La Conquista del Estado Madrid, 21 de marzo de 1931 |
número 2 página 5 |
Homenaje a Ramiro de Maeztu |
Fué un banquete. Al final, después de varios oradores, pronunció un discurso, que extractamos. Rememora su trayectoria ideológica, saliendo al paso de lo que por algunos se ha calificado de rectificación de criterio. El sedimento católico depositado por su educación, y que, en su juventud, le condujo a los límites del misticismo, ha perdurado toda su vida, aún durante la época en que simpatizó con las ideas radicales, como lo prueba el hecho de no haberse afiliado a ningún partido de izquierda: por eso, al verificarse su transformación espiritual, sólo hizo robustecer los sentimientos ortodoxos y tradicionalistas que nunca le abandonaron. «De lo único que puede acusársele, dice, es de haber realizado mi evolución perezosamente. Esta lentitud procede de mi costumbre de mirar las lejanías y del hábito de no ver bien las cosas cercanas.» Habla de su estancia en la Argentina como embajador de España, durante la que pudo afianzar el criterio de que España no es únicamente una gran potencia, sino la mayor potencia del mundo. Las naciones Hispanoamericanas están trabajadas por dos movimientos: uno, el movimiento capitalista internacional, que busca mediatizar a aquellos pueblos apoderándose de sus riquezas. De otra parte, el movimiento bolchevique que se apoya en los odios de raza. En aquellas tierras he aprendido también que todo el movimiento antiespañol de América procede de España. Durante los siglos XVI y XVII, mientras España es un pueblo fuerte, el movimiento antiespañol procede de otros pueblos envidiosos de nuestra prosperidad. Pero ya en el XVIII, la obra antipatriótica la realizan los mismos españoles, que desprecian todo lo que es español, considerándolo anticuado y deplorable. Lo mismo que hoy. El problema de España en América ha de resolverse aquí. Para ellos hemos de asegurar el prestigio nacional, comenzando por vencer a la revolución. Debemos reivindicar el ideal español dentro de España convenciéndonos de que nuestra epopeya es superior a la de Grecia y de Roma, y que nuestra idea es la única que tiene porvenir en el mundo. Se ha hablado aquí de la necesidad de ser hombres, y yo os he de decir que no soy valiente. Al salir de Buenos Aires, tres sacerdotes me interrogaban sobre lo que pasaría en España. No lo sé –respondí–. Pero recen ustedes, como rezaré yo, por la suerte de nuestra patria... Dios me conceda la suerte de una muerte decente, no heroica; decente, pero que me alcance cumpliendo mi deber. El conde de Guadalhorce decía que el intelectual debe señalar el camino de la verdad. Pero yo quiero recordarle la lección eterna, de los que no quieren oír la Verdad. Cuando Pilatos preguntó a Jesús: ¿qué es la Verdad?, aquél, volviéndose de espaldas, se dirigió al pueblo y le interrogó sobre a quién quería que diese libertad, si a Jesús, o a Barrabás. La turba pidió a Barrabás, y Pilatos prefirió a la Verdad el sufragio universal que había elegido al malvado. Don Ramiro de Maeztu fue objeto de una larga ovación. |
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