongo por caso, de manera tal que lo pueda entender un zapatero, pero se supone, con evidente error, que en tratándose de obras de arte, la cosa varía. ¡Como si quien ha cultivado su espíritu en el sentido más serio de la filosofía científica moderna pudiera ver el mundo artísticamente con los ojos del inculto o con los del casticista nutrido de las heces del escolasticismo más o menos disfrazado!

Hácese lenguas todo el mundo, y con mayor ardor los que menos las han leído, de la lengua con que nuestros místicos expresaban los más recónditos y sutiles conceptos psicológicos al ahondar en los repliegues y escondrijos del espíritu, mas sin meterme a discutir aquí ahora lo que pueda haber de hondo y de original en la psicología de nuestros místicos, me atrevo a afirmar redondamente que no se puede traducir a su lengua la psicología de Hegel, la de Herbart, la de Wundt, la de James o la de Bergson, que para escribir de psicología moderna en aquel lenguaje o hay que violentar a la psicología o al lenguaje en cuestión. ¡Harto lo saben los que aparentan defender nada más que los fueros del castizo lenguaje castellano!

Para los que quieran distraerse un rato y sepan el alemán, guardo un vocabulario de términos psicológicos en alemán moderno con exposición del matiz de cada uno para que los pongan en castellano de San Juan de la Cruz o del P. Granada. A lo que se me dirá que puede hacerse la experiencia inversa con análogo resultado, y aunque acá, para mí, dudo mucho de la tal analogía, esto sólo argüiría contra el casticismo alemán. Si no en este caso concreto de la psicología, ni en general en nada que se roce con la ciencia, no cabe negar que hay aspectos en que somos introductibles. Por algo se han universalizado nuestros vocablos pronunciamiento, camarilla, torero, siesta y otros, y por algo Amiel intercala más de una vez en su francés ginebrino la palabra española nada, como más expresiva para su objeto que el rien francés.

El espíritu general de nuestra gente letrada y leída, no hay que darle vueltas, está todavía en el período pre-kantiano, no se le han batido las cataratas intelectuales, y si se sale del realismo sancho-pancesco, es para dar en el idealismo quijotesco, posiciones ambas que se dan en unidad y fuera las dos del idealismo realista o realismo idealista y a la vez dinámico que da vigor y savia al pensamiento europeo contemporáneo, imbuido de la relatividad de todo conocimiento y del proceso evolutivo de todo lo existente. Entre Sancho y su amo no media tanta distancia como a primera vista parece, porque de tomar los molinos por gigantes o soñar con el gobierno de la ínsula no va un paso. Media un abismo, por el contrario, entre lo de nuestro Calderón de que la vida es sueño, y lo de Shakespeare de que estamos hechos de la madera misma de que se hacen los sueños, estando rodeada nuestra pobre vida con sueño:

We are such stuff.
Dreams are made of, and our little Life.
Is rounded with a sleep.

Lo primero, lo castellano, es más claro; pero lo segundo, lo inglés, es más fecundo, porque es más honrado. No es la vida, somos nosotros el sueño; no soñamos la vida, sino que es la vida quien nos sueña.

Nada, nada, hay que trabajar por hacer del castellano nacional un español internacional, y que quede aquél para sagrado depósito de viejas memorias. Busquemos la fuente, abandonando la acequia. Siempre servirá el venerable castellano castizo neto para cantar las gloriosas tradiciones de la España vieja, para libros de rutina piadosa, para proclamas políticas y para explosiones patrioteras de españolería andante.

Miguel de Unamuno.


{ “Contra el purismo” apareció en el nº 8 de Revista Nueva (Madrid, 25 abril 1899), y fue reproducido por El Sol de Buenos Aires en tres entregas (24 octubre, 1 noviembre, 8 noviembre 1899). La única variante que hemos advertido en esta segunda parte publicada en Buenos Aires, respecto del impreso en Madrid, es la sustitución de “hondo” por “honrado”. }