Filosofía en español 
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La cuestión del cinematógrafo y la de la moral de la calle

Gabriel Miró

Contestación al cuestionario sobre la moral del Cinematógrafo

A. I. II. III. De cuando en cuando, me parece muy agradable el cinematógrafo. ¿Por qué quitárselo a los pequeñuelos? La mirada, y con ella el almita de los niños, puede viajar, recibir gusto y enseñanza viendo paisajes y pueblos nuestros y remotos, costumbres maravillosas, toda la alegría y grandeza de la creación. Las faenas campesinas, de ingeniería, de Industria, de Arte... además de su peregrina curiosidad, pudieran despertar aficiones y aptitudes en el dócil entendimiento de las criaturas y de todos. ¡Pero por Nuestro Señor, que se secuestren y prohíban esas películas de “Historia”, de dramas, de ferocidades, de chocarrerías y lujuria!

B. IV. V. La jurisdicción del maestro “sobre las calles que circundan las cercanías de su escuela” tendría una eficacia local y sujeta al reloj. ¿Y después? ¿Y antes? Toda la vida es un trenzado de visiones santas y de visiones impuras, que los niños recogen rápidamente aunque no las razonen. Además ¿podemos responder de la austeridad de los maestros, de los padres de familia, de los varones que habrían de constituir esas juntas pedagógicas-estéticas?

La ansiedad moralizadora de esa Revista es un admirable dechado de las aspiraciones y disciplina de la vida familiar.

Es una campana santa, misericordiosa, que merece la gratitud de todos.

Y para bien de los niños debiéramos ayudarla comenzando por mejorarnos y purificarnos los hombres, los grandes. Es necesario que la virtud se haga también fisiológica y transmisible.

Gabriel Miró.

Alicante.