Nuestro Tiempo
En defensa de la libertad
Germán Arciniegas
La reunión de la II asamblea general de la Unesco en la ciudad de México va a ocurrir cuando en muchos lugares del mundo se producen movimientos de gobierno o de partido que tienden a disminuir libertades consideradas hasta hoy, en las naciones de alguna cultura, esenciales para que el escritor exprese sin censura la totalidad de su pensamiento, para que el investigador adelante sin embarazos en la lucha por desentrañar los secretos que la ciencia trata de aclarar, para que el profesor exponga desde la cátedra los resultados de sus estudios, su experiencia y sus meditaciones, para que el artista interprete lealmente la vida.
Las limitaciones que así tratan de imponer determinadas fuerzas reaccionarias son inadmisibles para el trabajador intelectual. Si ellas pasaran a marcar el tono normal de la vida, una disminución deplorable vendría a afectar todas las posibilidades de expresión y de creación en el hombre, y constituirían una catástrofe de brutales consecuencias para la cultura. La dignidad de quienes escriben, investigan o enseñan, como la dignidad de los artistas, implica un ambiente, una situación de libertad, que cuanto más cierta es, mejor garantiza la autenticidad de toda expresión. De ese ambiente, de esa situación, nace la verdadera responsabilidad de los trabajadores intelectuales.
Consideramos que entre las conquistas fundamentales de los últimos siglos, están las que han permitido a las gentes de estudio y de espíritu contribuir con obras de carácter literario, científico o artístico, a los desarrollos culturales de las naciones. Una interrupción en esta marcha libre de la inteligencia, sería concesión inadmisible a la barbarie, que nosotros rechazamos con toda la fuerza de nuestro espíritu.
El escritor público ha venido desempeñando en estos siglos una función crítica que es la garantía para los pueblos de que las soluciones que se aplican a sus problemas vitales y a las simples minucias de la existencia cotidiana, resisten al análisis libre y contradictorio y no son el producto de una imposición arbitraria. Este es postulado de la democracia que no podemos abandonar sin que pierda su fisonomía nuestra civilización. Como la perdería si, además de reducirse el periodismo a servidumbre y de coartarse la libertad de información o de someterla a un monopolio cualquiera, se interviene la justicia y se convierte a los jueces en instrumentos de una voluntad autocrática.
El mundo espera de los hombres que escriben, investigan o enseñan, como de quienes se dedican al arte, que mantengan la ética de su oficio. En manos de los propios intelectuales ha de quedar el castigo de quienes traicionen a la universidad o corporación ideal que forman los trabajadores de la inteligencia, cada vez que ellos se pongan al servicio de intereses que traten de humillar el espíritu.
En la evolución política del mundo, los trabajadores intelectuales tienen una misión que reclama sus desvelos: la de iluminar los caminos de la justicia a través de un nuevo humanismo que se acerque a las fuentes de las desventuras sociales y proponga soluciones venturosas. Pero esa misión, que a ellos tiene asignadas la naturaleza de sus labores, no puede cumplirse ni bajo la presión violenta de la demagogia, ni en forma dirigida por las dictaduras. Hay elementos en la organización de los estados, como el ejército, que tienen señalado un campo particular de acción, fuera del cual su actividad fatalmente se resuelve en la opresión de los ciudadanos.
Tiene la Unesco por destino unir a los escritores, sabios, artistas, profesores de toda la tierra en una agrupación cordial y comprensiva que permita participar a otros hombres del goce de sus obras y ponga en contacto culturas hasta hoy separadas por abismos de ignorancia e incomprensión. Se trata, por medio de sus organismos, de que la ciencia, el arte y las letras dilaten sus esferas de influencia sobre todas las naciones. Esto, cuando menos, en días tan inciertos como los que vivimos, constituye una esperanza de todas las gentes de buena voluntad. Pero, naturalmente, punto esencial para que tan altos propósitos se cumplan es el mantenimiento de las libertades que han servido de base al trabajo intelectual de nuestro tiempo. Por eso, una carta fundamental que reconozca y proclame la vigencia de esas libertades en el mundo, nos parece que debería ser el punto de partida de todo futuro desarrollo de la Unesco.
Germán ARCINIEGAS.