Filosofía en español 
Filosofía en español


Titirimundi

Más allá de la blusa

Refrendado por los prestigios sociológicos del Sr. Azcárate, el nuevo libro de D. Antonio Royo Villanova, Cuestiones obreras, aparece con oportunidad afortunada.

Una palpitación de profecía se escapa de sus páginas amenas, en donde el director de El Norte de Castilla y profesor en la Universidad de Valladolid ha realizado la armonía del periodista con el catedrático, de la calle con la biblioteca, del realismo coa la especulación.

No es Cuestiones obreras un libro doctrinal y de hermenéutica, antipático y recetador de antipirina, sino de variedad y de divulgación, simpático y de gran provecho y al cual le cae como de perlas la divisa de Fedro: utile et dolce.

Con un gran arte expositor, el culto y ágil periodista examina la protección jurídica internacional, las casas-jardines, los accidentes del trabajo, la colonización interior, el trabajo de las mujeres, los seguros contra el paro, la emigración, el contrato colectivo, la crisis del aprendizaje, el derecho al trabajo, las pensiones para la vejez, las mancomunidades obreras, el socialismo agrario, el salario mínimo, los latifundios, las Cajas de maternidad, el sindicalismo..., todos y cada uno de los aspectos en que la clase obrera se halla hoy y todas y cada una de sus relaciones con el Estado en los países cultos.

El procedimiento periodístico del Sr. Royo Villanova –muy semejante, aunque a mi parecer mucho mejor qua el de los redactores sociológicos franceses, ingleses, italianos y alemanes, a los cuales nuestro colega aventaja en galanura, sagacidad, cultura y franqueza– es el de reflejar en el lienzo cinematográfico del periódico las películas eruditas y doctrinales de las revistas y de los libros.

Con un donaire de conversador andaluz y con un casticismo de lenguaje digno de sus paisanos los Argensolas, el publicista aragonés nos pone al tanto del movimiento sociológico mundial. La perspicacia del Sr. Azcárate advierte en el prólogo cuánta y cuan noble es la utilidad de estas divulgaciones periodísticas. «Ojalá –escribe el docto profesor– la Prensa toda prestara igual y sostenida protección a estos problemas.»

Este libro aparece en circunstancias de precursor y con los caracteres de un profeta. Su misma sencillez, haciéndole asequible a doctos y a profanos, le da un valor catequista inapreciable. Los partidos políticos españoles miran atónitos esa gran rotación con que el Estado gira vertiginosamente en todos los países. Unas Cortes se incuban al calor de ese ambiente de zona tórrida que la cuestión social pone en todos los Parlamentos del mundo culto. Un grupo socialista, encanecido en las intransigencias de «La Internacional», observa, estupefacto, cómo los socialistas de otros países purificaron sus intransigencias en el Jordán de la cultura y del eclecticismo. Una juventud fuerte y preparada se dispone a infundir en la política savia europea. Una nación despierta a un nuevo día...

La frase de Waldeck-Rousseau: «Que el propietario trabaje y que el trabajador posea», es la síntesis de un programa de estadista; pero es también el lema de un ensueño humano. La observación del Sr. Dato en su discurso de la Academia de Jurisprudencia, tratando de legislación social: «Es un Derecho nuevo, que sorprendería a los jurisconsultos de la Roma clásica», responde al sentimiento unánime del siglo. La situación de los partidos socialistas, avanzando sus muros de oportunismo, como Servio Tulio los de Roma, es un aviso de fanáticos y una llamada a los indiferentes. Leyendo el útil libro del Sr. Royo, esto es, situándose en Europa, el fanático quedará corrido, y el indiferente, avergonzado. No es posible desentenderse de la cuestión social, ni es tampoco posible vincularla toda en la blusa.

El «fabianismo» de Horacio Wells y de Bernard Shaw intenta un socialismo de corbata y camisa limpia. Camilo Desmoulins decía en la Convención: «¿Qué mal hay para nadie en que los patriotas todos vivan bien? El mal está en que unos coman y otros no. Pero en que coman todos, ¿quién va mal?»

Y este «todos», que el admirable autor de La Linterna tremolaba en la Convención como un penacho utópico, será el Deux ex machina de la juventud. Acolamos la blusa con sus ansiedades; pero miremos más allá de la blusa y de su intransigencia.

Cristóbal de Castro