Filosofía en español 
Filosofía en español


Quintiliano Saldaña

Renovación política

La historia de la renovación política española data de Octubre de 1913. Es aquella fecha memorable en que el primer estadista de España se vio desterrado del poder cautamente por el último Borbón. Lo más brillante de la juventud española, y unos pocos hombres políticos se agruparon, lejos de él, aclamándole.

Tarda fue la simpatía, más segura. Y obtenido al fin su pláceme, se formó el grupo de opinión llamado: «partido maurista», que –oficialmente– no aspira al Poder. Acaso en él no son los que más valen, los más estimados; pero en sus manos nació la enseña política de la Renovación.

Sigue una llanura de luchas estériles, hasta el verano de 1917, en que España siente en sus entrañas el dolor de cuatro revoluciones.

El partido liberal casi se renueva

Colmada la medida de la paciencia nacional, bajo la horcajadura insoportable de un poder lucrativo, impuesto por coacción desde arriba, cae para siempre (19 de Abril) el Conde de Romanones. Últimamente acudía a despacho en su coche particular –no en el oficial– por miedo a las iras populares, exteriorizadas en la Puerta del Sol. Un día… corrió por todo Madrid esta frase, pronunciada –¿por quién?– en un campo de sport: «Hasta el barbero me habla mal de Romanones». La cuestión internacional dio pretexto a una supuesta dimisión, solemnizada en un documento; suerte de «carta al juez» de falso suicida, por contrariedades amorosas con la opinión…

Encargado de formar Poder el Sr. García Prieto, los sucesos militares –que se relatan a continuación– aparentemente, de hecho la retirada de protección que le prestaba el Conde, a la sazón jefe del partido, le hacen caer (11 de Junio) a los cincuenta días.

Una excusa no pedida del Conde en el Heraldo –ahora invocando la supremacía del poder civil–, unas declaraciones del Sr. Villanueva y la actitud de disgusto atribuida a varios ex ministros liberales, más o menos, y aún absolutamente nada ilustres, por estimar que el partido liberal no debió de haber abandonado el Poder, asegurando que de hecho la unidad de aquél estaba rota (15 de Junio), son los pródromos del acceso…: un acto de protesta organizado por el elemento joven del partido, contra el desarrollo de la última crisis y la conducta observada por el jefe. Crúzanse cartas entre los primates, y con la polarización de adhesiones, se hace el apartado…

Y el partido liberal casi se renueva, sustituyendo en la jefatura al Conde de Romanones, por el Sr. Alba, bajo las apariencias sacramentales del Sr. García Prieto (que ahora desde la Presidencia accidental de un supuesto gobierno de renovación, dirige las baterías electorales contra los amigos del Sr. Alba).

El Ejército se renueva

Apurada la resistencia al padecimiento moral de nuestro sufrido Ejército, ante las predilecciones personales cultivadas por un egregio caciquismo; influida la concesión de empleos y recompensas, encauzadas hábilmente por la deriva de un alto favor, sobreviene el brote pujante de las Juntas de Defensa; antes, de las Armas de Artillería e Ingenieros (Noviembre de 1916), luego, de Infantería. Disueltas aparentemente todas (Enero de 1917), según el general Alfau, todas siguieron funcionando, en activa propaganda de adhesiones, que mal combatida con persecuciones personales –traslados en Madrid, arrestos en Barcelona–, las forzó al acto de 1.° de Junio, inicio de una nueva era política.

En el documento conminatorio entregado por la Junta del Arma de Infantería al general Marina se leían estas honradas y elocuentes palabras: «A estas causas de malestar crónico (de orden moral, profesional o técnico, y económico) se han añadido últimamente las producidas por la ingerencia del favor, que anula el mérito y desmoraliza al que, para lograr un beneficio que se le debe, tiene que mendigarle del personaje influyente, arrastrando a sus pies su dignidad; los causados por selecciones injustas, por amortizaciones onerosas y no equitativas, en relación con los demás funcionarios del Estado», &c.

El éxito de opinión que tuvo este documento memorable se debe a la identidad de condiciones peyorativas en que se hallaba, con relación a los otros organismos oficiales, el Ejército; razón de las nacientes Juntas civiles.

Y el Ejército se renueva, seleccionando generales; interviniendo –como es legitimo– en el nombramiento de ministros de la Guerra; inspirando a éstos justas disposiciones y, ante todo, teniendo fe en sí mismo.

El Parlamento intenta renovarse

Desde 1909, la voz del Parlamento español se torna tardía y suena brevemente a largos intervalos. Las continuas protestas de Maura contra el sistema afásico de gobernar, son estériles, hasta el momento revolucionario de Junio.

Los periódicos de Barcelona publicaron (día 15) un Manifiesto de los parlamentarios catalanistas, en el que se leía: «Va para un año que en las postreras horas de un Parlamento dirigimos nuestra voz a los pueblos de España. Nuevamente nos encontramos en las postrimerías de unas Cortes tan efímeras como aquéllas, y ahora alzamos la palabra, robustecida por el plebiscito de Cataluña, con la solidaridad hallada en todos los pueblos hispánicos. Las crisis españolas no surgen por un movimiento de la opinión. Las Cortes son de Real orden. Son de familia y surgen bajo la sombra del Poder real.»

En una reunión de las izquierdas, celebrada en el Congreso (día 16), se hablaba de «una grave crisis nacional, en la que ha sucumbido, entre otras cosas, la esperanza, por algunos soñada, de hacer compatible la democracia con el actual régimen», ni de que con él «se corrijan los males, cada vez más hondos, que padece el país». Los allí presentes –veinticinco diputados– adquirían «el compromiso de utilizar la representación que ostentan y su influencia en los partidos a que pertenecen, para hacer que prevalezca, por encima de toda clase de poderes, la voluntad soberana de la nación española». Este sentido político esencializa toda la Asamblea de parlamentarios, [4] celebrada en Barcelona (12 Julio), a pesar del Gobernador y del Ministro de la Gobernación, que, abusando de la censura, engañó a España entera, mintiendo su fracaso puerilmente. Trece senadores y cincuenta y cinco diputados presentes y diez más por adhesión –total setenta y ocho parlamentarios– se reunieron, acordando en concreto la convocatoria de «unas nuevas Cortes en funciones de Constituyentes», «por un Gobierno que encarne y represente la voluntad soberana del país», a más de lo que a su organización interna se refería. De nuevo reunida, tres meses más tarde, en Madrid (30 de Octubre), con setenta y siete representantes, se aprobó en ella todo un largo, complejo e ingenuo programa de renovación política.

Una fracción de asambleístas –Cambó, Ventosa y todos los catalanistas, con Rodés, republicano–, sintiéronse posibilistas de la renovación, dentro del régimen, aceptando colaboración condicional en el actual experimento político.

Y si bien no con el carácter de Constituyentes, se han convocado ya (10 de Enero), para «Marzo próximo», si el tiempo revolucionario lo permite, unas Cortes. ¿Nuevas? «¿Para qué todo esto –ha dicho el Sr. Villanueva–, si los que han de venir a las Cortes son los mismos?»

Los obreros no se renovarán

La efectividad de nuestra vida política ha impuesto al obrero español dos servicios obligatorios: el servicio militar, en la pubertad; en la edad viril, el servicio revolucionario. La democracia exigió la generalización del servicio militar: ahora todos son soldados. La cultura no ha nacionalizado aún en España el servicio revolucionario. El obrero sigue siendo «carne de ametralladora», en la guerra, y en las sediciones. Si toda petición encubre una amenaza, en toda huelga fermenta la rebelión.

Mil veces anunciada, y desde Mayo con caracteres de gravedad, estalló la huelga ferroviaria en Valencia (30 de Julio). Conjurada la huelga, la Empresa del Norte se negó a readmitir a los huelguistas con los mismos derechos. He aquí el punto de partida para entender el argumento de la última tragicomedia social. Para protestar de la no readmisión de los huelguistas de Valencia, se declaran en huelga todos los ferroviarios del Norte (10 de Agosto). Subsistente la huelga ferroviaria, no sin personales vacilaciones y fracasos locales, se declara la huelga general (día 12), que mal planeada y peor preparada, entre premuras socialistas y defecciones de los nacionalistas catalanes, sin armas y sin jefes, la huelga de agosto fue un fracaso, como ensayo general de revolución.

Ni uno solo de los agitadores profesionales u ocasionales –Lerroux, Iglesias, Melquíades Álvarez– estuvieron al frente del movimiento; esperando cómodamente, como el autor del drama, tras de las bambalinas, para la aparición, la hora del aplauso; la del fracaso, para la huida. Ni aún el Comité de huelga aparecía, en los días de la revolución (del 13 al 20) sino en la sombra; unos, entre colchones…, otros, huyendo en zapatillas… ¡Que no merezcan ni el homenaje de la cita sus nombres obscuros! Todos se comportaron igualmente, y uno de ellos era mujer… El pueblo de Madrid siempre generoso e impresionable ha premiado su heroísmo, eligiéndoles concejales en las pasadas elecciones, con los primeros lugares del sufragio.

Sólo Marcelino Domingo dirigía personalmente los disparos desde el interior de una casa de Sabadell, siendo detenido y preso (día 16), si bien goza de impunidad parlamentaria actualmente.

Fue una terrible revolución,… en pantuflas.

Pero la revolución de Agosto no fue hecha por España ni para España. En L'Humanité del 15 se leía: «Cependant nous pouvons d'ores et déjá affirmer… que le mouvement révolutionnaire espagnol… n'a rien de germanophile. Bien au contraire, ce mouvement a eté preparé et soutenu par les éléments les plus ardemment francophiles de la Peninsule.» Y en el número del día 17: «Faudra-t-il assi attéindre le triomphe de la révolution espagnole pour étre juste et équitable envers les citoyens qui risquent leur vie pour pouvoir être útiles à la cause des Alliés?»

En poder de muchos detenidos de Madrid, Barcelona y Bilbao se hallaron billetes y monedas extranjeros. En un Banco de Bilbao se recibió giro extranjero por un millón, que nadie se atrevió a recoger en aquellos días. «Persona bien enterada nos asegura que el dinero facilitado para organizar y realizar el movimiento revolucionario asciende a catorce millones», decía La Época. ¡Así suben los cambios!

Y los obreros españoles, gregarios de un socialismo rural, no se renuevan ni se renovarán, mientras esté escrita en la farmacopea radical española esta triste receta política: «Las revoluciones se hacen con obreros y dineros; agítense aquéllos y repártanse éstos.»

«La renovación política», comedia nueva

Tras de una semana entera de tanteos y consultas, encargos y despidos, gabinetes imaginarios y reales vacilaciones, en la elocuencia del más alto desprestigio, surge un Gabinete de renovación. Le forman: un mediocre afortunado (Presidencia y Estado), hombre representativo de la política de llar…; un médico honorario (Marina), admirador del Conde de Romanones…; un magistrado ignoto y caduco (Gobernación); un republicano acomodaticio (Instrucción pública); un abogado «catalán» (Hacienda); un brillante letrado «andaluz» (Fomento); un valioso catedrático de la Central (Gracia y Justicia), y la primera figura de nuestro foro (Guerra).

Todos ellos –menos uno– conocidos hombres políticos. Los altos cargos, cuya provisión se anunciaba entre nuestros más prestigiosos técnicos, fueron todos –excepto dos– a manos de los conocidos, pero poco evocadores, hombres políticos. Se dijo que no habría gobernadores, hasta pasadas las elecciones generales. ¿Por qué no? El Gobierno se desveló por llenar esta deficiencia con los más hábiles manipuladores de «arte magna combinatoria».

Para los respectivos gobiernos salieron todos, debidamente consignados, a nombre de los representantes únicos de la Tabacalera política. Todo igual que en los mejores tiempos del maestro Romero Robledo, o de Sánchez Guerra, el aprovechado discípulo.

El ministro de la Gobernación es sordo, pero el Subsecretario tiene un oído agudo, y maneja bien el teléfono… ¡Se acabaron los «encasillados»! Ahora se llaman: «amigos del Gobierno». No hay un encasillado; hay tres…

Todo se ha renovado –y todo sigue igual– en el mundo político. Así, hasta que se hunda.

Quintiliano Saldaña