Filosofía en español 
Filosofía en español


[ Ramón Janer Isan (a) Francisco de Barbéns OFMCap ]

La cuestión del cinematógrafo y la de la moral de la calle

Los problemas pedagógico y moral del cine

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Una persona en semejante estado no tiene, no puede tener, formación moral; le falta la base fundamental, cual es el ejercicio de la inteligencia, la conciencia de su vida o de sus actos, la voluntad de hacer el bien. No puede crear hábitos morales, costumbres cristianas; su entendimiento y su voluntad tienen la menor expresión posible de existencia: toda la dirección de la vida se la llevan las impresiones, los sentimientos de un orden material; el espíritu es incapaz de elevarse a esferas superiores, de estudiar lo antiestético, lo feo de aquellos cuadros, de aquellas formas, en cuya contemplación parece que encuentran toda su beatitud.

III
Consecuencias fatales para el porvenir

Para comprender todo el alcance de semejante impresionalidad y emotividad mórbida, no tenemos más que fijar la atención y el examen en una infinidad de ejemplares, que la historia de las víctimas del cine nos presenta todos los días. Un profundo desequilibrio de los estados afectivos; la constitución de una familia neuropática; la creación de idealismos fantásticos; un verdadero romanticismo, he aquí el cuadro o agrupación que tiene significación especial en esa historia. Ha de resultar interesante estudiar la etiología o la patogenia de estados tan lastimosos.

El desequilibrio de los estados afectivos se explica fácilmente, si se tiene en cuenta el proceso que sigue lo que en el lexicón clínico se llama el amor mórbido. Este amor no es el amor acto específico de la voluntad, sino el que se confunde con la emoción, que en la psicología. moderna ha venido a substituir los nombres de apetito sensitivo, pasión, apetición, &c. Esta sensibilidad afectiva, científicamente hablando, tampoco es obra del corazón, como antiguamente se creía. El corazón es un músculo y nada tiene de común con la sensibilidad afectiva. «El órgano propio del apetito sensitivo, así como de toda la vida psíquica, son los centros nerviosos: con todo, el estado actual de la psicología no permite asignar a esta facultad una parte determinada del cerebro.» (Mercier)

El error del vulgo reconoce por fundamento la relación que los estados afectivos guardan con la actividad cardíaca; pues el corazón se halla bajo la dependencia de los centros nerviosos, según enseñanzas de la fisiología moderna, mediante los dos grupos de fibras nerviosas que pertenecen respectivamente al nervio neumogástrico y al gran simpático. La excitación de éste acelera los movimientos del corazón, la de aquél los retarda. Y en este sentido, las emociones que obran directamente sobre los centros cerebrales influyen en los movimientos del corazón, y recíprocamente, dice Mercier, las modificaciones producidas en las contracciones del corazón repercuten en la actividad psíquica por el cambio de la cantidad de sangre que va a irrigar el cerebro y del que inevitablemente se resiente. «La circulación es afectada por el sistema nervioso, escribe Kendrick en una obra reciente: 1.°, por la acción inhibitoria del neumogástrico, que disminuye la actividad del corazón; 2.°, por la acción aceleradora de las fibras del simpático, que estimula la actividad cardíaca», &c.

Esta base física y esta mecánica de las emociones nos da razón del carácter patológico de las mismas. Para nosotros, siguiendo los datos mejor comprobados de la clínica moderna, las excitaciones anormales de los centros nerviosos, las perturbaciones en las ideas, en las imágenes, en las impresiones, deben tener influencia sobre las emociones, revistiendo el carácter de emociones anormales. El estado algo precario de las enseñanzas experimentales referentes a este punto no nos permite formular con los detalles que fuera de desear el diagnóstico psicológico de los sentimientos perturbado y anormales, o sea patológicos.

La acción perturbadora, que ora produce emociones depresivas, ora exaltativas, ora autosugestiones, es, sin disputa, la del cine. Cuando en el último párrafo veamos quienes asisten al cine, podremos apreciar la clase de predisposiciones que facilitan la acción perturbadora del espectáculo. Al presente podemos adelantar, que los niños de ambos sexos, particularmente en la edad crítica de la pubertad; los jóvenes por la acción erótica que sobre ellos ejerce, por la provocación pasional que en la mayor parte supone; las doncellas por las tendencias exaltativas de su imaginación, por la extremada delicadeza de sus sentimientos y por la larga duración de las excitaciones celulares, provocadas o producidas por la depresión intensa del nervio periférico; todos estos y los demás que omitimos, se resienten notablemente de la acción trastornadora del cine.

Una imaginación sumamente exaltada que evoca constantemente la imagen que impresionó vivamente su cerebro; una persona cuya principal ocupación sea viajar de imagen en imagen, pasar de sentimiento a sentimiento, a cual más intenso; el cerebro de semejante persona recibe continuamente una acción nociva, que necesariamente ha de provocar ciertas alteraciones o modificaciones patológicas en los centros nerviosos. Entre las causas que explican el desequilibrio de los estados afectivos en la juventud, particularmente femenina, no dudamos apuntar la que precede. La constitución de una familia cuyos individuos adolecen de trastornos psicopáticos, con frecuencia obedece a la herencia de un padre extremadamente apasionado y de una madre profundamente neurótica. Los idealismos fantásticos, que las más de las veces terminan en romanticismo ridículo, en el fondo, se reducen a perturbaciones de la imaginación y del sentimiento, como consecuencia natural de las impresiones y excitaciones extremadas que el espectáculo, el cuadro realista y emocionante producen sobre los centros de la corteza cerebral.

Hoy no es lícito desconocer esta mecánica del sistema nervioso, ni la psicología de los estados representativos y afectivos. Estas son las consecuencias nada satisfactorias que preparan para el porvenir de su persona o de su familia un gran número de los que frecuentan el cine inmoral.

IV
Lo que debería ser el cine

El mayor pecado que evidentemente han cometido los corruptores del cine, y que no les será perdonado por la historia del progreso, de la cultura y de la dignidad humanas, es el haber convertido uno de los más poderosos agentes de edificación social y de reconstrucción moral en instrumento ariete de destrucción, en medio de perversión. El cine debería ser una escuela de artes, ciencias y costumbres. Su carácter eminentemente sugestivo le da cierta eficacia, que no poseen otras escuelas de formación social. Infiltra dulce y suavemente en las conciencias la pasión de lo bueno y de lo justo; enseña deleitando.

El cine, lo propio que el teatro y el periódico o dirigen o son dirigidos, es decir, o tienen criterio propio y conciencia de su misión, en virtud de lo cual aplauden la virtud y reprueban el vicio, o tienden a complacer a los espectadores, acomodándose a sus pasiones, desvíos y costumbres nada laudables. En el primer caso tendremos en ello una verdadera institución moral, literaria y social; en el segundo resultará una verdadera plaga, una monstruosidad, que solamente servirá para excitar pasiones, provocar odios y corromper costumbres. Será una escuela en donde se adiestrarán los enemigos de la sociedad.

Semejante estado de nuestras instituciones artísticas y literarias acusaría una verdadera y profunda decadencia moral del país.

Diremos brevemente que en todas las expansiones de la vida social deben respetarse los derechos y la dignidad de la naturaleza humana. El hombre tiende al progreso, busca el desarrollo de la nacionalidad, la expansión de la vida: la historia y la observación de todos los días enseña que nada de esto se halla por el camino de la degradación y de las indignidades; no se consigue la sana ilustración, alimentando el espíritu de carne inmunda y de bajas pasiones; no se civiliza la sociedad ensenando gráficamente la manera de destruir la familia, de prostituir el amor, de subvertir el orden.

El cine tiene una misión importantísima en la sociedad contemporánea. Aprovechando la condición especial del temperamento moderno, que lleva como nota distintiva el carácter emocional o impresionable, deben los artistas y directores de los cines y de más espectáculos similares utilizar ese agente poderosísimo, y hacer penetrar en la conciencia de las muchedumbres y de los pueblos los sentimientos de dignidad, de caridad y de fraternidad universal. Los empresarios deben tomar ese instrumento para formar, pulir y perfeccionar el sentido del buen gusto, el sentimiento estético, según veremos más abajo.

V
Misión pedagógica del cine

Hemos indicado ya, si bien en otra forma, que el cine es el órgano providencial para obrar las grandes transformaciones sociales. La aristocracia intelectual no necesita este género de espectáculos para su formación espiritual y para la educación de sus sentidos. Tiene a su alcance otros medios más elevados, obras más profundas; no necesita recurrir al sistema gráfico e intuitivo para asimilarse las verdades. La aristocracia moral cuenta también con otros elementos más internos, que le excusan fácilmente la asistencia al cine; tiene a mano las grandes obras de los mejores artistas bajo todos conceptos, que son los más eficaces elementos para formarse una conciencia profundamente delicada. Unos y otros se dirigen principalmente por la filosofía y el buen sentido han venido dominando las facultades superiores.

Lo que preocupa sobremanera al hombre social y pensador, es la formación y dirección de la democracia espiritual. Es ésta una clase que comprende elementos de todas las agrupaciones y de todas las esferas sociales sin exceptuar lo que en el lexicón jerárquico se llama aristocracia social. La democracia espiritual necesita imágenes, impresiones, intuición, para que los objetos penetren hasta la conciencia. Debemos descontar en absoluto otros medios de formación, mientras perdure su deficiente estado actual. Debemos contentarnos de educarle la imaginación dándole una orientación artística y práctica.

La labor educativa del cine respecto de la imaginación ha de consistir: 1°, en ofrecerle imágenes bellas; 2°, en enseñarle la manera de conservarlas; 3°, en infundirle el poder de modificarlas y adaptarlas a la realidad. La imaginación reproduce fácilmente y representa en lo interior el objeto externo. Entre estas reproducciones y representaciones son las más comunes y distintas las que se refieren al sentido de la vista; las más propiamente llamadas imágenes. Es tal su importancia que, aun para facilitar o apoyar muchas representaciones de los otros sentidos, acudimos a imágenes visuales, más o menos determinadas. En la estética subjetiva se llama imaginación la mayor suma y la mayor viveza de tales representaciones. Se llama imagen la reproducción de la sensación; reproducción más débil, en general, que la sensación misma, pero siempre capaz de adquirir en determinadas condiciones tal intensidad, que pudiéramos creernos aún en presencia del objeto. La sensación y la imagen no difieren en naturaleza, sino en grados.

Si creyéramos necesario demostrar esta verdad, recurriríamos, en primer lugar, al testimonio de la propia conciencia, procurando reproducir efectivamente en nosotros el recuerdo de un estado de ánimo, sin lo cual no es posible la reproducción exacta. Veríamos, además, la semejanza de sus efectos, la cual nos daría derecho a deducir la identidad de las causas. Una imagen reproducida vivamente diez años después de haber experimentado la sensación correspondiente, puede producir los mismos efectos que en la primera vez; la única diferencia estará en los grados.

Esta teoría, que está fundada en las inducciones fisiológicas de la histología normal y de la histología patológica, explica perfectamente la frecuente confusión de la sensación con la imagen, según tiene lugar en varios casos. Entre otros, siempre y cuando la vivacidad del recuerdo es tan intensa que se convierte en alucinación, como sucede en los casos de locura, de exaltación cerebral o de cansancio de un órgano. «De igual modo, los ojos de una persona que emplea frecuentemente el microscopio, ven a veces reaparecer espontáneamente, después de abandonar su trabajo un objeto que han examinado detenidamente.» (Baillarger.)

La confusión que se produce en varios casos es debida a la falta de sensación. Así en los sueños, durante los cuales la imagen se confunde con la sensación real, se explica el fenómeno por la ausencia del objeto representado. Nada extraño parecerán éste y muchos casos que podrían citarse, si se advierte que unas y otras reconocen la misma localización cerebral. La psicología experimental ha demostrado plenamente que la impresión reproducida ocupa exactamente los mismos centros nerviosos que la primitiva impresión y afecta la misma forma.

Estas observaciones acerca de la naturaleza de la imagen nos dan a comprender la importancia que ella tiene en la dirección de nuestra vida psicológica. La pedagogía experimental ha convenido en dedicarle uno de sus primeros y más interesantes capítulos. Sólo falta que nosotros sepamos ver y comprender la ley que rige la asociación de las imágenes para el desarrollo de la vida mental, y la intervención que al cine le cabe en semejante obra.

La ley psicológica de la asociación consiste en que, todos los hechos y estados de conciencia simultáneos o sucesivos tienen la propiedad de unirse unos a otros, con tanta mayor fuerza y duración, cuanto más prolongada o más frecuente ha sido su proximidad en la percepción que hemos tenido de ellos, o cuanto más viva ha sido dicha percepción. Así, cuando asisto a una representación teatral en que los esplendores del decorado se aúnan a los encantos de las armonías musicales; cuando contemplo un cuadro de la vida en la película cinematográfica, que me presenta un conjunto de escenas domésticas de costumbres populares, mi cerebro es asaltado a la vez por una serie de impresiones simultáneas, despertadas por la contigüidad de las cifras y células que vibraron en impresión primera. Esta ley que regula todos los hechos psíquicos entraña una importancia capital. La asociación de imágenes, de ideas y de estados de conciencia explica los más complejos fenómenos de nuestra vida psicológica y moral. La asociación de sensaciones auditivas y visuales nos inicia en las diferentes artes: Poesía, Música, Pintura y Arquitectura. Y, sobre todo, nos conducen por los caminos de la actividad espiritual, pudiendo ser iniciados en el pensamiento de otros, gracias a la palabra escrita, al cuadro, a la escultura, etcétera.

P. Francisco de Barbens
O. M. Cap.

(Continuará)
«Revista de Estudios Franciscanos»