Los estudiantes católicos
Gran mitin en el Conservatorio
No queremos la lucha, sino la armonía entre todos los estudiantes (señor Valiente). Se ha definido y ampliado la misión social de la mujer después de la guerra (señorita de Artaga). El Estado tiene reducida a la Universidad a un organismo burocrático más (señor Yanguas). La salvación de la Patria depende de la formación de una juventud con ideales sanos (señor Suárez Somonte). Elocuente resumen del señor Carracido rector de la Universidad.
Organizado por la Federación de Estudiantes católicos de Madrid, se celebró ayer un importante acto escolar en el salón de actos del Conservatorio.
Presidió el excelentísimo señor rector de la Universidad, don José Rodríguez Carracido.
Asistieron entre otras personalidades la señora de Carracido, doña Blanca de los Ríos de Lampérez, señorita de Vadillo, el duque del Infantado, el secretario de la Universidad, señor Castro, el marqués de Laurencín, el conde de las Navas, el director del Conservatorio, señor Bordas, don Conrado del Campo, el decano de la Facultad de Ciencias, señor Octavio de Toledo, el señor Suárez Somonte, director del Instituto del Cardenal Cisneros, el rector de la Universidad católica de Santiago de Chile, señor Rucker, el señor Torres (don Camilo), el señor Espeso y el señor García Vinuesa.
Usó en primer lugar de la palabra:
El señor Valiente
El secretario de la Asociación Universitaria Católica de Derecho de Madrid, empieza agradeciendo al señor rector su presencia en el acto y dice que las agrupaciones escolares se honran con ello y se enorgullecen de llamarse universitarias.
Hace atinadas consideraciones sobre la confesionalidad de las Asociaciones de estudiantes y expone la labor de la Confederación de Estudiantes Católicos integrada por diez Federaciones provinciales, que suman unos doce mil adheridos.
Trata de la labor internacional de este organismo, indicando que se halla en relación, por medio de la Internacional Católica, con las organizaciones escolares católicas de diez y seis naciones, y ha de tratar de unirse con las hispanoamericanas, formadas por hermanos de raza.
Afirma que los estudiantes católicos no quieren la lucha, sino la armonía entre todos los estudiantes, porque todos están obligados a ofrecer sus brazos para levantar la Universidad española a la altura que un día alcanzó.
La señorita de Arteaga
Al levantarse a hablar la hija de los duques del Infantado es saludada con una ovación clamorosa.
Con elocuente y briosa palabra expone cómo la mujer va interviniendo cada día más en la vida social, y afirma que esta intervención será sana o pervertida, provechosa o funesta, según el espíritu que la informe.
No es que haya crecido ahora la influencia íntima de la mujer, pues, como decía Castelar, “el mundo está gobernado por faldas” (Aplausos y risas); pero sí se ha definido y ampliado la misión social de la mujer después de la guerra. Antes extrañaba una mujer estudiante, hoy es cosa corriente, y en algunas Universidades extranjeras son más los alumnos femeninos que los masculinos.
Expone lo que en la vida representa la mujer estudiante, y dice que es preciso que nos vayamos dando cuenta de que no se le ha de imaginar siempre bigotuda y con lentes. (Grandes risas.)
Trata, a continuación, de la importancia de lo intelectual en la vida moderna, y sostiene que la intelectualidad y su desarrollo pueden llegar a ser iguales en la mujer y en el hombre.
En brillantes párrafos hace una evocación histórica de la figura de la mujer, y termina citando un hermoso texto de Alfonso X el Sabio, en sus partidas. (Gran ovación.)
Desunidas nada lograrían las estudiantes da estos tiempos de agremiación; unidas entre sí, y a los estudiantes católicos, lo lograrán todo.
Afirma rotundamente y razona la confesionalidad de la organización femenina.
Demuestra cómo la mujer fue libertada por el cristianismo, pues antes fue esclava, y cuando se quiso emancipar lo tuvo que hacer degradándose. (Grandes aplausos.)
En elocuente período hace mención de las mujeres de la Sagrada Escritura, hasta llegar a la Inmaculada, que si fue madre de todo el mundo, para la mujer lo fue dos veces, redimiéndola y dándola el cetro del hogar, donde seguirá siendo reina, sea pobre o rica, noble o plebeya. (Gran ovación.)
Trata del movimiento internacional escolar católico femenino, y asegura que aprovecharán a las que comienzan y a las que terminan sus estudios.
Alaba a los estudiantes católicos por la brillante labor de su Confederación, y los anima a continuar en ella, citando aquellos versos clásicos que dicen:
«A todo buen español
le viene de herencia y casta
hacer las espaldas pechos
y no de pechos espaldas.»
Termina diciendo que de las estudiantes católicas puede decirse que tienen tres almas: como católicas, como españolas y como estudiantes, y que sabrán demostrar lo que es capaz de hacer una mujer con tres almas. (Prolongada ovación, que obliga a la señorita de Arteaga a saludar al público.)
El señor Yanguas
El señor Yangüas, ilustre catedrático de la Universidad Central, comienza agradeciendo al rector que con su asistencia preste realce al acto, y no sólo con el prestigio de su personalidad, sino por ministro del ramo, cuya representación ostenta el ilustre señor Carracido.
Declara ser universitario, y además, públicamente, católico. (Grandes aplausos.)
Razona sobre las conclusiones del acto aprobadas de común acuerdo por todos los estudiantes, y dice que las cuatro primeras de ellas se refieren al Cuerpo de la Universidad, formado por los profesores y los discípulos, y la otra al alma, puesto que al solicitar la autonomía para la Universidad se la concedo trato de persona jurídica y se la reconoce capacidad para regirse por sí misma, condiciones que actualmente se le niegan, puesto que el Estado la tiene reducida a un organismo burocrático más. (Grandes aplausos.)
Anima a los estudiantes católicos a proseguir en su actuación hermosa, sin desfallecer nunca. Estará siempre al lado de ellos, como deben estarlo todos aquellos que se interesen por las organizaciones escolares serias y con fines nobles y levantados.
Dirigiéndose a las señoritas les dice que deben tomar ejemplo de quien es su presidenta, la señorita de Arteaga, y entona un bello canto a la mujer española, y como tal, católica, deseando que la ley le conceda pronto los derechos civiles a que es acreedora, derechos que hoy se le niegan, porque, el fin y al cabo, la ley es obra de los hombres. (Risas y aplausos.)
Termina animando a todos a continuar la labor emprendida, seguro del triunfo que han de lograr siendo sus ideales la Religión de Cristo y la Universidad española. (Gran ovación.)
El señor Suárez Somonte
El director del Instituto del Cardenal Cisneros comienza haciendo notar el honor que los escolares le han hecho al invitarle (pocos momentos antes) a hablar, y añade que en esta improvisación (a que se ve obligado) no esperen oír de él sino una exposición que justifique su presencia en el acto, una afirmación y un consejo.
Su presencia en el acto está justificada por su deber de dirigir espiritualmente a la juventud, como catedrático, pues entiende que los catedráticos no deben contener los movimientos escolares, constituyéndose en “dique”, sino encauzarlos, para que no se desborden, causando perjuicios, produciendo daño, antes discurran originando beneficios. (Aplausos.)
Habla también gustoso a los escolares porque siendo profesor desde hace mucho años, de no haber estado en el acto por su presencia material, hubiera estado siempre con el espíritu.
Alaba la actuación de los estudiantes católicos, y a la de la organización femenina, y afirma que la salvación de la Patria depende de la formación de una juventud con ideales sanos y vigoroso espíritu. Esta obra grandiosa, añade, de regeneración de España es la que está realizando la Confederación de Estudiantes Católicos. (Grandes aplausos.)
Aconseja, (porque ya está desgraciadamente en la edad de los consejos), (risas), que empleen sus energías los estudiantes católicos en obras positivas, y termina mostrándoles cómo deben proceder mediante el símil de un salto de agua, que desarrolla felizmente, siendo muy aplaudido.
El señor Suárez Somonte fue insistentemente ovacionado.
El señor Carracido
El excelentísimo señor rector de la Universidad Central, es saludado con una ovación y con vivas al rector.
Declara que, a pesar de no encontrarse bien de salud, no ha querido faltar a este acto de afirmación escolar universitaria.
Refiriéndose a la intervención de las estudiantes en el acto, alaba a la señorita de Arteaga, y dice que el voto a la mujer ha sido concedido ya por el Claustro de la Universidad Central para las elecciones de senadores por la misma.
En elocuente periodo muestra cómo todos los escolares desean la armonía con sus compañeros, y excita a los estudiantes católicos a que, unidos, trabajen por el renacimiento de la Universidad española para que así ésta pueda llegar a ser madre espiritual de sus alumnos.
(El rector es ovacionado con entusiasmo y acompañado al salir por los escolares, que le ovacionaron nuevamente en la calle).
El acto terminó en medio del mayor entusiasmo.
Se recibieron adhesiones de notables personalidades y de compañeros de provincias.
Las conclusiones
Conclusiones que presentan los estudiantes a los Poderes públicos:
Primera. Rápida construcción de la Facultad de Medicina y de la de Ciencias, y ampliación del edificio de la Universidad Central y de aquellos otros centros de enseñanza que tan apremiantemente lo necesitan.
Segunda. Recursos materiales para que sea eficaz la labor de profesores y alumnos en laboratorios, clínicas, bibliotecas, &c.
Tercera. Ampliación de los créditos consignados en la vigente ley de presupuestos en todo cuanto se refiere a auxilios pecuniarios a los estudiantes españoles o hispano americanos.
Cuarta. Autonomía universitaria.