De enseñanza
En torno a un «ensayo pedagógico»
I
Un nuevo Instituto
El día 11 del corriente quedaron muchos sorprendidos. La Gaceta publicaba un Real decreto organizando en Madrid, «con el carácter de ensayo pedagógico», un Instituto-Escuela de segunda enseñanza.
La «gestión del ensayo» se «encomienda» a la «Junta de ampliación de estudios». Este nuevo Instituto tiende a formar alumnos y «un personal docente futuro». «Las enseñanzas –dice el art. 7.º– estarán a cargo de catedráticos numerarios o auxiliares de Institutos generales y técnicos y aspirantes al Magisterio secundario. A la sección preparatoria podrán ser llamados maestros superiores… Para dirigir la formación del profesorado secundario podrá la Junta proponer el nombramiento de profesores especiales.»
La Junta es, pues, la inspectora y directora, la encargada de señalar las condiciones de ingreso, la posible división del Bachillerato, la distribución de la enseñanza en grados, el nombramiento y separación de los profesores, &c.
El Ministerio Alba-Castillejo
El Sr. Castillejo es la musa que inspira al Sr. Alba. El Ministerio de Instrucción pública está hoy mediatizado. Basta solo con leer el decreto para hallar las huellas del tartufismo que culmina en el suave y rubio secretario de la Junta. En el preámbulo se habla del «pensamiento del reformador», en el sectario art. 9.º se condena a volver al punto de procedencia a los catedráticos que «no se identifiquen con los métodos» de la Escuela. El extranjerismo del Sr. Castillejo resplandece en el detestable castellano en que se ha escrito el decreto, plagado de galicismos. Por ejemplo, se dice que es iniciación de la gran obra a realizar.
Este nuevo centro se crea en Madrid. Si se hubieran tenido en cuenta los puros fines pedagógicos se hubiera escogido un lugar bien distinto. Puesto que los alumnos vivirán en torno de la escuela –el decreto habla de creación y organización de viviendas escolares– no puede alegarse la necesidad de buscar clientela para el Instituto modelo, en un gran centro de población. Las modernas corrientes tienden a alejar de las capitales populosas las escuelas y las Universidades.
Pero, en este caso, lo que más importa es favorecer a los secuaces: traer de provincias los elementos más útiles para la causa, y así preparar el golpe decisivo. Por eso se ha prescindido de las razones de salubridad, física y moral, que abonan la instalación de la Escuela en un lugar tranquilo y apacible.
Historia del decreto
La sorpresa que han experimentado muchos ante este decreto no alcanzó a nosotros. Sabemos positivamente que estaba redactado hace seis años y que se esperaba el momento propicio para llevarlo a la Gaceta. Ninguno de los ministros anteriores se había atrevido. Sólo el Sr. Alba, esclavo del Sr. Castillejo, se ha prestado a secundar los planes de la Junta.
Resulta, pues, absolutamente falso el motivo que se alega en el preámbulo del decreto para encomendar a la «Junta de Ampliación de Estudios» la gerencia del Instituto Escuela. Se dice que la Residencia de estudiantes cuenta ya con un grupo de escolares aptos para el ensayo. Hace seis años la Residencia, apenas creada, no podía invocarse como lugar de experimentación.
Los planes son muy vastos. La frase galo-retórica del preámbulo: «El presente decreto es iniciación modesta de la gran obra a realizar», es más cierta de lo que pudiera suponerse. Ahora se trata sólo de la segunda enseñanza; pero [8] si no se cierra el paso al espíritu innovador del Sr. Alba, bien pronto intervendrá la Junta en la enseñanza primaria. Cuando hace seis años se fraguó este «ensayo», preparóse también otro: una suerte de misiones volantes que irán dejando, diseminados por los pueblos, delegados de la «Junta de Ampliación de Estudios», con el fin de realizar la tarea encomendada hoy a los maestros del Estado.
Las Cortes intervienen
El 20 de Noviembre de 1912, el Sr. Bullón protestó ya en el Congreso contra los poderes omnímodos de la «Junta de Ampliación de Estudios». El 19 de Abril del presente año, el señor Zabala, en forma demasiado viva, censuró a la Institución libre de enseñanza y a los organismos por ella inspirados. Por último, en estos días se ha explanado, por el mismo Sr. Zabala, una interpelación documentada y contundente contra la Junta y contra los planes del Sr. Alba. El abandono en que el Estado tiene a la Universidad, mientras halaga y enriquece otros centros, se ha puesto de manifiesto.
Y es lo triste que muchos catedráticos que son diputados han guardado silencio, dejando solo al Sr. Zabala, y que los senadores universitarios no han secundado la campaña. ¿Para qué sirven entonces? ¿Para qué se esfuerzan, por todos los medios, en conquistar votos que les den el triunfo, si luego, cuando los problemas vitales surgen, se silencian prudentemente?
Y es más triste aún que algún catedrático diputado, como el Sr. Elorrieta, defendiera los planes de la Junta, desamparando a la Universidad. Una parte de la Prensa prosigue servilmente la sectaria labor. En El Día (de 15 de Mayo de 1918) aparece un artículo, que se dice escrito o inspirado por el Sr. Elorrieta. Allí se afirma que todo lo bueno que se ha hecho hasta ahora, en materia de enseñanza, se debe a la Junta de ampliación de estudios, y que «es lo único que existe en este país con espíritu verdaderamente científico».
¿Quién es el Sr. Elorrieta para decir tales cosas? En verdad que si todos los catedráticos buscaran, como él, agregaciones y secretarías, para no permanecer en sus cátedras de provincias, la Universidad no existiría. Si todos escribieran libros tan detestables como el suyo (Tratado elemental de Derecho político comparado, t. I, Madrid, 1916), y se vieran obligados, como él, a recoger la edición por consejo de sus mismos amigos, dolidos de verle en ridículo, lo único científico que en este país existiría, tal vez fuera la labor de la Junta de ampliación de estudios.
Planteamiento del problema
Las Cortes y la Prensa han hecho cuestión de derechas e izquierdas el problema de este «ensayo pedagógico» y la labor de la Junta. Este es el grave error. No existe aquí problema de política general, sino de política pedagógica. La vida de la Universidad es lo que se amenaza en el porvenir.
Se habla en el Decreto de «pensamiento del reformador» y de «métodos» nuevos. Ese pensamiento y ese espíritu que informan a la Junta y a todos los organismos que a su amparo viven, es lo que vamos a examinar. Anticipemos que sus planes son crear en su provecho, a título de ensayos, organismos que sustituyan a los Institutos y a las Universidades, quitándoles vida, impidiendo que se engrandezcan cultural y económicamente, matando, en fin, la libertad de enseñanza, a título de esa misma libertad, con un espíritu tartufo y sectario.