La “Legión de la decencia” en los Estados Unidos
A principios del mes pasado dábamos cuenta de una campaña nacional, comenzada en los Estados Unidos por católicos, protestantes y judíos juntamente, para poner freno a la inmoralidad del “cine”, que amenaza corromper las generaciones jóvenes.
Los católicos pueden y deben reformar el “cine”, asegura enérgicamente el Obispo de Fort Wayne, Monseñor Noll. “Y no es tan difícil como parece, con tal que nos unamos todos en esta cruzada por la decencia cristiana”, agrega el Obispo. “Por de pronto, desechemos el pensamiento de que eso no es posible”.
Los Obispos de los Estados Unidos han tomado muy a pecho esta empresa. En la última reunión habida en Washington, se nombró una Comisión formada por cuatro de ellos, para estudiar este problema y tomar las oportunas medidas. Monseñor Noll es de la Comisión y se ha lanzado con un artículo en la Ecclesiastical Review que ha sido muy comentado en los medios cinematográficos. “Cuando los Obispos, los sacerdotes, los fieles y el sentido común se unen en defensa de una misma causa, el éxito no es dudoso”. Y éste del “cine” inmoral es el caso.
Todas las diócesis de los Estados Unidos han recibido una circular de la Comisión de los cuatro Obispos, a fin de organizar las “legiones de la decencia”. Se han repartido innumerables hojas que llevan las promesas o compromisos de los que van a tomar parte activa en la cruzada nacional. “Prometo unirme a la Legión de la Decencia, que condena las películas inmorales, que son una amenaza para la juventud, para la vida domestica, para el país y para la religión. Condeno absolutamente esas películas que corrompen la moralidad pública y fomentan en nuestra nación la manía del sexo”.
Estas y otras cláusulas no son simples protestas. Ya hemos dicho que protestantes y judíos se han unido a los católicos contra esa inundación que causaría un desastre nacional, si no se pone un dique. Ya en algunos Ayuntamientos se han tomado medidas que producen trastornos notables en las taquillas de los “cines”. El Obispo de Lafayette y los católicos militantes han logrado que dicho Ayuntamiento nombrase una comisión para censurar las películas.
Los afiliados a la “Legión de la Decencia se comprometen a hacer todo lo posible para incitar a la opinión contra las descripciones del vicio, que lo presentan como normal condición de los negocios; contra los espectáculos que presentan los criminales como héroes y heroínas, los cuales difunden su inmoral filosofía como cosa aceptable para hombres y mujeres”.
Pero hay que empezar por dar ejemplo. Prometen, asimismo, “no asistir a ningún espectáculo de ese género e impedir que asistan los que de ellos dependan”.
Los Obispos norteamericanos pasan pronto de las Pastorales a la acción, según el temperamento de su raza. El de Albany, que corresponde al Estado de Nueva York, ha organizado ya comisiones locales en cada ciudad de su diócesis, para inspeccionar los “cines” y advertir a los católicos. En todas las iglesias se da una especie de misión contra las películas indecentes. Se hacen las listas “negras” y “blancas”, que se publican en todos los periódicos que las aceptan.
Las autoridades civiles se mueven también en este sentido. El Departamento del Interior ha hecho una encuesta y ha resultado que de cuatro películas son inmorales tres. Hay que advertir seriamente a Hollywood y otros centros productores que esto no puede continuar así; que se declarará el “boycot” por todos los medios a esa enorme cantidad de veneno; que no son más que crímenes, manías sexuales y aventuras insalubres. El Obispo de Fort Wayne propone a los Obispos del Nuevo Mundo que se unan a esta Cruzada del Episcopado Norteamericano. “¿Qué pasaría, dice, si todos nos uniéramos en el Nuevo y en el Viejo Mundo para lograr estos fines?”
Entre tanto, se forman numerosas “Legiones de la Decencia”. Las comisiones diocesanas y parroquiales trabajan activamente; son ya millones los legionarios que se han juramentado para librar a la nación del mayor de los desastres; la perversión de la juventud. Estudiantes y obreros suelen tener reuniones con este objeto; los sacerdotes siguen la campaña en púlpitos y en los periódicos. Ninguna organización puede compararse con la Iglesia católica para remediar tan gran mal; sólo ella, por medio de sus núcleos parroquiales y de sus sacerdotes, puede mejorar el “cine” y reducirlo a su verdadera función de entretenimiento sano e instructivo.
Por de pronto, el Box Office, de Oklahoma, uno de los órganos periodísticos de la industria cinematográfica, reconoce que esta campaña del Clero católico empieza a adquirir una extensión e intensidad enorme. Da consejos a los empresarios, pare que la atenúen o se defiendan.
“La Iglesia católica, escribe, está persuadida de que es inútil hacer reclamaciones a las casas productoras; por eso, ahora se dirige al punto neurálgico: la taquilla”. Y luego advierte muy alarmado: “Todo el que sepa la influencia que la Iglesia católica ejerce en la vida cotidiana de los fieles, comprenderá la importancia que tiene para nuestra industria una campaña de este género. Cuando la Iglesia condena de este modo una cierta acción como pecado, ordinariamente se la escucha y el pecado se evita”.
Esto se refiere, claro está, al Clero de los Estados Unidos, que ejerce una acción más directa que el nuestro sobre los católicos. De todos modos, el ejemplo y la iniciativa de los Obispos de los Estados Unidos merece algo más que un caluroso aplauso. Todos los periódicos católicos debieran publicar listas “negras” y “blancas”, como ya lo hacen algunos.
Es demasiado terrible la perturbación moral y familiar que tanta película indecente y criminal produce. Las nuevas generaciones se están intoxicando de una manera espantosa; los frutos ya se van viendo; en un próximo porvenir, el cataclismo será sin precedentes. Produce escalofríos ver esas salas de “cines” atestadas de niños y adolescentes, que beben por los cinco sentidos, los mayores corrosivos de toda disciplina, de toda costumbre y noción moral. Aterra pensar lo que será esa generación.
Los Obispos y católicos de los Estados Unidos, con más motivos que nadie por ser su nación la productora, se proponen “reformar el cine”, a toda costa. La necesidad inaplazable de tal reforma nos oprime a todos. ¿Qué será de nuestra juventud, si no hacemos algo parecido?
Manuel Graña.
Continúa la campaña contra la indecencia de las películas
Washington, junio (N. C. W.)– De todas partes de la nación se reciben noticias del gran éxito que la campaña iniciada por la Legión de la Decencia, bajo la dirección de los Obispos, y ayudada de la prensa, va obteniendo. Miles y miles de personas juran no asistir a películas indecentes.