Filosofía en español 
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Francisco Alfredo de Monteflor

Lisboa

La tarea oceánica de Europa

Es el orgullo justo de todos los portugueses en los que vive la conciencia de la grandeza histórica de su nación que ya una vez en el transcurso de la historia surgió la idea de una “tarea oceánica” del seno de una nación europea y se disponía a realizarse. Era la época de los descubridores que produjo hombres temerosos y heroicos, en la que portugueses seguramente impulsados también por el espíritu de Fausto de los grandes aventureros clásicos, más sin embargo inspirados por la idea de desempeñar un papel de importancia europea paseaban la mirada por los océanos, cruzaban mares desconocidos, descubrían continentes nuevos y exploraban a mundos extraños. No solo motivos egoístas ni tampoco el “auri sacra fames” (que naturalmente entraba en cuenta también) ha creado esa voluntad de vencer a todas las posibilidades imprevistas de un porvenir incierto: el hecho ya que en aquella época hubo hombres que a pesar de las imperfecciones de sus recursos medievales eran capaces de realizar trabajos tan admirables –trabajos que por muchos siglos en aquellas zonas lejanas formaban la base para una obra colonizadora y cultural grandiosa– es indudablemente prueba segura ya de que en aquella época existían instintos innatos y vigorosos e ideas colonizadoras y civilizadoras conscientes.

Por estos hechos históricos yo como portugués creo tener la capacidad e incluso cierto derecho de hablar de la tarea oceánica de Europa. Se de las insuficiencias que acompañaron al nacimiento de esta idea y de los obstáculos que le han cerrado el paso en el transcurso de la historia; pero también conozco a los principios fundamentales desde los que puede desarrollarse una tarea de importancia universal. Porque aquí no se trata de un edificio artificial, sino del desarrollo y del crecimiento de una planta cuyas semillas descansaron en el seno de la tierra durante siglos y cuya potencia germinativa está ahora a punto de despertar bajo la influencia de la energía vital de una nueva época, de una generación joven, vigorosa y fértil.

El ejemplo contrario de la historia

La historia de los últimos siglos nos ofrece – felizmente por decirlo así– un ejemplo instructivo como no debe formular a la idea de una tarea oceánica el cerebro de una nación europea; conocemos los motivos que acarrearon el fracaso del desarrollo y de la realización práctica de esta idea –(admitiendo que tal idea existía realmente según siguen creyendo muchos todavía.) Es la historia inglesa de los siglos 17, 18 y 19 que nos ofrece este ejemplo tan trágico como negativo. El desarrollo político, marítimo y económico de Inglaterra durante estos siglos era un auge sin par, la transformación de una pequeña nación insignificante sobre una menuda isla del Mar del Norte en una gran potencia y en un imperio “oceánico” en todo el sentido de la palabra.

Parecía que el destino había encargado a un “pueblo de Dios” europeo de una gran misión de valor inestimable y de medidas que abarcaban al espacio de todos los océanos: es decir de la misión de organizar a todos los esfuerzos del Occidente para civilizar y colonizar a los pueblos no civilizados todavía, de relacionarlos y de dirigirlos, de explorar a las fuentes de riqueza necesarias para la prosperidad de las naciones europeas para de este modo llevar a cabo a las ideas que la una o la otra nación europea sola no era capaz de realizar. Y en efecto: en aquéllos siglos ninguna otra nación europea hubiese tenido la capacidad y el poder de hacerse cargo de esta tarea más honrosamente que la nación inglesa que ha sabido mantener durante siglos a la ficción de su misión oceánica y grabarla en los cerebros de muchas naciones como un dogma francamente incontestable.

Esta voluntad consciente de mantener a esa ficción prueba indudablemente que la idea de esta tarea oceánica ha existido en Inglaterra. Pero desde un principio se le comprendió en un sentido egoísta, fue tachada por el espíritu mercantil y se abusó de ella para fines imperiales. No fue llevada a la práctica para explorar fuentes nuevas para el bien común de una comunidad europea sino únicamente para conquistar bases y colonias, para crear una red oceánica extensa de esferas de influencia política y por explotar brutalmente a las regiones conquistadas en provecho de algunos privilegiados de la economía nacional. A ello correspondían los medios empleados: opresión y aniquilamiento brutal, comercio de esclavos y opio, aguardiente y la Biblia, discordia entre naciones que hasta entonces habían convivido en paz, explotación de diferencias religiosas y raciales atizando guerras coloniales, engaño de los aliados, traición sin escrúpulos, crímenes y abusos inauditos –esas son las etapas en el camino por el que ha andado la pérfida Inglaterra y que alzando los párpados hipócritamente ha designado como su “misión oceánica”.

De este modo tuvo que fracasar la misión oceánica, condenada a muerte desde un principio. Y actualmente somos testigos del derrumbamiento completo de una obra que de antemano llevaba en sí los gérmenes de la destrucción porque quería basarse artificialmente en el egoísmo, en el imperialismo y en el mercantilismo.

Eso es lo negativo. Las líneas de orientación positivas se perfilan ahora con toda claridad.

El puente a través de los océanos

1. Como todas las ideas el concepto de una “tarea oceánica de la Nueva Europa” depende de la existencia de ciertas condiciones espirituales. Según hemos mencionado ya no se puede comparar la comprensión de ideas de alcance universal a la erección de un edificio aunque la construcción fuese esbozada de modo que duraría siglos sino únicamente al engendramiento y al desarrollo en cierto modo biológico de un ser viviente. Pero eso es cosa del dinamismo, no de la estática. Lo mismo si se trata de una nación o de una comunidad de naciones: la idea de una tarea oceánica no puede nacer del entorpecimiento estático de una nación o de un grupo de naciones que solo tienen interés en conservar a un edificio terminado ya en su estado tradicional, aunque con ciertas variaciones y adaptaciones a las formas modernas. Esta tarea puede surgir únicamente del dinamismo de las energías vitales de una generación joven. Partiendo de este punto de vista llegamos a la conclusión:

Condición fundamental de la tarea oceánica de la Nueva Europa es el dinamismo de una vigorosa disposición de la comunidad de las naciones jóvenes de Europa a darse cuenta de una tarea que construye puentes espirituales, culturales, geopolíticos y económicos a través de todos los océanos del mundo. La rancia y estéril democracia anglo-sajona no puede ni comprender ni realizar tal tarea; sino únicamente el dinamismo de las naciones jóvenes y revolucionarias de la Nueva Europa posee aptitud y capacidad para engendrar como idea y realizar como obra una misión oceánica.

Los fundamentos básicos

2. La Nueva Europa no puede hallar jamás en el egoísmo el móvil principal para encargarse de la tarea oceánica. Eso lo hemos visto en nuestro ejemplo negativo. Egoísmo es siempre síntoma de flaqueza, el altruismo verdadero prueba que existe una conciencia de responsabilidad, en nuestro caso no solo ante la comunidad de la Nueva Europa sino también ante la tarea oceánica en si. Bien sabemos: en la vida real no hay ningún “altruismo puro”. También en el caso en el que la tarea oceánica comprendería a cierto egoísmo sano este resulta solo de la conciencia de responsabilidad ante el porvenir de una comunidad como la que representa la Nueva Europa. Solo el concepto de “misión” por ejemplo excluye ya móviles puramente mercantiles y tiende a un deber moral: proporcionar los conocimientos, las capacidades y los progresos de índole científico, cultural y civilizador, en una palabra el conjunto de adquisiciones espirituales y materiales del sujeto (Nueva Europa) al objeto, es decir al mundo en su totalidad, limitado solamente por los océanos.

Esta definición de los impulsos hacia la tarea oceánica de la Nueva Europa encierra en si el axioma que no deben ser nacionales –en este caso aspirarían nada más que a fundar y a fomentar colonias– y tampoco internacionales –tanto el internacionalismo de la plutocracia mundial como el internacionalismo de la ideología bolcheviquista no tienen absolutamente nada que ver con la “tarea océanica”–; a la tarea oceánica solo se la puede comprender como idea sobrenacional a base de impulsos sobrenacionales espirituales de la conciencia de responsabilidad de una comunidad limitada (Nueva Europa) frente a la comunidad ilimitada de los pueblos “oceánicos”.

Europa y el mundo

3. En la base de estas condiciones se perfila claramente el conjunto de intención y finalidad de la tarea oceánica de la Nueva Europa. Ya hemos indicado que la tarea oceánica de Europa no debe tener de principio ningún carácter “puramente político”. Colonización en el sentido corriente, incluso relacionada con móviles civilizadores y culturales –es y será en el fondo una cuestión de la política colonial nacional. En cambio la tarea oceánica no es ningún problema de la política colonial, sino un asunto de la finalidad geopolítica. Crear las condiciones espirituales para la estructuración de un nuevo orden universal, preparar al mundo oceánico para la acogida de las ideas del nuevo orden nacidas de la revolución espiritual de las naciones jóvenes y rejuvenecidas, organizar a los espacios vitales en armonía con estas ideas fundamentales revolucionarias, tales son los fines principales de la tarea oceánica de la Nueva Europa.

Sería condenar esta tarea al fracaso de antemano si aspiraría a la dominación de otras naciones y de otras razas. Solo el hecho que al realizar esta tarea Nueva-Europa tiene que fomentar las relaciones más íntimas con naciones y razas de cultura antigua de alta perfección de un sentimiento de independencia muy desarrollado excluye bajo todos los puntos de vista a todos, absolutamente a todos los fines de una dominación. (Véase el ejemplo del Extremo Oriente: “El Asia para los pueblos asiáticos.”) A la tarea oceánica no se la realiza bajo el lema de “dominación” sino únicamente bajo el lema de “cooperación y compensación”.

En los dominios materiales se exteriorizan estos fines por el axioma del “bien común”, no solo común al sujeto sino también al objeto. Nuestro ejemplo negativo nos ha convencido que todo intento de explotación es el enemigo mortal de una misión oceánica. El mundo oceánico no se sentirá en adelante víctima de la explotación como bajo el antiguo sistema de las democracias plutocráticas. Al contrario tendrá la impresión persuasiva que la Nueva Europa no se propone ni más ni menos que reorganizar a un mundo destruido por la guerra actual, a pacificar a un mundo desunido hasta en sus fundamentos, a ofrecer sus capacidades organizadoras y sus adquisiciones espirituales y económicas para introducir un nuevo orden universal y para elevar al tenor de vida de todos, a explorar para todos a las riquezas de la tierra en vez de esclavizar a los hombres y de explotar su trabajo. En todo otro caso la tarea oceánica de la Nueva Europa sería condenada de planta a raíz a fracasar miserablemente.

Hay bastantes trabajos de importancia universal y de alcance oceánico cuya necesidad es generalmente reconocida y cuya realización solo puede ser la obra de la cooperación de todos y por lo tanto el objeto de una misión oceánica. Solo mencionamos a la lucha gigantesca contra las epidemias que todos los años exigen hecatombes de víctimas humanas, a la lucha contra las enfermedades contagiosas y tropicales que salvan los límites de los continentes y se burlan de los esfuerzos de los individuos y de naciones aisladas. Mencionamos a los problemas de las comunicaciones ferroviarias y aéreas intercontinentales y a la reconstrucción basada en el nuevo orden del tonelaje mundial y del comercio universal destruidos. Todos estos problemas solo se puede solucionar por medio de trabajo común, adaptación y compensación de energías comunes que por la misión oceánica de la Nueva Europa han sido despertadas y dirigidas hacia la obra por su voluntad común.

Para caracterizar por último el alcance universal de la tarea oceánica de la Nueva Europa queremos indicar todavía solo dos ejemplos del dominio de la economía.

La cuestión del acceso libre a las materias primas

Hace poco un hombre de Estado americano ha pronunciado la profecía sumamente inteligente que el nuevo orden universal según se lo imagina la plutocracia democrática garantizaría a todas las naciones dispuestas a someterse a este orden el acceso libre a los océanos “para poder adquirir a las materias primas necesarias”. La ridiculez y pobreza de esta opinión son evidentes: porque “adquirir” significa naturalmente “comprar” y esta constatación estúpida intenta a eternizar al estado antiguo de los “acomodados” y los “have-nots” que no le agrada a nadie más que a los plutócratas. La Nueva Europa está encargada de la “tarea oceánica” de transformar en propietarias a las naciones que no tienen nada y de librar al mundo de la dependencia de las “naciones acomodadas”. Ya se ha acometido al problema del libre acceso a las materias primas y se solucionará totalmente y eso dentro del margen de la tarea oceánica de la Nueva Europa y de acuerdo con el nuevo orden que surgió del espíritu de la Nueva Europa y que será realizado en este espíritu.

Dinero y trabajo

En los últimos años ha tenido lugar una revolución fundamental nacida en el seno de las jóvenes naciones revolucionarias y que tendrá consecuencias de alcance oceánico. Era la revolución de un concepto de la región de la economía pública. El patrón oro ha sido echado del trono de su poder y despojado de sus derechos intactos hasta ahora. El patrón “trabajo” como nuevo concepto del dinero ha llegado al poder en la vida económica de las naciones. Aquí no se trata de sueños futuros ni de principios que en un porvenir mejor “quizás” quieran realizarse alguna vez, sino de realidades palpables y de hechos ya consumados. Sin la estabilidad del patrón a base del trabajo sería absolutamente imposible para las potencias del Eje hacer esta guerra y el hecho que en tres años de la guerra actual las “Naciones Unidas” con sus reservas de oro y con la base de oro necesaria para su patrón todavía no hayan ganado la guerra es un síntoma contundente que no la ganarán jamás porque el dios Dinero ya fue destronado.

Aun sigue la lucha entre los dos conceptos del dinero que abarcan al destino. Es una lucha a muerte. El final de esta guerra será la victoria del nuevo orden y la liberación del mundo de las cadenas del orden antiguo. Entonces la tarea oceánica de la Nueva Europa tendrá que realizar también el fin de reorganizar a la economía mundial en la base del “patrón trabajo”.