La propaganda comunista
¿Qué hace el Gobierno?
Sabemos a ciencia cierta que una empresa que se titula «Publicaciones Teivos», con domicilio en Madrid, calle de San Ignacio, número 8, está difundiendo profusamente por varias provincias una circular de indudable sabor comunista y con el anuncio de obras de Stalin, Trosky, Marx y otros escritores «ejusdem furfuris».
En la referida circular se ve, y también se expresa sin rodeos, que la repetida empresa no persigue ningún género de lucro con esa propaganda, pues los precios de los libros ofrecidos resultan baratísimos, casi regalados.
Pues, entonces, ¿qué es es lo que persigue la empresa «Teivos»? No es preciso que lo declare explícitamente. Lo que persigue es inyectar en las inteligencias españolas el virus de las disolventes doctrinas soviéticas. Y esto debe comprenderlo el Gobierno; ¡no puede ser!…, ¡no debe ser!
Hace mucho tiempo que viene haciéndose esta propaganda subversiva a ciencia y paciencia de las autoridades, y es ilógico pensar que mientras esto se consienta pueda España salir del caos en que se ve sumergida por culpa o remisión de quienes tienen a su cargo la defensa de nuestro bienestar social.
Harto sabemos que los Gobiernos consienten esos desmanes en nombre de la tan cacareada libertad; pero nosotros repetimos una vez más: ¿qué libertad es esa que puede consentir que unos cuantos revolucionarios jueguen impunemente con la tranquilidad de «veintidós millones de ciudadanos» (es frase de los periódicos del corro), todos los cuales ciudadanos sólo anhelan que aparezca la aurora de un día venturoso de felicidad para esta España escarnecida por veinte mal contados malos españoles?
Créanos el general Berenguer, presidente de un Gobierno que se llama de tendencia conservadora. Ciertas propagandas, determinados libertinajes, no son compatibles con la pretendida libertad de esos malos españoles. Libertad que trae como consecuencia el malestar social que se nota por doquiera y que origina la catástrofe de nuestra economía y el descrédito de nuestra nación, no merece nombre de libertad, sino el de libertinaje y crimen; y el crimen ya sabemos dónde y cómo se purga.
No hace muchos días dijo el general Berenguer que, obligado por las circunstancias, se vería en la precisión de llevarse a algunos por delante. No creemos que sea necesario tanto; bastará que aplaste con todo el peso de la ley a esos pocos malhechores de la patria, para que el país se convierta en una balsa de aceite.
Ese es el remedio. La ley, aplicada inflexiblemente a todo el que delinque, y lo mismo a la empresa editora y propagadora de esos libelos comunistas, que al periódico diario cortesano que al igual de la otra empresa puede dedicarse platónicamente a la difusión gratuita de sus ejemplares. Fingido platonismo, cuya verdadera razón debe buscar el propio Gobierno, y ver si no existen por ahí manos ocultas encargadas de llenar esos déficits, y aún de llenarlos colmadamente.
Mientras esto no se haga; mientras unos cuantos desalmados tengan libertad para perturbar a su patria por un puñado de «Kopeks», no podrán evitarse las tristes consecuencias que lamentamos.
Debe convencerse el Gobierno. Su papel no ha de limitarse a reprimir los ímpetus de las pasiones desbordadas; es necesario que, en nombre de esa libertad tan inhábilmente invocada, no se permitan la propaganda de esos crímenes, que si aparentemente no van ahora acompañas de efusión de sangre, sin embargo, son preludio y anuncio de días amarguísimos…