Filosofía en español 
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[ Santiago Laporta ]

Reflector de Berlín

El film como preocupación de gobierno

Goebbels
El ministro de Propaganda, doctor Goebbels, pronunciando su interesante discurso sobre la misión del film, ante el mundo cinematográfico.

Entre las novedades que ofrece la política alemana, está la creación de un ministerio para la propaganda, es decir, para la educación del pueblo fuera de los ámbitos de escuelas y de Universidades. Trátase de la educación en un sentido más amplio, de la formación de una conciencia en el pueblo aprovechando los elementos de cultura que el progreso ha aportado: la prensa y el cine.

El ministro de propaganda es el hombre que más ha hecho quizá, después de Hitler, por la causa nacional-socialista. Orador infatigable, tan infatigable como Hitler, escritor incansable, entre el discurso y el artículo periodístico ha ido dando espíritu a esa masa de millones de hombres que hoy están detrás del partido nacional-socialista.

El partido nacional-socialista tiene de la política, de la gobernación del Estado, un concepto que rebasa los límites de las formas económicas. El partido nacional-socialista cree que está llamado a una renovación total del espíritu y para ello no pierde el momento de actuar sobre él, en la escuela, en la Universidad, en la calle, en el periódico, en el teatro, en la radio y en el film.

No han sido los nacional-socialistas los primeros seguramente en reconocer el excelente instrumento de cultura que radica en el cine. Pero es un mérito del nacional-socialismo el haber llevado a su programa de gobierno la tutela sobre una rama del arte que tanto puede influir en el alma colectiva.

Porque, a reserva de lo que el nacional-socialismo haga o deje de hacer en este terreno, una cosa está fuera de duda y merece todo elogio: el intento de incorporar el film al servicio de la nueva concepción del Estado, haciendo que ese film, en vez de ser un halagador banal del gusto del público sea un orientador, una guía capaz de llevar a la masa por los senderos que se proponga una dirección inteligente.

De qué manera se puede influir sobre pueblo, lo decía el mismo Goebbels en el discurso que me da pretexto para esta crónica: “En 1926 se me decía que con mis discursos no conseguiría llenar un local –exclamaba el ministro de Propaganda–. No hay –continuaba– gusto en el público que no pueda modelarse si hay una voluntad detrás y el valor para apoderarse de los temas que se encuentran en la calle.”

Este discurso, pronunciado por el doctor Goebbels sobre la misión actual del film, es uno de los actos de gobierno más eficaces de la nueva época de Alemania. El Dr. Goebbels, al reconocer que entre la producción cinematográfica y los tiempos que corremos existía un anacronismo, y que el film moría, no por asfixia material sino por enrarecimiento espiritual, sin excluir ni siquiera los films llamados patrióticos, asignaba una misión trascendental al cine: la misión de escrutar el espíritu de la época y correr paralelo a ella.

Esto pudiera significar en la Alemania de hoy que el film había de ser tendencioso. Lo cual podrá extrañar a un espíritu superficial, pero que no le extraña a un ministro que está colocado en su puesto precisamente para influir en una dirección determinada, y que tampoco puede extrañar a quien se fije en que cualquier obra de importancia obedece a una voluntad, que es lo mismo que decir a una tendencia.

Es interesante, para comprender lo que este gobierno se propone hacer del film, oír decir al Dr. Goebbels que de toda la producción cinematográfica, lo mejor es el “Potemkin” y el “Libertador”. El elogio del “Potemkin”, el impresionante film ruso, en boca de un ministro que, como todo el partido, se ha asignado la misión de aniquilar en todas formas al comunismo, tiene un alto valor de imparcialidad y demuestra que en esa línea del “Potemkin” tan admirablemente puesto al servicio de una causa que puede parecer reprobable, ha de moverse un cine nacional y de masas como se movía en cierto modo el film de Luis Trenker.

Repito que es un gran mérito y algo digno de ser tomado en consideración esta preocupación por las cuestiones cinematográficas, porque en el cine hay arte y sugestión suficientes para llevar a un pueblo por los caminos artísticos que quiera. Naturalmente, los caminos han de ser artísticos, porque con obra mediocre no lograda artísticamente, es imposible servir una tendencia. El cine ruso ha dejado de esto ejemplos magníficos. El nacional-socialismo, con Goebbels en el ministerio de la Cinematografía, seguirá el mismo camino en sentido opuesto, poniendo el arte a la disposición de este resurgimiento nacional o espiritual de que está acometida Alemania.

Para el que oía a Goebbels y veía la honda preocupación de ese partido de no dejar abandonado al pueblo en el extravío del momento, era un motivo de amargura pensar en el abandono, en la incomprensión del problema cinematográfico español, donde apenas si se hace ensayo digno de mención y donde el espíritu de un tiempo que va hacia adelante no va a encontrar por ninguna parte del panorama cinematográfico, que hoy se divisa, impulso regenerador.

Santiago Laporta

Berlín, abril, 1933.