El Mono Azul. Hoja semanal de la Alianza
de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura
 
Madrid, 22 octubre 1936
número 9, página 6

Un fantasma habla para América

(Declaraciones de Unamuno a El Mercurio, diario reaccionario de Chile)

Salamanca, 9. Reinstalado en su cargo por decreto de la Junta de Burgos, después de haber sido expulsado de él por el Gobierno de Madrid, Unamuno ataca ahora violentamente al señor Azaña, diciendo:

«Ustedes oyen hablar del Gobierno de Madrid, pero ya no hay ningún Gobierno en Madrid.

Sólo hay bandas armadas que cometen toda clase de atrocidades.

El Poder está en manos de presos en libertad que esgrimen pistolas.

Azaña ya no representa nada.

Me lo puedo imaginar muy bien desde aquí, sentado en su palacio, pues lo conozco desde hace treinta años.

Está perdido en sus ensueños, atareado tomando notas para escribir después sus memorias.

Es un monstruo de frivolidad que jamás ha pensado en otra cosa sino en escribir sus artículos.

Es el más responsable de todo lo que pasa.

Cuando vió que estallaba el movimiento militar, creyó que se trataba de un simple pronunciamiento.

No se dió cuenta que allí había gente dispuesta a unirse al Ejército.

Se dijo: «Distribuyendo armas al pueblo», y sólo pensó en el Frente Popular, mientras que campesinos y burgueses que ya no podían vivir, eran más el pueblo que el Frente Popular.

Armó a gentes que, apenas tuvieron rifles en sus manos, demostraron ser bandidos.

No le es permitido a un estadista tener tan escaso sentido histórico, el que no consiste en tener nariz sobre los libros, sino en comprender su propia época y aquilatar los movimientos de rebelión.

Entre esos criminales y el pueblo en armas que los combate con el Ejército, la lucha será larga, muy larga y terrible.

Tiemblo al pensar en Cataluña.

Esa locura imbécil que es la idea del separatismo, que se alía con la anarquía.

En el País Vasco, que es mi país, sólo hay un clero sin sentido.

Afortunadamente, el Ejército ha demostrado gran sabiduría.

Franco y Mola tuvieron la alta prudencia de no pronunciarse contra la República.

Ambos son hombres de peso, cuyas determinaciones están bien pensadas.

Franco tuvo oportunidad de servir en Marruecos y demostrar que es un comandante de primer orden.

Militarmente por lo menos, el soldado debe salvar a España.

Me sorprende el encontrarme hoy dando mi confianza a los militares.

En cierta ocasión dije en Francia: «Más vale un cañón que un teniente coronel.»

Hoy no repetiría eso.

El Ejército es el único cimiento con el cual uno puede dar una base seria a España.»

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