Filosofía en español 
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[ Santiago Laporta ]

Desde Berlín

¿Se puede hablar de cine?

Lo pregunto porque el compañero del Amo Algara ha querido rebatir un artículo mío que titulaba un poco “belicosamente”, por cierto, “Una lanza por Goebels”, y lo ha hecho endilgándome un artículo político sin parar mientes en que esa lanza que parecía que iba a romper por Goebels, era una lanza que estaba envainada. En un plano de honradez polémica creo que es imposible atacar un elogio que termina de esta manera: “suspendamos por algún tiempo el juicio sobre el cine alemán, francamente decadente, y esperemos a que hayan cristalizado las ideas de Goebels, que sólo una prevención de ideología política puede censurar, pero que en un plano de imparcialidad, y mientras llega la concreción de los propósitos, no hay más remedio que acoger con esperanza”.

El “individuo” (como cariñosamente me llama el compañero del Amo Algara), que dice esto no es ni “sabio” ni “equivocado”. No es más que un hombre prudente. Que espera para formar juicio a tener elementos de juicio. Que alaba a Goebels porque, en los discursos, o sea en la expresión de sus planes, vertió ideas que permitían esperar un nuevo esplendor del arte cinematográfico alemán, puesto en decadencia –y esto quiero recalcarlo para que si me rebaten otra vez desde España, me rebatan sobre esta afirmación–, puesto en decadencia, repito, por la producción patriótica nacionalista condenada por el nacionalsocialismo en general y especialmente por Goebels, ministro de Propaganda, bajo cuyos auspicios se ha colocado la cinematografía alemana. Naturalmente un ministro no es un regisseur. A Goebels no se le ha podido juzgar más que en las palabras, no en los actos. El “Potemkin”, para elegir la famosa obra clásica, no es imputable artísticamente a Lenin o Stalin. Pero, ¿quién dice que no es imputable a la corriente nueva que invadió la Rusia postzarista? Y en Alemania se trata de una corriente nueva. Una corriente que en la cinematografía no ha encontrado aún –y eso lo decía en mi artículo anterior–, expresión en un film. Pero ha encontrado el hombre que refleja el espíritu de que quiere animar a esa cinematografía y mientras llega el momento de juzgar la adecuación de la producción con ese espíritu no hay más remedio que acoger con aplauso la preocupación artística de que da pruebas el ministro de Propaganda señor Goebels. ¿Que el cine que resulte del movimiento nacionalsocialista no puede ser un cine artístico? ¿Quién dice que no? Negar esta facultad al nacionalsocialismo es hacer del arte una cosa política como, desgraciadamente, veo que en su réplica quiere hacer el señor del Amo Algara. Porque, si nos fijamos bien, el señor del Amo Algara me rebate con argumentos exclusivamente políticos, que son los únicos que están fuera de lugar al contestarme. Políticamente no hay discusión posible con quien quiere cerrar los ojos ante la realidad nacionalsocialista. Y la realidad es que “ese enjambre de esclavos” de que habla del Amo Algara fueron unos millones de hombres que antes militaban en el socialismo y en el comunismo y que en un acto perfectamente democrático dieron el 5 de marzo sus votos a Hitler, al movimiento nacionalsocialista, cuando en su mano había estado el 5 de marzo y mucho antes, atajar el paso a esas legiones hitlerianas que habían entrado en las fábricas y habían sabido llegar al obrero mejor que los predicadores de esa internacionalidad que es al parecer para el compañero Algara la piedra de toque del verdadero arte.

Insisto en que no puede formarse juicio del arte nacionalsocialista porque el nacionalsocialismo no ha dado todavía sus frutos en arte.

Insisto en que las películas patrióticas que se conocen en el extranjero no reflejan el espíritu nacionalsocialista, al menos tal y como se deduce de las palabras de Goebels que es lo único que yo elogiaba.

¿Qué motivos hay para decir que la mentalidad de Goebels es “la mentalidad de un hombre podrido”? Todo podrán decir los enemigos políticos (y fuerza me es hablar algo políticamente, ya que es políticamente como se me ataca), del nacionalsocialismo. Lo que no pueden decir es que en el movimiento fascista alemán haya nada podrido. No pueden decirlo por respeto a las propias ideas, porque mal paradas quedan éstas cuando una cosa podrida puede aventarlas. No es movimiento de hombres podridos. Pero, ¿por qué voy a dejarme llevar a un plan de discusión que no es el mío ni es el de una revista de cine? El señor del Amo Algara hará bien si espera, como yo, a que las palabras y las promesas artísticas del nacionalsocialismo se hagan realidad para juzgar. Y si ese día Goebels produce un “Crucero Potemkin”, no le importe que se haya trocado “el sabor internacionalista que tiene este glorioso film soviético por uno nacionalista”. Lo interesante es que se haya hecho arte. Y en el “Crucero Potemkin” el arte estaba, no en la idea internacional y de exaltación proletaria, buena para entusiasmar a quienes se mueven en ese círculo de ideas. El arte estaba en aquella maestría suprema de la masa, de la psicología, de la cámara, que hacía vibrar de emoción artística y no política a muchos que no tenemos inconveniente en decir que no comulgamos en las ideas del internacionalismo ni de la dictadura del proletariado.

Y quiero hacer aquí punto porque por el deseo de rebatir al compañero Algara pudiera parecer que yo me colocaba en una actitud de defensa del nacionalismo, lo cual ni está en mi ánimo, ni lo ha estado nunca. Yo quise simplemente ser imparcial. Pero ya se ve que cuando se toca el nacionalsocialismo, aunque sea por la tabla de un tema de arte, no se reconoce imparcialidad si no hay censura. Lo que yo no me explicaré nunca es por qué ha de ser más imparcial el ataque furibundo del compañero Algara que la tímida defensa que yo aventuraba al sacar por Goebels una lanza que estaba envainada en muchas reservas.

Santiago Laporta

Septiembre 1933

N. de R. Con este artículo de nuestro distinguido redactor en Berlín, señor Laporta, queda cerrada esta polémica, a la que hemos dado acogida, como a otras aparecidas en nuestra revista, porque creemos conveniente, para la orientación general del cinema y para su depuración, esta diversidad de opiniones contrapuestas.

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1933.0720 Una lanza por Goebbels · Santiago Laporta
1933.0831 Dos puntos de vista sobre el cinema alemán · Antonio del Amo Algara
1933.0921 ¿Se puede hablar de cine? · Santiago Laporta
1933.1000 En torno a una polémica de Popular Film · Nuestro Cinema