Yo dije una vez en la sala de actos del Ateneo, en el año 1917, cuando se discutía la Memoria del Sr. Mendizábal de la Peña, «España ante la guerra», que, por incuria de los Gobiernos, España, que durante varios siglos había estado ausente de Europa en cuanto a la cultura, venía a quedar ahora aislada de Europa en el orden de la política internacional, convirtiéndose así en una Corea de Occidente... La frase hizo carrera, pues la vi repetida, glosada y parodiada últimamente en un discurso de mi muy querido amigo Marcelino Domingo, que llamó a España la Turquía de Occidente...
Turquía o Corea, como queráis: campo de Agramante de las naciones fuertes, palenque donde ventilen sus discordias las naciones que cuentan en lo internacional. Tal han puesto a España los gobernantes de la neutralidad a todo trance y costa –como dijo y dice siempre con delectación piadosa D. Miguel de Unamuno–. Ya que el pensamiento español vivía ausente y lejano de Europa hace tres siglos, se quiso que la política española se apartase de la política europea cada vez más.
Examinad rápidamente los acontecimientos políticos del año pasado, pomposamente llamado año de la renovación, y veréis cómo se palpa ese aislamiento de Europa. 1.º de junio: Una carrera de antorchas, una course aux flambeaux muy vistosa, una gallarda y alegre retreta militar donde a veces se creía ver danzar una danza salvaje de protesta a los elementos más díscolos, y hasta se creía adivinar entre las sombras de los árboles cómo se quemaban en efigie los que cáusticamente llamó don Juan Valera «chirimbolos de la Monarquía»... Pero, al final, la verbena, habiendo sido organizada por elemento militar, y aunque no se vieran fulgurar en ella los símbolos monárquicos, acabó por desfilar en señal de desagravio y pleitesía, ante los balcones del Palacio de Oriente...
Esta verbena, tan simpática al principio, de oficiales jóvenes y cultos, ¿reclamaba la incorporación de nuestro Ejército a Europa? Muy por el contrario: reclamaba la excorporación de Europa. España seguía ausente.
El Manifiesto de las Juntas de defensa resucitaba y daba vigor nuevo a quejas arcaicas y ya mil veces reiteradas. ¡Como que en un manuscrito de principios del siglo XVIII –ahora desenterrado por mi culto amigo D. Antonio Valero de Bernabé– se encuentran casi literalmente formulados los mismos agravios, dirigido el memorial en tono algo conminatorio a la más alta magistratura del país, y casi formulados ce por be los mismos motivos de agravio, sólo que allí el arbitrista peregrino tomó un disfraz irónico, y ahora la indignación se mostró cruda y desnuda, sin ropaje de humorismo!...
Os bastará que os reproduzca un párrafo: «Por lo que mira a los ascensos de oficiales, observarán las siguientes máximas: Que se atiendan como servicios particulares las campañas de Corte y presentes de protección, por cuyos méritos se hará la promoción de oficiales generales...» (Testamento político de España; lo publica Antonio Valero de Bernabé, §XX, págs. 29, 30 y 31; Madrid, MCMXVII.) Como hoy, allí están vibrantes en ese folleto las protestas de la opinión por las torpezas de los gobernantes; las lamentaciones contra los abusos, contra el reparto de encomiendas, canonjías y sinecuras de orden militar; de modo igual se rebate el privilegio y la injusticia. Pero... Europa ausente.
Mes de agosto: ¡Torbellino revolucionario, conato de un tránsito-suave o brusco a un nuevo régimen, rosado alborear de una nueva aurora!... ¡Pero todo frustrado y roto por la anárquica disgregación de las izquierdas españolas, a las cuales no se puede pertenecer por instinto, aunque se esté con ellas en espíritu!... Además, ¿de dónde han sacado los izquierdistas que una revolución ha de ser otra cosa que una remoción de conciencias?... ¡Como si la revolución, a no ser en manos de jacobinos inconscientes de los que anatematizó Proudhon, pudiese ser una convulsión epiléptica, y no un movimiento nacional bien orientado, un triunfo callado y silencioso de la razón sobre los mitos, y no una alharaca con estampidos de cohetes y fuego de artificio y estrépito de bombas... pour épater les badauds!...
¡Ah, cómo me acuerdo yo siempre, cuando pienso en este movimiento impulsivo de agosto del 17, de aquella frase que leí cinco meses ha en un libro interesantísimo del impugnador de Bergson, el elegante y sutil Julien Benda (Les Sentiments de Cretiens, París, 1917); aquella frase que es al mismo tiempo una esperanza y una lamentación: «¡Qué ocasión para el racionalismo esta guerra, si él sabe conducirse!... Pero mucho me temo que las gentes sigan sin apreciar el espíritu crítico...»
Mes de octubre: Planteamiento de la crisis más laboriosa y lenta que ha sufrido el régimen actual. Una crisis puerperal, como la de no poder sacar a luz un Gobierno idóneo –y, al final, un Gobierno presidido por el más anodino de los gobernantes españoles–, y luego la rehabilitación de un hombre que parecía definitivamente sepultado... Y todo esto, ¿ha traído la incorporación de España a Europa? ¡Oh, si no ha aumentado la distancia geográfica e ideológica, por lo menos nos ha separado durante más tiempo de ella, y quizá, definitivamente, para siempre!... Nunca más entraremos en Europa! ¡Nunca más!... Never more...
Andrés González Blanco