Filosofía en español 
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Nuestro Tiempo

La Conferencia de La Habana

Se ha celebrado en La Habana del 15 al 22 de noviembre [1941] la Segunda Conferencia Americana de Comisiones de Cooperación Intelectual. A este hecho ya de por sí considerable, ha venido a prestar caracteres de acontecimiento la actual situación política del mundo. Por el número y calidad de las representaciones americanas allí reunidas, por la presencia de eminentes intelectuales europeos desterrados de sus patrias, por algunas de las resoluciones que en ella se tomaron así como por el silencio de muerte que en Europa sella cuantas bocas no son las de armas de fuego, se ha evidenciado el papel de portaestandarte que en estos días corresponde a América en todo lo que se refiere a la libre organización de los problemas culturales que la progresión civilizada sugiere.

Bastan unos pocos antecedentes para esclarecer el carácter e importancia de dicha Conferencia.

La Sociedad de Naciones fundó la Comisión Internacional de Cooperación Intelectual en 1922, siendo el filósofo Henri Bergson su primer Presidente. No mucho después, en 1926, se creó el Instituto Internacional como órgano ejecutivo de aquella Comisión y a la vez consultivo de la Sociedad de Naciones, el cual actuó desde 1926 a 1938 con la cooperación de gran número de Estados europeos y americanos. En este período se fundaron más de cuarenta centros de documentación pedagógica; con la representación de 115 universidades se reunió en París, en 1937, la Conferencia Internacional de Enseñanza superior; el Instituto de París se convirtió ese mismo año en el órgano ejecutivo de las Uniones científicas; se organizaron los Entretiens y otras obras de carácter literario. En el terreno de las Bellas Artes se organizaron asimismo: la Conferencia de Roma (restauración de pinturas), la de Atenas (conservación de monumentos), y la de Madrid (museografía); se estudiaron proyectos de convenio sobre la integridad del patrimonio artístico y sobre protección de obras de arte en tiempo de guerra o de disturbios.

También en 1937 se celebró en París la II Conferencia de Comisiones Nacionales en la que se preconizó el estudio de un convenio internacional cuyo texto, elaborado por el Instituto, fue elevado a la Sociedad de Naciones. En el Acta internacional de la Cooperación Intelectual se afirmó que su obra es independiente de la política y que es universal, invitándose a cada una de las Partes a instituir una Comisión Nacional y a darle su apoyo.

Las Comisiones Nacionales Americanas se reunieron por primera vez en Santiago de Chile en 1939. A esta Segunda, que seguida de un Entretien o Plática, acaba de celebrarse en La Habana, se invitaron a distinguidas personalidades para discurrir sobre el tema: América ante la crisis mundial.

Todas las naciones americanas enviaron su representación. La Conferencia que, en nombre del Presidente de la República, inauguró en el Capitolio de La Habana el Dr. Saladrigas, primer ministro cubano, y que fue presidida por el eminente estadista y escritor D. Cosme de la Torriente, realizó una labor intensa.

Entre otros muchos estuvieron presentes los Sres.: Portell y Vilá, Ortiz, Chacón, Brull, Baralt, Mañach, Marinello, Lizaso, Massip, Herminio Rodríguez, de la delegación cubana; los Sres. García Maynez, Ramos y Castro Leal, de la mexicana; Arciniegas, de Colombia; Nogueira, del Uruguay; Marill, de Bolivia; Ceballos, del Ecuador; Ozorio de Almeida, Ribeiro Couto y Muniz, del Brasil; Abril de Vivero, del Perú; Walker Linares, de Chile; Max Henríquez Ureña, de la República Dominicana; Arguedas, de Nicaragua; Olavarría, de Venezuela, Dantes Bellegarde, de Haití; Lascano, de Argentina; Shotwell, Dugan, Berrien, Fisher, Zook y otros, de los Estados Unidos. Asistieron como observadores los Sres. Thomson, de la División de Relaciones Culturales del Departamento de Estado; Loockwod, Coordinador de Asuntos Interamericanos; la Sra. Concha Romero, Jefe de la Oficina de Cooperación Intelectual de la Unión Panamericana de los Estados Unidos; Raestad, antiguo Ministro de Relaciones Exteriores y Director del Banco de Noruega; y Bosch Gimpera, delegado de la Asociación de Profesores universitarios españoles en el extranjero. También tomó parte activa en la Conferencia Mr. Henri Bonnet, Secretario del Instituto de Cooperación Intelectual de París.

A la Plática, que por aclamación de todos los participantes presidió el ilustre escritor mexicano D. Alfonso Reyes, asistieron además distinguidos literatos, hombres de ciencia y políticos, entre los que destacan los franceses Sres. Focillon, Laugier, Jules Romain; los italianos Conde Sforza, Borgese y Ascoli; Kelsen, alemán; Adamic, yugoeslavo; Shotwell, Barja, Barr, Du-Bois, Keniston, Freda Kirchwey, McKeon, Patee, Stone, Krutch, norteamericanos; María Zambrano, española.

Tanto la Conferencia como las Pláticas se produjeron dentro de una convicción unánime: la importancia de conservar la libertad, no sólo en el plano político, sino también en lo que respecta a la libre manifestación del pensamiento en el arte, en las ciencias y en las letras. Se declaró que la cooperación es sólo posible en un mundo de hombres libres, siendo necesaria la unión de todos para defender a América de las graves amenazas y peligros que sobre ella se ciernen.

De acuerdo con estas convicciones la primera Comisión, que había de ocuparse de las Bases y organización de la Cooperación Intelectual, aprobó una proposición protestando del trato que sufren los intelectuales en los países invadidos o dominados por el totalitarismo, expresando su solidaridad y simpatía por cuantos penan bajo dichos regímenes. Decidió también pedir a los Gobiernos americanos que cursen instrucciones a sus representantes en Europa para gestionar el mejoramiento de la situación de esos intelectuales y facilitar su traslado a América.

Particular importancia reviste el acuerdo tomado por la Conferencia, a propuesta de la misma primera Comisión, de crear en este Continente un organismo de Cooperación Intelectual que, mientras duren las circunstancias que imposibilitan el funcionamiento del Instituto Internacional, permita la continuación de su labor aquí con la cooperación de americanos y europeos. Para estudiar su forma de funcionamiento designóse una comisión de siete miembros: los Sres. Shotwell, Walker Linares, Alfonso Reyes, Ozorio de Almeida, Brull, Portell y Vilá y Cosme de la Torriente, agregándose como asesor a Mr. Henri Bonnet.

La labor de la Conferencia fue completada con otros acuerdos referentes a bibliotecas; intercambio de profesores; facilidades para los viajes de profesores, investigadores y estudiantes; reconocimiento de la obra brillante que realiza la Fundación Guggenheim; conveniencia de facilitar la documentación a los intelectuales exilados; revisión de las leyes sobre propiedad intelectual; protección de ciudades, monumentos, bibliotecas y museos contra los peligros de la guerra; mantenimiento de las organizaciones internacionales de carácter científico o educativo durante la crisis actual; intercambio de libros y publicaciones; traducción a los idiomas de América de obras literarias y científicas; cinematografía; protección de obras musicales, &c. También se aprobó una moción formulando un voto para que los problemas planteados entre el Ecuador y Perú se resuelvan de modo honroso por los medios pacíficos tantas veces empleados en América para resolver conflictos internacionales.

En la Plática que siguió a la Conferencia se escucharon brillantes disertaciones reclamando la solidaridad de los países americanos y la colaboración de sus intelectuales con los europeos que en América se encuentran. Estos manifestaron unánimemente su deseo de trabajar en servicio de los países que les han ofrecido generosa hospitalidad. Se puso de relieve la incompatibilidad del totalitarismo con las tareas del espíritu así como el peligro que envuelve para el porvenir de la civilización. Contrariamente a la costumbre de semejantes pláticas en que no se realizaban declaraciones conjuntas ni se votaban acuerdos, se creyó necesario desde el primer momento que de ésta de La Habana saliese una declaración que definiera la actitud de todos los asistentes frente a los problemas actuales.

Propuesto por J. W. Krutch y H. Portell y Vilá, muchos de los congresistas firmaron el siguiente manifiesto:

La libertad, la ilustración, la tolerancia y el respeto por la dignidad del hombre son los principios fundamentales cuya continuación es esencial a la civilización.

Negamos que la civilización deba renunciar a estos principios a fin de sobrevivir y hasta que pueda sobrevivir si los traicionamos.

El hecho mismo de que haya quienes deseen asumir una posición neutral en la lucha entre las víctimas de la regimentación y los partidarios de la libertad constituye de por sí una traición al deber, ya que no hay neutralidad posible en la guerra total del barbarismo o la defensa, también total, de la civilización.

En vista de estos hechos, un número de los hombres de ciencias, escritores y artistas reunidos en La Habana para participar de las discusiones o “entretiens” que han seguido a la Segunda Conferencia Americana de Comisiones Nacionales de Cooperación Intelectual, proclaman su adhesión a los siguientes principios.

1. Creemos que la destrucción del régimen de Hitler es un pre-requisito para el establecimiento de un nuevo orden mundial que sea respetable.

2. Repudiamos los principios del totalitarismo, el sistema en sí y sus consecuencias, como contrarios a la civilización y a la felicidad del hombre.

3. La tolerancia de que disfrutan los enemigos de la democracia bajo nuestros sistemas constitucionales debe ser limitada por nuestro deber de proteger esas Constituciones, ya que no podemos permitir que sea usada para destruir nuestras democracias.

4. La erradicación de los prejuicios raciales, religiosos, sociales y políticos, es esencial para la consolidación de la paz mundial.

5. La política del apaciguamiento, completamente desacreditada en Europa, en Asia y ahora también en el norte de África, no debe ser empleada en el Nuevo Mundo, ora sea como cuestión de estrategia, ya en la forma de apaciguamiento intelectual para ganarse a los enemigos de la democracia. Ese apaciguamiento intelectual es un insulto a la lealtad y a las convicciones de los escritores, hombres de ciencias y artistas liberales de las Américas.

6. Pedimos la colaboración activa de todos los grupos democráticos intelectuales para resistir a la penetración nazofascista-falangista.

La Habana, noviembre 25 de 1941.

Cosme de la Toriente, Alfonso Reyes, Carlo Sforza, Henri Laugier, Miguel Ozorio de Almeida, María Zambrano, Henri Focillon, R. P. Mc Keon, C. A. Borgese, Henri Bonnet, Joseph W. Krutch, Arnold Raestad, Dantes Bellegarde, César Barja, Stringfellow Barr, Michael H. Stone, George F. Zook, Pedro Bosch Gimpera, Juan Marinello, Jorge Mañach, Fernando Ortiz, Louis Adamic, W. E. Burghardt du Bois, Freda Kirchwey, Salvador Massip, Herminio Portell Vila, &c.

Finalmente la Asamblea decidió hacer una declaración conjunta cuya redacción confió a su presidente D. Alfonso Reyes. Este se asesoró de una comisión formada por Henri Focillon, Jules Romain, el Conde Sforza, Mariano Brull y Henri Bonnet. Presentada a la Plática en su última sesión y después de un animado debate se adoptó por unanimidad, redactándose en castellano, portugués e inglés. Dicha declaración es como sigue:

Los americanos y los europeos invitados a La Habana para la plática organizada por la Comisión Cubana de Cooperación Intelectual,

penetrados de dolor ante los sufrimientos infligidos a los pueblos por la agresión de los bárbaros,

han adoptado por unanimidad las conclusiones siguientes:

Primero: Condenan la obra de conquista emprendida por las Potencias del Eje y sus cómplices en todas partes del mundo.

Segundo: Declaran indispensable la solidaridad de todos los países americanos frente al peligro universal, e indispensable también la firme determinación de tales países para combatir ese peligro, abandonando así todo espíritu de aislamiento y de neutralidad.

Tercero: Expresan su reconocimiento a aquellas naciones que, las primeras, se han sacrificado para detener la agresión; su admiración para todas las naciones y las fuerzas libres que continúan combatiendo y preparan, por su heroísmo, la victoria final; su fraternal simpatía para todos aquellos que, con peligro de su propia vida, continúan la resistencia en los países temporalmente subyugados o invadidos, y para todos aquellos que son actualmente perseguidos por razones de raza, de ideales políticos, filosóficos o religiosos.

Cuarto: Declaran la obligación que asiste a los intelectuales en todos los países que se han mantenido independientes, en defender la libertad de los pueblos, los derechos del hombre y del ciudadano, y los principios de la justicia económica y social.

Quinto: Proclaman que corresponde a América velar por el patrimonio común de la cultura amenazada y asegurar la continuidad de la obra espiritual colectiva.

Sexto: Apoyan con su voto la recomendación de la Conferencia de Cooperación Intelectual de La Habana para el sostenimiento de un centro de acción común.

a) Esta acción deberá orientarse sobre todo de manera que permita a los intelectuales conservar el contacto indispensable al frente único, movilizar la conciencia americana contra las doctrinas y propagandas antidemocráticas, contra el espíritu de indiferencia o de apaciguamiento, ilustrar a la opinión y a los gobiernos y asegurar el trabajo metódico de coordinación intelectual.

b) A este propósito apoyan también las Resoluciones de la Conferencia de La Habana sobre las Uniones y empresas científicas internacionales.

c) Piden, sobre todo, que esta colaboración se aplique, desde ahora, como a un objeto supremo, por sobre todas las tendencias egoístas y aislacionistas, a procurar una solución orgánica de los problemas del mundo, único medio de salvaguardar la paz, la libertad y la democracia.

La Habana a noviembre 26 de 1941.