Filosofía en español 
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La Asociación de Estudiantes Católicos

El lunes por la mañana se verificó en la Juventud Católica un brillantísimo acto, con motivo de la constitución en Valencia de la Asociación de Estudiantes Católicos.

Llenóse el amplio local de estudiantes de las distintas Facultades, escuelas especiales, Normal y otros centros docentes, y no faltó una nutridísima representación de señoritas alumnas de la Normal.

Fué presidido el acto por el ilustre director de “El Debate”, don Ángel Herrera. A sus lados tomaron asiento el Canónigo Magistral muy ilustre señor doctor don Rogelio Chillida, y el presidente de la Liga Católica, señor Elías. Los restantes lugares del estrado los ocuparon los catedráticos y profesores señores Cabrera Warleta, Riba, Mur, Martí, Ventura Pallás, Recuero García, Espejo de Hinojosa; doña Emilia Ranz, directora de la Escuela Normal de Maestras; doña Pilar Ochoa, directora del Grupo escolar Balmes; la profesora nacional doña Dolores López, don Félix Blanch, Canónigo señor Bilbao, señor Meléndez y otras distinguidas personalidades.

El señor Zugasti, presidente de la Asociación de Estudiantes Católicos de la facultad de Derecho, pronunció vibrantes palabras, impulsando a los estudiantes católicos a formar su Asociación.

Manifestó que los estudiantes sienten con más intensidad que nunca la necesidad de llevar a las cátedras su convicción católica.

Elogió a los oradores que iban a seguirle en el uso de la palabra y excitó a los escolares a ser útiles a la Religión y a la Patria.

Fué muy aplaudido.

El señor Martín Sánchez, presidente de la Junta Suprema de la A. E. C., comenzó su discurso aludiendo al ambiente entusiasta valenciano, que es preciso no se esterilice y se aproveche por el medio de la Asociación. Hizo historia de la fundación de la A. E. C.

Dijo: “Fue hace escasos meses cuando recibimos una carta de los estudiantes católicos de Suiza, y vimos con dolor en el corazón y vergüenzas en el rostro, que entre nosotros, siendo católicos la mayoría, nada existía como organización; en cambio, ya había elementos enemigos que trabajaban en favor de las agrupaciones de estudiantes socialistas, y favorecidos por instituciones más o menos libres.

Pensamos que la neutralidad era imposible, servía de anzuelo para incautos. Era además vergonzoso que los católicos no nos llamásemos católicos.”

Comentó el lema de la A. E. C., que es: “Fides, Scientia, Libertas”.

Combatió la asociación neutral, diciendo que, si en una cátedra se ofenden las ideas católicas, no podrían ser defendidas por estudiantes asociados que fuesen neutrales en Religión.

Anunció los planes de la A. E. C. para constituir Cooperativas para adquisición de libros, y aun de consumo, como en Bélgica, y residencias de estudiantes.

Aseguró que las Asociaciones estudiantiles tendrán que intervenir en la vida universitaria autónoma. La Asociación católica será reconocida, y sepa el claustro que no la reconozca que él mismo impondrá tal Sindicato único, que al fin será su verdugo.

Añadió que es preciso evitar que al estudiante se le moteje de vago y holgazán, y para ello hay que impedir las huelgas estudiantiles inmotivadas, las vacaciones anticipadas y otros hechos análogos.

Mostróse partidario de la libertad de enseñanza, estimando que debe enseñar quien posee la ciencia, y muchas veces el Estado no la posee.

Añadió que es preciso que los estudiantes defiendan el orden legítimo y justo y no imitar “a la burguesía acobardada, que espera que los sindicalistas vayan a sacarla de sus nidos, como se saca a las ratas”. Pero eso no quiere decir que hayan de convertirse los estudiantes en guardia civil ni policía para defender los egoísmos y usuras de hoy. Lo que deben hacer es no temer al espantapájaros del sindicalismo, que sólo asusta a los gorriones burgueses.

Insistió en la necesaria organización del trabajo intelectual, y terminó con párrafos vibrantes, invitando a todos los católicos a ayudar a los escolares.

Grandes aplausos siguieron a las palabras elocuentes del señor Martín Sánchez.

El director de “El Debate”, señor Herrera, fue, al adelantarse a hablar, objeto de una calurosa ovación.

Comenzó diciendo que la organización escolar es tan importante, que a ella va unido el porvenir de España.

Preguntó: “Pero ¿es que se va a introducir el sindicalismo en la Universidad?”, y expuso su concepto de la Asociación estudiantil, diciendo que es todo lo contrario del sindicalismo, y recordó cómo en la cuestión social los católicos buscan como instrumento de solución la corporación o el tribunal paritario. A pesar de ello hay que convenir que entre capital y trabajo existe siempre un determinado interés opuesto. En la Universidad, no. Sería un contrasentido. Pues desde el rector hasta el último bedel, todos deben procurar el interés del estudiante. Pero cuando el sindicalismo revolucionario deshace una sociedad, hasta la Universidad llega.

Refirió pintorescos sucesos ocurridos en Rusia.

Hizo una crítica de la actual Universidad española. “La Edad Media –añadió– no constituyó Universidades en veinticuatro horas por real decreto; como los Municipios, como la construcción de las Catedrales, fueron obra de tiempo, y así se formó un cuerpo vivo y un alma máter.” Pero lo que entonces fue obra de siglos hoy puede serio de sólo años.

La Universidad española, como organismo, no ha intervenido modernamente nunca en la vida nacional. Para que la Universidad forme un cuerpo de doctrina se necesita que en lo fundamental exista unidad entre sus componentes. Así será cada Universidad lo que quiera ser, y no una disparidad absurda de opiniones en las diversas cátedras. Que la Universidad sea comunista o católica o liberal, pero que sea un alma.

Tal es la tendencia de los pueblos nuevos. Así Rusia, entendiendo que el comunismo es la verdad, tiene universidades comunistas. Así han hecho los socialistas alemanes en Gotha. ¿Y en España? Si España es católica, igualmente debiera serlo la Universidad.

Glosó los conceptos de Mella sobe la libertad de enseñanza.

Insistió acerca de la confesionalidad, recordando como no hace mucho tiempo se decía que un Sindicato agrícola no debía ser confesional, sino dedicarse a enseñar a plantar patatas. Pero el contrato del trabajo y el concepto de la propiedad que interesan a los agricultores como el plantar patatas, son problemas jurídicos, y Siendo así, son cuestiones morales, y siendo cuestiones morales lo son religiosas.

Pasó a hablar de la Asociación de estudiantes socialistas y de la amplitud internacional del movimiento escolar. Por eso invitan los socialistas a la unión en la Internacional de Berna, y los católicos en la de Friburgo.

Manifestó que el fracaso de los intelectuales ha sido por sus pecados; no han comprendido la tendencia organizadora sindical, y en España sólo el Magisterio se ha organizado hasta ahora.

Rusia rectifica su desprecio a los intelectuales, situando su categoría ciudadana del último al primer lugar. Pero ello, después de la revolución y del fracaso y de la ruina. En España también la masa está engañada. Es preciso decirse al pueblo que sin intelectuales ni siquiera tendría Sindicatos, pues aquéllos idearon antes sus sistemas y su organización.

Terminó diciendo que si los escolares quieren imponer su derecho, deben someterse a la ley, que es el derecho de los demás, y no perder el contacto con las más elevadas ideas, entendiendo que aun por encima del sentimiento de patria se halla el de la Catolicidad.

Una gran ovación coronó los elocuentes párrafos del orador.

El acto se dió por terminado en medio del mayor entusiasmo.

Deseemos el mejor éxito a la Asociación Escolar Católica de Valencia para que exalte noblemente la triogía que le sirve de lema: Fides, Scientia, Libertas, y cuenten los escolares católicos con la más fervorosa adhesión del DIARIO DE VALENCIA.