Filosofía en español 
Filosofía en español


Panorama de la Política Mundial

Esta paz es un engaño

Por John Gunther

 

El fascismo es enemigo de la verdad. Considera la crítica y la información imparcial como el peor de sus enemigos. Sustentado por una plataforma de crímenes tiene que adulterar los hechos para aparentar un decoro que, moralmente, es el polo opuesto de su acción. Minado por su propia contradicción interior, cimenta su prestigio con una propaganda de adulaciones del más bajo estilo. Pero cuando alguna información, por imparcial que ella sea, trata de abrir los ojos de la conciencia a los pueblos sojuzgados por el fascismo, entonces se cierran las puertas de la nación a todo documento escrito. Es el caso del artículo que transcribimos a continuación, publicado en la revista “Saturday Evening Post”, de Estados Unidos, que fue requisada por las autoridades de Italia y Alemania en las aduanas del fascismo. Su autor, John Gunther, demócrata ante todo, se ha limitado a desarrollar, con objetividad sorprendente, el mundo de ficciones de la política internacional, y por su claridad en la exposición verídica de los hechos no puede pasar la frontera de las naciones esclavizadas por la brutalidad fascista.

Un mundo de Ficciones

En los buenos tiempos de antaño, en los del ayer que precedió a Hitler y a Mussolini, hechos eran hechos, nombres eran nombres, guerras eran guerras. Con alguna precisión sabíamos lo que pensábamos cuando hablábamos de neutralidad, embargo e intervenciones. Un pirata era un pirata que hacía ondear la “Jolly Rogers”, y no el anónimo y sumergido pabellón de una gran potencia. Una batalla era una batalla y no una “operación pacifista”, y cuando inventábamos una ametralladora, no la llamábamos “cochecito de bebé”.

En el año 1911, el Kaiser Guillermo envió un buque de guerra, el “Panther”, al puerto de Agadir, en Marruecos, provocando en esta forma una pequeña pero enojosa crisis política para aquella época. Si en estos días ocurriese una crisis semejante, podemos estar completamente seguros de que no sería solucionada en términos similares. En el año 1911 los hechos primarios se veían claros y admitidos; existía un hombre a quien se le llamaba Kaiser y había un buque de guerra de nombre “Panther” que apareció en el puerto de una ciudad que, sin discusión alguna, se llamaba Agadir; hoy se utiliza toda clase de circunloquios para ocultar tales antecedentes.

En el año 1914 estalló la Gran Guerra con la invasión que hizo Alemania al territorio belga. Hoy, quiéralo o no Bélgica, si actualmente es invadida, podría ser acusada de haber invadido a Alemania.

Un fenómeno contemporáneo muy notable es, el aumento de las ficciones políticas. Al decir esto no quiero referirme a la hipocresía que ha sido un distingo en las prácticas diplomáticas durante muchas generaciones. De acuerdo con la definición convencional, un diplomático es un hombre pagado para que mienta en nombre de su país. Tampoco quiero referirme a las perplejidades, tortuosidades y equivocaciones de la política nacional y de los políticos, pues esto ha ocurrido con mucha frecuencia, ya que en la época actual tenemos ficciones en mayor escala para referirnos al pasado. Ahora tenemos embustes que no sirven para ornamentar la política, sino que son bases y expresiones de ella –embustes que abrazan a todos los países– completas fases de las relaciones internacionales.

Manchukuo: Ficción núm. 1

Escogiendo y tomando de entre esas ficciones, podemos comenzar con la de la independencia de Manchukuo. El ejemplo de Manchukuo es la Ficción Política Contemporánea núm. 1. Manchukuo fue conocido desde hace mucho tiempo y por muchas generaciones con el nombre de Manchuria, una división semi-autónoma de la República de China, más grande en su territorio que Francia y Alemania unidas; fue ocupada por el Japón a raíz del incidente de Mukden, ocurrido en el mes de septiembre de 1931. Precipitadamente, el nuevo país fue transformado en Estado independiente, con el objeto de que la Comisión investigadora Lytton, que debía conocer del ultraje inferido a la Liga de las Naciones se encontrase con un hecho consumado.

No hace al caso saber quién maquinó el incidente de Mukden, ni la legitimidad o ilegitimidad de los propósitos que el Japón tenía en Manchuria. Tampoco hace al caso la burla que hicieron los japoneses a los tratados, ni tampoco importa que los japoneses hayan mejorado las condiciones internas de Manchuria, suprimiendo el bandolerismo y otras cosas por el estilo, pues el punto de examen es, que la independencia de Manchuria es un chisme, pues su emperador es un juguete japonés; sus consejeros son consejeros japoneses, su ejército es japonés, sus barcos son japoneses y su administración nacional está sólidamente en las manos de los japoneses, como lo están los distritos suburbanos de Tokio. Pero los japoneses insisten en conservar su ficción, de que Manchukuo es un Estado “independiente”. Naturalmente, con esto no engañan a nadie, pues los únicos países que han “reconocido” a Manchukuo –temo que en este artículo hayan muchas palabras subrayadas, como por ejemplo “reconocido”– son Italia y San Salvador y, probablemente, estos no se han engañado a sí mismo.

El Japón no ha hecho secreto de su misión “pacificadora” a través del Norte de China, pero la ficción de la “independencia y soberanía” de Manchukuo le es políticamente conveniente y por lo tanto la sostiene. Los japoneses quieren legitimar a su bebé de guerra manchuriano.

Etiopía: Ficción núm. 2

No pensamos que sólo las potencias expansionistas, como es el Japón, están convictas de estos embustes, pues las democracias aman también a sus embustes. Por ejemplo: si es posible recordar aquel fantasma blanco, recuérdese a la Conferencia del Desarme o bien, circunstancias de mayor actualidad, como Etiopía. Y he aquí la ficción Política Contemporánea núm. 2. Desórdenes de poca monta continuarán posiblemente en Etiopía, pero la verdad de la conquista italiana de este desgraciado país, no tiene discusión. Etiopía como Estado “independiente” ya no existe, y si existe como Estado “soberano”, es como la Babilonia de Hamurabi o como el reinado de los Cyclones. Etiopía tiene tanto de realidad política como la tiene hoy Cartago, que fue destruido por los romanos. El “Emperador” Haile Selassie es hoy como una fuerza política concreta viva, como lo es Beowulf o el general Grant. Sin embargo los etíopes siguen mandando delegaciones a Ginebra, pues el país “está” considerado como miembro de la Liga de las Naciones, y las grandes potencias, con excepción de Italia que la conquistó, parece que todavía la reconocen como un Estado independiente, lo cual es una ficción.

La no-intervención: Ficción núm. 3

Otro ejemplo elocuente, es el Pacto de no-intervención en lo que respecta a la guerra civil española, por lo cual podemos denominar a éste, Ficción Política Contemporánea núm. 3. Este pacto es un ultraje a cualquier concepción normal de honradez y verdad. Pudiera ser –no sabemos todavía– que haya salvado a Europa de una guerra general y si así es, Europa ha sido salvada de una guerra general, por medio de una de las más monstruosas mentiras –perdón por el vocablo, diré mejor ficción– conocida por la humanidad del siglo veinte, pues el Pacto de no-intervención utiliza palabras que están en contradicción directa a sus significados normales, por el hecho curioso de que es un Pacto para Intervenir.

España es un país que relativamente está muy cerca de nosotros. La tragedia de España continúa aún desenvolviéndose sangrientamente; y luego mencionaré a España bajo otro aspecto, pues es suficiente con decir, que Inglaterra y Francia buscan localizar la guerra por medio del establecimiento de cuarentenas en aquel país, con el objeto de impedir la entrada de tropas o de municiones para los beligerantes de ambos lados. Pero desde el mes de agosto del año de 1936 a febrero de 1937 parece que fuera un trabajo muy laborioso para poder llegar a un acuerdo –mucha hipocresía– y en toda esa época millares de técnicos alemanes y decenas de miles de tropas italianas, han estado en España peleando al lado del general Franco.

Veinte naciones del mundo firmaron el Pacto. Algunas lo han observado honestamente, pero Alemania, Italia y Portugal se han burlado abiertamente de él. Actualmente, el día que Gran Bretaña e Italia firmaron un “arreglo entre caballeros” con el objeto de proteger el status-quo en el Mar Mediterráneo, en ese mismo día, repetimos, 5.000 “voluntarios italianos” –nuevamente subrayar–desembarcaban en el puerto de Cádiz. En la primavera del año 1937 el espectáculo era el de Alicia en el País Maravilloso, pues tanto Italia como Alemania eran miembros principales de un comité con sede en Londres, en el cual tomaban parte estentóreamente, arbitrando y buscando medios y formas para impedir que tropas extranjeras pelearan en España, en momentos en que admitida y reconocidamente, millares de sus propios hombres estaban en el frente español, granada en mano.

Un buque de guerra alemán, el “Deutschland”, fue atacado por un avión leal en el puerto de Ibiza, y en represalia de este hecho, la flota alemana –que estaba ocupada en practicar el control de “no-intervención”– se puso en marcha y bombardeó al puerto español de Almería. Con todo esto que sucede nuestra mente se ofusca. En el verano, submarinos “piratas” detonaban a lo largo de todo el Mediterráneo, se supone que torpedeando a buques neutrales que transportaban alimentos y aceites rusos a los leales.

Y fue esto ya demasiado para los británicos, que se unieron en Nyon a los franceses en un arreglo antipirático. Las tropas de Franco capturaron Santander y este acontecimiento fue celebrado en Italia sin ambages ni rodeos de ninguna especie, como si hubiese sido un hecho de armas victorioso para los italianos. Y, a pesar de esto, en Londres los italianos representantes de su país, seguían adheridos a aquel comité de la ficción de no-intervención.

Voluntarios y forzados en España

También intervinieron los rusos en España, pero de una manera menos activa que los alemanes e italianos –en ningún momento hubo tropas rusas en España–. Los aeroplanos italianos estuvieron en actividad desde la primera semana de la guerra y los aeroplanos alemanes de inmediato los siguieron: los rusos, vengativos, comenzaron cuatro meses después, en noviembre, a hacer un papel serio. La Brigada Internacional, compuesta de voluntarios anti-fascistas que se agregaron a los leales para ayudar al Gobierno, entró casi en ese mismo tiempo en la guerra; los hombres llegaban de docenas de países, inclusive más de 2.000 de Estados Unidos, llamándose ellos mismos “Brigada de Abraham Lincoln”; todos eran verdaderos voluntarios, sea lo que sea, verdaderos voluntarios sin tener que subrayar el vocablo. Como contraste a esto los no “intervencionistas” italianos, 70.000 en número, pelearon en España bajo el comando de sus propios oficiales.

Grandes y pequeñas ficciones

Hay todavía muchísimas otras ficciones. Grandes y pequeñas ficciones. Ficciones públicas, ficciones ocultas. La ficción del Acta de la Neutralidad Americana, por ejemplo, la cual no es de ningún modo un Acta neutral. La ficción de gobierno “Nacional” en Inglaterra, siendo en realidad un Gobierno conservador ligeramente aderezado con conservadores, laboristas y liberales. La ficción de la democracia del Soviet, que exactamente no es una democracia, y la ficción de la unidad sublime y totalitaria de los estados fascistas. Sin embargo, éstas no son las ficciones más importantes. El arte de la ficción política se desarrolló desde los primeros ejemplos como en la “independencia” de Manchukuo o el Pacto de no-intervención en España. En aquellos días, la quinta esencia de la ficción política fue la Guerra sin Declaración. Así, pues hemos llegado a una nueva era en el arte de la guerra, la que flamea en dos lugares de un mundo desordenado.

La ficción suprema: Guerra sin declaración

Por razones que yo deseo explorar, las guerras ya no se declaran; no se acostumbran ya el retiro de los Embajadores, ni se utiliza tampoco los nítidos y breves ultimátums que expiraban a la media noche. En lugar de éstos, se utilizan ahora rápidos y calculados ataques, y en lugar de todo esto, hay guerras que no se llaman guerras, y paz que no es paz.

Desde el año 1935 han habido tres guerras no declaradas, de las cuales trataremos a su turno. ¿Cuál la causa de que éstas estén envueltas en gazas de ficción? ¿Por qué no fueron declaradas?

En el mes de octubre del año 1935, después de una apurada preparación que no dejaba duda de sus intenciones, Mussolini envió sus tropas a Etiopía. Es muy probable que ninguna guerra como ésta fuera tan avanzadamente anunciada. Desde el mes de abril, los diplomáticos sabían que la guerra era inevitable; durante todo el verano el Duce habló de ella con el más grande candor; desde el mes de agosto, los corresponsales periodísticos habían tomado sus posiciones en Addis Abeba o en el frente de Asmara, y Mussolini nos los defraudó. Las hostilidades comenzaron y la marcha hacia la capital etíope siguió su camino. Gases venenosos y aeroplanos ayudaron a los italianos y en mayo de 1936 1a guerra había terminado: un triunfo completo para las armas italianas.

El miedo a la responsabilidad jurídica

Ordinariamente, Mussolini no es un hipócrita; generalmente, el tempestuoso y muy realístico dictador italiano dice la verdad, pero con todo nunca ha declarado la “guerra”. Los etíopes la declararon con la esperanza de que, de esta forma, pondrían en movimiento la maquinaria de las sanciones internacionales, pero el Duce se contestó él mismo diciendo, que los italianos habían actuado en “propia defensa” –un pedazo de ficción la contestación– y en esta forma nació el primer estadista europeo que fue a la guerra sin admitir que la hubiese. ¿Por qué? ¿Qué ventaja obtenía con esto?

Principalmente parece que esperaba no declarando la guerra, y pretendiendo que no había guerra, impedir las sanciones –castigos– que le impondría la Liga de las Naciones. La Liga fue y es en ocasiones a Mussolini sumamente útil; no quiso abandonar Ginebra, como en el año 1932 lo hicieron los japoneses después del informe que presentó la Comisión investigadora Lytton. Calculó que la Liga, sin que fuera del caso la indignación que despertara en los Estados miembros de ella, no invocarían sanciones contra el agresor, si –sobre el papel– se abstuviera él mismo de dar “legalidad” a su agresión, pero aconteció que estaba equivocado. La Liga prosiguió y cincuenta y dos naciones se unieron para establecer sanciones contra Italia. Mussolini rebosó el Mediterráneo con sus barcos; el británico dio el esquinazo y dudó, pues las sanciones nunca han incluido el importante asunto del embargo de petróleo, y antes de que Ginebra decidiera completamente lo que finalmente hiciera o no, la guerra había terminado.

Probablemente en este caso también actuarían factores psicológicos. El Duce, impaciente como es, no estaba dispuesto a aceptar la responsabilidad de ser un “jurídico” rompedor de paz.

Hitler y Mussolini en guerra “no oficial” con España

Como sabemos, después de este hecho comenzó con España la segunda guerra sin declaración. El rasgo característico de esta guerra fue que no tuvo intento de ser guerra. El general Franco se insurreccionó el 18 de julio de 1936 contra el legalmente electo Gobierno de España presumiendo que sólo sería un golpe de Estado en la forma familiar española, “guerra” que no debería durar más de tres días. Mas el golpe de Franco abortó y se desencadenó una genuina situación revolucionaria sobre un país palpitante de desórdenes y dividido por iguales partes en izquierda y derecha. Franco esperaba desalojar a los republicanos y a los rojos de Madrid y de Barcelona, implantar su régimen y gobernar inmediatamente.

Sus guarniciones se levantaron de acuerdo con un bien meditado plan, pero en todas las grandes ciudades, con excepción de Sevilla y Salamanca, el pueblo aplastó la revuelta casi con las manos vacías de arma alguna. La masa del pueblo bajo de España, después de soportar siglos de feudalismo y después de una rápida mirada hacia el mundo moderno, buscó implantar su república y por eso luchó fieramente contra lo que en efecto era una contra-revolución. Franco pidió el auxilio de Italia y de Alemania y comenzó a avanzar. En el mes de noviembre, Italia y Alemania, en nota idéntica, reconocieron al Gobierno de Franco y éste se instaló como jefe del Estado español –otra ficción–. Esta mancomunada declaración de Italia y Alemania, que de una manera muy cuidadosa evitó hacer mención alguna de guerra, fue en efecto, una declaración de guerra a la España leal.

¿Por qué Italia y Alemania no hicieron una declaración formal de guerra? La contestación es muy sencilla. La declaración de guerra es una de las cosas que trastornaría los planes italo-germano. Hitler sabía esto perfectamente bien, sin embargo de que su furia, después del bombardeo del “Deutschland”, casi lo lleva a declarar la guerra; fue contenido –casi por la fuerza, según cuentan– por sus consejeros militares, pues si Italia y Alemania hubiese declarado la guerra, hubieran creado una situación que Francia y la Gran Bretaña no hubiesen posiblemente aceptado. La Liga de las Naciones es débil, pero la opinión pública se hubiese inflamado enormemente. Toda la estrategia italo-germana está basada en la “pacífica” penetración, o propaganda, pues Hitler dice a su pueblo que él ama la paz; insiste en que no hará guerra de agresión. La responsabilidad de una declaración de guerra, comprometería seriamente su posición y prestigio moral, pues los dictadores totalitarios consideran la opinión pública, y sobre todo, que no hay por qué dar explicaciones de una guerra “no oficial.”

Japón invade China, sin guerra "oficial"

Tercera. En el mes de julio de 1937, las tropas japonesas comenzaron la lucha en el Norte de China. El incidente inicial para ello fue una riña de poca monta, en el puente Marco Polo, cerca de Peiping, de la cual los japoneses prontamente se aprovecharon, comenzando la segunda ola de inundación japonesa en China; Manchuria y Jehol en 1931-33, del Norte de China al Río Amarillo en 1937.

Actualmente la invasión se ha regado al sur de China también, y las grandes ciudades como Cantón, Shanghai y Nanking han visto florecer bombas humeantes en sus cielos. La guerra en el Sur está acompañada con bloqueos en toda la costa China, bloqueos que, causados probablemente por la enérgica resistencia en el Norte, anticipó el Japón, por el consecuente deseo de finalizar rápidamente la guerra paralizando a China en el corazón Shanghai-Nanking.

¿Por qué el Japón, que hace una de las más grandes guerras desde el año 1905 y con las probabilidades de tener mayor número de hombres en el campo de batalla que el que tuvo en la Gran Guerra, persiste en mantener la falsía Manchuriana y persiste también en denominar esta campaña de “pacificación” y asimismo en no declarar la guerra? Para esto hay muchas e importantes razones. Por una parte, los japoneses tienen que considerar su propia opinión pública y no quieren la responsabilidad de una guerra oficial. Y este es un tributo notable a la fuerza de las nuevas ideologías que marchan en el mundo, pues hasta los militaristas están dispuestos a hacer la guerra en los campos de batalla, pero no dejar constancia de ella sobre papel. El vocablo guerra es feo en estos días para los oídos normales. Antes del año 1914 la guerra fue perfectamente “respetable”, pero no lo es en nuestros días. Ahora hay algo más notable, y es, que mucha gente está lista a tragar una guerra que no es guerra sin penas, mientras que una guerra declarada da muchas mortificaciones morales.

También hay otra razón, y de aquí que hay muchos japoneses verdaderamente convencidos de que ellos no están haciendo la “guerra”. Piensan que China es cosa suya, su patio, su reserva especial y que las hostilidades en China, no son hostilidades sino aventuras privadas de los japoneses –con lo que el mundo exterior nada tiene que ver–, para restaurar el “orden y preservar la paz”.

La eficacia de los Pactos

Además –y sumamente importante– todavía existe en vigor aquel bien conocido Pacto Kellogg. Ya el Japón no es miembro de la Liga, y si ésta puede o no jurídicamente imponer sanciones al Japón, es un punto discutible, pero el Japón es signatario del Pacto Kellogg. Verdad es que este pacto ha sido burlado frecuentemente, y que como ciertas especies de ballenas que no tienen dientes, no por esto deja de ser un instrumento potente, pese a quien pesare. Nadie conoce con certidumbre lo que Estados Unidos pueda o no pueda hacer, en el evento de que el Pacto Kellogg sea formalmente violado. Desde que fue firmado el Pacto en el año 1928, no ha habido en Europa o en Asia una sola declaración de guerra. Y la diferencia es, que no hay potencia alguna que se atreva a ignorarlo, y de aquí que se agiten guerras sin declararlas. Por lo menos esta pieza de parche es inviolable.

Además –y sumamente más importante– el Japón es asimismo signatario del Tratado de 1922 de las Nueve Potencias, por el cual Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia, Portugal, Bélgica y Países Bajos se comprometieron a respetar la independencia y la integridad territorial de China. Este tratado no contempla sanciones o castigos, pero a pesar de esto, por lo menos en los primeros momentos de la guerra, los japoneses dudaron de denunciarlo o no.

Un boicoteo informal de mercaderías japonesas comenzó en algunos países, y una declaración formal de guerra por parte del Japón, hubiese traído como consecuencia el reforzamiento de este boicoteo, lo que ya es un asunto de interés muy grande para el Japón.

Finalmente el Acta de Neutralidad de Estados Unidos hizo que fuera un paso imprudente para los japoneses la declaración de guerra. Y es perfectamente cierto que el Presidente de los Estados Unidos puede invocar esta Acta en el momento que él decida que existe un estado de guerra. Pero esta invocación sería obligatoria ante una declaración de guerra formal, lo que sería para el Japón extremadamente inconveniente. Los japoneses pueden, es verdad, asumir derechos de beligerante y obtener una ventaja que sería la de extender su bloqueo de puertos chinos y también incluir en él a las naves de países neutrales; por otro lado, no quedarían en capacidad de comprar municiones en los Estados Unidos, pudiendo sólo comprar sobre bases de al contado y de transporte. El Presidente puede, pues esto le es discrecional, poner hasta el petróleo en la lista de artículos de prohibida exportación, y como es sabido el Japón no puede contar más que con una pequeña cantidad de divisas extranjeras para poder pagar importaciones de emergencia.

El sofisma del No Tenemos

Declaradas o no, estas tres guerras que presencia el mundo, y sin considerar la legalidad o ilegalidad, vamos a examinar el denominador común que existe entre ellas.

El hecho preponderante que une a tres naciones y a tres guerras; la abrazadora sustancia que les da unidad trágica, es que Italia, Alemania y el Japón son los Estados más insatisfechos del mundo y estos tres países con moral política, económica y militar, tienen que expandirse. Son los Estados activos, los Estados expansionistas. Son los países que tienen una “misión” nacional e internacional, países que no buscan exportar ni arroz ni habichuelas, sino prestigio y poder. Son los países revoltosos, ambiciosos, países festinadores.

Una observación comúnmente aceptada es que son las tres naciones del No Tenemos, lo cual no es completamente cierto, a menos que definamos el significado del no tenemos. Suiza y Suecia son también países del No Tenemos, pero Suiza y Suecia no son Estados agresivos y tampoco hacen guerras. Pero los tres Estados agresores, con frecuencia están agrupados como potencias fascistas, no siendo esto del todo correcto desde que el Japón no es un Estado fascista, si es que por fascismo entendemos una dictadura corporativa al estilo de las dos de Hitler y Mussolini.

Los así llamados Estados del No Tenemos, Italia, Alemania y Japón basan en dos conceptos el estado de agitación en que siempre se encuentran la falta de materias primas y el aumento de sus poblaciones. Examinaremos este punto. Es un hecho conocido que algunos países han sido por la naturaleza y por la geografía más privilegiados que otros. Por ejemplo, los Estados Unidos es el país más productor de plomo, zinc, carbón, petróleo, sulfato, sulfuro y algodón; es el segundo productor de hierro, quijo, cobre, bauxita (hidrato) plata y lana. Y esto débese a la buena suerte que tuvimos con esta incomparable situación geográfica. No es nuestra la culpa. El hecho de que somos una nación que TIENE puede despertar los celos de nuestros vecinos, pero esto de ninguna manera justificaría los esfuerzos que hicieran nuestros vecinos para quitarnos lo que tenemos.

Concedamos que tanto Italia como Alemania y el Japón están en situaciones desfavorables con respecto a materias primas. Italia puede mantenerse por sí misma: produce mercurio en cantidad como para exportar el sobrante, sulfuros y seda y es casi suficiente a sí misma en plomo, zinc y bauxita. En las materias primas casi decisivas, hierro, acero, carbón, petróleo, cobre, algodón a pesar de todo tiene deficiencia. Alemania casi puede –no completamente– mantenerse ella misma, y produce una superabundancia exportable de carbón y potasa, pero tiene deficiencia seria en tan importantes materias como son: hierro, quijo, cobre, petróleo, algodón, zinc y metales utilizados para la guerra como níquel y manganeso. El Japón se mantiene por sí mismo aunque tiene un “standard” bajo de vida –solo un quinto de su territorio es arable– y su posición con respecto a materias primas no es muy desventajosa como generalmente se supone. Aproximadamente, los japoneses se bastan a sí mismo en cobre, carbón, grafito, sulfuro y seda: tiene su propio cromo, tungsteno y mica, y cerca de un sesenta por ciento de sus necesidades de hierro, quijo y nitratos: sus deficiencias serias están en plomo, algodón, lana, caucho y níquel.

Siendo esto verdad, las así llamadas potencias del No Tenemos –Alemania particularmente– se han soliviantado por una mejor y equitativa distribución de materia prima mundial y muy particularmente para que le devuelvan las colonias. Mas el escándalo de las colonias no es más que un subterfugio. Todas las colonias de todos los países sólo producen en gran cantidad dos materias primas principales: estaño y caucho. De acuerdo con el mapa del Instituto Real de Asuntos internacionales, el área colonial del mundo produce sólo 3,4 por ciento de hierro quijo del total de producción mundial; 1,5 por ciento del zinc; 0,3 por ciento del carbón; 3,7 del petróleo; 2,5 por ciento de algodón y 2,3 por ciento de la producción de lana. Es muy interesante observar lo que Sir Norman Angell indica, que el comercio de Alemania antes del año 1914, con todas sus colonias sumaba sólo un medio del uno por ciento del total del comercio alemán en general.

Las dificultades financieras

El hecho es que cualesquiera de las naciones del “No Tenemos” pueden comprar materias primas en cualesquiera parte que deseen, siempre y cuando tengan dinero para hacerlo. Los grandes países productores del mundo, con el empacho que sufren sus mercados, pues nosotros quemamos algodón y en el Brasil su café, están deseosos de vender sus mercancías a cualesquiera que las solicite, ¡y más que deseosos! Es verdad que las dificultades de cambios, cuotas, restricciones y tarifas preferenciales han impedido desde la gran guerra el curso normal del comercio internacional. Sería obtuso negar esta verdad, pero también sería obtuso afirmar, que los países del No Tenemos, no pueden comprar materias primas en cualesquiera parte del mundo en los –no completamente igual– términos en que lo hacemos nosotros.

La razón es que ellos no tienen el dinero para hacerlo en oro o divisas extranjeras. Para comprar importaciones es necesario un mínimo irreductible de oro, como descubrió precisamente el Dr. Schacht. El yen japonés está severamente depreciado; la cobertura de oro de Alemania es sólo de 1,6 por ciento. Podría considerarse de mala fe la aseveración de que Alemania, Italia y el Japón están en pobreza debido exclusivamente al drenaje de sus establecimientos militares, pero es indiscutible que, en Alemania, por ejemplo, el costo de la maquinaria de guerra, que de una manera conservadora ha sido estimada en 4.000.000.000 pesos por año –el costo actual puede ser el doble de éste– ha intensificado la pobreza nacional.

El sofisma del exceso de población

La voracidad de los Molochs, que construyen buques de guerra, crean flotas aéreas, entrenan millones de hombres en las armas, no tiene límite. Los alemanes pueden decir que construyen esa tremenda maquinaria de guerra a causa de su pobreza nacional, que hace de imperiosa necesidad su expansión. Pero es muy posible que su pobreza sea causada justamente por su tremenda maquinaria de guerra.

La presión de su población es el segundo argumento que utilizan los países del No Tenemos. Italia tiene 42.000.000 de habitantes y su área es un poquito más pequeña que la de Nuevo México. Alemania tiene una población de 66.000.000, que está agrupada dentro de un área que es cerca del doble de la de Oregón. El Japón, con 70.000.000 de habitantes se apretuja dentro de un área que tiene aproximadamente la misma de Montaña, tiene el más alto porcentaje de nacimientos del mundo; su población se ha duplicado en cuarenta años y en la actualidad tiene un crecimiento anual de 31,63 por mil de su población. Tenemos que extendernos, dicen las naciones del No Tenemos, o de lo contrarío reventaremos.

El sofisma de la colonización

Mientras más lejos mejor. ¿Pero a dónde extenderse? Es curioso el hecho de que los países muy raras veces se preocupan de expandirse en los territorios que les pertenecen. Les gusta ensancharse en cualesquiera parte y esto demuestra que en política son imperialistas y no coloniales. ¿Colonias? Nuevamente un subterfugio. Sir Norman Angell ha demostrado que antes de la guerra, en el año 1914, la población total de alemanes en todas las colonias del Imperio, sólo eran de 24.000, o sea, menos que el número de alemanes residentes en la ciudad de París. Antes de la guerra, los alemanes no eran gustosos de emigrar у por ahora no se podría decir con mucha seriedad que gustan de emigrar, aún si se les permitiese. Hitler, al igual del Kaiser Guillermo, quiere tener su fuerza humana en casa.

Italia poseía la colonia de Eritrea por más de cuarenta años; está lindando con Etiopía, que los italianos acaban justamente de conquistar con el pretexto de que Italia necesitaba un escape de población. Pero la población total de Eritrea, después de cuarenta años de dominio, es inferior a 2.000 y sólo muy pocos de estos colonizadores. Además, es una verdad que aquellos países que claman por expansión al mismo tiempo piden aumentar su población. Por un lado Hitler y Mussolini piden más espacio porque dicen que están apretados, y por otro lado claman a gritos por un mayor nacimiento de niños. Y parece que no es posible que se compaginen ambos deseos. O posiblemente, como este mundo es una confusión extraña, en la actualidad se pueden compaginar.

Materias primas, colonias, presión de la población, éstas son las ficciones convenientes de los No Tenemos, y en nuestra lista de ficciones tienen un sitio de preferencia. La razón real y verdadera, las subterráneas y poderosas razones que hay para que Alemania, Italia y el Japón quieran expandirse, están asociadas íntimamente con cuestiones políticas, con asuntos de potencia humana, de estrategia militar, prestigio, diplomacia de toma y da, posición naval y poder político. Esto les es mucho más importante que las importaciones de hierro o la exportación de colonizadores. Básicamente, la cuestión es política, de poder, de lo que se llama “destino” y prestigio nacional.

La absorción imperialista, razón de ser del fascismo

Italia ha conquistado a Etiopía con el objeto de crear un Imperio, esto es lo largo y lo corto del cuento. Mussolini quería gloria, y Etiopía le dio, vis a vis de Inglaterra, una nueva posición de política naval. También porque Etiopía puede, en un momento dado, convertirse en un depósito valioso de tropas nativas, como el Marruecos francés. Italia fue a España por iguales razones, aunque otros factores también han intervenido. Los italianos tomaron las islas Baleares en las primeras semanas de la guerra y desde entonces están allí establecidos. Ahora tienen dado un paso sobre el Mediterráneo occidental, y las islas Baleares cortan bonitamente el camino entre Francia y África, la línea de vida de la República francesa y también una arteria vital para la Gran Bretaña.

Hitler, el rompedor de tratados ha sido, posiblemente, menos escandaloso que Mussolini; todavía no ha invadido a Checoeslovaquia, ni con toda solemnidad ha ocupado Memel o Danzig. Nadie puede negar que Alemania ha estado confrontada por una difícil situación; el Tratado de Versalles fue un mal Tratado que la República alemana tuvo inexorablemente que afrontar después de la guerra. Pero no por esto hay que dejar de recordar, que Hitler hizo la primera de nuestras guerras no declaradas –si es que echamos una mirada retrospectiva sobre el conflicto con Austria en los años de 1933 y 34, que terminó con el asesinato de Dollfus cometido por los nazis– e Hitler, junto con Mussolini, atacó e invadió a España. Hitler, como Mussolini, es un prisionero de prestigio. Rasgó a Locamo, ocupó con tropas las desmilitarizadas zonas del Rhin e incesantemente mortificó a sus vecinos. En cada uno de los Estados adyacentes al Reich, los nazistas intentan una política de infiltración y de agitación. Los motivos que tuvo Hitler para tomar esta actitud, fueron los mismos de Mussolini, en su mayor parte políticos. Quiere colonias, pero más que colonias lo que desea es dominar Europa. El asunto de las colonias, no es más que un renglón del chantaje político, pues lo que Hitler desea obtener es algo que está muy cerca de Alemania.

La pugna entre los Estados totalitarios

Los japoneses consideran a la China del Norte, así dicen ellos, en forma muy parecida a aquella con que la Gran Bretaña mira los Países Bajos, Holanda y Bélgica. Naturalmente, podemos interpretar que la Gran Bretaña nunca ha invadido a los Países Bajos. De acuerdo con la tesis japonesa, una posición en el territorio chino es un renglón necesario e indispensable a la estrategia y a la “defensa” nacional. Los japoneses no son colonizadores eficientes, y sus motivos son políticos tanto como económicos. Buscan también poder político. Quieren territorio, territorio de quien sea, debido a que en los días que corremos, éste es el juego que se está practicando.

La política de Italia, de Alemania y del Japón, de los Estados expansionistas, revisándola individualmente, es demasiado desconcertante. Analizándola colectivamente se encuentra que es mucho más desconcertante. Demasiado peligrosa individualmente y más peligrosa combinada. Y gradualmente la coalición de Italia, Alemania y el Japón se ha desarrollado en esta forma, y, aunque no exista una alianza formal, estos tres países están asociados íntimamente. Y esto sí que no es, desgraciadamente, una ficción.

Este artículo concluye en un Hecho, que está mitigado pero muy desagradable y al cual hay que enfrentarse.

Durante muchos años Mussolini –que una vez manifestó que el Fascismo no era una mercadería exportable– e Hitler estuvieron separados debido a la disputa sobre Austria. Cada uno de los gigantes fascistas tenía designios sobre el pequeño y pigmeo Estado sub-fascista al que tienen entre ambos triturado. En el año de 1934 Hitler encontró a Mussolini en su visita a Venecia, y la entrevista, por donde se le mire, no fue ni particularmente cordial ni particularmente productiva, pero luego y rápidamente cambió esta situación, pues ambos dictadores descubrieron que su política, era igual o parecida; la disputa austriaca fue remendada y Alemania apoyó a Italia en la controversia que sostuvo la Liga sobre las sanciones. Igual interés en España les animó, y eventualmente el eje Roma-Berlín se hizo verbo.

Roma, Berlín, Tokio, contra la paz del Mundo

El eje Roma-Berlín por sí mismo no es ni un tratado ni una alianza, sino la simple expresión de una situación. Fue complementado, sin embargo, con un acuerdo que consta de seis puntos y que fue firmado en el mes de Noviembre del año de 1936, por el conde Ciano, yerno del Duce y también Ministro de Relaciones Exteriores, y el Gobierno alemán. Y desde entonces la cooperación italo-alemana ha brincado hacia adelante. Los líderes alemanes, como Goering y Blomberg, hicieron una visita a Roma, y en el mes de septiembre del año 1937 Mussolini fue a Alemania –siendo ésta la primera vez que en el lapso de doce años, salía del territorio italiano– donde fue recibido tumultuariamente por Hitler.

Al mismo tiempo Alemania y el Japón firmaron un trascendental e importante tratado enderezado contra la Internacional Comunista, comprometiéndose ambos países en consultarse y cooperar llegado el caso. Este tratado creó un Comité permanente germano-japonés y el Embajador Ribbentrop, que fue uno de los firmantes en nombre de su Gobierno ha dicho que es “el principal acontecimiento de nuestra época, una transformación en la lucha defensiva de todas las naciones que aman el orden y la civilización”. Se desconoce si este tratado contiene cláusulas militares secretas.

Italia aplaudió este tratado, y el conde Ciano anunció al mundo su “identidad de parecer” entre Italia y el Japón; ya se habían dibujado los dos lados del triángulo –Alemania y Japón y Alemania e Italia– y los italianos terminaron el tercero –Italia y Japón– por lo menos en una línea de puntos. Así, pues, algo muy parecido a un Fascismo Internacional se estaba desarrollando. El Japón no puso mano en España, país que está a gran distancia, pero cuando en China comenzó la lucha, el Embajador italiano en Tokio anunció –nadie particularmente se asombró de esto– que la campaña de propia defensa del Japón en China tenía todo el apoyo y simpatía italiana.

Este es el esquema que las democracias del mundo tienen que examinar.