Blanco y Negro. Madrid, 28 de mayo de 1933 Revista ilustrada fundada en el año 1891 por D. Torcuato Luna de Tena |
año 43, nº 2.189 [páginas 30-33] |
Esbozo de habla lírica
El charlista Y todas las rutas mediterráneas se estremecieron de voluptuosidad. Federico García Sanchiz, gran poeta español de la palabra hablada, iba hacia ellas con gesto de conquistador. Su hijo reirá ahora, de seguro, ante esa parte de la Historia que habla de colonias fenicias. Federico –uno– llega hasta todos los puertos del Mediterráneo y aplasta la estereotipia histórica de los más colosales mercados del mundo en la gentil correspondencia de la cultura y el aplauso. Así, la sabiduría clásica y preclásica de España y de una parte del mundo se doman y resumen en el divino don de una palabra inigualable, jaca española a través de todos los campos del saber universal. Buenas tardes, Federico. Hace calor a la sombra de las chumberas africanas, de las pirámides egipcias, de los árboles sagrados de Jerusalén, de la complicada arquitectura turca. ¿Por qué Grecia, Señor, se empeñó en ser perfecta, si nada hay tan perfecto como la sencillez? ¿Por que, Federico, si tu palabra anda sola, con el saber de los libros y la rápida visión moderna de las cámaras de cinema? (Ahí tienes el Vesubio, Federico, quieto ante tus hablas, que suben al cielo con la energía y dulzura, al mismo tiempo, del humo de su gran cráter. Y todo es Mediterráneo, Mediterráneo...) Y a ras del Mediterráneo será muy pronto –en la segunda quincena de junio– el crucero universitario, primera expedición estudiantil animada por el ministro de Instrucción pública. Salida de Barcelona, escala en Mallorca –donde llora Pola Negri el amor de Rodolfo Valentino; Pola, ahora, frente a un marino español–, Túnez, Cartago –¡otra gran colonia del antiguo Mediterráneo!–, Malta, Susa, Alejandría, El Cairo, Egipto, Jafa, Jerusalén, Damasco, regreso a Jafa, Troya, Constantinopla, Salónica, isla de Creta, Atenas, el Peloponeso, Sicilia, Palermo y regreso a España, otra vez por Nápoles y Pompeya, desembarcando en Valencia. Federico García Sanchiz, buen catador de itinerarios, me ha brindado un esbozo de un habla lírica inédita, entre copa y copa de vino español. Escuchémosle: Primer fruto: El placer del viaje a todo color
—El viaje me parece muy bien, muy bien, muy bien. Soy partidario incluso de llegar al despilfarro en cuanto contribuya a levantar el ánimo nacional. No comprendo economías como aquella de suprimir los barcos al Extremo Oriente... Pero creo que antes debería hacerse el viaje por España. No se conocen unas regiones a otras. Yo hubiera organizado trasiegos de españoles antes de resolver en lo de los Estatutos. (Federico piensa, de seguro, en la organización del crucero. Y teme la parcialidad en la elección de viajeros. Y el contrabando en los polizones. Por lo demás, le parece el crucero interesantísimo.) —Gran viaje, pero paradójico. Sí, paradójico. Van los estudiantes a enamorarse de todo aquello que ahora es obligación, o poco menos, aborrecer o despreciar en España... La armonía, la claridad, el clasicismo, ¿no se persiguen en España? Y nuestras glorias de los tiempos de oro españoles, tan ostensibles y perdurables en las escalas y en el mismo mar, ¿no se ha dispuesto maldecirlas? (Sanchiz, hábil conservador de una robustez racial que se va, habla con rabia de todo esto. Aúpa su copa. Brindamos por algo. Y continuamos.) Segundo: Gimnasia del conocimiento Admira Federico la ingenuidad de Fernando de los Ríos, el gran hebraizante, al aproximar los estudiantes al sefardismo, sito en Oriente; los excursionistas verán que los sefarditas, literariamente interesantes, como motivo y tema, no pueden ser valorados como elemento cultural y de expansión, con lo que esa juventud no se explicará la predilección que por ellos siente el ministro de Instrucción pública. —Con todo, y a pesar de los defectos de la improvisación, muy bien por ese viaje, al que, en mi calidad de contribuyente, colaboro con el mayor gusto. Del Mediterráneo llegó a España, civilización tras civilización, cuanto fue enriqueciéndola, nutriéndola, cultivándola, así como por el Atlántico enviamos a América lo que nos había traído el Mare Nostrum. Supongo que no se olvidará preparar a los muchachos con lecturas y conferencias, antes de embarcar, ejercicios que tampoco deben olvidarse durante la travesía. Lo más interesante para nosotros, Túnez, Palermo, Damasco, Tierra Santa... Yo obligaría a los visitantes a embriagarse del viaje. (Los obligaría a embriagarse del viaje, él, que se ha embriagado ya de todas las rutas continentales; él, que ha tomado el té en el Japón; él, que triunfó tantas veces de todos los conferenciers internacionales que visitaban América del Sur...) Tercero: Hallazgo del alma nacional Un rato a viajeros. —No me parece nada mal, sino todo lo contrario, que se les ordene anotar sus impresiones de ruta. Y luego, las que lo merezcan, que se publiquen al regreso. Los viajeros tienen el deber de convertirse en sembradores. ¿Por qué los conferenciantes que suelen enviarse a América no refieren lo que allí vieron? En suma: a pesar de tantos y tantos riesgos posibles en la organización, alabado sea el proyecto del crucero y que se cumpla felizmente. Y a ver si con esa levadura se consigue amasar un pan espiritual que nos redima del pan de barbarie que se está obligando a comer en España. (Otro brindis. Y punto final.)
Y mientras... Mientras tanto, al tiempo que los universitarios españoles se disponen a emprender el gran crucero mediterráneo, cuando aún las regiones de España «no se conocen unas a otras», Federico García Sanchiz concentra su espíritu, exprime su aguda sonrisa y con suavidad habla en Madrid de una cosa española: del cante jondo. Grito de Andalucía, arábigo-hispana, cultura y raza. («Empieza el llanto de la guitarra. –Se rompen las copas de la madrugada. –Empieza el llanto de la guitarra. –Es inútil callarla...») Luis Méndez Domínguez |
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