El Imparcial. Diario liberal
Madrid, sábado 1 de junio de 1918
año LII, número 18.430
página 2

Pedro Pidal

El centenario de Covadonga

Las convicciones personales no suelen tener mayor interés que el de ser comprobadas por los demás para ver si real y efectivamente responden al verdadero modo de ser u obrar de las cosas, si responden a la realidad o son producto de la alucinación o de la fantasía.

Y así, la convicción personal que podamos tener los senadores y diputados asturianos y por Asturias, los representantes de Asturias en las Cortes, acerca del modo de connmemorar el XII centenario de la batalla de Covadonga, no tiene más importancia que el de ver si nuestra ponencia se ajusta a la realidad de las cosas y merece la aprobación del público y del Gobierno.

Decimos en el preámbulo de la proposición de ley que presentamos a las Cortes para conmemorar el XII centenario de Covadonga:

«Esta conmemoración transcendental de la historia patria, más que con festejos al uso, debe conmemorarse con actos que impliquen una recordación honda, seria, pensadora y enseñadora de las grandes virtudes en que se asientan el poder y el progreso de los pueblos.»

Y D. Antonio Maura, a quien hemos ofrecido los representantes de Asturias en las Cortes la presidencia efectiva del centenario de Covadonga, así como la presidencia honoraria a S. M. el Rey D. Alfonso XIII y a Su Alteza Real el Príncipe de Asturias, quiere recabar para el Gobierno, con gran acierto, la iniciativa de esta conmemoración transcendental de la historia patria, convirtiendo en proyecto de ley del Gobierno la proposición de ley de los senadores y diputados asturianos.

Nosotros somos los ponentes, y el Gobierno de S. M. el que, en definitiva, ha de proponer a las Cortes lo que tenga por conveniente.

Y nada, en realidad, más acertado que hacer emanar esta iniciativa de los Poderes públicos, porque, como decíamos recientemente en el Senado tratando de esta conmemoración:

«La conmemoración del centenario de Covadonga es un triple homenaje rendido al santuario de la Naturaleza, al santuario de la Religión y al santuario de la Historia. La Historia es el pasado; la Religión es el porvenir; la Naturaleza es el presente, el lazo que las contiene y que las une. Covadonga es un santuario de la Historia, el principal santuario de la historia patria, uno de los principales de la historia del mundo, porque allí se contuvo la invasión sarracena; porque los 70.000 árabes que derrotó Pelayo en el valle de Cánicas fueron un servicio prestado a la causa de la cristiandad y a la causa de Europa. Sin Pelayo no hubiera visto el Cid cómo se iba ensanchando Castilla delante de su caballo; sin Pelayo no hubiera visto Colón ensancharse el Océano delante de sus carabelas; sin Pelayo no hubiera visto Cervantes ensancharse el mundo delante del habla de Castilla.

Covadonga es un santuario de la Religión, no sólo por las tradiciones religiosas, no sólo por el célebre anacoreta que entregó aquella tosca cruz de roble a Pelayo, la célebre cruz de la victoria, con la cual había de derrotar a los sarracenos; no sólo por la antiquísima Virgen allí venerada, sino porque allí viven en armónico conjunto las agujas de las catedrales y las agujas de los picos, de los Picos de Europa, ante los cuales el espíritu, que es una especie de electricidad, encuentra sus naturales escapes para el cielo.

Covadonga, además, es el gran santuario de la Naturaleza, por la grandiosidad de sus montañas, por la frondosidad de sus valles, por el colorido y el tono del paisaje.

El año pasado estuvieron los Reyes en Covadonga. Su Majestad la Reina, por vez primera, creo, y cuando, después de describir las espirales de aquella carretera tan pintoresca, llegó a la terraza de la catedral y se encontró con los contrafuertes de los Picos de Europa, no pudo reprimir un grito de entusiasmo y dijo: «Esto es estupendo; no he visto nada más hermoso en los días de mi vida.» Y S. M. el Rey D. Alfonso XIII, emocionado por el espectáculo y por las palabras de S. M. la Reina, se volvió a las autoridades civiles, eclesiásticas, y militares, diciendo: «No cabe duda. Esto tiene que ser el primer Parque nacional de España.»

Y es que, como hemos convenido aquí, señores senadores, y S. M. se había percatado antes de ello, los Parques nacionales tienen en España el carácter de Reconquista; «de Reconquista, sí, del territorio nacional, decíamos, que si antes fueron los árabes los que nos conquistaron, hoy son las arideces las que nos conquistan». Y las arideces, los calveros, los yermos, las estepas, todo lo que significa miseria, pobreza del suelo nacional, es lo que tenemos que combatir los españoles relegándolo más allá del Estrecho, en lo que consiste la verdadera europeización de España.»

Y en consonancia con este modo de sentir, decimos los representantes de Asturias en la proposición de ley presentada a las Cortes:

Art. 1º Covadonga será objeto de una protección especial por parte del Estado, tanto en su aspecto monumental y artístico como en el natural y pintoresco.

Toda reforma o creación monumental o artística que se efectúe en Covadonga, comprendiendo los sepulcros de Pelayo y Alfonso I el Católico, habrá de realizarse mediante propuesta y proyecto de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Los proyectos de obras que hayan de llevarse a efecto en Covadonga con motivo del XII centenario de la Reconquista serán ultimados por dicha Real Academia dentro del corriente año para proceder seguidamente a su ejecución.

Art. 2º Se declara Parque nacional el Parque natural de la montaña de Covadonga, del macizo en extremo pintoresco de Peña Santa, teatro de las hazañas de Pelayo en la Reconquista, según los límites y el reglamento que apruebe el Gobierno en consonancia con lo propuesto por la Junta central de Parques nacionales.

Art. 3º Se concederán premios en metálico, mediante concurso, a los autores de estudios históricos y literarios relativos a la Reconquista, juntamente con la impresión de éstos por cuenta del Estado, habiendo de informar previamente la Real Academia Española, de la Historia o la de Ciencias Morales y Políticas, según los casos.
. . . . . . .

He aquí lo que consideramos los representantes de Asturias que debían formar los tres primeros artículos de la proposición de ley del centenario:

«Covadonga», debía ser la primer palabra.

Los «sepulcros de Pelayo y Alfonso I el Católico», el primer cuidado.

El «teatro de las hazañas de Pelayo», el segundo.

Los «estudios históricos y literarios oportunos», el tercero.

«La conmemoración, del centenario de Covadonga –decimos los representantes de Asturias en el preámbulo de la proposición de ley– es triple homenaje rendido al santuario de la Naturaleza, al santuario de la Religión y al santuario de la Historia. Ríndese el primer homenaje, declarando a la montaña de Covadonga Parque nacional. Efectúase el segundo, con la coronación canónica de la Virgen de Covadonga. Debe llenarse el tercero, honrando los sepulcros de Pelayo y Alfonso I el Católico, sitos en la cueva, creándose la Orden civil de Pelayo o Covadonga, publicándose un libro de Covadonga que lo rememore todo y celebrándose cuantas ceremonias y homenajes puedan concertarse con las Reales Academias de la Lengua, de la Historia, de la de Ciencias Morales y Poíticas y de Bellas Artes de San Fernando.»

Pero como hay que reconquistar también el progreso, que tiene por armas la inteligencia y el trabajo, parece que la creación de una Escuela Industrial en Asturias y el complemento de su red ferroviaria serían también modos excelsos y naturales de conmemorar el XII centenario de la batalla de Covadonga.

Ahora, D. Antonio Maura, Jefe del Gobierno, nuestro presidente efectivo, tiene la palabra para añadir, quitar o reformar lo que por conveniente tenga.

Pedro Pidal
Marqués de Villaviciosa de Asturias.

 


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